El uso de la lengua catalana en Cuba durante el siglo XIX

AutorNuria Gregori Torada
CargoInstituto de Literatura i Lingüística. Academia de Ciencias de Cuba
Páginas71-78

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El presente artículo constituye sólo un adelanto de investigaciones que hemos iniciado sobre la presencia en Cuba de la lengua y la cultura catalanas.

La inmigración catalana en Cuba

Si la comparamos con la andaluza, la canaria, la gallega o la asturiana, la catalana fue siempre una inmigración minoritaria en Cuba pues sólo llegó a constituir el 1 % de la población española total de la Isla. No obstante su número relativamente pequeño, la presencia catalana en la sociedad cubana ha quedado profundamente grabada. Las letras, las artes, el comercio, la industria, la pedagogía, la meteorología, la política, las armas, etc., ofrecen figuras catalanas de verdadero relieve. Las biografías de Don Mariano Cubí y Soler, Tomás Gener, Ramón Pintó, del padre jesuíta Viñes y del General José Miró Argenter, entre otros, así lo atestiguan.

Como es conocido, en el descubrimiento y temprana colonización de Cuba no intervinieron los catalanes debido a la exclusividad otorgada por la Corona española a Castilla -y en Castilla estaban incluidas las Islas Canarias-. No obstante, esto no fue obstáculo para que un catalán, Fray Fernando Boyl, se convirtiera en el primer obispo del Nuevo Mundo y para que José Gelabert y José Codina, también catalanes, establecieran en 1740 y 1750 respectivamente, el primer cafetal y la primera fábrica de estampados, ambos en La Habana, eludiendo, quién sabe cómo, las restricciones de la Corona.

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Pero no es hasta el siglo XIX en que se produce lo que pudiéramos llamar, por denominarla de algún modo, una «ola migratoria» de catalanes a Cuba, aunque, como hemos dicho, nunca alcanzaría las proporciones de las otras regiones de España.

Las causas de esta «ola migratoria» pudieron ser, entre otras, las siguientes:

  1. La invasión napoleónica y posterior anexión de Cataluña a Francia.

  2. El levantamiento del monopolio del comercio de Sevilla con América y el establecimiento en Barcelona, a partir de 1840, de cerca de 50 compañías navieras con servicios regulares.

  3. La promulgación, en 1857, de la nueva ley de emigración que aplicaba para todos los españoles el permiso para emigrar a América.

  4. La guerra en Cuba.

En los primeros años del siglo xix esta migración va a radicar, fundamentalmente, a las ciudades de La Habana, Matanzas y Santiago de Cuba, aunque también se instalan catalanes en otras ciudades de la Isla, como Sagua la Grande, Remedios, Cienfuegos, Guantánamo y Camagüey, etc.

A Santiago de Cuba fue tal el número de catalanes que arribaron en los primeros 25 años del siglo, que el Gobernador Militar de la ciudad se vio en la necesidad de dictar un bando que textualmente decía: «Se recuerda a los catalanes de tiendas que presenten las licencias de éstas y sus pasaportes, pues hay una multitud de jóvenes forasteros catalanes que se ignora por dónde han venido...». Estos jóvenes catalanes ejercían diversas profesiones y oficios: maestros, músicos, sacerdotes, militares, comerciantes. Mas, parece ser, que el número de ellos que se dedicó al comercio minorista, es decir bodegueros, fue tan grande que se llegó a identificar a todo comerciante con el gentilicio de catalán. Así, en lugar de decir el bodeguero de la esquina, se escuchaba el catalán de la esquina, convirtiéndose de esa forma catalán en sinónimo de bodeguero. Esto llegó al extremo de que algunas personas de la raza negra que eran propietarios de bodegas se les llamara el negro catalán, apareciendo así los negros catalanes en Santiago de Cuba. A este hecho está unida, sin duda, la aparición de una frase que estuvo muy de moda aproximadamente hasta la década de los años cincuenta del presente siglo, sobre todo en la región oriental, y cuya significación ha sido muy controvertida: ¡Quién fuera blanco aunque fuera catalán! Algunos han querido ver en ella una actitud negativa hacia los catalanes, argumentando las más disímiles razones, todas inciertas, pues a lo que en realidad se refería es a la «suerte» de ser de la raza

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blanca, por la posición social que ésta ocupaba en la escala social, aunque se fuese bodeguero, profesión que no gozaba de gran prestigio en la sociedad cubana de la época. La actitud negativa, pues, estaba dirigida a ser comerciante o bodeguero y no a ser catalán.

En cuanto a la ciudad de La Habana, a ella arribaba el 90 % de la inmigración española y, aunque no se sabe con exactitud el número de catalanes que había, sí parece haber sido lo bastante numeroso, pues en mayo de 1840 se reunió un grupo de ellos para tratar sobre la creación de una sociedad benéfica. Las más importantes calles comerciales de La Habana estaban llenas de tiendas de catalanes. De las cuatro imprentas que había en la ciudad, dos eran propiedad de los catalanes Palmer y Seguí, a quien también se le debe el establecimiento de la primera librería de la ciudad. Fue también un catalán, Jaime Florit, miembro de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, quien introdujo, en 1805, la taquigrafía en Cuba. Es a los catalanes a quienes se les debe también la fundación de un buen número de fábricas de tabacos, como «La Excepción» de Don José Gener Batet, que alcanzó fama mundial, «Partagás» de Don Jaime Partagás, «El Figaro» de Julián Rives; Don Juan Conill, Prudencio Rabell y Gerardo Abreu Martín, fueron también destacados empresarios de la rama del tabaco. En la industria jabonera sobresalieron los hermanos Sabatés y Crusellas. En la fabricación de chocolates y en la industria farmacéutica hubo, también, hijos de Cataluña.

Hacia la década de los años 70-80 había ya en La Habana alrededor de ocho mil catalanes, los cuales, en su mayoría, estaban agrupados en cuatro asociaciones: la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña, La Sociedad Humorística Provincial de Cataluña, conocida popularmente como «Colla de Sant Muc», La Sociedad de Instrucción y Recreo «Centro Catalán» y la Comisión de la Ermita de Montserrat. Las cuatro contribuirían de forma decisiva al mantenimiento y difusión de la cultura y la lengua catalanas.

Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña

En mayo de 1840 dos comerciantes, pertenecientes a la rama del tabaco, Don José Gener y Don Antonio Font, se dirigieron al Capitán General de la Isla de Cuba, con la solicitud de que se aprobara una sociedad de carácter puramente piadoso con vistas a atender y ofrecer socorro a los infortunados que debido a enfermedades u otras circunstancias se vieran en la necesidad de recurrir a la compasiva generosidad de algunos ami-

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gos y paisanos, como con frecuencia sucedía, y para que esta ayuda no recayese siempre sobre un grupo pequeño y, al mismo tiempo, éstos no se sintieran venidos a menos y les permitiera contribuir también, en un futuro, con su ayuda a otros que lo necesitaren.

Con el ánimo de recabar la aprobación oficial, los proponentes hacían alusión a que esta Sociedad contribuiría también a aliviar la carga de los hospitales públicos. A pesar de ello, se pusieron, durante un tiempo, objeciones, pues en el informe del Teniente Asesor General, éste hacía saber al Capitán General que no se debía dar la autorización sin antes obtener la Real Licencia y si ésta se obtuviese, entonces, recomendaba que tanto la Junta Directiva como la Junta General estuviesen presididas por el Capitán General o el Regente, demostrando con ello una gran preocupación por lo que en las reuniones de esta asociación catalana se pudiera tratar. Finalmente, en agosto de 1841, fue autorizada la creación de la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña, convirtiéndose en la primera asociación regional española fundada en el mundo. La Beneficiencia Catalana continúa hoy con su encomiable labor, a pesar de lo reducida que es en estos momentos la colonia catalana en Cuba.

Sociedad Humorística Provincial de Cataluña: Colla de Sant Muç

Esta Sociedad, conocida popularmente como «Colla de Sant Muc», fue fundada en La Habana en 1882, y su función principal era la convocatoria de certámenes literarios. La Sociedad contaba también con un coro, nombrado Colla de Sant Muc, que estaba integrado por 125 voces, todas masculinas, que llegó a gozar de gran prestigio en todo el país, el cual recorría, asistiendo a fiestas donde cantaba graciosas canciones en catalán que hacían las delicias de quienes las escuchaban, según hemos podido comprobar por información aparecida en la prensa de la época. Entre las canciones más populares de la Colla se mencionan: Jo te l'encendré y Pet-llari pica foch y M'pera pica foch. La Sociedad contaba con un órgano oficial donde se publicaban los trabajos premiados, «L'aplec de los catalanes». La Sociedad Humorística Provincial de Cataluña: Colla de Sant Muc. fue disuelta en 1887 para fusionarse con el Centro Catalán.

Sociedad de Instrucción y Recreo «Centro Catalán»

El Centre Cátala, creado en 1884, y el que además de proporcionar recreo a sus asociados, organizando puestas en escena de obras del teatro

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dramático y lírico catalanes, impartía conferencias sobre la cultura y el arte catalanes, levantó una biblioteca, sostenía algunas clases de enseñanza elemental y superior. Además de esta importante actividad cultural, el Centro Catalán sostenía una Quinta de Salud, la Quinta Garcini, denominada más tarde Quinta Balear, nombre con el que se le conoce todavía hoy, ofreciendo también servicios médicos y de cirugía dental enteramente gratuitos a sus socios «siempre que le moleste alguna enfermedad de la boca pueden recurrir al inteligente Doctor Villaraza, que les operará gratis, yendo provistos de una tarjeta especial que le facilitará la Secretaría, mediante la presentación de la contraseña Setze Jutges (L 'Almogávar, febrero 1887).

Del Centro Catalán irradió alegría y cultura para toda La Habana y fue tanto el prestigio que alcanzó en la sociedad habanera de la época, que se convirtió en uno de los puntos principales de reunión de las más importantes familias de La Habana.

Comisión de la Ermita de Montserrat

Una asociación, sui generis, fue la Comisión de la Ermita de Montserrat. Creada en 1888 y cuyo objetivo principal era levantar una ermita a la Patrona de Cataluña, la Virgen de Montserrat, en la Loma de Tadino o de los Jesuítas, al oeste de La Habana, en un hermoso lugar desde donde se divisaba toda la ciudad y donde hoy se encuentra el Monumento al Héroe Nacional de Cuba, José Martí, en la Plaza de la Revolución, sitio donde estuvo enclavada hasta finales de la década de los años 40, fecha en que fue construida una nueva ermita en otra parte de la ciudad, muy cerca del aeropuerto internacional.

Para poder recaudar fondos para la construcción de la ermita los catalanes comenzaron a organizar fiestas en la Loma de Tadino a finales de los años 80 del pasado siglo, en las que participaron no sólo los catalanes y el resto de los peninsulares radicados en La Habana, sino todo el pueblo de la capital. Fueron tan famosas y tan acogidas estas fiestas que el lugar donde se celebraban fue rebautizado por el pueblo habanero con el nombre de la Loma de los catalanes y la ermita, con el de la ermita de los catalanes.

Al grito de ¡A Montserrat! ¡A Montserrat! se invitaba a todo el pueblo de La Habana a participar en las fiestas en honor de la Moreneta. Como medio de transporte a la Loma de los catalanes, además de los coches, cuyas tarifas habían sido económicamente arregladas, se situaban ómnibus que partían de la céntrica y amplia avenida de Carlos III e Infanta,

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y trenes desde la estación de Villanueva, los que llegaban hasta una estación que se había levantado a una cuadra escasa de la Loma y cuyo nombre era Estación de Monistrol.

El aplec catalán comenzaba la noche anterior y recorría varias calles de la capital, desde la Avenida de Carlos III hasta la mencionada Loma, con bandas de músicos y fuegos artificíales. En la Loma se habían construido, especialmente para la ocasión, restaurantes, fondas y cafés que ofrecían platos de la comida catalana: escudella, chanfaina, butifarra, etc., para todos los gustos y bolsillos. Se organizaban dos salones de baile, uno, para personas blancas y otro, para personas negras. Un gran lucimiento alcanzaron estos aplecs de los catalanes en la ciudad, los cuales culminaban con el encendido de luces eléctricas, lo que para aquellos años de finales de siglo, sin duda, sería todo un acontecimiento. Las fiestas amenizadas por el coro de los nois de la Colla de Sant Muç hicieron que las canciones catalanas gozaran de gran popularidad entre ios cubanos los cuales también las cantaban en catalán y español.

Al igual que estas fiestas habaneras dedicadas a la Moreneta, fueron también muy famosas las que celebraban los catalanes radicados en la ciudad de Matanzas, en la loma conocida como las Alturas de Simpson, donde estaba erigida una ermita a la Virgen de Montserrat y donde también, al igual que en las fiestas habaneras, se recorrían las calles cantando canciones típicas catalanas y se vendía comida catalana. En 1872 se había creado una filial de la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña y en 1886 una agrupación coral, semejante a la Colla de Sant Muc, la cual denominaron Colla de Montserrat y que estaba compuesta por 160 voces masculinas que, al igual que la de La Habana, gozó de gran popularidad en la ciudad de Matanzas, tanto por sus excelentes voces como por las letras humorísticas y picantes de sus canciones.

El fuerte y profundo sentimiento de pertenencia de los catalanes hacía su cultura y su sólida posición económica en la isla caribeña, hicieron posible que el idioma catalán traspasara los reducidos límites del hogar para convertirse también en la lengua en que se hacían puestas en escenas del teatro dramático y lírico catalanes, se realizaban certámenes literarios, cuyos premios se publicaban en una revista creada para ello y se cantaran canciones por las calles de las ciudades, que eran tarareadas también por los cubanos.

Pero los catalanes residentes en la isla caribeña fueron todavía más lejos, al convertirse en los primeros que en América publicaron periódicos en lengua catalana, aunque éstos tuvieron una salida muy irregular y una vida efímera. Vale aclarar que estos periódicos eran bilingües español-catalán.

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De los periódicos escritos en catalán que aparecieron en Cuba en el siglo XIX, que según noticias fueron alrededor de seis, hemos podido hallar, hasta la fecha, sólo dos: Lo fill de ¡'pardal y L'Almogávar.

Lo fill de l'pardal, fue fundado en La Habana en enero de 1869 y se autodenominaba periódic liberal que «fará riure, plora, estornuda y bada-llá a'I que en tingui ganas puig no mes val un ral». El periódico tenía sólo cuatro páginas y, aunque anunciaba que tendría una salida de dos veces por semana, sólo hemos podido hallar este primer ejemplar. En él aparecen bajo la firma de la señorita Isabel Villamartín el poema A Catalunya, y una carta a Don José Prats, primer tenor de la compañía de zarzuela del señor Gaztambide, que en aquellos días visitaba La Habana, y en la cual se pone de manifiesto el amor y la añoranza por la lejana tierra de los remitentes de la carta, los cuales además le solicitaban al cantante, en nombre de los catalanes residentes en la Isla, que interpretara la canción Els néts deis almogavers.

El otro periódico al que haremos referencia y que reafirma la influencia de la Renaixenca pues hacía un fuerte énfasis en el pasado medieval es L'Almogávar, periódico, también bilingüe, que apareció en La Habana el 5 de septiembre de 1885 y que si bien tuvo una vida más prolongada que el anterir, dos años, la salida fue muy irregular. El diario se autodenominaba integrista y abogaba por la autonomía de Cuba «bien entendida», se decía español a secas y no estaba afiliado a ningún partido pues sus criterios eran «particulares e independientes». En el editorial del primer número del periódico se expresa que «está consagrado a defender los intereses de Cataluña y de la unión de todos los catalanes que vivían en Cuba dispuestos, boy como ayer, a ayudar a nuestros hermanos de allende para la reivindicación de los derechos de Cataluña y para que cese de una vez y para siempre la hegemonía que sufre nuestro principado». Los redactores del L'Almogávar eran los catalanes Don Pedro Giralt y Don Pedro Nogueras y sus talleres y redacción se encontraban en la calle San Ignacio n.° 44 (altos), en la Habana Vieja. El periódico ofrecía información sobre la vida de los catalanes que vivían en Cuba, así como sobre Cataluña. Una página completa estaba dedicada a la cultura y en ella aparecían, con bastante frecuencia, versos de calidad muy desigual, escritos indistintamente en catalán y en español por catalanes que radicaban tanto en Cuba como en España. En sus páginas reproducían también las conferencias que se dictaban en catalán en el Centro Catalán. Las tres últimas páginas eran de publicidad, en su inmensa mayoría, de entidades catalanas radicadas en La Habana. Es, a través de estos anuncios, que pudimos conocer que la lengua catalana se usaba en otros ámbitos de la sociedad cubana.

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En la calle Obispo esquina a Habana, en el mismo corazón de lo que es hoy la Habana Vieja, había un establecimiento de ropas, fundado desde 1836, que era propiedad del señor Maristany y Cia., y que se llamaba «Las Ninfas». La especialidad de la casa eran los lienzos y sedas catalanas, los olanes ingleses, los bordados suizos y las novedades y estampados franceses. La tienda, además de ofrecer esta excelente mercancía, anunciaba a sus clientes que en la misma podrían ser atendidos en seis lenguas: español, francés, inglés, alemán, italiano y catalán, algo que para cualquier empresario actual es digno de envidiar. En otro de los anuncios se hace la publicidad de los cigarros «La lengua universal», propiedad del catalán Genaro Salom y que radicaba en la calle Pepe Antonio n.° 22, en el municipio capitalino de Guanabacoa, y los que además de tener el nombre del producto escrito en catalán y en él expresar un deseo, los cigarros estaban en unas «preciosas cajitas en forma de petacas» que contenían «los cigarros más exquisitos». Las petacas tenían, además, epigramas escritos en catalán y en español.

Es así como la lengua catalana logró no sólo mantenerse, sino difundirse en Cuba durante el siglo xix, más allá de los límites del hogar. Sin dudas que en esto desempeñó un importante papel además del profundo amor de los catalanes por su cultura y su lengua maternas, el hecho que la colonia catalana en Cuba, durante el siglo XIX, disponía de los recursos económicos y los medios necesarios para convertirla en una lengua en la que se impartían conferencias, se hacían puestas en escenas de obras del teatro catalán, se entonaban canciones, se publicaban revistas y periódicos, se impartían clases, se atendía al público en el comercio y se utilizaba en las etiquetas de productos, demostrando, una vez más, que una lengua es lo que sus hablantes quieren que sea.

Todo ello nos reafirma el criterio de la necesidad de profundizar en el estudio de la presencia catalana en Cuba. ¿Hubo escritores que se manifestaran en lengua catalana? ¿Se continuó usando la lengua catalana durante el siglo XX, o sólo fue un hecho pasajero del siglo xix, ocurrido bajo la influencia de la Renaixenca? A éstas y a otras preguntas nos proponemos responder en nuestras investigaciones.

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