El uso de la identidad y la memoria histórica en la comunicación: estudio del caso de los discursos de Artur Mas publicados por la Generalitat en 2014.

AutorGonzález Jiménez, M. Mar
Páginas539-551

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Introducción

Uno de los principales y más básicos rasgos que hace que un individuo de un pueblo se sienta identificado con el resto de miembros de esa comunidad y perteneciente a ésta misma, ynoa otra, es el hecho de que comparten una misma cultura.

Por otro lado, la utilización de argumentos apoyados en hechos históricos ha sido una constante en los mensajes transmitidos por el poder durante siglos, debido principalmente a que dota al discurso de la misma aparente veracidad y fiabilidad positivista que otorgan las cifras absolutas y los porcentajes.

Ambas piezas, identidad e historia, han servido siempre como herramientas para la construcción de diferentes culturas. El hecho de tener unos rasgos igualitarios, y diferenciadores al mismo tiempo, a la vez que un pasado común, ha contribuido a la agrupación lógica de individuos en grupos a diferente escala numérica, desde pequeñas comunidades de pocas personas a países o razas.

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Por ello, resulta de especial interés cómo se combinan ambas y el uso que se sigue haciendo de ellas en discursos que tienen un claro trasfondo propagandístico y político, tal y como ocurre en este caso concreto que nos ocupa.

2. Marco teórico

Resulta necesario para seguir desarrollando esta investigación abordar conceptos como los de "identidad" e "historia", básicos para entender en qué sentido se han empleado cada uno.

2.1. Identidad

En primer lugar, se centrará la atención en la idea de identidad y en una definición que acote de forma pertinente este concepto. "Desde un punto de vista sociológico, la identidad no está determinada sino que se construye a partir de elementos históricos, geográficos, biológicos, de la memoria colectiva, a través de instituciones, etc. pero también de fantasías individuales". (Gimeno Ugalde, 2010: 41).

La identidad, al tratarse de una construcción puede considerarse un conjunto de muñecas rusas en el que pieza más pequeña se identificaría con la propia identidad del individuo. Respecto a esto, Ángel Castiñeira (2005: 41-42) apunta que "la identidad personal es aquella estructura subjetiva, relativamente estable, condicionada por una representación compleja, integrada y coherente del yo, que un agente humano tiene que poder elaborar en interacción con los otros dentro de un contexto cultural particular en el transcurso de su conversión en adulto y que irá redefiniendo a lo largo de su vida en un proceso dinámico de recomposiciones y rupturas".

Por ello, al tratarse de un proceso en continuo desarrollo, se hace necesaria una constante actualización de dicha identidad, sobre todo si tenemos en cuenta que un sujeto puede llevar a cabo esa interacción en diferentes contextos culturales que, a su vez, también están cambiando continuamente.

Además, tal y como señala Castiñeira, si esta identidad individual requiere de un grupo, se hará necesario el pensar que ésta, al insertarse en la interacción con otros sujetos, va a conformar a su vez una identidad colectiva con características comunes de ese grupo. Siguiendo con el símil de las muñecas rusas expuesto anteriormente, la pieza que contendría a la identidad individual sería la correspondiente a la identidad colectiva.

Esta identidad colectiva, siendo un fenómeno de naturaleza social, podría considerarse también como "una construcción social, dado que no es una realidad preexistente sino que se construye, mental y discursivamente, dentro de las sociedades" (Gimeno Ugalde, 2010: 41).

Muy ligado a la identidad colectiva se encuentra el concepto de cultura. En este caso la identidad cultural contendría dentro de sí, a la identidad colectiva, que tal y como se indicaba en la página anterior, tiene a su vez a la identidad individual. La cultura posee de manera intrínseca la idea de grupo ya que se trata de un "sistemas de símbolos creados por el hombre, compartidos, convencionales, y, por cierto,

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aprendidos, suministran a los seres humanos un marco significativo dentro del cual pueden orientarse en sus relaciones recíprocas, en su relación con el mundo que los rodea y en su relación consigo mismos." (Geertz, 1992: 215). O lo que es lo mismo, para que exista la identidad de cultura son necesarios individuos que pertenezcan a un grupo, se identifiquen con el resto de miembros y, a la vez, se diferencien de otros individuos de grupos diferentes.

Fuente: elaboración propia.

Una vez explicados estos tres tipos de identidad, convendría añadir otro más directamente relacionado con lo que es nuestro objeto de estudio: la identidad nacional. Sin embargo, la identidad nacional no quedaría como una categoría autónoma sino que se encontraría inmersa y explicada dentro de la identidad cultural, solo haciéndose necesaria una circunscripción de la identidad en torno al concepto de nación.

"La identidad nacional, esto es, la conciencia de pertenecer a una misma nación o grupo nacional es -al igual que la identidad individual y la colectiva- una construcción que requiere cierta continuidad para ser reconocida interna y externamente, es decir, para poder diferenciarse hacia dentro y hacia fuera del grupo. (Gimeno Ugalde, 2010: 51).

Esta continuidad a la que hace referencia Esther Gimeno podría explicarse como la necesidad de elegir determinados aspectos que describan tanto a los individuos como al entorno, de forma que puedan ser actualizados, como por ejemplo aspectos temporales, territoriales y políticos, entre otros.

Uno de los aspectos que resultaría esencial para la concepción de identidad nacional sería el relacionado con el propio concepto de cultura nacional. Esto es así porque es esa cultura nacional la que "ayuda a alcanzar la autoconciencia de grupo, define los modelos de socialización básicos, prescribe determinados comportamientos, refuerza un conjunto de valores compartidos y da una cierta organización formal al espacio público. La cultura nacional es una forma de vida, valores, símbolos y que, por lo tanto, da forma a la manera de pensar, percibir y sentir, de cada uno de sus miembros". (Castiñeira, 2005: 50).

Tomando como punto nuevo de partida la identidad nacional y, por ende, la cultura nacional, y entendiendo el concepto nación como una construcción de carácter político, conviene introducir ahora el término nacionalismo.

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"Por nacionalismo entenderemos un fenómeno político y sociocultural, surgido como construcción social y mental, dinámica (capaz de redefinirse), que actúa como agente de movilización, de integración y exclusión al mismo tiempo, y que sirve de instrumento de legitimación política en la era moderna". (Gimeno Ugalde, 2010: 5051). Esta definición de nacionalismo refuerza a la perfección, una vez más, la idea de la construcción simbólica...

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