Las TIC, la estrategia de Lisboa y la ampliación de la Unión Europea

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La investigación y su relación con la política en las TIC ha sufrido, desde principios de los años 80, de un problema de contexto y de énfasis: o bien se la debe considerar como un sector vertical, que debe desarrollarse por derecho propio, por razones de política industrial y competitividad, o bien, como se pregunta el Dr. Cenys en su prefacio, debe considerarse como el principal motor del crecimiento y darle, por tanto, un papel más amplio en la política económica.

Es dudoso que se trate de un dilema real: un sector de TIC vigoroso y saludable es, en todo caso, un prerrequisito para el éxito de su aplicación a otros campos. Pero si el énfasis en el desarrollo del sector fue característico de las políticas de investigación y de mercados en un principio, este énfasis ha dado paso ahora, claramente, a la percepción de las TIC como área capaz de transformar una amplia gama de actividades económicas y sociales. Esto se aprecia en el papel que se le otorga en la estrategia de Lisboa y se expresa, en la práctica, en los planes de acción eEurope.

El proceso de Lisboa lanzó una estrategia a diez años de renovación económica, social y medioambiental, con el objetivo de transformar a Europa en una economía basada en el conocimiento, competitiva y dinámica, para el año 2010. Éste es un proceso formal, en el que los avances hacia las metas de Lisboa se miden a través de una amplia serie de indicadores estructurales en los estados miembros, y se evalúan en las revisiones periódicas que tienen lugar anualmente, en las reuniones de primavera del Consejo.

La última revisión puso de manifiesto una serie de deficiencias en varias áreas, como el empleo, la productividad y el desarrollo sostenible, y enumeró varios retos importantes para la ampliación.1 Aunque la mayoría de los países candidatos ha experimentado un rápido crecimiento en los cinco años últimos, sus economías se encuentran claramente en diferentes etapas de desarrollo, siendo todavía la agricultura una fuente importante de empleo. Además, las disparidades entre los países candidatos en áreas clave de la economía se ven reforzadas por las diferencias constantes entre estos países y los estados miembros de la UE-15.

Tomando el punto de vista más amplio del papel transformador de las TIC en la economía, la cuestión clave que se aborda en este número especial es qué estrategia de la Sociedad de la Información pueden seguir los países candidatos, dada su situación social, política y económica.

La imagen general que aparece es que los países candidatos son capaces de:

mantener altas tasas de crecimiento económico, en tanto en cuanto las industrias y servicios que se desarrollen estén en áreas de crecimiento intensivo y exploten las sinergias y los efectos de red de los mercados mundiales. Contrariamente al ejemplo de algunos de los éxitos de la UE-15, no parece que sea de interés para los países candidatos basarse en la fabricación de TIC para apoyar el crecimiento, sino más bien desarrollar otros sectores;alcanzar a los otros países en términos tecnológicos, pero no necesariamente aprovechando las oportunidades de saltos tecnológicos (como con la llamada tercera generación de teléfonos móviles);igualar o incluso superar los estándares occidentales en materia de educación tecnológica, teniendo en cuenta que la transición a una economía de mercado ha debilitado temporalmente la economía del sistema educativo (con la consiguiente necesidad de reforzarlo durante la próxima década), y que la creciente demanda de TIC puede poner de manifiesto deficiencias de conocimientos en ciertos sectores como la administración pública, las PYME, etc.;desarrollar diversas iniciativas relacionadas con los contenidos en los medios de comunicación, en el comercio electrónico y en el gobierno electrónico, pero reconociendo que la situación concreta hará este ejercicio más difícil que en el caso de los países de la UE-15;atraer a las multinacionales, en particular a las del sector de las TIC, pero sin olvidar el riesgo de que, paradójicamente, trasladen sus fábricas a otros países, al aumentar el crecimiento económico de los países candidatos.Como resultado, no parece probable un escenario sencillo para el inmediato futuro, con una estrategia de la Sociedad de la Información única y común para los países candidatos. La receta que supuso el éxito económico de ciertas regiones y países de la UE-15 parece casi imposible de repetir en los países candidatos.

En primer lugar, y probablemente lo más importante, los países candidatos se enfrentan ya a una elección difícil que, en uno de los artículos, se expresa gráficamente como elegir entre "el pan y la banda ancha". Sólo las trayectorias que ofrezcan un compromiso entre estos dos extremos y aborden simultáneamente los temas de bienestar general y el crecimiento económico, serán políticamente sostenibles. La tecnología se percibe como algo inasequible, a menos que se pueda demostrar claramente que es un instrumento para el bienestar del país. Las fuertes disparidades que acompañan al proceso de ampliación a nivel europeo, y la compleja divisoria digital que puede derivarse de estas disparidades, son ilustraciones de este dilema. Además, muchos países pueden necesitar un fortalecimiento institucional y de gestión, más que infraestructuras o avances tecnológicos. La cuestión es, pues, cómo conseguir que las estrategias políticas de la Sociedad de la Información se pongan al servicio del desarrollo democrático y social de un país, al tiempo que se optimizan sus recursos y su rendimiento económico.

Segundo, aunque el ejemplo de los países europeos occidentales pueda enseñar el camino a seguir, la simple emulación de esas "mejores prácticas" se considera cada vez menos relevante para los países candidatos. En particular, la Sociedad de la Información no se debe ver exclusivamente como un conjunto de desarrollos industriales en torno al sector de las TIC. Aunque ésta ha sido una posible trayectoria en los llamados "tigres" de la UE-15 en la última década, las condiciones económicas actuales (el estallido de la burbuja especulativa en la nueva economía, y la caída general de la economía mundial) no parecen favorecer ya estos escenarios. Es obvio que, en el seno de una industria globalizada y fuertemente competitiva, no todos pueden jugar un papel principal. Más aún, los actuales desarrollos del mercado están llevando incertidumbre al futuro de la industria de las TIC, incluso en los países y regiones de la UE-15. El "aprendizaje por comparación" (benchlearning) de los éxitos y fracasos de la UE-15 está haciendo el mejor uso posible no sólo de la base de conocimientos acumulada en Europa, sino también de la experiencia de Asia, de Estados Unidos y de los países en vías de desarrollo.

Tercero, las TIC son herramientas para modernizar la economía y para construir una sociedad equitativa, democrática y sostenible. Al igual que en las economías más avanzadas, se espera que el crecimiento en los países candidatos proceda de las ganancias de productividad en los sectores que utilizan intensamente las TIC (principalmente, en la actualidad, el comercio al por mayor y al por menor, la banca, los seguros, etc.) más que de la propia industria de las TIC. El gasto tecnológico per se, en particular cuando está apoyado por incentivos o subvenciones públicos, debe sopesarse cuidadosamente en cuanto a sus resultados.

No obstante, el desarrollo del sector de las TIC puede estar respaldado por las políticas industrial y tecnológica, si éstas se adaptan a las necesidades y activos nacionales, se orientan hacia la mejora de la productividad general y de la calidad de los servicios y tienen en cuenta el contexto competitivo mundial. En tales condiciones, esos desarrollos pueden convertirse, con el tiempo, en productos exportables. Por tanto, las posibles trayectorias serían el desarrollo de servicios de valor añadido y de productos de alta tecnología (más bien que ser un partícipe de bajo coste en los "productos" de las TIC) y convertir los objetivos del Acquis en un instrumento para la I+D y la producción nacionales. Bajo esta perspectiva, la inversión extranjera directa (FDI), la I+D y el gasto público, y cualquier otro apoyo público para que exista una industria de TIC en cada país candidato, podrían contribuir a una perspectiva a más largo plazo, enraizada en las necesidades y en los mercados nacionales, más que a favorecer un sector de fabricación de TIC nacional, pero muy autónomo.

Cuarto, el proceso de ampliación lleva consigo la posible carga política y financiera de su implementación. Cumplir el Acquis Communautaire ofrece las ventajas de una armonización efectiva, allanando el camino para que prospere la economía de mercado. En cuanto a las TIC, brinda la ventaja adicional de la seguridad reglamentaria y la neutralidad tecnológica. Sin embargo, también suscita importantes retos económicos, como los relacionados con la implementación efectiva de las Obligaciones de Servicio Universal, que pueden desviar la atención de otras prioridades y pueden socavar las decisiones futuras. El enfoque más eficaz puede ser incrementar al máxino las posibilidades de convertir el cumplimiento del Acquis en oprtunidades.

Quinto, en línea con la necesidad de considerar las TIC como instrumentos más que como objetivos, en las estrategias de la Sociedad de la Información en los países candidatos, se han de adoptar enfoques complementarios para pasar del despliegue de infraestructuras de TIC al desarrollo más amplio de contextos de capacitación de los usuarios. Su objetivo sería que los ciudadanos hagan pleno uso de las TIC como instrumentos para una mejor calidad de vida y para acceder a productos y servicios más competitivos. Se han de abordar los aspectos socioeconómicos, como la confianza en las instituciones y la confianza en la tecnología, mejores capacidades de gestión, un marco legal para la protección del consumidor y los problemas de seguridad y privacidad.

Sexto, es de esperar que las estrategias de la Sociedad de la Información se orienten hacia las necesidades sociales y de desarrollo. La definición de una visión, y su traducción a objetivos y medios, ha de estar enraizada en el análisis de las condiciones de un país o región, en relación con el contexto (puntos fuertes y débiles). Estas condiciones y necesidades diferirán entre los países candidatos y entre éstos y la UE-15, aun cuando se enmarquen en las reglas del Mercado Único, el Acquis Communautaire o las actuales políticas de la UE.

Es necesaria una política industrial sobre TIC (aun cuando se enfoque hacia los servicios más que hacia la fabricación estrictamente), pero como medio proporcional para complementar una estrategia más amplia, que abarque objetivos tales como la modernización general de la economía actual, o de la educación, el bienestar social o el gobierno. Bajo esta perspectiva, parece necesario coordinar y garantizar la coherencia entre las estrategias políticas sobre TIC y las que se refieren a educación, empleo o administración, a distintos niveles nacionales o regionales, y coordinarlas con los planes nacionales de desarrollo. Este punto de vista holístico ha sido también fuertemente respaldado en la reciente Comunicación de la CE sobre Política Industrial.2

Estas estrategias han de ser gobernadas, o al menos revisadas, por los usuarios de las TIC, ya sean corporativos o particulares. Los necesarios entornos institucionales innovadores, que permiten que tales procesos se desarrollen, constituyen una enseñanza fundamental, derivada de la experiencia de la UE-15: en cada contexto concreto, hay un papel que pueden jugar una serie de actores, desde los políticos a los industriales, los sindicatos o las ONG. Las estrategias de abajo a arriba son necesarias y deben ponerse en práctica siempre que sea posible.

Finalmente, de acuerdo con los objetivos de Lisboa, hay un tema esencial consistente en la integración de las estrategias de la Sociedad de la Información en el contexto más amplio de una sociedad basada en el conocimiento, considerada como la orientación general de la trayectoria de desarrollo contemporánea en Europa. En este marco, las TIC se consideran como elementos que posibilitan el desarrollo económico, político, social e intelectual, más que como objetivos autosuficientes. Los estudios que se presentan en este número especial son, pues, parte de una imagen más amplia que abarca aspectos del desarrollo económico que resultan del cambio tecnológico. Junto con los temas relativos a la Sociedad de la Información descritos aquí, el Proyecto de Ampliación del IPTS aborda la transición desde la agricultura que han de realizar los países candidatos y el problema de cómo conseguir la sostenibilidad en las áreas de la energía, la gestión de residuos y el transporte, cuando las economías están creciendo. El proyecto estudia cómo afecta el cambio tecnológico en estas áreas a la productividad general y a la competitividad, bajo diferentes escenarios políticos.

El Proyecto de Ampliación se está llevando a cabo conjuntamente con científicos y expertos de los países en cuestión, y está dirigido por un Comité de Dirección formado por representantes de alto nivel de los diez países candidatos. Los resultados se discutirán en la próxima conferencia de Florencia, en noviembre de 2003, organizada conjuntamente por el JRC-IPTS y el Instituto de la Universidad Europea, como parte del programa oficial de la presidencia italiana. La conferencia reunirá a investigadores académicos y políticos para discutir los problemas y sus implicaciones para la política futura.

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Notas

  1. Comisión Europea, Informe al Consejo Europeo de primavera sobre la estrategia de Lisboa, Bruselas, 21 de marzo 2003, COM(2003)5.

  2. Comisión Europea 2002. Política Industrial en una Europa ampliada. Comunicación de la Comisión. COM(2002)714 final. Bruselas, diciembre 2002.

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