Terror y reconciliación políticos: la pugna por la redención

AutorGalo Bilbao Alberdi
Páginas96-109

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1. Introducción

Perdón y reconciliación, los conceptos objeto de nuestra atención en estas páginas, no son categorías fundamentales en el pensamiento de Reyes Mate (a partir de ahora, RM), sino propiamente secundarias y derivadas, vinculadas a otras que sí son fundantes y de las cuales dependen. Así, es imposible aproximarse a estos dos conceptos en la obra de nuestro autor sin hacer referencia a los de víctima, memoria, compasión, religión o política, entre otros.1Del mismo modo, tampoco podemos dar cuenta adecuada de ellos si no tenemos muy presentes las fuentes intelectuales de las que RM bebe de manera incansable para este tema y que podríamos englobar genéricamente bajo la etiqueta de «tradición judeocristiana», con algunas especificaciones claras como, por ejemplo, el pensamiento judío centroeuropeo de la segunda mitad del siglo XIX y primera del siglo XX o la teología política católica del pasado siglo.

Por otro lado, la propuesta que RM hace sobre el perdón y la reconciliación políticos comparte formalmente con otros temas de su producción un modo de inspiración, creación y desarrollo peculiares: es una propuesta siempre en construcción, en elaboración y enriquecimiento continuos, con ajustes permanentes, profundizaciones progresivas y aplicaciones novedosas y reformuladoras.

Dado que el objetivo fundamental de estas páginas es mostrar el pensamiento de RM acerca del perdón y la reconciliación,2voy a intentar adaptar la exposición del mismo teniendo muy en cuenta este estilo del autor, de un doble modo: por un lado, organizando la presentación de un modo progresivo, desde lo más general a lo más específico, retomando permanentemente, casi de manera repetitiva, las ideas-fuerza y enriqueciéndolas y afinándolas en un movimiento constante de avance, profundización y mejora; por otro, voy a tomar como base las referencias bibliográficas más recientes y actuales (aunque sin olvidar otras anteriores) y de elaboración más sistemática, amplia y acabada (renunciando, prácticamente, a la abundante producción articulística del autor aparecida en la prensa).3

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El camino expositivo a seguir va a ser muy sencillo. Comenzando por la determinación de las referencias intelectuales que inspiran la propuesta de RM sobre el perdón y la reconciliación, pasaré a presentar ésta para, a continuación, desbrozar la valoración que desde ella se hace de diversas experiencias de la historia reciente y así preparar el terreno para aplicarla a la dolorosa realidad del terrorismo en el País Vasco, apartado en el que espero mostrar y justificar el significado del título que doy a esta colaboración. Todo este recorrido nos permitirá hacer un balance final, conclusivo, de la temática del perdón y la reconciliación en el pensamiento de RM. Comienzo ya, sin más dilación.

2. Arqueología de la estructura del pensamiento reconciliador

Hay una dificultad, al menos aparente y de partida, para que el pensamiento judío sea proclive a desarrollar una teoría de la reconciliación: frente al carácter consensual de la razón griega (que Hegel supo percibir con claridad y Habermas ha actualizado en la filosofía contemporánea), la razón judía -propiamente sinrazón desde los parámetros helenos- es disidencial, destacando la diferencia, la injusticia pendiente de ser compensada. Desde la primera es fácil remitirse a la reconciliación como horizonte definitivo y deseable, mientras que la segunda parece demandar un camino más largo y tortuoso, nunca plenamente completado. Frente a la harmonía (RM gusta de escribirla con hache) griega, lo judío subraya la asimetría y, en consecuencia, las dificultades de asentar sobre ella la reconciliación son evidentes:

Hacer depender la universalidad de la asimetría es plantar cara a un modo de pensar hondamente arraigado en la mentalidad occidental. Lo universal pertenece a la familia de la reconciliación, el consenso, lo originario o lo natural, mientras que lo asimétrico es lo particular, diferente y problemático (RM, 1991: 145).

A pesar de ello, RM remite al judaísmo como suelo nutricio del que surge la propuesta del perdón como una (otras serán la conmemoración cristiana o la autonomía del sujeto liberal) opción o posibilidad de escapar, de liberarse del determinismo del destino.

RM basa su planteamiento en el primer Hegel, en el pensador aún novel que, frente a una concepción ilustrada, abstracta, universalista (representada por Kant), ofrece una alternativa de carácter intersubjetivo, de inspiración griega y cristiana. Mientras que la kantiana tiene en el castigo su referente principal, en cuanto expresión del sometimiento del delincuente al imperio de la ley, la hegeliana -que el propio filósofo de Jena abandona muy pronto- se basa en una perspectiva social, relacional: desde el momento de su crimen, el delincuente está inevitablemente ligado a su víctima y ambos han de ser recuperados, de modo diferente, por la sociedad, que se halla incompleta si le falta alguno de los dos.

Sobre esta base, RM construye su propuesta asimilando creativamente materiales procedentes de otros intelectuales contemporáneos europeos (RM, 2008: 60-64). Así, de Vladimir Jankélévitch toma algunas de las caracterizaciones básicas del perdón:

- Es un hecho datado, puntual, no una ley o procedimiento reglado, ni siquiera un paso necesario estipulado en un proceso de reconciliación. El perdón es propiamente un acontecimiento;

- es un acto interpersonal, que corresponde exclusivamente a la víctima y su verdugo, nadie -familiares, sociedad, Estado- puede suplantarlos en su protagonismo, ni ejercer la mediación entre ellos;

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- es un don que procede libérrimamente de la víctima, no una exigencia que puede imponérsele a ella desde fuera; es un regalo, gratuito, aunque no incondicionado, pues demanda y exige algo del victimario.

Esta última consideración, que parece remitir a la realidad del arrepentimiento, requiere algunas matizaciones, para las que resulta sugerente, según RM, una reflexión de Rafael Sánchez Ferlosio. Éste, inspirándose en el relato bíblico del fratricidio original de Abel a manos de Caín, hace ver que, tras un crimen, su autor queda marcado indeleblemente por su acto, atado inexorablemente a él y sus consecuencias. Ante ello, el criminal puede optar o bien por el arrepentimiento o bien por el remordimiento. El primero es en realidad una transacción de carácter cuasicomercial:4arrepintiéndose, el victimario recibe a cambio el estado de inocencia perdido. Sin embargo, el remordimiento significa precisamente el reconocimiento de que el mal causado es absolutamente irreparable y que nada que se haga puede expiar su culpa. Caín queda marcado, señalado por Dios, tras asesinar a Abel y esa señal es, al mismo tiempo, el salvoconducto de su pervivencia: ha de ser respetado, pues su muerte no podría pagar nunca el crimen cometido.

De este atolladero, aparentemente sin solución, sólo hay una salida posible, destacada por Hannah Arendt: el perdón. La pensadora judía profundiza en el carácter irreversible de determinadas acciones humanas que, una vez realizadas, atan a su autor a las consecuencias que generan. Solamente el perdón puede liberar al criminal de lo irreparable -¿acaso es posible devolver la vida al asesinado?- de su injusticia. Este perdón -procedente en la tradición occidental del mensaje religioso de Jesús de Nazaret- tiene un marcado carácter político y corresponde a agentes sociales conscientes, al mismo tiempo, de la irreparabilidad del crimen y de la necesidad de un nuevo comienzo que libere al victimario de la carga de la culpabilidad y al damnificado de su estatus de víctima y del peso que supone la memoria de la injusticia sufrida.

Con los planos y pilares fundamentales inspirados en el judeocristianismo y los peculiares aportes de Hegel, Jankélévitch, Sánchez Ferlosio y Arendt, nuestro autor construye su propuesta de perdón y reconciliación y, además, no solamente le sirve, en cuanto diseño teórico, para criticar las iniciativas de reconciliación política desarrolladas recientemente en nuestro entorno cultural sino que la concreta en una propuesta opera-tiva susceptible de ser aplicada a la realidad del terrorismo en el País Vasco.

3. Una formulación provocativa de la reconciliación

RM define la reconciliación -y el perdón que comporta- con unas notas características que se explicitan a continuación y le dan un sesgo claramente provocativo, incómodo para el biempensante y no menos difícil de manejar para quien pretende realizarlo: es un proceso (no un acto), de carácter social (no estatal ni meramente interpersonal o privado), extremadamente ambicioso (pues aspira a ser redentor) y, a pesar de ello, de significación y virtualidad netamente políticas (y no simplemente religiosas o éticas).5

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El complejo proceso reconciliatorio

Para nuestro autor, el de la reconciliación no es un acontecimiento puntual, perfectamente delimitable en el espacio, sino propiamente un proceso, una secuenciación más o menos clara de acciones y situaciones que culminan en la reconstrucción de una sociedad que, desgarrada por la violencia, logra recuperar de manera diferente a los sujetos (víctima y victimario) que había perdido, también de modo diverso, por obra de la actuación injusta.

Este proceso de recuperación supone, en lo que a la víctima se refiere, el reconocimiento y la devolución de su condición de ciudadanía, con plenos derechos. En el...

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