Juan José Tamayo Acosta, Otra teología es posible. Pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo

AutorOctavio Salazar Benítez
CargoUniversidad de Córdoba
Páginas417-428

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La crisis que estamos viviendo no es sólo económica. Más allá de las amenazas de recesión o de la hiriente "prima de riesgo", estamos asistiendo a un progresivo deterioro de los sistemas que durante más de dos siglos nos han servido para organizar la convivencia, para estructurar el conocimiento científico y para, en definitiva, sumar más o menos equilibradamente las condiciones que han hecho posible el progreso de la humanidad. O, mejor dicho, el progreso de una parte de la humanidad a costa de la otra. Porque no deberíamos olvidar que la historia de la Modernidad ha sido una historia de vencedores y vencidos, de verdugos y víctimas.

La crisis que nos hace cada día más vulnerables, más inseguros, más líquidos que diría Bauman, es también una crisis política y ética. Es decir, no son sólo los resortes económicos del capitalismo los que hacen aguas gracias a sus excesos, sino que los mismos principios y valores sobre los que elevamos el altar de las democracias occidentales se resquebrajan ante unos contextos en los que se manifiestan incompetentes o, en el mejor de los casos, necesitados de una reconstrucción. De alguna manera hemos pasado el momento de la "deconstrucción" posmoderna y nos enfrentamos a un nuevo reto: el de la construcción de nuevos parámetros políticos y éticos que nos sirvan de brújula en un mundo que poco tiene que ver con el que alumbró la razón ilustrada.

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Necesitamos, pues, nuevas herramientas. Los viejos paradigmas o no nos sirven o bien necesitan una actualización que les permita seguir ofreciendo respuestas a los retos que la humanidad tiene que asumir en el siglo XXI. De manera especial, las Humanidades y las Ciencias Sociales se encuentran en una compleja, y apasionante, tesitura. Si quieren continuar ofreciendo propuestas incisivas, realistas y con capacidad de transformación, están obligadas a despojarse de buena parte del arsenal que históricamente las hizo combativas, al tiempo que actualizan algunos de sus métodos y de sus principios rectores. De lo contrario, estarán condenadas a perpetuar un humanismo enciclopédico y decorativo. Lo cual sería un lamentable error en unos momentos en los que, tal vez más que en ninguna otra época, la sociedad necesita recuperar la voz del intelectual comprometido, del maestro capaz de trascender su cátedra, del profesor que une a sus lecciones magistrales la empatía necesaria para generar diálogos.

Hace muchos años que el profesor Tamayo pertenece a esa categoría de intelectual. Su permanente voz en los medios de comunicación, sus abundantes ensayos, su compromiso profesional y humano, han hecho de él, y puede que a su pesar, un referente para muchos que nos sentimos un tanto desorientados ante los interrogantes que nos acechan. Aunque evidentemente su marco básico de reflexión es la Teología, sus estudios superan los límites de ese enfoque y ofrecen argumentos que inciden en lo ético, en lo social, en lo político y hasta en lo jurídico. Por ejemplo, ningún jurista debería prescindir de su mirada sobre la democracia, sobre los derechos humanos o sobre los límites y posibilidades de los valores constitucionales. Uno de lo mayores méritos de cualquier obra de Juan José Tamayo es su planteamiento interdisciplinar, el diálogo imprescindible entre los saberes, en fin, la construcción de un humanismo renovado a partir de la negación de los dogmas y la valoración de los encuentros. Todos los saberes, no sólo la Teología como explica al autor, son parciales y, por lo tanto, sólo desde el diálogo con otros saberes es posible avanzar en el conocimiento. Es decir, la interdisciplinar se ha convertido en un requisito ineludible para el avance de las ciencias y, por tanto, en un preámbulo necesario para hacer realista cualquier Teoría de la Justicia.

Desde esta perspectiva, su último libro, titulado Otra teología es posible, bien podría titularse "Otro mundo es posible". En él, el profesor Tamayo de nuevo rebasa las fronteras de la Teología y nos ofrece un completo tratado sobre los desafíos que planta el nuevo siglo. Su declaración de intenciones

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no deja lugar a dudas: "Religiones, teología, espiritualidad, ética y política". Esos son los temas que desarrolla con el objetivo de reformular los núcleos fundamentales de las religiones, y especialmente del cristianismo. Sin embargo, sus propósitos no se detienen en el ámbito que él conoce como pocos, ya que sus reflexiones apuntan recorridos que afectan a las esencias de los sistemas constitucionales, a la misma teoría de los derechos humanos y, en fin, a los parámetros que deberían sustentar una nueva epistemología. Su apuesta por el diálogo, por la resolución pacífica de conflictos o por la recuperación de una bien entendida espiritualidad nos ofrecen claves sustanciales para abordar algunos de los retos que tienen planteados las democracias contemporáneas. Entre ellos, los derivados de la diversidad cultural y religiosa, o los que está provocando una globalización que pone en jaque las garantías de un Estado de Derecho progresivamente rendido ante los mercados. El subtítulo de la obra habla por sí solo en este sentido: pluralismo religioso, interculturalidad y feminismo. Tres ejes que deberían ayudarnos a construir ese otro mundo posible.

El primer capítulo del libro está dedicado a las religiones en el mundo contemporáneo. En él el autor retoma contenidos de obras anteriores para subrayar "el retorno de las religiones contra todo pronóstico", las cuales están recuperando presencia en el espacio público y, en muchos casos, se están "atrincherando" en posiciones fundamentalistas. Ante este panorama, la propuesta de Tamayo ofrece escasos flancos débiles: "Autocrítica para desenmascarar sus perversiones, que tanto las desacreditan; y crítica desde la sociedad para defender la laicidad y evitar el peligro del neoconfesionalismo que acecha por doquier" (p. 30). Frente a las visiones estereotipadas y "de catecismo", y frente las estructuras jerárquico-patriarcales, es necesario reivindicar, junto a la irrenunciable libertad de conciencia, el polo positivo de las religiones como "caudales culturales" y su responsabilidad histórica frente a los problemas de la humanidad.

De ahí la necesidad de insistir en el papel de las religiones en los procesos de paz frente las lecturas que han hecho y hacen de ellas armas arrojadizas en los conflictos. Como alternativa a teorías tan peligrosas como la del "choque de civilizaciones" y al terrorismo de matriz religiosa, el autor reivindica en el capítulo II, como ya lo había hecho en obras anteriores, el diá-logo interreligioso y el trabajo por la paz. Un diálogo que debe estar definido por dos notas: la correlacionalidad y la responsabilidad global. Es decir, los participantes en el diálogo han de ser considerados como iguales y, juntos,

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han de buscar lo que Küng denomina "ethos básico universal", es decir, un consenso ético en torno a las grandes causas de la humanidad pendientes de resolver.

Juan José Tamayo hace un recorrido por la disposición favorable de la mayoría de las religiones hacia el diálogo, así como por sus conexiones con la paz. Tres ejemplos le sirven como referente de la lucha no violenta por la justicia y la paz en las religiones y en el mundo: Mahatma...

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