Tendencias mundiales convergentes, políticas económicas erróneas, e inadaptación económica de occidente

AutorJosé Miguel Andreu
Páginas41-65

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En superposición con los mencionados problemas globales que también están afectando negativamente a las sociedades occidentales, nos encontramos con unas tendencias evolutivas de sus PIB y de sus PIB per cápita84 que, moviéndose sobre bajas tasas crecientes, particularmente en el período 2000-2016, están asimismo dificultando en gran medida la resolución de sus problemas internos, sean estos de gene-ración de empleo “equivalente”85, distributivos, etc.

Al día de hoy, hay pocas dudas de que a lo largo de la difícil etapa económica iniciada en 2007-8, muchos gobiernos occidentales han reaccionado de modo erróneo o inapropiado: 1) bastantes de ellos, tratando de transmitir a sus ciudadanías unas expectativas optimistas de crecimiento económico y salarial a medio plazo, que no se correspondían ya con lo esperable del conjunto de datos disponibles, incluyendo los derivados de la Gran Convergencia, activa desde principios-mediados de los años 1990; 2) otros gobiernos, planteando políticas económicas (keynesianas) que en buena medida han ignorado el entorno externo y la necesaria alineación en competitividad de sus economías; o que no han considerado las restricciones a cumplir en el marco de los compromisos fiscales adquiridos supranacionalmente (con la Eurozona o con el FMI); o que se han basado en una valoración equivocada de los multiplicadores fiscales –hoy ya menores, tras la globalización– de las políticas keynesianas planteadas; y finalmente, 3) también ha habido gobiernos que lo han fiado todo a la flexibilización de los mercados labora-

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les y de los salarios reales, lo que en su caso86 podría haber ido en contra de una más conveniente distribución de la renta. Y ello en un contexto de “injusticia salarial percibida” por muchos trabajadores occidentales, basada en unas expectativas sostenidas de crecimiento económico y salarial que, procedentes del pasado, hoy, tras la globalización, resultan ya irrealizables siendo, por tanto, irracionales.

Pero los errores, engaños o auto-engaños de unos y otros, relacionados con “optimismos irresponsables”, o con políticas económicas inapropiadas conducentes al fracaso económico, tienen recorridos temporales cortos, lo que hará que las sociedades occidentales –lo deseen o no– tengan que adaptarse finalmente a las consecuencias económicas de la Gran Convergencia hoy en marcha, particularmente en relación con la evolución de los costos unitarios reales (salariales y no salariales). Y es que, como bien saben los economistas profesionales, la acentuación de la competencia global (causada por el reciente proceso de globalización adicional de los movimientos de capitales y por la igualación de las tecnologías disponibles en muchas actividades)87 ha acelerado la dinámica de la “tendencia a la igualación de los precios de los factores”; aceleración que hace, y hará, que se registren estancamientos o reducciones de los salarios relativos reales (medios o medianos) en aquellos países que, en la actualidad, tengan salarios reales (medios o medianos) relativamente altos, como sucede en muchos PAI88; y viceversa en los PIMB.

El asunto es de envergadura porque las consecuencias de la inadaptación de Occidente y de sus costes unitarios de producción89 a los nuevos datos y tendencias económicas, son ya bien visibles, en términos de menor crecimiento económico, industrial y exportador conjunto, de menor creación de empleo “equivalente”, etc. Y ello mientras las variables demográficas han confirmado ya en algunos países europeos unas tendencias negativas (al envejecimiento y al cuasi-estancamiento poblacional) que añadirán ciertas dificultades a la resolución de los problemas mencionados.

2.1. Errores de “diagnóstico”, tendencias internacionales y lecturas políticas conservadoras

Un primer condicionante de la efectividad de las políticas económicas aplicadas a lo largo del período 2008-2017 por los distintos gobiernos de Occidente ha tenido

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que ver con el diagnóstico, certero o no, de la situación económica corriente; es decir con la valoración de lo que estaba realmente ocurriendo interna o externamente, con incidencia económica en el país considerado. Para realizar esa valoración todos los partidos políticos o líderes occidentales han contado con unos datos que, en general, son objetivos. Pero nótese que esos datos, o sus series, tienen contenidos tendenciales, cíclicos, estacionales, e irregulares –tanto a nivel nacional como global– que un buen analista deberá conocer en detalle, tanto para acertar en su diagnóstico como para sugerir políticas económicas apropiadas. Por consiguiente, haber omitido en su caso la consideración de algunos datos y sus contenidos –y, muy singularmente, las “tendencias” internacionales comparadas a medio y largo plazo– podría haber sido la causa de evaluaciones o diagnósticos equivocados.

Aún más, el “cortoplacismo” que impregna desde hace años el trabajo de los políticos occidentales –siempre pendientes de las encuestas y de sus resultados proyectados para las próximas elecciones generales– hace que, a veces, su lectura de los datos o series económicas sea parcial, leyendo tan solo los contenidos de los mismos que sean favorables a sus propósitos, y ocultando o minusvalorando los que no lo sean; y ello aún cuando estos últimos pudieran tener efectos negativos sobre el colectivo, apreciables en las legislaturas siguientes.

Hasta cierto punto, la competencia informativa y democrática de los partidos y sus críticas mutuas en el campo económico, podrían permitir a los votantes (iniciados)90 obtener algunas conclusiones más acertadas que las derivadas de las lecturas parciales de los datos, trasmitidas inicial e interesadamente por los distintos partidos políticos. Ahora bien, podría ocurrir que en relación con determinadas materias, ninguno o muy pocos de los líderes o partidos políticos de cada país deseara leer los datos en su integridad, porque de tal lectura podrían extraerse conclusiones relacionadas con la economía nacional que, de publicarse –y de sugerirse las correspondientes políticas para corregir el fenómeno observado, p.e. congelaciones salariales o de gasto público– perjudicarían a casi todos ellos en sus carreras políticas. Y ello al tener que ofrecer a los votantes en sus manifiestos electorales algo que aquellos, casi generalizadamente, no desean oír91.

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Adviértase a este respecto que en el Mundo Occidental, algunos de los países más importantes parecen encontrarse hoy envueltos en casos de lectura parcial de los datos por parte de casi todos los partidos políticos (p.e. ocultando a sus ciudadanías las tendencias a largo plazo del crecimiento de su país o de la UE, por comparación con las correspondientes cifras mundiales o de los PIMB; ignorando, o no publicando, la evolución de las cifras calculadas del llamado empleo o paro “equivalente”92; no aclarando a la ciudadanía las consecuencias impositivas o inflacionarias, a largo plazo, de la evolución rápidamente creciente de la deuda pública pendiente en términos del PIB; etc.).

En relación con esas lecturas y diagnósticos deficientes, ha de reconocerse que la hoy mal llamada “crisis económica”93 lleva ya demasiado tiempo entre nosotros como para ser definida como un simple caso de crisis cíclica. Ciertamente, lo que ha ocurrido y está ocurriendo en el Mundo Occidental es algo bastante distinto: Occidente está sufriendo en la actualidad, además de los últimos coletazos de la crisis iniciada en 2007-8, una tendencia hacia la decadencia económica relativa, derivada tanto de su llegada a la “madurez económica”, como de los cambios de política económica introducidos en los últimos 25 años, con repercusiones relevantes sobre la estructura económica del Planeta.

Nótese que, aun cuando las consecuencias de esos cambios estructurales de largo alcance, iniciados en los primeros 90, apenas fueron perceptibles en los primeros años, sus efectos han resultado acumuladamente muy desfavorables para Occidente. Por consiguiente, las políticas económicas emprendidas para corregir el problema –dependiendo del momento de su iniciación– tendrían que haber sido a lo largo del período (1990-2015) paulatinamente más intensas y desagradables para la ciudadanía (p.e. introduciendo largos períodos de moderación salarial y de recortes de gasto público). Sin embargo, muchos políticos occidentales han preferido en las últimas dos décadas y media pasar de puntillas sobre tales asuntos, no fuera a ser que no les votaran en las elecciones siguientes.

Sin embargo, los datos económicos a largo plazo de las últimas dos décadas y media, referidos a los distintos bloques económicos y a los distintos ritmos evolutivos de sus PIB (Cuadro 1), de sus PIB per cápita, de sus Exportaciones, de su Producción Industrial, etc.94, ahí están para su análisis y valoración. Un análisis...

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