El sujeto de derecho en Pufendorf

AutorAntonio Pele
Cargo del AutorUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas409-427

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1. El individuo construye su dignidad

Por un lado, el individuo posee una dignidad que deriva de unos rasgos inherentes a la naturaleza humana. El entendimiento y la voluntad son características que diferencia al ser humano de los ani-

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males. Por otro lado, la libertad aparece como la manifestación de esos rasgos y permite al individuo alcanzar una dignidad moral.

2. Entendimiento y voluntad: rasgos de la dignidad de la naturaleza humana

En sus consideraciones preliminares, Pufendorf abre su tratado Del derecho natural y de gentes operando una distinción entre los «seres físicos» (entia physica) y los «seres morales» (entia moralia) lamentando que las características de estos últimos no hayan sido suficientemente definidas por la metafísica. Parece volver al argumento de la scala naturae cuando explica lo que entiende por esos dos tipos de ser: «toda cosa que entra en la composición del universo poseía unos principios esenciales y distintivos, que el Creador ha ampliamente facilitado y distribuido entre ellas». Sigue con un tono aristotélico: «se nota también en cada una algunas propiedades particulares que resultan de la disposición de la sustancia y algunas operaciones proporcionales al grado de fuerza que Dios le ha comunicado con la existencia»1. Pufendorf supone implícitamente una jerarquía entre los seres a partir de sus rasgos naturales. Singulariza al ser humano de los restantes seres apuntando una característica particular. A diferencia de los animales que obedecen al «ciego movimiento» de las impresiones de la naturaleza, el ser humano es el único a conformar su conducta con las reglas que él mismo se fija a través de su voluntad. En realidad, Pufendorf sigue un rasgo de la construcción histórica de la dignidad de la naturaleza humana y que consiste en sustraer al ser humano del yugo de la naturaleza, para incluirle en el mundo cultural, donde obedece solamente a las reglas que él mismo se otorga2. Pufendorf señala entonces dos característi-

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cas: el «entendimiento» y la «voluntad» que, al combinarse, permiten al individuo afirmar su libertad. Compara el «entendimiento» con una «Luz excelente» que ilumina el alma humana. Permite concebir ideas acerca de los objetos que se presentan a la persona y descubrir los principios de verdades desconocidas. Más precisamente, Pufendorf insiste en que sirve al ser humano para adecuar su conducta con un principio de utilidad y de prudencia. Así, el ser humano no está nunca sometido a unas operaciones uniformes e invariables que son lo propio de la «simplicidad grosera y de la horrorosa licencia de la bestias brutas». Identifica al hombre con los llamados «Seres morales» cuyas acciones reflejan la conveniencia. La vida humana es así un «bello orden». Además, Pufendorf elogia no solo esta cualidad moral sino también la dimensión corporal, hablando de la «maravilla disposición del cuerpo», neutralizando por tanto cualquier dualismo en la naturaleza humana3. Muchos de sus planteamientos transmiten ideas que están ya presentes en el discurso humanista de la dignitas hominis: superioridad de la naturaleza humana sobre la animal, identificación de ciertas características morales como marcas de esta superioridad y afirmación de la libertad humana en la capacidad de seguir sus propias leyes. La novedad de Pufendorf consiste en su énfasis en una característica de la naturaleza humana: su perfecta ordenación interna a través de la combinación entre la razón y la voluntad. En consecuencia, Pufendorf no comparte el innatismo de Grocio. Defiende al contrario el llamado «nominalismo» en relación con la existencia de «seres físicos». No son eternos, no tienen una existencia fuera de la experiencia y no son independientes de Dios4.

Después de esas consideraciones preliminares, Pufendorf reitera su elogio de la naturaleza humana en base al entendimiento que la distingue de la animal. Habla así de la «excelencia del hombre» en comparación con las bestias que obedecen a «ciegos movimientos». El alma humana posee un «orden infinitamente superior», una «viva

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luz» que le permite no sólo conocer las cosas sino también juzgarlas, aceptándolas o rechazándolas de acuerdo con su utilidad. Pufendorf describe entonces el funcionamiento de esas facultades humanas. El entendimiento se dirige hacia la acción en la aprehensión de un objeto. Primero, «como un espejo» presenta a la voluntad, la oportunidad o la inoportunidad, el bien o el mal de dicho objeto. Segundo, decide del tipo de conducta y adecua los medios a los fines. En resumen, el entendimiento es el «principio» y la «antorcha» de toda «acción voluntaria del hombre»5. El voluntarismo es evidente cuando considera Pufendorf que los hombres pueden dejar su naturaleza primitiva, gracias a su propia voluntad, añadiendo una dimensión cultural, que se expresa en su libertad6. En las manos de Pufendorf, el derecho natural se convierte en un «derecho de la cultura», en el conjunto de aquellas normas que obligan al ser humano al cultivo de su naturaleza biológica7. La naturaleza moral procede así de la misma voluntad de los hombres y no es innata, sino adquirida. Pufendorf acentúa la separación entre, por un lado, la razón y el derecho natural y, por otro, la revelación y la teología moral. Como señala Brufau Prats, la hipótesis grociana se hace prácticamente tesis en Pufendorf8.

Con la influencia del cartesianismo9, el derecho natural se vuelve un producto de la razón humana asegurándole su autonomía10. La libertad aparece entonces como la facultad que demuestra una dignidad inherente al ser humano.

3. La libertad humana: base de la dignidad moral del ser humano

Los llamados «seres morales» proceden de Dios y también de la misma «voluntad de los hombres». Simbolizan un grado superior de la persona humana cuyo fin es el «perfeccionamiento de la vida

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humana»11. Presuponen, para Truyol y Serra, «la libertad del albedrío» a diferencia de las entia physica, regidos por la necesidad12. En efecto, Pufendorf considera que las entia moralia constituyen «personas morales». Se refieren a los hombres porque son los únicos a disponer de un poder sobre sus acciones y su persona. Este poder, Pufendorf lo escribe en mayúscula y es la «LIBERTAD»13. Como comenta Carpintero Benítez, «esta persona así concebida goza de una libertad, de una especie de cerco o coto de libertad que ha de ser entendida ad analogicam spatii, como una facultad de hacer al modo que una cualidad activa (...). El hombre es pues, una facultad de hacer indeterminable heterónomamente, y éste es el único dato que hace de tener en cuenta la ciencia jurídica (...)» Y concluye Carpintero Benítez: «(...) lo constitutivo de la persona, en el nuevo sentido que adquiere con Pufendorf esta palabra, es esa libertad expansiva. La persona es, así, un ser desvinculado del mundo que le rodea, que es naturaleza regida y sometida a las leyes»14. Todescan señala igualmente cómo las entia moralia consituyen el fundamento que permite reconocer una auto-nomía al ser humano15. Peces-Barba va más lejos, considerando que los entia moralia «completan el ser» y «ayudan al perfeccionamiento de la condición humana, es decir, al desarrollo de su dignidad»16. La naturaleza humana no aparece como externa e innata al individuo, sino externa y construida por el individuo En efecto, cada ser humano puede, gracias a su voluntad, configurar esta naturaleza humana.

Al principio del Libro II, Pufendorf contempla el estado de naturaleza de los hombres y aprovecha para profundizar el concepto de libertad. Como recuerda Rommen17, el individualismo inherente al derecho natural aparece sobre todo en la teoría del estado de naturaleza, es decir, en la exaltación del estado pre-político del hombre. Para

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Pufendorf, los hombres nacen con esta libertad, una facultad interna que les permite hacer o no hacer lo que consideran como oportuno. Pero esta libertad no es absoluta, es decir, sin obstáculos y defectos. No puede tampoco asimilarse a la libertad de los animales que, por ser dependiente de toda ley (y ser amplia en este sentido) es residual. Lo que distingue la libertad humana es su concreción en la moralidad. A partir de este momento, Pufendorf habla propiamente de «la dignidad y la excelencia del hombre»:

La dignidad y la excelencia del hombre por encima del restante de los animales requiere que conforme sus acciones con una Norma, sin la cual no se podría concebir ningún orden, ninguna belleza, ninguna beneficencia. Nuestra más grande ventaja es sin duda poseer un alma inmortal, iluminada por las luces del Entendimiento, adornada por la Facultad de juzgar las cosas y de realizar una justa elección, muy ingeniosa en inventar diversas artes que nos vuelven capaces dominar todos los otros animales. Pero esta alma no nos fue concedida solamente para amar nuestro cuerpo y preservarlo de la corrupción: el Creador tuvo miradas más altas al hacernos un regalo tan valioso. Para convencerse basta reflexionar sobre las facultades principales de nuestra alma que contribuyen en poca medida a la conservación del Cuerpo; con menos recursos hubiera sido posible salvaguardar todo este magnífico aparato. En efecto las cosas donde la grandeza y la fuerza de nuestra mente se hacen más sentir, son las relativas al culto de la Divinidad y los deberes de la Sociedad Civil. A qué sirve particularmente la ventaja que tiene el hombre de deducir principios conocidos de verdades desconocidas; prescindir de Ideas particulares para formular Ideas Generales, inventar signos para comunicar sus pensamientos con los demás; conocer los Números, los Pesos y las Medidas y...

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