Soy un sujeto incómodo

AutorAlmudena Alameda Cuesta
Páginas127-150

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El discurso de Alejandro quizá sea el situado de forma más extrema, caracterizándose por una mínima adaptación institucional y una mínima asunción del modelo de Atención Primaria. Asimismo, es también el discurso en el que se aprecia mayor malestar del sujeto con su propia posición en la estructura sanitaria, profesional, académica y personal. El propio Alejandro se define como un "sujeto incómodo", incómodo para los demás, por lo políticamente incorrecto de su discurso y actitud, pero también, incómodo para él mismo, al situarse y ser situado al margen. Pero, a pesar de ser lugares difíciles, habitar los márgenes no implica necesariamente una experiencia negativa, al menos no de forma excluyente; el ubicarse fuera permite a Alejandro obviar un importante número de convenciones profesionales y sociales, ofreciéndole un amplio margen de maniobra para construir un espacio propio en el que él es la máxima autoridad.

En la entrevista con Alejandro, los aspectos relacionados con la enunciación del discurso tienen una importancia fundamental. No es sólo lo que dice, sino la forma en que lo expresa, el vocabulario que utiliza, el estilo comunicativo, el lenguaje corporal... todo en su discurso resulta extremo, casi paroxístico. La situación de entrevista se convierte en un ejercicio de catarsis, con altas dosis de autocomplacencia, en el que el malestar profesional, laboral y personal surge como un torrente difícil de encauzar por parte de la entrevistadora, cuyas intervenciones son mínimas. Así, la reivindicación e, inclusive, ostentación, de su capital cultural y simbólico, constituye una de las líneas centrales alrededor de las cuales pivota su discurso. Pero el discurso de Alejandro está lejos de ser un monólogo, más bien adquiere la forma de un diálogo con múltiples interlocutores (entre los que, desde luego, la entrevistadora no es el principal, sino sólo una receptora, si acaso detonante, de toda esa explosión de malestar y narcisismo) en el que se interpela, cuestiona o reta constantemente a otros no presentes.

El uso habitual de la pregunta retórica es uno de los recursos estilísticos que contribuye a dar la forma dialógica característica del discurso de Alejandro. Pero la utilización de formas interrogativas no muestra, ni mucho menos, incertidumbre o vacilación; todo lo contrario, las interrogaciones son utilizadas para dar mayor contundencia a las afirmaciones que las siguen, mostrando a un sujeto capaz de responder de forma taxativa y unívoca a cualquier cuestión que se plantea, redundando en el mantenimiento de una posición de superioridad sobre todos los demás. Del mismo modo, el empleo intencionado de expresiones en latín o en inglés también contribuye a dar esa imagen de autoridad cultural y clínica que Alejandro parece esforzarse por proyectar. Como contrapunto, el manejo de la ironía (por ejemplo en el uso habitual de formulas de cortesía como el "usted" refiriéndose a personas a las que no se muestra ningún respeto), de los diminutivos y de manifestaciones groseras,

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configuran un estilo de expresión cínico y burlón, que no deja de ser una herramienta defensiva frente al desencanto que le produce su situación.

Desde un individualismo liberal, como encuadre existencial, se desarrolla todo un planteamiento filosófico-moral en el que se trivializa y ridiculiza cualquier concepto que no encaje con su particular visión del mundo. Las leyes son consideradas en términos de conflicto con los derechos individuales, esbozando una estructura normativa (que trasciende la legislación vigente) basada en el "ojo por ojo" como vía para restituir la dignidad de los individuos agraviados. Así, se termina articulando un discurso maniqueo sobre el declive de la "civilización occidental" en el que las diferencias culturales son vistas como amenazas, ejemplificado en su enfoque del conflicto palestino-israelí.

A pesar de su mantenida actitud de suficiencia indiferente, denuncia, con cierta amargura, la falta de reconocimiento de sus esfuerzos y sus logros: él no se considera como los demás, tiene una sólida formación y experiencia, que debería valorarse de manera particular.

"Pero qué es lo que pasa, que la deshumanización de esto es enorme, el ser humano ha dejado de ser hombre. Lamento ponerme filosófico y trascendental, lo mismo te estoy dando una paliza increíble...

Qué va, en absoluto.
...pero mira, lo primero es el individuo, no la colectividad. Y eso claro, es la fuente de muchos conflictos, porque la mayoría de las ideas políticas que hay al respecto lo que prima es la colectividad, y la colectividad puede ser un tirano. Si tú te cuidas de cada individuo, te estás cuidando de una colectividad mejor. Y que se respeten los derechos de cada individualidad, porque muchísimas veces, en pro de los derechos de esa colectividad, se lesionan derechos individuales gravísimos. Ya lo ves ahora lo que está pasando con el tema de las víctimas del terrorismo. No son nadie, total esta gente... yo... yo me pongo en el... no sé, en la tesitura de que a mí me matan a mi mujer o a mi hijo... bueno, cómo se te va a olvidar esto, cómo lo vas a perdonar. Quizá será imperfecto, pero, perdona ¿cómo se puede hablar de eso con esa frialdad? Es decir, te han matado a un hijo y luego te vas a encontrar al asesino por la calle, pero ¿de qué coño estamos hablando? Pues lo siento, pero mis reacciones serán primarias e intentaré cepillarme al cabrón ese, obviamente. ¿Y a usted le parece ilegítimo que salgan a protestar? Pues no lo entiendo, querido. Con ninguna dimensión de la imaginación, no puedo, es que... creo que es decir, pues lo que se dice hoy en día, tontería, demagogia, y todas las historias estas relacionadas con bobadas, con conceptos trasnochados, o poco probados o... o como muy infantiles. Y de eso está toda la sociedad ésta... esta es la sociedad del buen rollo. La corrección política. Todo lo que no está... los japoneses lo dicen de una forma, joder, absolutamente meridiana y clara "cuando un clavo sobresale, se le da con el martillo". Eso dicho en una sociedad como la japonesa, en la que lo que prima es la colectividad, no el individuo, y en su caso lo puedo entender, porque hay que ver Japón. Yo he estado dos veces, y hay que ver la presión demográfica que hay allí. O sea, lo tienes que mamar, sentirlo, lo que es entrar en esos vagones de metro donde el señor con los guantes te empuja para que quepas, para saber lo que es la presión demográfica. Y los japoneses la llevan sufriendo desde el siglo XVI. Quiere decirse, que no es un invento moderno. Cuando Madrid, Londres, etc, tenían cien mil habitantes, Osaka tenía ya un millón de habitantes. O sea que... ahí, bueno, no es que yo tal, pero lo puedo entender. Pero aquí no. Y claro, la colectividad al primer eso, mata las libertades individuales. Y eso es la base de la libertad de todo el mundo, no de uno solo. Porque claro, si no la cagamos con la cuestión de que los que tienen derechos son los de un determinado grupo y los otros no tienen derecho

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para nada, entonces no cuentan. Claro, claro, pues es que yo a mí lo que me sorprende es que estas cosas se puedan decir cuando resulta que tenemos recientito, en el año cuarenta y cinco cuando se descubrieron los campos de exterminio. Y eso es una experiencia yo creo, vamos, terrible. Que se pueda llegar a hacer un proceso industrial de la fabricación de la muerte de seres humanos, por pertenecer a un grupo de lo que sea, joder, qué quieres que te diga, a mí se me ponen los pelos de punta. Y es una cosa que por eso, pues no puedo, nunca, políticamente tengo una determinada inclinación, pero yo cuando hablan de los derechos de los palestinos y tal y cual, yo no puedo evitar el acordarme de esta pobre gente que va a formar un estado en un sitio que les dan, porque es el único que les dan, que en principio ni los propios que viven allí reclaman nada al principio, luego sí. Y lo reclama quién, no el pueblo, sino los jefecillos árabes. Y entonces, en base a todo eso, luego tenemos toda una experiencia de una cultura basada en la muerte. ¿Eso es un invento? No, lo ves, niños degollando a personas, niños con cinturones de bombas... eso cuando se cayeron las torres de Nueva York, vitoreando. ¿Eso es una cultura a imitar? Perdóneme usted, pero creo que no. Que los israelíes están haciendo no sé cuantos, hombre, claro, se tienen que defender, naturalmente. Pero yo es que creo que hay una diferencia entre un señor que se pone un cinturón de bombas y se va a un supermercado, a un ataque militar que va a, digamos, tratar de extirpar en lo posible, semiquirúrgicamente, porque naturalmente va a haber lo que se llama daño colateral. Yo creo que hay toda la diferencia del mundo. Una civilización, una cultura, una religión que promueve la autoinmolación de gente para matar a otra... yo no, yo lo siento pero no, es que no, es que no lo puedo ver. Y entonces claro, ahora eso todo son los listos de era actual. Y no se dan cuanta de que claro, efectivamente todo está en crisis porque la civilización occidental está decayendo. Y a base de mirarse tanto las puntas de los pies, se están olvidando las cosas de sentido común más diarias, vamos. Y aquí en España las vamos a pasar muy putas, nada más."

"Claro, tú te puedes imaginar que una persona como yo, que me he preocupado tremendamente de homologarme, es decir, yo cuando terminé mi carrera no existía una homologación, más que tú te ibas al Colegio de Médicos, te apuntabas como especialista, y a los dos años de pagar la cuota, ibas y recogías tu título.
[Llaman a la puerta y abren]

Perdón, estoy ocupado. [Cierran la puerta] Entonces cuando yo, después de terminar mi carrera, me meto a hacer un concurso-oposición para sacar un sistema MIR y lo hago en cuatro años más, perdiendo ingresos, teniendo que vivir con mis padres y múltiples sacrificios, en mi plena juventud, me jode que...

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