La información en la sociedad red
| Autor | Antonio Rodríguez de las Heras |
| Cargo del Autor | Universidad Carlos III de Madrid |
| Páginas | 13-31 |
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Vamos a desmontar el título en tres partes, cada una de ellas conteniendo a la anterior: a) Red; b) Sociedad Red; c) La información en la SR.
Hay que comenzar por precisar el concepto "Red". La palabra lleva con facilidad a una analogía con el instrumento hecho de hilos, o cuerdas, y nudos. Esta visualización espontánea simplifica en exceso el concepto de Red aplicado al fenómeno que ha emergido en estos años como resultado de la tecnología digital. La Red es mucho más que una malla, como la del aparejo del pescador, en la que sus nudos sean ordenadores y sus hilos sean de cobre o de fibra óptica.
Una Red es un fenómeno en el que se dan estas tres propiedades:
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Ubicuidad.
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Deslocalización.
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Densidad.
Ubicuidad. En la Red desaparece la distancia como alejamiento. Todos los puntos de la Red están a igual distancia de resto de los puntos. No hay, por tanto, ni centro ni periferia. Y lo que sucede en uno alcanza sin intervalo temporal a todos los demás.
Deslocalización. En la Red no es necesaria la coincidencia espacio-temporal de los componentes de un objeto o de las participaciones en un suceso para que el objeto funcione y el suceso se produzca. Por tanto, las partes pueden residir en lugares distintos y no necesitan sincronización.
Densidad. La Red está sumergida en densos e incesantes flujos de información. Sin este medio tan denso no se produciría el fenómeno de la Red.
Hay que advertir también que estas tres propiedades son un límite, por consiguiente, en la Red se tiende a ese extremo máximo, sin tener necesariamente que alcanzarlo para que tengamos una Red.
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La emergencia de este fenómeno de Red no se produce bajo cualquier condición sino que necesita las condiciones que proporciona un espacio nuevo: el espacio digital. Fruto de las tecnologías de la información y de la comunicación podemos hoy hablar de la existencia de un espacio nuevo, el digital, junto al espacio en el que hasta ahora venimos moviéndonos y realizando nuestras actividades, y que llamamos de la forma más directa: nuestro espacio natural; pero de una forma más restrictiva y técnica: espacio analógico.
Cuando queremos señalar el espacio sideral, con condiciones bien distintas a las que tenemos en nuestro espacio terrestre, miramos hacia arriba. Y si nos referimos al espacio submarino, también con condiciones bien distintas a las que nos proporciona la atmósfera, nos aproximamos a la costa. Pero si queremos localizar el espacio digital, miramos una pantalla electrónica. Detrás de ella está el espacio digital. Espacio que ha surgido por la acción del hombre, y que también está empeñado en conquistar, como el espacio cósmico o el marino.
Obsérvese cómo nos relacionamos con estos espacios extraños al hombre. Utilizamos una escafandra para sumergirnos en el agua o para flotar en el espacio exterior; de igual modo podemos utilizar una máscara para una inmersión en el espacio digital y obtener así experiencias de realidad virtual. Pero también se consigue una relación muy fructífera, y mucho más frecuente, quedándose en el borde de cada uno de esos espacios: la nave sobre el agua, el telescopio apuntando al cielo y la pantalla electrónica como interfaz entre el espacio analógico y el digital.
El espacio digital es de creación muy reciente y obra de la tecnología, pero está teniendo unos efectos muy intensos y acelerados en la sociedad: se está produciendo una sorprendente migración digital.
Es decir, objetos y actividades de nuestro espacio analógico pasan en gran número y rápidamente al espacio digital. Una cantidad asombrosa de actividades se hacen ya al otro lado de una pantalla electrónica. No creo que sea necesario enumerar una colección de ellas, pues todos recurrimos a buen número de estas actividades. Cualquier curso de un máster on line, que ya no se realiza en el espacio arquitectónico de un aula, que no necesita, por tanto, la coincidencia en un lugar de todos los participantes, ni tampoco coincidencia temporal para su desarrollo, cuyo contenido y la comunicación de profesores y alumnos se encuentran al otro lado de la pantalla, es un buen ejemplo de esta migración. Y estamos al comienzo.
El movimiento que está provocando es de tal amplitud y trascendencia que no es atrevido adelantar que la migración digital tendrá unas consecuencias tanto o más
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transformadoras que las grandes migraciones terrestres que ha habido en la historia de la Humanidad.
Resultado de esta migración que afecta a tantas actividades es una sociedad que puede recibir el atributo de digital: una sociedad digital.
El espacio digital posibilita, tal como hemos apuntado, el fenómeno de la Red; por tanto, una sociedad que ha entrado en el mundo digital se beneficia de las propiedades que proporciona ese nuevo entorno, y algunas de estas propiedades (ubicuidad, deslocalización, densidad) constituyen el fenómeno de la Red, de ahí que también una sociedad digital sea una sociedad Red.
¿Hay detrás intereses exclusivamente económicos? ¿Un mercado controlado por muy pocos y poderosos países? Lo verificable es que no hay gobierno, institución grande o pequeña que descuide y ni mucho menos rechace promover, en la medida de sus posibilidades y para el ámbito de sus competencias, la migración digital. ¿O es que se está produciendo un fenómeno de pánico por el que nadie esté dispuesto a quedarse fuera, descolgado, el último, aunque no se sepa muy bien por qué hay que hacerlo?
Al margen de estas explicaciones y otras que se puedan proponer, se encuentra una razón bien fundada, y es que se migra al espacio digital porque las actividades resultan más productivas. Adquieren unas propiedades que compensan las inversiones de cualquier tipo (en tiempo, dinero, equipos, aprendizaje...) que exija la migración.
Aquí está la clave de este desplazamiento masivo: tarde o temprano una actividad realizada al otro lado de la pantalla resulta más productiva. Y así una actividad se puede hacer en menos tiempo, o/y con más precisión y menos errores, o/y con la concurrencia de menos personas, o/y realizar un trabajo más ergonómico, menos arriesgado... O -y esto es también muy importante- descubrir posibilidades que de este lado de la pantalla, en el mundo analógico, no son posibles de alcanzar.
Veremos más tarde las propiedades que ofrece el espacio digital, además de las ya interesantes que hacen posible la Red.
Pero la migración digital no hay que interpretarla como un vaciamiento, de tal manera que se llegue a un trasvase del mundo analógico al digital, y aquél quede vacío como un cinematográfico pueblo minero de la fiebre del oro.
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Hay esa tentación constante en caer en interpretaciones de todo o nada. Por ejemplo, se habla del teletrabajo, una interesante manifestación de esta migración, y aparecen los augurios de que las ciudades se vaciarán porque muchas profesiones permitirán trabajar a distancia en lugares más confortables que las contaminadas y atascadas urbes. Se habla de las bibliotecas digitales (como la gran migración del patrimonio libresco de cinco grandes universidades emprendido por Google) y del libro electrónico (como los instrumentos de segunda generación lanzados por Sony, Panasonic y Toshiba) y la reflexión se enreda en discutir si llega o no el fin del libro códice sobre papel. Y así con cantidad de transformaciones, de nuevas formas que está trayendo la migración digital: las interpretaciones ante lo que está sucediendo se extreman en los dos polos opuestos del rechazo de lo por venir o del anuncio del final de lo que se tiene.
El resultado ya comprobable de la migración es una sociedad dual. Es decir, que nuestras actividades se repartirán a uno y otro lado de la pantalla, en uno y otro espacio, el digital y el analógico. Según profesiones, gustos, lugares, edad y circunstancias, e igualmente a medida que avancemos en la sociedad digital, las personas distribuirán su actividad en proporción distinta en uno y otro espacio.
Esta dualidad se produce por dos causas: por división o por duplicación. La dualidad por división se debe a que el proceso de migración no se ha completado. A causa de los cambios de hábitos, de organización, de mentalidad, que exige la actividad en el otro lado de la pantalla, los ritmos de adaptación van necesariamente lentos. Tampoco se han alcanzado para muchas actividades los desarrollos tecnológicos adecuados, o los ya existentes no se han difundido suficientemente. La migración de una actividad es un proceso complejo, que depende de muchos factores que deben concurrir.
Y la dualidad por duplicación responde, ya no a un proceso incompleto, sino a una decisión de mantener la actividad en los dos espacios. Por ejemplo, una...
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