La educación y el cambio social: herramientas para aprender a Con Vivir como ciudadanos del mundo

AutorShirley Vanessa Castedo Vaca
Cargo del AutorFundación para una Convivencia Pacífica, Bolivia
Páginas87-99

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Contexto

A partir de los años 90 en América Latina se han venido dando diferentes momentos de crisis sociales y políticas. En algunos países como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Brasil sus ciudadanos/as han planteado múltiples de -mandas sociales, que tienen su origen en la persistencia de la pobreza y las desigualdades, las cuales han sido acentuadas por los efectos de la crisis económica regional y mundial. Este contexto ha generado un cuestionamiento de las reformas estructurales diseñadas en los inicios de esta década, como fueron la implementación de políticas neoliberales basadas en la desregulación y la privatización de las empresas públicas, que debilitó la institucionalidad y la credibilidad del estado.

Actualmente, la reforma de las constituciones ecuatoriana y boliviana, los profundos cambios en Venezuela y la interpelación al neoliberalismo de los países del sur son temas cruciales en el sistema internacional. Estos cambios han permitido la toma del poder de sectores anteriormente excluidos como los pueblos indígenas, los campesinos, los gays o los discapacitados, entre otros. Los nuevos espacios se han acompañado de una política econó-mica basada en la nacionalización de los recursos del Estado, dando un giro al neoliberalismo de mercado y enfocándose nuevamente en lo social, en las necesidades básicas y sobre todo en responder a la petición ciudadana de participación, inclusión y equidad para el buen vivir.1Sin embargo, estos cambios no han estado exentos de conflictos, gene-rando una mayor división social en los países y, como era de esperar, un deterioro del respeto al otro y el reconocimiento de deberes y derechos entre los

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ciudadanos, aspectos que son básicos para establecer niveles mínimos de convivencia. La ética para el desarrollo pone estos acuerdos mínimos como «el fin último del Desarrollo» que busca la equidad, la igualdad y la libertad (Martínez, 2000: 26). Todos estos valores básicos que podrían ser el marco de cualquier proceso de cambio están siendo avasallados y no existe una visión de país para las próximas décadas.

En relación a Bolivia, desde el 2006 con su nuevo presidente, Juan Evo Morales Ayma, que alcanzó este cargo en representación de los movimientos so -ciales, se ha desarrollado una nueva línea política enfocada al desarrollo social y económico comunitario. A nivel político, destaca la inclusión en las decisiones y en la toma de poder de la administración del aparato público de los indígenas y los campesinos, quienes han reemplazado a los sectores que históricamente han gobernado política y económicamente este país.

La exclusión de este último sector ha generado en Bolivia que se supriman los valores de la solidaridad y del respeto a la diversidad ocasionando un descontento social que produce otras formas de violencia estructural y directa que deben ser atendidas con la mayor brevedad posible. Esta exclusión se presenta mediante trabas económicas para los procesos de exportación de productos alimentarios como la soya (soja) o la almendra. Son comunes las quejas de los empresarios por la subida de los costes y sobre todo por no recibir los incentivos económicos que tuvieron durante los gobiernos neoliberales. Es decir, si en el pasado las administraciones públicas excluían a la clase obrera e indígena, en la actualidad los marginados son los sectores medios.

Como respuesta, desde el ámbito académico y político se están realizando iniciativas para aprender a conocer al otro y manejar creativamente los conflictos, especialmente, con el objetivo de educarnos en una ética de la solidaridad y la tolerancia. Como indica Zamora, «la Solidaridad consiste en ponerse en el lugar del otro, particularmente del otro que sufre privaciones injustas» (Martínez, 2000: 40). De esta manera, es imprescindible generar espacios diferentes donde los actores se puedan comunicar y conocer, eliminando ese miedo a un nuevo escenario compartido en un ámbito multicultural.

Por otro lado, en el caso de Puerto Rico, el trabajo realizado por Myrna Rivas Nina (2008: 11) nos presenta la situación actual de la educación de personas jóvenes y adultas. La autora nos señala que si bien Puerto Rico posee un alto nivel de ingresos, que podría suponer una agenda educativa suficientemente encaminada, este indicador contrasta con elevados índices de pobreza, cerca de la mitad de la población, y una desigualdad que dificulta la movilidad social. Sin embargo, estos temas se ocultan detrás de los avances de las cifras macroeconómicas.

De igual forma, este informe evidencia que algunos datos demográficos y socioeconómicos son negativos. La tasa laboral es bastante baja, especial-mente entre las mujeres; las estructuras familiares son complejas y la sociedad está inmersa en altos niveles de subsidios entregados por el gobierno de

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Estados Unidos para la educación, la salud o la alimentación2como los bonos de comida y los fondos federales para las estructuras educativas. La dependencia hacia Estados Unidos es sumamente alta y desestabiliza el control social, económico y político del gobierno puertorriqueño que debe responder a las necesidades de la primera potencia mundial por encima de las propias. En este contexto, la violencia, la desigualdad y la discriminación se incrementan con claros efectos en los niveles de deserción escolar y en las tasas de población recluida en cárceles, de por sí muy altos. Este último indicador se encuentra entre los más elevados de América Latina3por delitos de narcotráfico o delincuencia urbana (Rivas-Nina, 2008: 12-15).

Para revertir los altos niveles de conflictividad social de Bolivia y Puerto Rico, se han realizado trabajos de Educación para la Paz y Manejo de Conflictos en distintos ámbitos para promover la no-violencia. Las iniciativas desarrolladas por el sector privado y las organizaciones sin ánimo de lucro identifican la necesidad de generar espacios alternativos que promuevan la educación para el desarrollo desde una convivencia pacífica. Se busca que los actores en conflicto recuperen la confianza mutua, para mejorar la escucha y la comunicación, en un ambiente totalmente imparcial a través del aprendizaje de las herramientas de mediación.

Las instituciones y organizaciones dedicadas a trabajar con métodos alternos y la cultura de paz contribuyen a mostrar la visión constructiva del conflicto que permita asumirlo como una oportunidad para hacer las paces. En este abordaje transformador la comunicación es sin lugar a dudas la base de la convivencia social.

La importancia de la comunicación y el reconocimiento se enmarca para Adela Cortina en la ética discursiva, que nos exige que «tengamos presentes los legítimos intereses de todos los afectados por las normas morales, a ser posible expresados por ellos mismos» (Martínez, 2000: 51). Este proceso debe basarse, según la autora, en el diálogo porque es «el procedimiento más...

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