La Seguridad Social en la nueva situación social y económica

AutorOctavio Granado Martínez
CargoSecretario de Estado de la Seguridad Social
Páginas11-22

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Buenos días. Como saben ustedes, hace cinco años cambiamos ligeramente la filosofía de los cursos. Me parece que éste es el vigésimo sexto curso de Seguridad Social que se realiza en la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo. A partir del año 2004 intentamos aligerar la carga de información administrativa que había en los mismos, lo cual quiere decir que las posiciones de lo que se viene a denominar coloquialmente «la Administración» o con más precisión «el Gobierno» quedaban notablemente reducidas. No iba a haber intervenciones de los Directores Generales en este curso, cedíamos la palabra a representantes de la comunidad científica y a representantes de la sociedad civil, a los representantes de las organizaciones sindicales y empresariales, y también a representantes de los diferentes grupos parlamentarios en alguna mesa redonda y limitábamos la presencia y la exposición política de la Administración a la intervención inaugural y a la intervención de clausura.

Durante estos cuatro años creo que el Director General del Instituto Nacional de la Seguridad Social, Fidel Ferreras, ha realizado la intervención de clausura, y durante los cuatro años precedentes yo he realizado la intervención inaugural, y en esta intervención inaugural siempre he procurado hacer un balance de lo que podía denominarse «el estado de la cuestión», cuál es la situación que en estos momentos existe en nuestro sistema de protección social y cuáles son los retos del futuro que tenemos que encarar. Además, ésta es la primera intervención de una legislatura y de una legislatura que desde luego supone un cambio radical de la situación del ciclo económico en la que nos situamos; en la legislatura pasada hablábamos de reformas en el ámbito de la protección y en el ámbito de la configuración del sistema para consolidarlo pero desde un punto de vista más positivo, desde un punto de vista de saber que el sistema iba a encarar aquellos años con un crecimiento suficiente de los ingresos y con un crecimiento suficiente de la actividad económica. En estos momentos tenemos que hablar de cómo el Sistema de Seguridad Social va a ayudar a la reactivación de la economía española y de cómo la sostenibilidad del sistema puede convertirse en un elemento proactivo de la recuperación económica y, desde luego, también marcar cuáles son las necesidades que al sistema de protección social Page 12 se le abren en esta etapa y, de como el punto de partida es el que es. Empiezo ya directamente con la descripción de la actual situación, no sin antes comentarles que este curso es un curso en el que se va a hablar mucho de economía, en el que se va a hablar mucho de los retos necesarios para la sostenibilidad del Sistema de Seguridad Social. Al contrario que en los cuatro cursos precedentes, en que sus coordinadores han sido especialistas del Derecho del Trabajo, en esta ocasión el coordinador del curso, Zenón Jiménez-Ridruejo, es Catedrático de Economía Aplicada, y en este sentido el signo de los tiempos también se nota en la elección de los representantes de la comunidad científica que nos van a acompañar.

Quiero agradecerle expresamente la asunción de la coordinación de este curso, y quiero agradecer también a todos los ponentes su participación en el mismo y pedirles que se expresen con absoluta libertad. Teniendo en cuenta las personas que hemos escogido para formar parte de este curso, no hay ninguna duda de que será así, y, por lo tanto simplemente esperar que ustedes conozcan desde el primer momento que lo que van a escuchar aquí no son las posiciones de la Administración sino posiciones que en muchos casos yo espero, soy el primero en esperar, que sean críticas con la posición de la Administración. ¿Por qué? Pues porque el mayor riesgo que tenemos en la Administración de la Seguridad Social, es el riesgo de la inercia, es el riesgo de la autocomplacencia y el riesgo de la consideración de que como la situación del momento presente es adecuada pensemos, en términos casi narcolépticos, que podemos vivir en este sueño feliz sin realizar las tareas permanentes de consolidación del sistema que son naturalmente convenientes.

Hace unos días en el informe del Gobernador del Banco de España, un informe muy amplio de 300 folios sobre la situación de la economía española, había una referencia a la reforma sobre el sistema de pensiones señalando cómo la buena situación del momento presente del sistema no excluía la necesidad de abordar reformas- utilizaba una expresión «con urgencia» o por lo menos con cierta celeridad. El Gobernador del Banco de España y yo hemos discutido muchas veces esta cuestión. Para el Banco de España es importante que las reformas comiencen cuanto antes, porque las reformas de Seguridad Social son siempre reformas inevitablemente prolongadas en el tiempo. Las reformas en los sistemas de protección social, para empezar, parten del principio de respeto al statu quo que afectan a los actuales pensionistas, son reformas que sólo afectan a los futuros pensionistas y lo fundamental de las reformas no es que disminuya el gasto en materia de protección social. En nuestro estilo de vida, en los países europeos, la Seguridad Social, la protección social, la protección del ciudadano en condiciones de vulnerabilidad es el elemento, probablemente, más distintivo. Yo creo que habría que rebuscar mucho a políticas públicas que gozaran de tanto respaldo sociológico y fiscal de los ciudadanos en los países europeos como las políticas de protección social, las políticas del Sistema de Seguridad Social.

Por lo tanto, las reformas no van encaminadas a cambiar el modelo europeo de protección social ni a disminuir el gasto social, las reformas van encaminadas a conseguir que los ciudadanos entren en nuevas definiciones de equilibrio y sepan que si quieren mantener determinados estándares de protección social tienen que hacer aportaciones más amplias, tienen que trabajar más tiempo, tienen que enfocar su vida sabiendo que si van a vivir más años pueden tener que jubilarse más tarde, etc., y este tipo de entendimiento cultural de lo que las reformas implican es un entendimiento cultural que, con toda sinceridad, es muy difícil de producir en pocos años y, por eso, lo razonable es que las reformas en Seguridad Social se planteen con escenarios temporales dilatados y por eso se dice, y yo comparto esa opinión, que cuanto antes se empiecen las reformas, mejor.

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También es verdad que tenemos que ser capaces de generar certezas en los ciudadanos, sobre todo en los momentos como éstos en los que existe incertidumbre sobre la situación económica del mundo y de nuestro país, y en este sentido tampoco podemos abocar a los ciudadanos a lo que en inglés se denomina «la fatiga de las reformas», la sensación permanente de que cada año va a haber una reforma, cada dos años va a haber una modificación legislativa, a que las expectativas de derechos que uno está generando con una determinada carrera de contribución, al final van a verse devaluadas por un continuo sin fin de procesos que van a ir deteriorando esas expectativas en el futuro. En ese sentido tenemos que ser capaces de hacer reformas, de hacer reformas en el marco del diálogo social, con un consenso social, de hacer reformas paulatinas, siempre las reformas van a ser paulatinas, de hacer reformas y generar esa sensación de que las reformas van a ser permanentes y tenemos que ser capaces de transmitir a los ciudadanos la sensación de que ése es el proceso en el que nos encontramos inmersos y que es un proceso que beneficia a la consolidación del sistema y que beneficia a la consolidación de sus derechos como cotizantes, como contribuyentes en el sistema, que lo que le perjudica no son las reformas sino lo que le acabaría perjudicando inexorablemente sería la ausencia de reformas, porque la ausencia de reformas abocaría a la crisis del sistema, y la crisis del sistema sí sería perjudicial para los cotizantes y para los contribuyentes porque obligaría al planteamiento de reformas para la crisis, que ésas sí suponen un recorte automático en las prestaciones tanto en cuantía como en calidad de las mismas.

Bueno, ¿en qué situación nos encontramos en el momento presente? Conviene hacer una descripción realista, nada autocomplaciente. Yo he intentado, durante los cuatro años que llevo siendo Secretario de Estado de la Seguridad Social, ser muy poco complaciente con la situación del sistema, así como, por ejemplo, sí estoy absolutamente convencido y a veces puedo ser más complaciente, con la realidad de lo que es la Administración española de Seguridad Social, que me parece una realidad francamente positiva. Me parece, y lo digo siempre, que la Administración española de Seguridad Social es la mejor parte de la Administración de España y que no hay, en el ámbito de la Administración General del Estado, de las Comunidades Autónomas, ningún sistema que esté administrado con tanta eficiencia. No digo gobernado, separemos las tareas de gobierno de administración, digo administrado. Pero ¿cuál es la situación del sistema? Bueno, pues nosotros hemos recibido históricamente un sistema que hemos heredado, fundamentalmente configurado en sus normas legales en la época de la dictadura del General Franco, que como el resto de los sistemas de protección social en la mayor parte de los países europeos, es un sistema basado en la agregación, basado en la agregación de realidades protectoras diferentes, basadas en criterios distintos sobre cómo tenía que organizarse la protección en cada corporación profesional. Nosotros todavía tenemos un resto de ese mutualismo originario, que es el Instituto Social de la Marina que administra el Régimen Especial del Mar, pero también tenemos diferentes regímenes especiales en la Seguridad Social, tenemos regímenes de protección social públicos en el marco de clases pasivas de los funcionarios de Justicia y de las Fuerzas Armadas, y tenemos mutualidades alternativas, antes sustitutorias, a la Seguridad Social en el marco de las corporaciones profesionales.

En aquel sistema, las reglas de encuadramiento y las reglas con las que se organizaba la protección del sistema eran reglas basadas en que cada corporación profesional tenía necesidades diferentes, por ejemplo para los trabajadores del campo o las empleadas de hogar la necesidad era pagar lo mínimo posible y recibir una protección escueta, la de mínimos del sistema; para otros trabajadores de otros regímenes las reglas eran diferentes, se podía ser más generoso tanto en la exigencia de contribución como en el nivel de la protección y había un marco de protección que correspondía a los trabajadores por cuenta ajena que luego se incorporaba en Page 14 parte, en la parte que se podía, al resto de los trabajadores de los diferentes regímenes, bien fuera por cuenta propia o de determinadas formaciones profesionales.

Ese sistema era un sistema que no tenía reglas precisas de revalorización de las prestaciones y para compensar que no había reglas precisas de revalorización de prestaciones y para compensar asimismo que era poco frecuente que en la España de los años 60 o 70 la inflación se comportara de acuerdo con las estimaciones del Gobierno. Hoy, estamos muy preocupados, razonablemente preocupados, y tenemos motivos para estarlo en España porque tenemos una inflación del 5%, pero los que estamos en esta sala y tenemos, frisamos o hemos superado la cincuentena recordaremos períodos de tiempo permanentes en los cuales la inflación en nuestro país tenía cifras de dos dígitos durante 5, 6, 7 y 10 años seguidos, bueno pues para compensar esta situación, para compensar esa realidad el sistema era generoso en el reconocimiento de las prestaciones. Se reconocían pensiones muy altas de partida en todos los ámbitos de la acción protectora del sistema que se compensaban mediante la no revalorización y que se deterioraban rápidamente en el tiempo.

En los 30 años de democracia hemos creado el sistema de indexación, para el sistema de pensiones español, más generoso que hay en el mundo. No solamente compensamos las desviaciones de inflación para el futuro de una forma matemáticamente reconocida, sino incluso compensamos la desviación de inflación en el ejercicio presente a través de una paga extraordinaria que es manifiestamente excepcional en los Sistemas de Seguridad Social del mundo y lo hemos hecho manteniendo la generosidad de las reglas de cálculo de las prestaciones que venían en épocas en las cuales no se revalorizaban las pensiones, como resultado de lo cual tenemos un sistema generoso de reconocimiento de prestaciones que se veía compensado por las diferencias de las reglas de encuadramiento, por el mantenimiento de muchos regímenes especiales pero para millones de trabajadores y para muchas prestaciones de encuadramientos basados en bases mínimas, en bases tarifadas que no tenía relación con los salarios ni tenía relación con las percepciones de los individuos (este es el caso todavía de los trabajadores por cuenta propia en su inmensa mayoría), y por la existencia de carreras de cotización muy intermitentes, muy escasas en el tiempo, e incluso de una jubilación por despido que era más frecuente de lo normal y que se anticipaba con coeficientes reductores que al final disminuían las prestaciones del sistema. Pero eso está cambiando también, y, lógicamente, el cambio es muy brusco, el cambio es para bien, los españoles tienen carreras más estables de cotización. Los sucesivos gobiernos, y en la anterior legislatura hemos dado pasos importantes en esa dirección, han ido mejorando la estabilidad de las carreras de cotización. La gente trabaja más tiempo, la gente se jubila normalmente causando el 100% de sus derechos como pensionista, no se ven sometidos a la aplicación de coeficientes correctores de las reglas del cálculo de sus prestaciones y esto hace que nuestro sistema de pensiones esté evolucionando en la dirección de que las nuevas prestaciones sean mucho más altas que las anteriores. Nosotros lo sabemos bien, todos los años tenemos que presupuestar, cuando se presupuesta la Seguridad Social, el presupuesto de prestaciones, el efecto sustitución. Los nuevos pensionistas entran en el sistema con pensiones más altas, con pensiones de 1.000 euros, los antiguos pensionistas mantienen prestaciones de 800 euros de promedio, existe por lo tanto una mejora evidente en la calidad de las prestaciones que el sistema reconoce y al mismo tiempo hemos sido capaces de generar también una mejora evidente en la calidad de las contribuciones que recibimos.

Yo he dicho siempre que a mí una de las políticas menos fundadas, más poco defendibles, más indefendibles del gobierno de la nación en la época del 96 al 2004 fue la decisión de no subir el salario mínimo interprofesional salvo en el 2% todos los años de manera ininterrumpida.

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El salario mínimo interprofesional en España no es solo una referencia parcial de lo que es la organización del mercado de trabajo en nuestro país. Hay muy pocos trabajadores que cobren el salario mínimo interprofesional, pero hay muchos, millones de personas, que cotizan a la Seguridad Social en función, precisamente, del salario mínimo interprofesional. Aquella política de no subir el salario mínimo interprofesional se tradujo en una clara pérdida de recursos para la administración de Seguridad Social y además estaba basada en una condición, estaba basada en una premisa que no era razonable y era que una subida significativa del salario mínimo interprofesional, debido a que el segmento en el mercado de trabajo en el que existe mayor elasticidad es precisamente el de los bajos salarios, se traduciría en una pérdida de empleos, en una pérdida de la potencia de la economía española para generar empleo. Bueno, pues al final esto se ha demostrado que no es así, el salario mínimo interprofesional ha podido subir un porcentaje importante en la legislatura pasada, este porcentaje importante ha supuesto recursos importantes también para la administración de Seguridad Social. No ha habido una pérdida de empleo vinculada a la subida del salario mínimo y la Seguridad Social ha podido, en este sentido, ser capaz de hacer subir las bases mínimas de cotización lo mismo que las pensiones mínimas, lo cual significa mantener, por lo menos, en la parte más baja del sistema en la que esto es más importante, mantener un cierto grado de contributividad imprescindible para el buen funcionamiento del sistema. La gente cuanto cotiza a la Seguridad Social debe tener la seguridad de que no cotiza un año de más sin que sus prestaciones mejoren, es decir, debe existir siempre una mínima relación entre lo que uno aporta y lo que uno recibe.

Hemos conseguido disminuir la economía sumergida con la normalización de trabajadores inmigrantes, hemos conseguido seguir mejorando el entorno ecológico en el cual se produzca en España la conciliación de la vida familiar y personal con la vida laboral. Es imprescindible para la sociedad española que las parejas españolas puedan tener los hijos que quieran, no podemos seguir pensando en que nuestra tasa de natalidad o de fecundidad nos la van a seguir soportando en el futuro los flujos migratorios, esto es una barbaridad y estamos en una situación muy delicada desde el punto de vista demográfico. Simplemente recojan ustedes un dato, Concepción Patxot me imagino que hablará con mucha mejor precisión y, desde luego, con mayor conocimiento que yo de este tema, pero en los próximos 20 años van a cumplir 65 años en España más gente que la que va a cumplir 18, lo cual quiere decir no sólo que somos una sociedad que envejece, sino que somos una sociedad que envejece mal, envejece mal, envejece menguando la base de la pirámide demográfica y, eso sí, gracias al aumento de la esperanza de vida, incrementando muy considerablemente la parte alta de la pirámide de población. Para resolver esto tenemos, en primer lugar, que conseguir que las parejas españolas puedan tener más hijos, si ésta es su voluntad; los estudios sociológicos indican que el modelo canónico de hijos para la pareja española sigue siendo de dos, y no obstante hay un grupo de personas, una parte importante de las parejas españolas, que no pueden tener dos hijos porque el primero llega demasiado tarde y llega demasiado tarde por problemas laborales, por problemas de conciliación, por problemas de vivienda, etc., que intentamos, en la medida de lo posible, resolver paliando algunos déficit con ayudas públicas y generando políticas concretas de ayuda, como es el alquiler de viviendas, que permita que la gente estabilice su vida profesional de tal forma que se pueda anticipar levemente la llegada del primer hijo y con ello posibilitar el que los proyectos vitales se asemejen más a la realidad de lo que luego van a ser las familias.

Como resultado del conjunto de reformas en el sentido de ampliar la contributividad, y en este sentido me gustaría decir que hemos conseguido sacar de las bases tarifadas a los trabajadores agrarios por cuenta propia con la incorporación al RETA, que hemos conseguido que haya mayor contribución en la Ley 40, en la determinación de las pensiones de incapacidad per-Page 16manente, que a nuestro juicio era una parte del sistema que necesitaba una reforma bastante radical porque en España se siguen produciendo muchas pensiones de incapacidad permanente. No es el caso más dramático, en algunos países europeos en donde las pensiones de incapacidad permanente a veces en algún año superan a las de jubilación, pero en España el número de pensionistas de incapacidad permanente sigue siendo muy alto y eso quiere decir que hay una parte de los afiliados que utilizan esa prestación como una puerta falsa de acceso al sistema para mitigar las condiciones más duras a las que se accede a la pensión de jubilación; que hemos conseguido también, aplicando de manera también muy radical, que todos los excedentes del sistema vayan al Fondo de Reserva, y en este sentido durante estos cuatro años la situación de sostenibilidad del sistema no ha empeorado, ha mejorado y estamos en muchas mejores condiciones. Es decir, hemos sido capaces de ahorrar cuatro puntos del PIB que han ido al Fondo de Reserva, hemos sido capaces de mejorar el número de afiliados, mejorar la base media de cotización por encima de la inflación y, en este sentido, la situación del sistema permite encarar el futuro en mejores condiciones que lo que había en 2004, de la misma forma que en 2004 se estaba en mejores condiciones que el año 2000, o el año 2000 en mejores condiciones que el año 1996.

Hemos hecho razonablemente bien nuestro trabajo, pero ahora nos llega el momento en el que el ciclo económico se invierte y en este sentido qué tiene que hacer, cómo va a encarar la Seguridad Social esta situación de mayor dificultad. En primer lugar, es evidente que en términos estructurales la tregua demográfica que se nos ha dado en los últimos quince años no se va a repetir. En los últimos quince años se han venido jubilando en España las personas que nacieron aproximadamente, para que nos entendamos, entre el año 1930 y el año 1945, son los años de la república, de la guerra civil y de la inmediata posguerra, son años en los que la tasa de natalidad disminuyó y eso quiere decir que el número de nuevos jubilados que recibíamos en el Sistema de Seguridad Social era más bajo que el que vamos a tener que recibir en los próximos quince años en el que se nos jubilarán los que nacieron entre el año 1945 y 1960, un grupo mucho más numeroso y por lo tanto vamos a tener más pensiones, vamos a tener más pensiones generadas con una mayor cuantía y de gente que va a vivir más años y esto quiere decir que el sistema ya por el solo hecho de acabarse la tregua demográfica pues va a tener que soportar estructuralmente una serie de costes importantes, y el ciclo económico nos dice que en los próximos años el número, el incremento, la tasa de crecimiento, de incremento de las afiliaciones va a ser menor y lógicamente también esta tasa de crecimiento de las afiliaciones que va a suponer una ralentización en el incremento de los ingresos de Seguridad Social. También va a suponer, muy probablemente si la crisis económica supone fenómenos de reducción del número de personas empleadas, que va a haber en el futuro un mayor número de personas que va a acceder a la jubilación anticipada como despedidos para resolver sus problemas de red, con lo cual el círculo virtuoso del que hemos disfrutado en los últimos cuatro años se puede convertir en un círculo perverso. No solamente tenemos menos afiliados o un menor crecimiento de los afiliados que van a cotizar, sino que vamos a tener también un mayor número de receptores de prestaciones y vamos a tener, incluso, que soportar el peso de mayor número de receptores de prestaciones estructuralmente ampliado, porque hay trabajadores de más de 60 años despedidos a los que se les plantea como una posibilidad para mantener su nivel de vida y sus rentas el acceder al sistema de pensiones.

¿Qué puede hacer la Seguridad Social en este entorno, evidentemente más desfavorable, para contribuir a que las cosas no se pongan peor, a que las cosas se pongan mejor? En primer lugar, la Seguridad Social tiene que ser rigurosa con el mantenimiento de algunos ejes básicos que son fundamentales en la sostenibilidad del sistema de pensiones. Yo soy capaz de entender Page 17 y, además, humanamente soy sensible a esta realidad, el hecho de que cuando hay un sector en crisis los representantes de los trabajadores de ese sector busquen una salida en la jubilación anticipada. Yo soy capaz de entender, y soy capaz de ver la lógica humana que tiene, que los sindicatos de la construcción digan, «oiga para solucionar el problema de la construcción, reduzca usted la edad de jubilación, con lo cual me saca del mercado de trabajo ciento cincuenta o doscientas mil personas, y así el trabajo se reparte entre los demás». Sin embargo, ningún problema de la economía española se va a arreglar desarreglando la Seguridad Social, ninguno, y ningún problema de ningún sector de actividad se va a arreglar generando tensiones en el sistema de protección, porque cuando el sistema de protección era muy débil y muy incipiente se podía entender que la factura que tenía que abonar el sistema de protección aumentara, pero ésta no es la realidad del momento presente. La realidad del momento presente es que la Seguridad Social ya gasta en pensiones, y estoy hablando de pensiones, no de otras prestaciones, un 8% del PIB, que si sumamos clases pasivas supone cerca del 9% del PIB. Es decir, nuestra factura no puede incrementarse por voluntad del legislador arbitrariamente y además no debe hacerlo en un momento en el cual, precisamente, la condición de los ingresos es que los ingresos tienen más dificultades, que van a crecer a menor ritmo de lo que han venido creciendo en los últimos años. Es decir, la solución a los problemas del mercado de trabajo no está en que como tenemos menos gente cotizando tengamos más gente cobrando pensiones, porque esto es añadir perversión a los efectos ya perversos del ciclo económico, por lo tanto el indicador estratégico, la línea estratégica del Pacto de Toledo de seguir manteniendo la edad de jubilación, en términos reales lo más cercana posible a la edad legal de jubilación, debe mantenerse y debemos buscar soluciones, y en este sentido la Seguridad Social sí que tiene que aportar elementos de mayor flexibilidad para mantener en el mercado de trabajo a trabajadores con problemas y debemos buscar soluciones intentando incentivar desde el sistema de protección social la mayor flexibilidad, la reducción de tiempos de trabajo en los momentos en los cuales los trabajadores son más veteranos, la ocupación de esos trabajadores. Nosotros, por ejemplo, ahora tenemos un sistema de incentivos que beneficia a las empresas que mantienen trabajadores de más de 59 años con 4 años de antigüedad, y entonces a partir de los 59 años existe una reducción de cotización que va del 40% al 50, al 60, al 70, al 80, al 90, al 100% para esos trabajadores. En los momentos en los cuales el mercado de trabajo se expandía de forma natural, lo que intentábamos conquistar con eso era la mayor estabilidad de los contratos de trabajo de las personas veteranas y también su mantenimiento en el empleo. En unas condiciones en las cuales el trabajo estable, no es que no deje de ser un objetivo, pero a veces es un objetivo que tiene que ponerse en un segundo nivel de prioridad sobre el primer objetivo que es el mantenimiento del empleo, pues probablemente tengamos que discutir si esos incentivos no deben extenderse a categorías de trabajadores con contratos temporales, porque lo fundamental va a ser mantener a la gente en la ocupación.

En un contexto en el cual la ocupación no crece sino que decrece, a veces uno tiene que escoger y decir si son contratos temporales, que le gustaría más que fueran fijos. Podemos seguir defendiendo un mayor grado de incentivo si los contratos son fijos pero, evidentemente, si son temporales también me vale, porque el objetivo es mantenerles en la ocupación, y yo creo que tenemos que buscar la forma de incentivar el mantenimiento de la ocupación, pero no vamos a incentivar el que la gente se vaya del mercado de trabajo, no lo vamos a hacer, sería un disparate que lo hiciéramos, sería un disparate que facilitáramos la anticipación de la edad de jubilación y además es que en este caso, en la situación actual de la economía española, probablemente no sólo sería un disparate, es que sería inútil. Antes lo comentaba con Francisco Jimeno.

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En el año 93 cuando se produce la crisis, de la que tenemos referencias más inmediatas, hace 15 años, aquella crisis que supone que pierde la Seguridad Social 800.000 afiliados en un período de tiempo muy corto, muchos de esos afiliados que se pierden se van, se incrementa el número de pensionistas, hay un incremento relativamente importante del número de pensionistas, porque entonces existía todavía una tasa muy inferior de empleo juvenil y existía una tasa superior de empleo en los cortes de edad más veteranas. En estos momentos la realidad no es ésa, en este momento convivimos con la jubilación anticipada con coeficientes reductores, con la jubilación anticipada con coeficientes reductores del cálculo de la base de la pensión de jubilación y con la jubilación parcial y flexible. Es decir, nuestra capacidad de absorber la parte de trabajadores excluidos que van al desempleo iba a ser menor, pero es que además los trabajadores españoles ya no aceptan con la misma resignación que hace 15 años el tener que jubilarse con pérdidas importantes de la pensión de jubilación. Cada vez los trabajadores rechazan, razonablemente, con mayor intensidad el tener que jubilarse con pérdidas de la pensión, porque son muy conscientes de que van a vivir más años y de que esa renuncia que hacen en el momento de la jubilación no va a ser una renuncia que hacen para 10 o 15 años, sino que va a ser una renuncia que hacen para 25 o 30 años, y, en este sentido no creo que sea tan fácil resolver los problemas del mercado de trabajo convirtiendo en pensionistas a los trabajadores más veteranos, y desde luego la Seguridad Social no va a aceptar eso. Ahora bien, y si al final se despide a la gente y la gente va a la jubilación anticipada, evidentemente, ésa va a ser la realidad, pero la Seguridad Social no va a dar facilidades para eso, la Seguridad Social tiene que dar facilidades para lo contrario, para que los trabajadores más veteranos se mantengan en la ocupación, y si tenemos que poner dinero, digámoslo así en términos coloquiales, para una cosa o para la otra, me parecerá siempre más razonable que perdamos ingresos para mantener a los trabajadores en la ocupación, antes que perdamos ingresos para retribuir en prestaciones la exclusión del mercado de trabajo de un contingente importante de trabajadores veteranos. Por lo tanto, vamos a hacer todos los esfuerzos necesarios para flexibilizar las condiciones de trabajo en las edades más avanzadas.

El cambio de condiciones de trabajo, cuando se produce enfermedad profesional o accidente de trabajo, es otra situación que culturalmente es un desastre. Cuando existe un accidente de trabajo o una enfermedad profesional, el trabajador se considera excluido del mercado de trabajo, cuando lo que debería considerar razonablemente, es que debe cambiar de puesto de trabajo y que además debe hacerlo antes de que se produzca el caso de la enfermedad profesional, el proceso invalidante a término. Muchas veces el propio trabajador es víctima de una condición en la cual, porque no se ve capaz y porque tampoco existe un entorno ecológico favorable a cambiar de puesto de trabajo, simplemente continúa en el mismo puesto hasta que la invalidez llega a término y, entonces, tiene acceso a una prestación que le excluya del mercado laboral. Eso tenemos que cambiarlo.

Por otra parte, tenemos que ser capaces de cambiar la consideración cultural que en este país seguimos teniendo de la incapacidad temporal por contingencias comunes, por enfermedad común. No podemos pensar que la única forma de resolver los problemas de gasto que supone para la Seguridad Social y para las empresas el absentismo, en términos generales, debe hacerse en bloque, sin distinguir dentro de ese bloque entre los de trabajadores que faltan al trabajo, aquellos que están enfermos de verdad y aquellos que no están enfermos de verdad, ya que en este país sigue habiendo un porcentaje de fraude. Ya sé que sería simplificar decir que ése es el problema. El problema es muy complejo, pero existe, y si para las empresas españolas puede ser les da probablemente lo mismo reducir un 1% los costes unitarios del trabajo, reduciendo un 1% el absentismo injustificado, o que reduciendo el 1% los salarios. La diferencia en-Page 19tre una cosa y la otra es que, así como reducir el absentismo injustificado es algo razonable, e incluso socialmente yo creo que tendría el apoyo de todo este país, reducir un 1% los salarios, evidentemente, es algo mucho más complicado y que, evidentemente, supondría actuar de forma probablemente injusta sobre los aspectos de la crisis.

Otra línea estratégica, por lo tanto, es que vamos a seguir intentando mejorar el control de los trabajadores que hacen uso de las prestaciones de incapacidad temporal, para proteger mejor a los que están enfermos de verdad, los cuales a veces se ven injustamente tratados y a veces ven cómo el origen profesional de sus dolencias se enmascara y se convierte en enfermedad común; para controlar mejor aquellos que abusan del sistema, que abusan del sistema porque pueden hacerlo, porque así como una pensión está basada en unas reglas de derecho que deben cumplirse matemáticamente, y a diferenciar en el caso de una situación de enfermedad el criterio personal de un facultativo puede ser perfectamente diferente del criterio de otro y médicos en este país en los servicios médicos de salud hay 200.000, lo que significa que tenemos 200.000 criterios sobre si una enfermedad invalida o no al trabajador para el desempeño de su trabajo. Por lo tanto, segunda línea estratégica, no solamente vamos a fomentar el mantenimiento de los trabajadores veteranos en su actividad, tenemos que ser capaces de fomentar el que los trabajadores enfermos no se vean mezclados con aquellos que fingen una enfermedad para tener acceso a las prestaciones del sistema y tenemos que conseguir que algunas tasas de absentismo que disminuyen claramente la competitividad de sectores de actividad económica, además, por desgracia, algunos muy sometidos a la competencia internacional, pues sean reducidas porque esto es algo que sin duda aliviará el crecimiento de esos costes laborales unitarios en muchas empresas españolas.

La tercera de las cuestiones que tenemos que ser capaces de desarrollar en Seguridad Social es promover la mayor flexibilidad del mercado de trabajo español y hacerlo desde el punto de vista de la simplificación del encuadramiento en Seguridad Social. Nosotros, por ejemplo, tenemos regímenes especiales como las empleadas de hogar en las cuales existe una regulación legal que en su día fue positiva, porque fue la primera y sustituyó una ausencia absoluta de regulación de derechos y hoy, en la práctica, es el día en que disminuye tanto los derechos laborales y prestacionales de este sector del mercado de trabajo que lo tiene absolutamente sumergido. De la misma forma tenemos una regulación en régimen agrario de la Seguridad Social absolutamente ineficiente. Absolutamente ineficiente porque, desde el punto de vista del Sistema de Seguridad Social, prima a los trabajadores que menos trabajan sobre aquellos que trabajan más, los cuales por trabajar más o conseguir mayores cotizaciones no ven mejorados en la inmensa mayor parte de los casos sus prestaciones; y, porque mantiene en un nivel de infraprestación a trabajadores que están en el régimen agrario pero que, en la medida de sus posibilidades, ante esa infraprestación de tener simplemente el acceso a pensiones mínimas, de no tener prestaciones de desempleo contributivo o marcárseles reglas arbitrarias que impiden que la mayor parte de los mismos vayan al desempleo contributivo, pues en la medida de sus posibilidades en cuanto pueden salen de ese compartimento estanco del mercado de trabajo español que son las actividades agrarias y saltan a otras actividades económicas; como consecuencia de lo cual vivimos en un país en donde tenemos centenares de miles de personas que están encuadradas en el régimen de Seguridad Social como trabajadores agrarios por cuenta ajena, lo que históricamente se llamaba jornaleros en España, y que siguen siéndolo porque solamente pueden cotizar por jornada en Seguridad Social, lo cual ya es no propio del siglo XXI sino del XIX. Al mismo tiempo, cada vez que tenemos que realizar una actividad estacional, una actividad estacional agraria, nos encontramos con que tenemos que importar trabajadores Page 20 provenientes del otro extremo del mundo, o sea somos capaces a la vez de tener 800.000 personas afiliadas como jornaleros y tener que recoger trabajadores en Filipinas, en Ucrania o en Siberia para que vengan a recoger las fresas en Huelva, porque las condiciones en las cuales se realiza esa recogida son tan malas que ni siquiera los jornaleros españoles quieren hacerla, ocasionando por cierto una serie de costes muy diversos, porque yo estoy seguro que con los costes del transporte, de organización del acogimiento, etc. que estamos realizando para los trabajadores de Siberia, etc., yo creo que ya estamos en condiciones de conseguir que haya trabajadores españoles, si se mejoran los salarios utilizando ese dinero que utilizamos en transportarles y en acogerles, si mejoramos un poquito los salarios yo creo que ya estamos en condiciones de garantizar que los trabajadores españoles podrían hacer ese trabajo y, en cualquier caso, en un país que tiene dos millones y medio de parados, lo razonable es que sean esos parados los que recojan las fresas o las peras o en mi tierra, los que realizan la vendimia y que no tengamos que seguir importando contingentes de una forma manifiestamente inadecuada en la actual situación del ciclo económico.

La única forma de conseguir de verdad evitar esa separación que existe, esa segmentación que existe en el mercado de trabajo español, es conseguir facilitar el que los parados puedan ir a trabajar a alguna distancia de su ciudad o pueblo de origen. A este respecto, el Plan de Empleo aprobado por el Consejo de Ministros en relación con los problemas de la construcción, pero al final extendido al sector general de todos los parados en este país, es un plan que conviene conocer. Yo estoy seguro que no va a tener éxito, en términos de altas cifras, porque es el primero que se realiza en esta dimensión, pero es el primer intento serio que existe en este país de conseguir que los parados de un sector de actividad busquen trabajo en otros sectores de actividad y esto es fundamental porque tenemos que conseguir que los trabajadores puedan trabajar en diferentes sectores de actividad, y tenemos que conseguir que los parados puedan buscar trabajo si han perdido el empleo en un sector de actividad, en otro. Tenemos que conseguir también que las labores agrarias en este país sean realizadas con mejores salarios y en mejores condiciones sociales por los trabajadores agrarios españoles y no tener que recurrir al contingente. Desde el punto de vista de la administración de la Seguridad Social, tenemos que incentivar la flexibilidad y el cambio de condiciones de trabajo y tenemos que incentivar, en la medida de lo posible, que los trabajadores puedan ser más empleables, porque en una situación como la que estamos las rigideces del mercado de trabajo no son simplemente rigideces que hacen referencia a la indemnización por despido; siempre que hablamos de rigidez en el mercado de trabajo automáticamente echamos la cabeza a la indemnización por despido. En muchos casos son rigideces culturales, en otros casos rigideces de la normativa y, en otros supuestos, rigideces que pueden resolverse con incentivos económicos positivos, de acción formativa, que permita a los trabajadores superar las inercias y cambiar de puestos de trabajo.

A la vez, nuestro sistema de protección social sea capaz de ir trabajando en condiciones de mayor equidad entre los diferentes agregados del sistema. No puede ser más barato generar una pensión en un régimen de Seguridad Social que en otro, porque en un mercado cada vez más libre, si la gente sabe que es más fácil el conseguir una pensión a través de determinado proceso de cotización que a través de otro, siempre se buscará éste. En este sentido, yo creo que tenemos que conseguir, -ya lo hemos hecho en parte con las pensiones de incapacidad-, ir atenuando las diferencias de generosidad internas que existen dentro de los diferentes regímenes en el sistema. Tenemos que seguir trabajando en la línea de fomentar las carreras estables, tenemos que conseguir que el sistema de protección social sea capaz de pagar mejores pensiones y tenemos que contribuir, desde el sistema de protección social, a resolver un problema que pa-Page 21ra nosotros es fundamental en los próximos años, que es el problema de la inflación. Hablaba antes de lo que suponía en términos de costes la inflación para nuestro sistema de protección social. Las desviaciones de inflación se nos trasladan a una paga de desviación de inflación y luego históricamente a la masa del conjunto de pensiones. Es evidente que las diferencias de las proyecciones de gasto realizadas en los últimos 20 años sobre el Sistema español de Seguridad Social han sido diferencias en cuanto a la valoración de ingresos, han sido diferencias en cuanto a la valoración del número de cotizantes. Las diferencias se atenúan muchísimo en cuanto a la valoración del número de jubilados y las diferencias sólo se explican por las diferencias entre la inflación real y la inflación prevista en cada caso por los gobiernos. Nuestro sistema convive muy mal con la inflación, con desviaciones de inflación fuertes y creo que desde la Seguridad Social, tenemos que ser capaces de impulsar un acuerdo social, como ha sucedido siempre en situaciones de crisis en este país, en el cual los trabajadores con contratos más estables sean solidarios con aquellos que han perdido su trabajo y los trabajadores que ganan mejores salarios sean solidarios con los trabajadores que ganan peores salarios.

Yo creo en los acuerdos sociales, creo en el diálogo social y creo en la solidaridad. En situacio-nes como la que vivimos en estos momentos en España, es evidente que estamos repartiendo consecuencias económicas adversas. El encarecimiento de los precios de los combustibles signi-fica un empobrecimiento para el conjunto de la economía española, se empobrecen las adminis-traciones públicas, las familias, se empobrecen las empresas y se empobrecen los trabajadores, no hay nadie que salga beneficiado. Lo que nos diferencia a los socialdemócratas de los conser-vadores no es que unos negamos el ajuste y otros creen en él o lo impulsan; lo que nos diferencia es el tipo de ajuste, y yo creo en tipos de ajuste solidarios, yo creo en tipos de ajuste en los cuales las prestaciones no se reducen sino evolucionan de tal forma que incentivan precisamente el mantenimiento de mayor ocupación, de mayor empleo y la repercusión mínima para aquellas personas que tienen un nivel de vida más precario. Yo creo en el ajuste solidario de aquellos que renuncian a parte de su poder adquisitivo porque cobran un salario más digno, para intentar conseguir que los que cobran un salario menos digno no vean sus puestos de trabajo en peligro, y yo creo en los ajustes que no afectan sólo a los trabajadores sino que afectan a los beneficios de las empresas, que también deben contenerse y que afectan lógicamente a todos los segmentos y a todos los niveles del sistema productivo; porque también sería muy injusto, y yo creo que ha habido voces más autorizadas que la mía que lo han puesto de manifiesto esta semana, que en una situación de crisis desde luego sería muy cínico, pensáramos que todo debe operarse a par-tir de los salarios de los trabajadores por cuenta ajena. Yo creo que hay que plantearse los tér-minos de un gran acuerdo en el cual beneficios, salarios, condiciones de trabajo y prestaciones del Sistema de Seguridad Social colaboren en España para mantener el empleo, para mantener la ocupación, para conseguir que España pueda encarar esta situación de dificultad de mejor forma, y para conseguir que el sistema de protección social en España durante los próximos años pueda convivir lógicamente con una situación menos adversa, que pueda disminuir la in-flación y que en este sentido el sistema tenga que soportar menos costes y, en todo caso, no es el sistema de protección social el que está en riesgo, ni es el sistema de protección social el que va a convertirse en un elemento de quebradero de cabeza para los trabajadores españoles. Como les decía al comienzo de esta intervención, yo creo que hemos hecho razonablemente bien las cosas en los pasados cuatro años y que encaramos esta situación de dificultad en muchas mejores con-diciones de lo que lo hemos encarado nunca. Este año la Seguridad Social española va a conti-nuar teniendo superávit. El año que viene es muy posible que la Seguridad Social española siga teniendo un superávit superior al presupuestario y, en todo caso, se va a mantener el objetivo de superávit presupuestario contenido en el Programa de Estabilidad.

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Sin embargo, nuestro trabajo no está en conseguir inercialmente mantener una buena situación, ni siquiera mantener las inercias de lo que hemos conseguido en el pasado, sino conseguir todas las orientaciones del presente para mejorar la situación futura del sistema; una situación futura del sistema que exigirá, como he puesto de manifiesto, reformas, reformas paulatinas, reformas pactadas, este es el año que nos toca presentar las previsiones europeas, renovar el Pacto de Toledo, hacer la primera evaluación trienal del funcionamiento del Sistema de Seguridad Social. Es un buen año para reflexionar qué podemos hacer, con qué escenario de tiempo podemos hacerlo de tal forma que las reformas sean reformas casi imperceptibles y cuál es el objetivo final que debemos conseguir con estas reformas, para conseguir que la situación del Sistema de Seguridad Social en España dentro de 20 años siga siendo, si no tan positiva, por lo menos tan equiparable a la situación presente.

Muchas gracias por su atención y espero que algunas de las intervenciones de este curso, en el cual hemos intentado prestar una especial atención a la economía y a algunas necesidades del momento presente, les sirvan para que algunas de las cuestiones que yo he dejado flotando en el aire puedan traducirse en la realidad en forma de afirmaciones y propuestas positivas.

Nada más y muchas gracias.

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