Sefardíes, los judíos que ‘pueden regresar’ a España
El Gobierno ha anunciado la ampliación del plazo para la nacionalización de los judíos sefardíes, a fin de reparar el decreto de expulsión de 1492, que fue derogado por Franco en 1969.
El Gobierno ha anunciado que ampliará un año más el plazo concedido a los sefardíes para solicitar la nacionalidad española, disposición que se tomó en 2015 y que hasta el día de hoy ha nacionalizado a 1.708 descendientes de los judíos que en 1492 se fueron de España en aplicación del Edicto de la Alhambra.
La razón de dicha ampliación es la dispersión de los judíos por el mundo; aún más, es previsible que se realicen ulteriores ampliaciones.
Los judíos solicitantes de la nacionalidad española en 2016 eran procedentes en su mayoría de Israel, seguidos de los de Venezuela y Colombia. Al año siguiente, sin embargo, las cifras cambiaron, y los de Venezuela pasaron a encabezar la lista, multiplicándose por tres; los de Israel también aumentaron, pero en mucha menor proporción.
Es evidente que el alarmante deterioro de la situación en Venezuela ha sido un factor de primer orden para explicar lo sucedido.
La decisión tomada por el Consejo de Ministros de ofrecer la ciudadanía española a los descendientes de los judíos expulsados en 1492 tiene un evidente carácter reparador de lo que se evalúa como una injusticia histórica.
Dicha injusticia radicaría en el hecho de que, por razones religiosas, el 31 de marzo de 1492 Fernando e Isabel firmasen el llamado decreto de expulsión, concebido por fray Tomás de Torquemada, Inquisidor General, que fue quien se lo presentó a los reyes católicos.
Un decreto que establecía un plazo de cuatro meses para que los judíos abandonasen tanto Castilla como Aragón – plazo que se prolongó otros diez días – en razón de su persistencia en mantenerse en la fe judía.
Desde fines del siglo XIV se venían desarrollando campañas de conversión de judíos en ambos reinos, en particular desde el progromo de 1391. A partir de entonces, los judíos que mantuvieron su fe fueron relativamente pocos, no más de unos 100.000, repartidos en pequeñas juderías por toda la península.
Hasta ese momento, los nobles y la corona eran sus principales valedores; el antisemitismo estaba extendido entre las clases populares de toda Europa, y España no era una excepción. Las causas de ese rechazo son complejas, pero sin duda la diferencia religiosa estaba en el núcleo de ellas. La función económica de los judíos y la persistencia de su singularidad cultural y social...
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