La salud y seguridad en el trabajo desde la perspectiva de la OIT
| Autor | Joaquín Nieto Sáinz |
| Cargo del Autor | Director de la Oficina de la OIT para España |
| Páginas | 167-177 |
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La OIT es el organismo más antiguo de la ONU. Nació en 1919 tras la Primera Guerra Mundial con ocasión de Tratado de Versalles. Tras la I Guerra Mundial, los gobiernos de los países analizaron cuáles podían haber sido las causas de aquella guerra tan catastrófica, llegando a la conclusión de que una de las causas de la guerra era la injusticia social, que no podía haber paz duradera sin justicia social. Sobre esa idea básica nace la OIT. Y ello en conjunción con otra idea importante, que es que buena parte de esa injusticia social está relacionada con las malas condiciones de trabajo que generan miseria, desigualdad y descontento. Como consecuencia, se concluyó en la necesidad de un organismo internacional que elaborara unas normas mínimas del trabajo sobre los asuntos cruciales que producían esa injusticia social. La idea era crear normas internacionales, porque si un país no tiene condiciones de trabajo adecuadas ponía en peligro que otros países pudieran tenerlas.
Por lo tanto, la OIT es una organización que fundamentalmente va adoptar legislación internacional a través de la elaboración de convenios internacionales que ratifican los Estados. Estos convenios se hacen con legitimidad clara y reforzada porque la OIT, a diferencia de otros organismos de la ONU, nace con participación de la sociedad civil: representantes de empresarios y de los trabajadores. De manera que las normas se elaboran conjuntamente por gobiernos, representantes de los trabajadores y representantes de los empresarios. Y además la OIT vigila el cumplimiento de las normas y adopta recomendaciones que contribuyen a aclarar la interpretación de las normas o a conseguir sus fines.
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Otra de las figuras importantes en este sentido son las Declaraciones, que no son convenios, pero tienen fuerza vinculante.
En primer lugar, en 1944 surge la necesidad de renovar y fortalecer el discurso de lo que había sido la primera fundación de la OIT en 1919. A tal efecto, con la Declaración de Filadelfia (1944), no sólo se vuelven a validar las ideas que inspiraron la fundación originaria de la OIT, sino que también se va a dar fuerza a algunos de los elementos sustanciales. Además esta declaración inspirará la Declaración de Derechos Humanos de la ONU. Las afirmaciones básicas contenidas en la citada declaración son las siguientes:
• El trabajo no es una mercancía.
• La libertad de expresión y asociación es esencial. No puede haber democracia ni justicia social si los trabajadores y los empresarios no pueden asociarse.
• La pobreza constituye un peligro para todos.
• Todos los seres humanos tienen derecho a perseguir su bienestar y su desarrollo.
En segundo lugar, la Declaración sobre los Principios y Derechos Fundamentales (1998). Esta Declaración parte de la idea de que los convenios internacionales, para que sean vinculantes en un país deben ser ratificados, pero hay algunos derechos que deben ser considerados derechos fundamentales del trabajo que son de obligado cumplimiento para todos los países, los hayan ratificado o no. Se trata de cuatro derechos fundamentales y ocho convenios de la OIT que se refieren a esos derechos.
Los derechos considerados fundamentales en el trabajo son:
• La eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación y que se produce fundamentalmente por dos vías, el género y la inmigración o la pertenencia étnica.
• La abolición del trabajo infantil.
• La eliminación del trabajo forzoso u obligatorio.
• La libertad de asociación y la libertad sindical y el derecho de negociación colectiva, sin los cuales es imposible establecer un mínimo de relaciones laborales justas.
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En tercer lugar, la Declaración adoptada en 2008 “Justicia Social para una globalización equitativa”, surge con motivo de los cambios producidos por la globalización, que hace necesario repensar los derechos y la forma de articular y reforzar el ejercicio de esos derechos. Y ello en un contexto en el que el 0,5% de la población acumula el 35% de la riqueza mundial y el 20% posee más del 70% de los ingresos mundiales, mientras que el 20% más pobre solo tiene acceso al 2%. Nunca en la historia de la humanidad la riqueza había estado tan desigualmente distribuida, y ello no es solo importante en términos de igualdad económica sino en relación a la toma de decisiones pues ese 0,5% de la población tiene un poder en la toma de decisiones económicas y políticas superior al 20% que sólo acumula el 2% de la riqueza. Aunque en las últimas décadas la situación de cientos de millones de personas ha mejorado y se han producido avances muy importantes del desarrollo para los más pobres de la mano de los objetivos del desarrollo del milenio, el ritmo de cambio es demasiado lento, pues se estima que se necesitarían aproximadamente 800 años para que los mil millones de personas más pobres del planeta alcanzaran el 10% de los ingresos mundiales. En definitiva, nos encontramos ante una globalización que no es equitativa.
Desde el punto de vista del empleo, la situación mundial refleja que existen unos 200 millones de mujeres y hombres que están desempleados, de los cuales 74 millones son jóvenes menores de 25 años. La cifra se agrava cada año y si no se elaboran políticas macroeconómicas orientadas a tal fin, no van a encontrar un empleo.
Además, para otros 870 millones de personas –la cuarta parte de los trabajadores de todo el mundo– sus ingresos no les permiten llevar más de 2 dólares al día por persona a sus hogares.
Respecto al trabajo infantil, 168 millones de niños y niñas están atrapados en el trabajo infantil y 20 millones de personas están sometidas al trabajo forzoso. En los últimos tres años el trabajo infantil se ha...
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