La educación en Roma

AutorGuillermo León Lázaro
CargoReal Centro Universitario 'Escorial-María Cristina'. San Lorenzo del Escorial
Páginas469-482

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I Introducción

La educación, como los restantes elementos que configuran la cultura y la civilización romana, no constituye un sistema estático, ajeno a las profundas transformaciones que afectan a Roma y su imperio a lo largo de su historia; Por el contrario, en la misma se opera una profunda evolución, que viene condicionada esencialmente por dos hechos; de un lado, por la transcendental helenización que afecta a todos los planos de la organización histórica del mundo romano a partir del siglo III a. C., y de otro, por el hecho de que el sistema educativo romano mantiene una estrecha relación con la sociedad en la que se encuentra inmerso y, especialmente, con el tipo de organización política, con la forma de estado que la configura.

No obstante, pese a esta evolución que nos permite distinguir varias fases en el sistema educativo romano, que están en consonancia, en líneas generales, con la periodización clásica de la Historia de Roma, consideramos que existen algunos elementos que están presentes, como condicionantes, de la educación romana a lo largo de toda su existencia; me refiero, concretamente, a su profundo carácter aristocrático y al hecho de que la educación romana en su articulación y en sus contenidos es fundamentalmente un fenómeno urbano.

Precisamente, el carácter aristocrático se proyecta tanto en los contenidos, en los valores que la configuran y que evolucionan a lo largo de toda la Historia de Roma, como en los límites sociales que la educación romana, al igual que la paideia griega, posee. Más tarde nos detendremos en los contenidos. Reseñemos tan solo ahora que los límites sociales de la educación romana, incluso en el momento en el que el sistema adquiere un mayor desarrollo, es decir, a partir del cambio de era, y en sus niveles más elementales, se circunscriben exclusivamente a la población ciudadana y libre del imperio; en consecuencia, queda excluido del mismo toda la población esclava, especialmente los que configuran la familia rústica, encargada de las actividades agrarias, ya que los esclavos domésticos, especialmente los vernae (esclavos nacidos de esclavos y criados como tales), recibían en el pedagogium familiar unas enseñanzas acordes con sus funciones futuras; en este sentido merecen especial mención los esclavos que se integran en la familia Caesaris, propiedad del emperador,

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cuya educación, epigráficamente testimoniada, se confía a un pedagogo de los servidores de César, que posee a su vez un personal auxiliar.

El carácter eminentemente urbano de la educación romana, que en este como en otros muchos aspectos reproduce el esquema griego, se expresa tanto en su articulación concreta como en los contenidos fundamentales que imparte; en efecto, en el momento de mayor desarrollo de la educación romana, en lo que se refiere a su implantación geográfica y social, las escuelas se configuran en torno a los municipios con el objetivo de formar a los miembros de las oligarquías urbanas, que los dirigen.

Es cierto que Ulpiano (Dig. V. 5, 2,8) alude a la existencia de escuelas elementales incluso en las aldeas rurales, en los vici, y que tanto Virgilio como San Agustín comenzaron su formación elemental en sus lugares de nacimiento, respectivamente Andes y Tagaste, meras aldeas; sin embargo, estos testimonios no nos deben llevar a confusión, ya que tanto Virgilio como San Agustín debieron de trasladarse a centros urbanos propiamente dichos para poder continuar su formación una vez aprendidos los elementos básicos de la lectura y de la escritura y, de hecho, las supervivencias indígenas prerromanas, tanto en lo que se refiere a la lengua como a los caracteres globales de la civilización, se constatan esencialmente en las zonas del Imperio menos urbanizadas. De ello sería manifestación clara el que, siendo el latín en la parte occidental del Imperio el vehículo fundamental de la educación, en época de San Agustín se hablara púnico en los alrededores de Hipona y el que el céltico perdurara en las campiñas de la Galia en los siglos III y IV d. C.

El mismo fenómeno se aprecia en los contenidos; durante el Alto Imperio, siglos I y II, una de las oposiciones fundamentales de la cultura romana es la que enfrenta a la humanitas y la ferocia; a esta contraposición corresponde en el Bajo Imperio la de civilitas y rusticitas, expresando respectivamente la fuerte oposición, con esta clara raíz social, entre la vida urbana y la rural.

II La educación en la roma arcaica

Dadas estas observaciones preliminares, consideramos que una breve aproximación a la historia de la educación romana exige, por los fuertes contrastes existentes, la distinción de tres periodos que corresponden fundamentalmente el primero, a la época monárquica y República primitiva, es decir, siglos VIII-III a. C.; el segundo, a la época comprendida entre las guerras púnicas y el reinado de los Antoninos (siglos III a. C. a II d. C.) y, finalmente, el último correspondería al bajo Imperio.

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Con anterioridad al siglo III a. C., es decir, durante el periodo monárquico y República primitiva (siglos VIII - III a. C.), la educación romana, o mejor dicho, del patriciado romano y de la naciente nobilitas, se encuentra inmerso en un contexto estrictamente familiar y de relaciones familiares. Es cierto que algunas de las fuentes literarias que poseemos para este periodo aluden a la existencia de indicios que contradicen esta afirmación; tal ocurre con algunas consideraciones de Plutarco sobre la educación de Rómulo (Romm. 6) o de Numa (Num. 3) pero, muy especialmente, con Tito Livio, quien menciona concretamente para el 446 a. C. la existencia de escuelas entre las tiendas del foro romano y que al principio del siglo IV, las refiere, asimismo, para algunas ciudades latinas, como Tusculum (6.25, 8-9).

Estas referencias deben de considerarse como meros anacronismos, en el sentido de que Plutarco y Tito Livio o las fuentes utilizadas por ellos retrotraen hacia los primeros momentos de la historia de Roma una realidad indudablemente muy posterior, de hecho existen otros indicios que, claramente contradicen estas consideraciones, tal ocurre con M. Porcio Catón, defensor a ultranza de la tradición romana frente a los aires helenizantes de comienzos del...

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