Rogel Vide, Carlos; Vattier Fuenzalida, Carlos, y otros: Manuel Alonso Martínez, vida y obra, editado por Tecnos, Madrid, 1991. Un volumen de 1.374 páginas

AutorJosé María Corral Gijón
Páginas2685-2688

    Rogel Vide, Carlos; Vattier Fuenzalida, Carlos, y otros: Manuel Alonso Martínez, vida y obra, editado por Tecnos, Madrid, 1991. Un volumen de 1.374 páginas.

Y bien, señores, ¿no se os ocurre nada más que preguntar? Vuestro espíritu, satisfecho de poseer estas ideas, ¿descansa ya tranquilo y no aspira a saber más5 Imposible. El niño, apenas despuntan en él los primeros destellos de la razón, os fatiga con sus preguntas incesantes. El espíritu humano es en esto perpetuamente niño; su curiosidad, lejos de saciarse, crece y se aviva con el alimento.

Estas palabras, entresacadas del discurso inaugural de la Academia Matritense de Jurisprudencia y Legislación, nos dan una clara idea del espíritu inquieto y siempre ávido de conocimientos del hombre que las pronunció: don Manuel Alonso Martínez, una especie de reencarnación decimonónica del típico hombre del Renacimiento.

Y me atrevo a afirmar que esta comparación no resulta exagerada después de ver esta magnífica obra coral coordinada por Carlos Rogel y Carlos Vattier, quienes también contribuyen valiosamente a darnos una idea de la magnitud, intensidad e importancia de la vida, obra y pensamiento de una figura que resultó ser clave de nuestra política y nuestro Derecho en el siglo pasado y cuyas secuelas aún resultan vigentes en nuestros días.

Dado que este modesto comentario no es un intento de contarles todo el libro, intentaremos extender un hilo de Ariadna con las ideas que hacen de éste un texto recomendable.

Comienza la obra con un detallado estudio de Paloma del HoYo sobre la biografía del personaje, dando cuenta de su nacimiento en Burgos, en el seno de una familia acomodada que se preocupó en proporcionarle una esmerada educación, de la cual supo sacar un impresionante provecho, interesándose Page 2685 por infinidad de ramas del conocimiento humano. El propio personaje se autodefine como un estudiante desde que tiene uso de razón, y efectivamente nos demuestra que es todo un pensador. Hábil como Abogado, excelente parlamentario, con una oratoria desapasionada pero convincente y una extraordinaria habilidad para polemizar con sus adversarios políticos, evitando siempre con éxito la tentación de devolver las punzadas verbales que le dirigían, detalle que exasperaba a Cánovas, cuya hiriente socarronería producía en el estoicismo de Alonso MartInez el mismo daño que un mosquito en la coraza de un tanque. Añádase una excepcional memoria que le permitía recitar extensos discursos sin necesidad de leerlos y tenemos un modelo de parlamentario brillante y caballeroso que se echa bastante de menos en nuestros días.

Todo ello en el contexto del Madrid castizo y galdosiano de la segunda mitad del siglo xix. El Madrid de los teatros, los cafés y las...

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