Protección jurídico-sanitaria frente a los riesgos procedentes de las infraestructuras de radiocomunicación

AutorAntonio Eduardo Embid Tello
CargoProfesor ayudante de Derecho Administrativo, Universidad Carlos III (Madrid)
Páginas1-43

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I Introducción. Radiación no ionizante y salud pública
1. Preocupación social por los campos electromagnéticos

En los últimos años, una serie de estudios científicos que señalan la peligrosidad de los campos electromagnéticos (CEM) han reavivado el debate institucional sobre la imposición de límites al geométrico desarrollo de tecnologías que multiplican la exposición de la población, tales como el Wi-Fi o la tecnología móvil de tercera generación (UMTS).

Particularmente, el importante estudio del grupo BIOINITIATIVE1ha desencadenado pronunciamientos de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA)2y del

Parlamento Europeo3avisando de que la regulación vigente no protege la salud de las

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personas y llamando a la implementación de una normativa de valores límite mucho más estricta que la actual, al tiempo que varios países han endurecido sus normativas4.

Sin embargo, tanto la Comisión Europea como la Organización Mundial de la Salud (OMS) no han variado todavía su política, que data de hace doce años.

Esta situación ha generado un clima de preocupación y desinformación social que puede verse plasmado en el Eurobarómetro especial de la Comisión Europea sobre campos electromagnéticos, conforme al cual un 48% de la población de la unión se mostró muy preocupada o simplemente preocupada por los riesgos potenciales para la salud de los campos electromagnéticos5y un 65% manifestó no estar satisfecho con la información recibida al respecto6(cifra que en nuestro país se amplía al 70% de la población7).

Esta preocupación8está justificada, no sólo por la incertidumbre reinante respecto a la salubridad de estas radiaciones y la deficiente regulación jurídica9, sino también porque las mismas son impuestas a la población al margen de su consentimiento. Los campos electromagnéticos son ubicuos10y resulta imposible vivir en nuestra sociedad sin ser

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irradiado día y noche y cada año a mayor potencia y desde un mayor número de terminales11.

Ante esta situación, la mayor parte de países de nuestro entorno han comenzado a actuar de una u otra forma. En Alemania, el Gobierno Federal recomienda a los ciudadanos no utilizar Wi-Fi12, En Reino Unido, recomienda desde el año 2000 que las llamadas sean lo más cortas posibles y que los menores de 16 utilicen el móvil sólo en emergencias13; también se plantea detener la expansión del Wi-Fi en las escuelas14. En abril de 2008, la Biblioteca Nacional de Francia, así como otras bibliotecas de París, retiraron el Wi-Fi sustituyéndolo por cable, a raíz de las conclusiones de un estudio científico de la Universidad de Chicago15y recientemente el Gobierno francés ha anunciado la prohibición del uso de teléfonos móviles en la escuela primaria16.

Contrastando con este desarrollo, en España se introduce la ampliación del Wi-Fi en los programas electorales como una prioridad17y el Gobierno diseña un plan de subvención a los Ayuntamientos para que autoricen la instalación de cuantas más antenas mejor18la misma semana que el Parlamento Europeo llama a una normativa más limitadora.

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2. Significado de la radiación y efectos sobre la salud

La radiación electromagnética existe en cualquier lugar y fenómeno del universo; todos los cuerpos, incluido el humano, emiten energía y tienen un campo magnético19.

La mayor parte de informes y documentos institucionales que niegan que la radiación pueda ser peligrosa comienzan con la siguiente frase: "los campos electromagnéticos ocurren en la naturaleza y por tanto siempre han estado presentes en la Tierra"20.

Efectivamente, los campos electromagnéticos no solo son producidos por el hombre, sino que existen de forma natural en el Universo; de hecho, puede afirmarse que "son" el Universo21. Estamos sometidos, por ejemplo, a los rayos cósmicos, al campo magnético del Sol o al de la Tierra. Tales exposiciones, sin embargo, han sucedido a lo largo de muchos millones de años de evolución de la vida humana y fruto de ello es que ciertos ritmos geomagnéticos: las "resonancias Schumann" a las que vibra la superficie terrestre (7,8 Hz) coincidan con los arcos de frecuencias que utiliza nuestro cerebro.

No sucede lo mismo con la radiación artificial, a la que estamos sometidos masivamente desde hace apenas una generación. El Parlamento Europeo reconoce que "dado el tiempo relativamente escaso, durante el cual la humanidad se ha visto expuesta a ella, no tenemos ninguna inmunidad evolutiva ni contra los efectos nocivos que directamente pudiera tener sobre nuestros cuerpos, ni contra las posibles interferencias con los

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procesos electromagnéticos naturales"22. Además, las propiedades de la radiación varían con la frecuencia o longitud de onda23.

Que los CEM sean invisibles no quiere decir evidentemente que no existan o que sean más inocuos que las cosas que sí se ven. Por el contrario, la radiación es algo totalmente material; está asentada desde los inicios de la mecánica cuántica la llamada "dualidad onda-partícula"24. Así, la energía que se propaga mediante movimientos ondulatorios, también se está propagando en realidad en forma de electrones.

Al tratar los efectos de la radiación, se suele distinguir entre la radiación ionizante y la radiación no ionizante, y dentro de ésta última, entre los efectos térmicos y los efectos no térmicos. La incertidumbre científica existe exclusivamente sobre los efectos no térmicos, mientras que está claro que la radiación ionizante y la no ionizante a ciertas frecuencias son dañinas tanto para el ser humano como para el medio en el que vive en la medida en que producen un calentamiento molecular.

Se habla de radiación ionizante25a partir de 1017Hz. A menores frecuencias, tenemos la radiación óptica y los llamados "campos electromagnéticos" (entre 1 y 1012Hz), que son sobre los que versa este trabajo. Los efectos térmicos comienzan a manifestarse a una frecuencia de 300 MHz, por lo que los produce tanto la radiación ionizante como la no ionizante. Ninguna duda científica cabe respecto a la peligrosidad de la radiación ionizante y respecto de los efectos térmicos, y en general todos los países han implementado una regulación jurídica protectora frente a ellos. Ahora bien, la radiación no sólo calienta tejidos: desde hace años se vienen documentando una serie de efectos distintos sobre los sistemas vivos, efectos "no térmicos".

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Es kilométrica la lista de estudios que han sugerido o demostrado interacciones de la radiación con el cuerpo humano de carácter no térmico26. Hoy en día, el coordinador del programa comunitario de investigación sobre campos electromagnéticos REFLEX27

reconoce que la existencia de los efectos no térmicos es una cuestión unánimemente aceptada por la comunidad científica28, recayendo la incertidumbre únicamente sobre el mecanismo causal que media entre la exposición a CEM y dichos efectos.

El estudio que más implicaciones ha tenido a nivel institucional comunitario ha sido el BIOINITIATIVE de agosto de 200729, que arrojó resultados bastante concluyentes sobre la relación entre la radiación no ionizante a radiofrecuencias y el cáncer y otras enfermedades. Más recientemente, científicos del grupo BIOINITIATIVE han demostrado en varios estudios que el uso a largo plazo del teléfono móvil resulta más perjudicial que el consumo de cigarrillos, aumentando considerablemente el riesgo de tumores cerebrales30.

Pero es la electrosensibilidad (o electrohipersensibilidad: EHS) el fenómeno que con mayor justificación exige la implementación de medidas protectoras. Las personas que desarrollan EHS sufren de dolores, fatiga, cansancio, pérdida de memoria, palpitaciones, dificultad para respirar, insomnio, depresión y muchos más31. Estos efectos están totalmente acreditados, y la incertidumbre radica en la determinación del

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nexo causal con la radiación, nexo que la OMS señala proceder de problemas psicológicos32. Sin embargo, aunque la relación causal no resulte evidente a la OMS, sí lo resulta a un creciente número de médicos que cada día tienen que atender un mayor número de electrosensibles33.

Conforme a las estadísticas, cada año son más las personas que sufren de EHS. Así, por ejemplo, en Suecia la incidencia ha pasado del 0,63% de la población en 1995 al 9% en 2004, y en Austria del 1,5% en 1995 al 13.3% en 2003. Según los científicos suecos Örjan HALLBERG y Gerd OBERFELD, si el crecimiento de la EHS continúa al ritmo actual, en 2017 lo sufrirá la mitad de la población mundial34.

Suecia es, de momento, el único país que cuenta con programas de ayuda a las personas electrosensibles35. Recientemente, el Parlamento Europeo ha recomendado a los Estados de la Unión implementar la avanzada política sueca36.

Los efectos no térmicos están presentes en cualquier rango de frecuencias y, dada su diferente naturaleza, no parecen poder ser controlados mediante los mismos límites a la

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densidad de potencia de emisión que se utilizan para prevenir frente a los efectos térmicos. Es por ello que numerosos científicos sugieren una política de valores límite decenas de miles de veces más estrictos que los...

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