Reyes Mate, la inquietante Bildung

AutorLaura Arias
Páginas83-95

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Cuando el autor acepta el desafío de publicar en un periódico sin pensar en algún tipo de ilación, descubrimos que sus artículos pueden ser leídos para siempre como eslabones de un ensayo perenne, una filosofía de exploración, incluso, en las actividades diarias. Artículos periodísticos, libros, conferencias que prefiguran y completan su obra desplegando sutileza y hondura, en los que la ética compasiva pasa a ser un elemento clave de su filosofía. En A contraluz de las ideas políticamente correctas, libro que reúne algunos de sus artículos periodísticos, Reyes Mate (2005) afirma:

Pese a la cantidad, uno habla de pocas cosas. Las ideas son un bien escaso. [...] Me gusta la idea benjaminiana de que ese supuesto arsenal de ideas que es la filosofía no dispone, de hecho, más que de unas pocas, fundamentales, que son como madres fáusticas a cuyo alrededor se congrega la producción cultural de la humanidad [p. 8].

La ética compasiva es una de ellas, a la que se acerca con potencia de estilo y escandalosa eficacia en el arte de provocarnos sin que ésta sea su intención. El argumento es simple y atroz. Como si se hubiera propuesto un método cuyas respuestas encontrará en las víctimas, desplazándolas del cauce de la historia a la memoria. Pero la historia de las víctimas puede ser fraccionada una y otra vez, hasta hacerse diminuta, partículas de polvo, hasta hacerse invisibles. Sin embargo, desde el inicio de su obra, bajo lo que denomina ética compasiva, prioriza una labor diferente. Las víctimas se le han hecho visibles, y esto ya no lo abandona más.

En 1988, cuando recorre el Museo de Antropología de la Ciudad de México, ya agotado, se sienta en la cafetería a hojear los libros allí expuestos, y le llama la atención el título de uno de ellos, el de León Portilla: La visión de los vencidos, que «era -anota- casi idéntico al que acababa de entregar a la editorial: La razón de los vencidos» (Reyes Mate, 2008a, p. 82). Y añade: «No he hecho desde entonces más que dar vueltas a la experiencia del Museo de Antropología. [...] Orienté mis impulsos hacia la exterioridad más próxima: hacia el judaísmo» (p. 83). De la experiencia de marginalidad que le aporta el judaísmo, desplegará su obra. En sus textos, busca excitar al lector. No para que los afectos que le habitan se desencadenen y se desborden, sino que, más bien, pareciera demorar la emo-

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ción para dar espacio a un contacto real -no perturbado- con aquello en lo que él se ha empeñado: la visibilidad de las víctimas. Detiene la emoción para pasar a la política. Suspende el tiempo y se deja interrogar. Tiempo que ha dedicado para reflexionar extensamente sobre las víctimas, elaborando una teoría original sobre los supuestos de una filosofía realista acerca de la ética compasiva. Su filosofía es pensamiento en acto; es una práctica, una acción sobre el mundo. Las ideas y los afectos convierten su filosofía en política, en una creación que tiene efectos sobre los sujetos que nos aproximamos a su obra.

Esta inquietante Bildung incluye un arco que va de los albores de Occidente, donde se formularon las preguntas que marcaron el derrotero de nuestra existencia y donde se edificó el fundamento de la identidad y del yo, al paso que va de Jena a Jerusalén, se pregunta por el lugar que ocupan la alteridad, la diferencia, el extranjero, el forastero. En ese sentido, consideramos que no hay inconveniente en designar su tarea como Bildung, ya que constituye su norte filosófico y la tarea principal a la que le ha dedicado tiempo. Pedagogía, educación, formación en la compasión. Reflejo de esta labor de formación la encontramos, entre otras, en Luces en la ciudad democrática. Guía del buen ciudadano (2007), donde enseña que la base de la convivencia son dos virtudes: la conciencia moral y la justicia. Virtudes que fundamenta en la memoria, en el respeto mutuo y en compartir el padecimiento.

Estas ideas ya aparecen expuestas en «Por una ética compasiva» (1980) y son reafirmadas en el conjunto de sus trabajos. En este artículo, se plantea una reconciliación de la doble herencia ilustrada (la subjetiva y la solidaria) en una ética de la compasión que devuelva a la ética su dimensión política y, a ésta, la dignidad ética. En este texto de 1980, desde donde parto para situar el despliegue de la ética compasiva como idea central de su pensamiento, afirma que «las relaciones éticas sólo pueden ser restauradas si los contendientes hacen la experiencia de que el fundamento común de su existencia sólo se recompone en la relación dialéctica de reconocimiento, del conocerse en el otro» (p. 92). Y más adelante, anota:

El pasado doloroso como principio del impulso moral (Benjamin) incide originalmente sobre la intersubjetividad: no es el sujeto establecido (el amo) quien otorga reconocimiento al no-sujeto (esclavo), para constituirle en sujeto. Es al revés: el no-sujeto es el portador de la subjetividad. Esto lo vio Marx cuando postulaba el proletariado como clase universal. Es lo que, evocando una categoría teológica, llamaríamos principio de la projimidad. Prójimo no es el caído sino quien se acerca al caído [p. 94].

En estas reflexiones de 1980, encontramos uno de los núcleos decisivos: es el otro, el caído, el que me convierte en prójimo. Se trata del principio de projimidad, base sobre la que desarrollar una filosofía que dirige su atención al otro caído.

En la atención dirigida al otro, Reyes Mate emerge como «pensador de lo que ha sido silenciado», de lo que no se deja apresar por el discurso oficial vigente, del sufrimiento de los silenciados, de los caídos, que ninguna toma de conciencia hasta el momento logra sacar a luz con fuerza suficiente, orientando la ética compasiva hacia un nuevo confín: la memoria y la justicia a las víctimas. Su estilo de lectura de la memoria, su escucha de lo ocultado por los historiadores, ha hecho posible que en él surgiera una crítica y un desmantelamiento de los fundamentos de la historia, adoptando el punto de vista del que sufre. Sólo conociendo su trayectoria intelectual podremos aprehender por qué la ética compasiva se ha convertido en un leitmotiv en su obra. En Luces en la ciudad democrática..., expresa mediante una fórmula breve y terminante que la compasión es forma eminente de respeto y atención al otro (2007, p. 71).

Ante la experiencia de felicidad truncada y el anhelo de otra cosa, la compasión se hace presente. Como señala en Justicia de las víctimas (2008b), compasión «es un térmi-

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no que se presta a confusión por su endeblez, sus resonancias religiosas o el uso y abuso que de él hace la derecha americana, de ahí que convenga aclararlo» (p. 31). La compasión puede, a su vez, entenderse como un sentimiento compartido. Com-pasión por el otro, por la situación en que nos encontramos. La compasión funciona desde el anhelo de otra cosa: padece con los otros, porque no acepta como normal la condición humana de sufrimiento, de injusticia; busca, anhela una situación diferente, no se contenta con lo que hay. En La herencia del olvido (2008a), señala:

La historia de un pueblo, decía el pensador alemán Walter Benjamin, puede condensarse en una época: una época, condensarse en una vida; y, una vida, en una obra. Lo decía para llamar la atención sobre la fuerza subversiva de una anécdota o la riqueza misteriosa de una única palabra. Una de ellas es compasión [p. 23].

Y añade:

En este vocablo de raíces griegas resuena ya todo el equívoco moral de Occidente, de sus grandezas y de sus miserias, de sus mejores sueños y peores pesadillas, de liberación y opresión. «Compasión» evoca, de entrada, la conmiseración, la empatía con el que sufre, la solidaridad con el que está en la miseria. Es un concepto «abajista» que va de arriba abajo, del que tiene hacia el que no tiene y/o hacia el que se encuentra doliente [...]. En la tradición cristiana que inspira a Occidente ese término tiene originariamente otro sentido. El otro, el que sufre, el caído, el olvidado, es el «tú» del que decía el filósofo Hermann Cohen que nos permite el descubrimiento del yo. Sabemos lo que somos cuando respondemos a la pregunta del otro, de ese otro ninguneado por la vida, la sociedad o la historia. No se trata a propósito de la compasión de hacer un favor al necesitado, sino de devenir uno mismo sujeto moral o, como se llama en la jerga cristiana, «prójimo». Ser prójimo es constituirse en sujeto moral y esto ocurre cuando nos aproximamos al caído.

Compasión

tiene, por un lado, el sentido débil, aunque generalizado, de echar una mano al necesitado; y, por otro, el sentido fuerte de constituirse en sujeto moral, gracias a la interpelación del otro. Esos dos sentidos, opuestos en sus significados, explican el equívoco moral de Occidente. En el primer caso, nos bastamos a nosotros mismos para ser buenos: basta seguir los dictados de la conciencia. En el segundo, nada somos sin la pregunta que nos dirige el otro desde su necesidad o inhumanidad [p. 24].

En Justicia de las víctimas (2008b), relativiza que la moral no consiste en estar bien con la conciencia, ni siquiera en cumplir la ley moral; y llama la atención sobre el hecho de que lo significativo de las víctimas no son sus discursos, sino el haber sido reducidas a esa condición:

En eso se substancia la compasión, en que no hay que entenderla como un gesto condescendiente con el necesitado, sino como la posibilidad de constituirnos nosotros mismos en sujetos morales. Esta ética compasiva podría denominarse ética de la responsabilidad pues de eso se trata: de responder con dichos y hechos a las demandas que hace el otro [p. 34].

Es importante poner de relieve la insistencia de Reyes Mate en destacar lo siguiente:

Aunque el término «compasión» remita casi...

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