Retos de la Seguridad Jurídica en las Relaciones de Derecho Privado

AutorDª. Pilar de Prada Solaesa
Cargo del AutorNotario de Madrid
Páginas271-295

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Antes de aventurarme por un camino que inevitablemente va a parecer en algunos momentos una aproximación a la ciencia icción, quiero hacer un breve recorrido retrospectivo para apuntar las tendencias que, a mi juicio, marcarán los retos a los que, en materia de seguridad jurídica, y en particular de seguridad jurídica preventiva, se deberá dar respuesta en los próximos años en el ámbito de las relaciones jurídicas de derecho privado. En esa retrospección, creo que no es preciso ir muchos años atrás. Bastaría establecer los elementos de comparación entre inales de los ochenta del siglo XX - momento a partir del cual nuestro país consiguió una evidente normalización política y también económica- y el momento actual, ya que a pesar de haber transcurrido algo más de veinte años, los cambios han sido de una enorme intensidad. En estos años se ha impuesto internet y, con ella, la globalización. El liberalismo económico ha impul-sado un extraordinario crecimiento pero la insuiciencia e ineicacia de los controles ha llevado a una crisis económica de consecuencias todavía imprevisibles. Las nuevas tecnologías han facilitado el acceso a ingentes cantidades de información, pero a la vez nos ha hecho más vulnerables. A la par que las sociedades desarrolladas facilitan a sus integrantes el acceso a los bienes de consumo y a los servicios de máxima calidad, se observa una creciente deshumanización, profundos cambios en la estructura familiar y en las relaciones personales. La distancia entre ricos y pobres crece, pero a la vez se impone una gran clase media global. Esos grandes enunciados, tienen manifestaciones que voy a procurar desgranar en la vida cotidiana de los ciudadanos, en cuanto sujetos actores de las relaciones jurídicas de derecho privado. Voy a centrar esa aproximación, en concreto, en la situación de los ciudadanos de este país, sin perjuicio

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de inevitables referencias al ámbito internacional. El objetivo es, como adelantaba al principio, trazar desde las tendencias detectadas, su proyec-ción en el fututo con la inalidad de predecir las necesidades en materia de seguridad jurídica en esas relaciones de derecho privado y cuales los medios más adecuados para garantizarla.

Comenzaré por un análisis de los cambios más evidentes acontecidos en la sociedad española en los últimos decenios en los ámbitos del derecho patrimonial, crediticio, societario, de la persona, familia y sucesión por causa de muerte.

En el campo del derecho patrimonial, en la década de los ochenta se consolidó una tendencia que el desarrollo económico de años anteriores había venido marcando: el aumento de la población de las ciudades hizo crecer de forma espectacular las necesidades de vivienda, al tiempo que la mejor posición económica de las familias permitió a muchos españoles el acceso a la vivienda en propiedad, cuestión que interactúo a modo de causa efecto con el desarrollo del mercado hipotecario, retroalimentán-dose mutuamente. Sin embargo, en su inicio, era una etapa de muy altos tipos de interés –en torno al 18% nominal anual.- y plazos de inanciación cortos –alrededor de 10 o 12 años-, por lo que el esfuerzo económico para la compra de vivienda era todavía demasiado importante para la mayoría de las familias. Por otra parte, apenas tenía relevancia signiicativa el crédito al consumo, lo que conllevaba que, para adquirir bienes costosos, el ahorro se hacía imprescindible. No será hasta la segunda mitad de los noventa, a partir de 1996, coincidiendo con el descenso de los tipos de interés por debajo del 10%, cuando se produzca un aumento muy considerable en las compraventas de viviendas, con el consiguiente crecimien-to de la inanciación hipotecaria.

Esa tendencia, se dispara al inal de la década de los noventa, con la bonanza económica que había comenzado en la segunda mitad de esa década, lo que unido a la continúa bajada de los tipos de interés, al efecto de la moneda única a partir de 2002 y a la recuperación de la conianza en la rentabilidad de la inversión inmobiliaria, producirá un progresivo aumento de las transacciones y, con el constante incremento de la deman-

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da, la consiguiente subida de los precios que afectará tanto al suelo como al producto inmobiliario acabado, viviendas, comercial, oicinas, etc. A las circunstancias determinantes del aumento de la demanda, se sumará a partir de principios de nuestro siglo, el fenómeno de la inmigración, de tal manera que a medida que las personas que se empezaron a desplazar a España en busca de mejores condiciones van estabilizándose en nuestro país, se convierten en demandantes de vivienda, primero en alquiler y luego en propiedad. Llegamos así a los años 2006 y 2007, en que se pasa de una situación en que el acceso a la vivienda en propiedad podía hacerse realidad para una gran parte de la clase media, no solo familias sino personas sin pareja que pretendían independencia, a la angustiosa situación de que el precio de la vivienda seguía creciendo en porcentajes muy superiores a la inlación y los tipos de interés comenzaban a repuntar, por lo que ni el alargamiento de los plazos de los préstamos hipotecarios hasta límites irracionales hacían alcanzable el anhelo de comprar una vivienda, salvo en caso de disponer de otra vivienda cuya venta amortiguara los efectos del sobrecoste y, además de hipotecarse por un plazo rayano en la expectativa máxima de su vida, vincular a buena parte de su familia con garantías solidarias. A ello se sumará a inales de 2007, para provocar el cambio radical de tendencia, el sentimiento colectivo de pinchazo de la burbuja inmobiliaria que se instala en la sociedad española. Desde entonces hasta hoy, los acontecimientos negativos en el sector se suceden continuamente y todos nosotros los estamos viendo y sufriendo con enorme intensidad en nuestros despachos, observatorios de primera línea.

Por otra parte, la bonanza económica, y en paralelo a la evolución en el ámbito de la construcción, aunque de forma algo más contenida, se percibió en los restantes sectores de nuestra economía. En particular explotó con fuerza un casi raquítico sector servicios, lo que se tradujo en un importante incremento del consumo y, por consiguiente, del crédito tanto a los particulares como a las empresas –hasta alcanzar altísimos niveles de endeudamiento-; y también en un gran crecimiento de la actividad mercantil, que se manifestó en la creación de numerosas sociedades, en el extraordinario aumento en número y volumen de los grandes grupos empresariales, muchos de ellos con importante presencia internacional, y, en consecuencia, el mercado de inmuebles destinado al sector comercial,

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industrial y de oicinas tuvo un repunte extraordinario y el volumen de las bolsas de valores creció de forma impetuosa.

Paralelamente los mercados inancieros, ya globales, se iban haciendo cada vez más poderosos, ofrecían productos muy soisticados de conte-nido difuso y muy difícil control, cuyos destinatarios inicialmente fueron profesionales del sector, pero después directamente ciudadanos de a pie, desconocedores en la mayoría de los casos de los altos riesgos que entrañaban. Incluso su opacidad hizo pasar inadvertido el riesgo a los organismos de supervisión y control, y así se llegó a las crisis inanciera de 2008 que ha hecho temblar la economía mundial y nos ha arrastrado a una crisis económica de consecuencias todavía desconocidas.

Cambiando por completo de ámbito, durante ese periodo, el concepto de familia y, en general, las relaciones humanas han sufrido cambios muy importantes, en paralelo al despoblamiento del campo y crecimiento de población de las ciudades, al aumento continuo de la esperanza de vida, a la masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo, a la tendencia creciente al individualismo, al surgimiento de nuevos modos de comunicación, al triunfo de los modos de vida importados de otras culturas, y una larga lista de importantísimos cambios sociales. Se trata, en muchos casos, de situaciones nuevas, o que antes tenían escasa relevancia casuística, y que hoy requieren respuesta, tanto de política legislativa, como de carácter asistencial, al igual que el establecimiento de mecanismos eicaces de prevención y de resolución de conlictos.

Seguridad jurídica y seguridad jurídica preventiva

Antes de comenzar el análisis de la situación que desde la perspectiva de seguridad jurídica presentan los distintos ámbitos comentados, creo de interés hacer referencia, aunque con la inevitable brevedad que exige el tiempo de esta exposición, a los conceptos de seguridad jurídica y seguridad jurídica preventiva. Seguridad es sinónimo de certeza y, si le añadimos el término jurídica, nos estamos reiriendo al grado de certeza del respeto por la ley que un país ofrece a sus ciudadanos, a la conianza de los ciudadanos en las instituciones públicas y a la previsibilidad de las

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consecuencias jurídicas derivadas de las propias acciones o de las conductas de terceros (profesor Leguina Villa).La seguridad jurídica articula el necesario equilibrio entre la libertad -entendida como la posibilidad de la persona de llevar a cabo acciones que le dicten su voluntad y su propio criterio- y la seguridad –entendida como intervención de los poderes públicos en el ámbito de la libertad de las personas para prevenir riesgos-, de tal manera que la seguridad jurídica plasma la idea de que la intervención del poder público en la esfera privada ha de ser necesaria y cumplir estrictas condiciones. En los modernos Estados de Derecho la seguridad jurídica constituye presupuesto de las libertades individuales y de los derechos fundamentales, hasta el punto de que se reivindica un...

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