Los retos de la innovación

AutorProfesor Luc Soete

Asunto: el actual debate sobre el modo en que la ciencia, la tecnología y la Innovación contribuyen al crecimiento y, de modo más general, al bienestar, presenta cada vez más características paradójicas. El Libro verde sobre innovación subraya en particular la llamada paradoja europea, especialmente popular en el Reino Unido, de que Europa, al menos sobre la base de los datos disponibles, es relativamente fuerte en ciencia pero relativamente débil en tecnología.

Relevancia: es de esperar que el debate sobre la política actual, iniciado con el Libro verde sobre innovación disponga de análisis mucho más fiables, que proporcionen respuestas políticas más adecuadas a los puntos débiles de los elementos específicos del proceso de innovación. Sin embargo, y como ocurre a menudo con las políticas particulares, hay un encasillamiento del debate sobre política de innovación en una serie de respuestas específicas, inmediatas, a algunas de las cuestiones políticas en las que Europa parece estar retrasada respecto a EE. UU. o Japón, como son la falta de instrumentos financieros adecuados para nuevas empresas de alta tecnología (la propuesta EASDAQ), la protección de la propiedad intelectual, la regulación excesiva o la inversión en I+D de la empresa. Este encasillamiento ignora el hecho de que tal debate político forma parte de un debate económico mucho más amplio sobre la prioridad dada a la ciencia, la tecnología y la innovación como motores para el crecimiento y bienestar de Europa. Para comprender ese debate hay que profundizar mucho más acerca de los distintos dispositivos institucionales que rigen el proceso de la innovación.

Análisis

En este breve trabajo deseo llamar la atención especialmente sobre dos características del proceso de innovación que pueden parecer paradójicas: el reconocimiento por parte de los economistas y de los políticos, de la importancia de la acumulación de conocimiento para el crecimiento económico, pese a la ausencia de evidencia empírica adicional que apoye ese creciente reconocimiento; en segundo lugar, la paradoja que representa el hecho de que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación a través de un proceso de creciente codificación del conocimiento deterioran los propios incentivos de acumulación de conocimiento, especialmente en la fabricación.

Comenzaremos el análisis con la paradoja del crecimiento y en la sección 2 discutiremos la paradoja de la tecnología.

Acumulación de conocimiento y crecimiento

Dependiendo de la definición exacta [1] hay una aceptación creciente de que el conocimiento, como input y output, es fundamental para el proceso de crecimiento y creación de empleo.

Como señala un reciente documento de la OCDE: "el conocimiento en todas sus formas desempeña hoy un papel crucial en los procesos económicos.

La inversión intangible está creciendo mucho más rápidamente que la inversión física. Las empresas con más conocimiento triunfan en los mercados.

Las naciones dotadas de más conocimientos son más competitivas. Las personas con más conocimientos obtienen puestos de trabajo mejor remunerados. Esta convicción está en la raíz de las inversiones cada vez mayores en todas las formas de conocimiento, por parte de individuos, empresas y naciones" (OCDE, 1995). En resumen, la mayoría de las economías contemporáneas desarrolladas están cada vez más basadas en el conocimiento.

Tradicionalmente, la teoría del crecimiento ha reconocido el papel crucial de la acumulación de conocimiento en el proceso de crecimiento. Sin cambio tecnológico no podrá sostenerse la acumulación de capital, disminuyendo su productividad marginal, y el crecimiento equilibrado (per capita) de la economía tenderá inexorablemente a cero. Las oportunidades de nuevas inversiones vienen dadas por las invenciones de nuevas máquinas y productos intermedios. Así, como se ha demostrado en muchos estudios empíricos, la introducción, difusión y mejoras continuas de nuevos procesos de producción aumentan la eficacia, lo que ha sido el factor determinante de la subida de los salarios reales durante el período de la posguerra en las economías [2] de la OCDE [3] .

Del cambio tecnológico depende no sólo la acumulación de capital físico sino también de capital humano. Mientras que la incorporación de la tecnología al capital físico ha sido algo reconocido desde hace tiempo, sólo muy recientemente se ha considerado la creciente importancia de la incorporación de la tecnología a los individuos (Schultz, 1964). No hay duda de que la manera de utilizar una tecnología particular constituye parte de esa tecnología. La destreza humana es un valor complementario esencial para ejecutar, mantener, adaptar y usar nuevas tecnologías físicamente incorporadas. Como señala Guellec: "el capital humano y la tecnología son dos caras de la misma moneda, dos aspectos inseparables de acumulación de conocimiento" (Guellec, 1995, p.4). La acumulación de capital humano puede implicar un aumento del conocimiento incorporado en los trabajadores especializados y también un aumento del número de estos trabajadores.

El reconocimiento de la importancia de este concepto mucho más amplio de acumulación de conocimiento, incluyendo el cambio tecnológico incorporado al capital físico y al humano y también el cambio tecnológico no incorporado, ha constituido, sin duda, el fundamento de la reaparición de la nueva teoría del crecimiento (véase el artículo sobre Teoría del crecimiento económico y cambio tecnológico, en The IPTS Report, nº 5, junio, 1996).

Una nueva paradoja del crecimiento

Tal como sucede a menudo en la teoría económica, el reconocimiento académico de la especial importancia que tiene la acumulación de conocimiento, como lo demuestra la aparición de una nueva teoría del crecimiento, parece algo desfasado frente a la evidencia empírica. Dentro del amplio contexto histórico del crecimiento económico de los EE UU, como David ha destacado en particular, grandes sectores de la economía estadounidense han estado trabajando durante bastante tiempo en la creación, distribución y transmisión de conocimiento. Ya en los años cincuenta, Machlup en un trabajo ya clásico estimaba que más de la mitad de la economía de los EE UU estaba implicada en actividades basadas en la información y el conocimiento.

En cierta medida puede argumentarse que los nuevos conocimientos teóricos adquiridos sobre el crecimiento representan poco más que un avance formalizado que enriquece el marco del modelo neoclásico tradicional de crecimiento. Tal como enunció Nelson (1994), al modelo neoclásico le falta incluir gran parte de la llamada teoría apreciativa en tecnología e innovación y, en particular, considerar la relativamente voluminosa literatura sobre política científica y tecnológica en I+D. En consecuencia, la nueva teoría del crecimiento se ve sometida cada vez más a la presión de un renacimiento de los análisis tipo Solow, señalando, entre otros, el papel limitado que desempeña la tecnología, medida en forma de factor de crecimiento de la productividad total. Es el caso de los países que han experimentado el crecimiento más rápido: los NPI del sudeste asiático (Young, 1985), o la importancia de las variables input más tradicionales, como el capital humano, en la explicación del crecimiento (Mankiw, 1985). La nueva teoría del crecimiento ha omitido incluir gran parte de la teoría apreciativa sobre política tecnológica y en particular sobre la importancia de los llamados sistemas nacionales de innovación (Freeman, 1987, Nelson, 1988, 1993, Lundvall, 1993).

Este punto puede ilustrarse mejor argumentando que surge una relación paradójica entre la nueva creencia formal en la importancia de los rendimientos crecientes asociados con la investigación y las ideas, identificadas, por ejemplo, en términos de rivalidad y control o grado de apropiación (Romer, 1993) y la evidencia empírica de la contribución de la I+D (y en particular el apoyo público a la I+D) al output y al crecimiento de la productividad.

En los estilizados nuevos modelos formalizados de crecimiento endógeno (dejando aparte los modelos más complejos de destrucción creativa según Aghion y Howitt 1990 y Grossman y Helpman, 1991[4], la existencia de factores externos en I+D lleva a la conclusión de que la tasa de crecimiento equilibrado es inferior a la óptima. En otras palabras, si se deja actuar solo al mercado, habrá una subinversión en I+D y en ese caso se precisará un apoyo gubernamental (subvenciones en I+D) para aumentar la tasa de crecimiento equilibrado hasta el nivel óptimo. Esta subinversión se manifiesta más explícitamente respecto a la parte de investigación básica o conocimiento general del proceso de innovación.

Este último está generalmente separado en los nuevos modelos de crecimiento endógeno en una parte "blueprint", que puede asignarse a través de un poder monopolístico y que de este modo da lugar a un fuerte incentivo para la producción de innovaciones y para la inversión en I+D, y en una parte de conocimiento general que se traspasa a otros productores de "blueprint". Es principalmente esta última parte la que crea los factores externos del crecimiento y en la que tiene lugar la subinversión, destacando de nuevo como en los antiguos trabajos clásicos de Nelson (1959) y Arrow (1962) el papel del gobierno y del apoyo público para la investigación básica.

Sin embargo, sería poco afortunado, dada la rica literatura sobre política científica y tecnológica aparecida durante los últimos treinta años, reducir las cuestiones relevantes de política científica a un debate sobre el volumen de financiación pública que deba dedicarse a capturar los factores externos difíciles del conocimiento que proceden de la investigación básica o de otro conocimiento general. En realidad, se puede mantener razonablemente por simple comparación de las diferencias nacionales, que no existe evidencia de relación alguna, o incluso peor, puede aparecer, si acaso, alguna relación negativa entre el apoyo gubernamental y el crecimiento económico.

La proporción de investigación total (civil) financiada por los gobiernos se relaciona con alguna medida del crecimiento económico.

Esta relación negativa (no significativa) parece ser tan válida para el grupo de economías desarrolladas de la OCDE como lo es para una amplia muestra (50) de los países del mundo con mayor actividad investigadora. La evidencia aproximada se apoya en realidad en una evidencia econométrica más formal que señala sistemáticamente el hecho de que el apoyo gubernamental a I+D no tiene un impacto significativo sobre el crecimiento de productividad (TFP) de las empresas (Griliches, 1986, Lichtenberg y Siegel, 1991), sectores o países (Lichtenberg, 1992, Soete y Verspagen, 1993). En todos estos casos los coeficientes estimados para las inversiones en I+D financiadas por el gobierno fueron insignificantes en comparación con los de la financiación privada de I+D, e incluso en algunos casos fueron negativos (Lichtenberg, 1992).

Así, a primera vista parece existir una contradicción entre el nuevo conocimiento teórico formal del crecimiento y la evidencia empírica menos formal. En mi opinión, el actual debate europeo sobre política de innovación debe inscribirse dentro de este aparente marco paradójico. También las diversas propuestas específicas sobre política de innovación discutidas en el Libro verde sobre la innovación adquieren su significado especial dentro de este marco.

Tal como han expuesto muchos estudiosos de los sistemas nacionales de innovación (Freeman, Lundvall, Nelson) o de la historia de las instituciones científicas y tecnológicas (incluyendo laboratorios de investigación corporativos o públicos, universidades públicas o privadas, instituciones de derechos de propiedad y de patentes de reciente creación), el conjunto de instrumentos del crecimiento económico ofrece una visión poco profunda de la realidad de política tecnológica y de los diversos procesos subyacentes que conducen a acuerdos institucionales efectivos.

Los análisis comparativos de las instituciones relacionadas con la ciencia y la tecnología, de las innovaciones institucionales y de las reorganizaciones institucionales proporcionan en este contexto visiones muy valiosas para la investigación del aprendizaje institucional. Como ilustra un trabajo reciente de Weder y Grubel (1993), un debate de este tipo podría enmarcarse bien dentro de los términos de economía coaseana acerca de la aparición de instituciones privadas que internalizan los factores externos de I+D. El modo particular en que las políticas públicas podrían fomentar el funcionamiento de estas instituciones que mejoran la eficacia, se convierte así en un punto central del análisis. Sin embargo, antes de extraer conclusiones convergentes sobre política, es esencial disponer de inmediato de muchas más evidencias factuales institucionales. Tales evidencias serán a menudo de naturaleza mucho más apreciativa que las de tipo econométrico tradicional y serán, por definición, mucho más específicas de cada país.

Nuevas tecnologías de información y su impacto sobre la acumulación del conocimiento

Muchos aspectos de la economía basada en el conocimiento se fundamentan en el uso cada vez más extendido de las tecnologías de información y comunicación (TIC). Aunque no se debe considerar la revolución de las TIC como sinónimo de la economía basada en el conocimiento, ambos fenómenos aparecen estrechamente interrelacionados[5].

Esto no es sorprendente. Las TIC son tecnologías de información cuya esencia consiste en la progresiva memorización y almacenamiento, velocidad, manipulación e interpretación de datos y de información. La economía basada en el conocimiento adquiere con las TIC una base tecnológica nueva y diferente que cambia fundamentalmente las condiciones de producción y distribución del conocimiento así como su acoplamiento al sistema de producción. Los efectos a largo plazo de las TIC se relacionan con la obtención de un nuevo potencial de aumento de productividad en el proceso de generación, distribución y explotación del conocimiento. En este momento solamente es posible señalar un número de procesos de adquisición de conocimiento que probablemente se vean afectados, en forma directa o indirecta, por el uso creciente de las TIC.

Puede verse que esta evolución avanza por tres caminos (véase Cowan y Foray, 1995, Ergas, 1994, David y Foray, 1995, Foray y Lundvall, 1996):

(1) la velocidad creciente y el coste decreciente de las herramientas e instrumentos de desarrollo para la investigación básica y la I+D (prototipos, demostradores, técnicas de simulación);

(2) la facilidad creciente para generar nuevas opciones tecnológicas; y

la potencia cada vez más extendida de las redes electrónicas como herramientas para la investigación.

Las TIC y la codificación

La codificación del conocimiento, según la han definido David y Foray (1995), supone que el conocimiento se transforma en información que puede ser fácilmente transmitida a través de las infraestructuras de la información. Es un proceso de reducción y conversión que hace especialmente fácil la transferencia, verificación, almacenamiento y reproducción del conocimiento. El conocimiento codificado se expresa en un formato compacto y normalizado que facilita y reduce el coste de las operaciones anteriormente mencionadas. El conocimiento codificado puede transmitirse habitualmente a grandes distancias y entre organizaciones diferentes entre sí a bajo coste. En consecuencia, el conocimiento se va haciendo más accesible para todos los sectores y agentes económicos ligados a las redes de información o con el conocimiento necesario para acceder a dichas redes. No obstante, la información y el conocimiento codificado siguen siendo de difícil intercambio en los mercados. El vendedor suele retener su acceso a la información y es difícil impedir que el comprador lo comparta con otros clientes potenciales. Además, no resulta fácil acordar el precio, dado que los compradores no saben de antemano lo que compran (si lo supieran totalmente, no estarían interesados en pagar por ello).

Al contrario que el conocimiento codificado, el conocimiento tácito se refiere al conocimiento que no se puede transmitir fácilmente porque no se ha plasmado de forma explícita. Un ejemplo de conocimiento tácito es la formación. Las personas con una buena formación siguen reglas, no reconocidas como tales por quien las sigue. Otro buen ejemplo de conocimiento tácito se refiere a las opiniones y modos de interpretación implícitos pero compartidos, que posibilitan la comunicación inteligente.

Estas peculiaridades del conocimiento, como recurso económico, crean el contexto en el que se producen los cambios en la generación y utilización del conocimiento descritos anteriormente.

En el centro de estos cambios, se encuentra la transformación del carácter del acervo de conocimiento de la sociedad implicado por la codificación y de las técnicas de uso del conocimiento codificado.

Las relaciones entre conocimiento codificado y conocimiento tácito

Las TIC desempeñan por supuesto un papel esencial en este proceso de codificación del conocimiento. En términos más amplios, esto último implica que el conocimiento se transforma en información que puede incorporarse en nuevos bienes materiales (máquinas, nuevos bienes de consumo) o puede transmitirse a través de las infraestructuras de la información. La incorporación de conocimiento codificado en bienes materiales ha sido una característica típica del gran aumento del rendimiento de muchos bienes de capital y de consumo que incorporan muchos dispositivos electrónicos de información y comunicación nuevos. El conocimiento tácito, sin embargo, ha sido la razón del crecimiento continuo de la productividad, la inversión y la demanda por parte del consumidor en las sociedades occidentales.

Como destacan los autores que critican los primeros escritos[6] sobre la sociedad post-industrial, este proceso también podía haberse descrito como de industrialización de los servicios: la constante sustitución de las tareas del hogar por la utilización de bienes materiales domésticos, que incorporan al menos parte del conocimiento codificado (lavadoras, televisores, secadoras, etc.). Los adelantos electrónicos más modernos incorporados por estos productos han aumentado aún más sus prestaciones domésticas, dejando más tiempo libre. Aunque la calidad de estos nuevos bienes materiales no siempre es comparable a las tareas a las que sustituyen (un lavavajillas es un buen ejemplo), el proceso de codificación es en cierto modo total. Es posible que el producto resulte poco amigable para el usuario (el ejemplo típico es el reproductor de vídeo), pero no es necesario que el usuario posea ni comprenda el conocimiento incorporado a la máquina.

Por otra parte, aunque la codificación del conocimiento en el sector de los servicios haya hecho tal conocimiento más accesible a todos los sectores y agentes económicos ligados a las redes de información o con el conocimiento necesario para acceder a tales redes, su naturaleza inmaterial supone que la codificación nunca será completa.

La codificación, incluso, raramente reducirá la importancia relativa del conocimiento tácito expresado como formación, capacitación u otras características, más bien al contrario. Son estas últimas actividades las que se van a convertir en el principal valor del sector de los servicios: el contenido. Mientras que parte de estas últimas actividades pueden estar basadas en características innatas, como el talento o la creatividad, la mayor parte depende muchísimo de la adquisición continua de nuevos conocimientos (aprendizaje). Este proceso, típicamente se basa en una espiral en la que el conocimiento tácito se transforma en conocimiento codificado, seguido por un movimiento de retorno en el que aparecen nuevas formas de conocimiento tácito en estrecha interacción con nuevos conocimientos codificados. Dicha espiral es la esencia tanto del aprendizaje personal como del aprendizaje llevado a cabo en el seno de las organizaciones.

Las implicaciones de este cambio continuo del valor desde los bienes manufacturados que incorporan cada vez más conocimiento codificable, hasta las actividades de servicios basadas en el conocimiento tácito, son representativas de la forma en que la cadena del valor se desplaza desde el hardware, sectores de alta tecnología, hasta el software, el contenido, donde la escasez todavía es la principal variable que crea valor. Es una verdadera paradoja tecnológica: las empresas y los sectores que más invierten en la producción y fabricación de nuevos productos de alta tecnología se ven enfrentadas a que las rentas de la innovación descritas por Schumpeter se escapan hacia otros sectores y consumidores, antes de que incluso tengan tiempo de recuperar algo de la inversión realizada en investigación. Por otra parte, las empresas del sector de los contenidos, cuando se enfrentan de una forma similar a la competencia, utilizan los derechos de propiedad intelectual de forma eficaz para garantizar el valor de sus nuevos productos. En otras palabras, la codificación penaliza a las empresas de alta tecnología que actúan de forma aislada, mientras que facilita que todos los demás sectores y consumidores se beneficien de la innovación. Esta paradoja del valor tecnológico también explica los intentos que realizan las empresas de fabricación de ordenadores y componentes electrónicos para incorporarse a las actividades de la información.

En el sector de los servicios, explica los esfuerzos realizados por las empresas carrier que afrontan más directamente la codificación y distribución del conocimiento para entrar en el sector de los contenidos (medios de comunicación, educación, cultura) (véase el artículo sobre Contenido frente a Distribución en The IPTS Report, nº 1, febrero, 1996).

Conclusiones

¿Cómo va a responder Europa a estos grandes retos? El Libro verde, sin duda, ofrece algunas respuestas con respecto a la paradoja del crecimiento anteriormente descrita. No obstante, como se ha puesto de manifiesto aquí, también corre el riesgo de reducir el debate sobre la política de innovación a un conjunto de temas demasiado concretos, de interés inmediato sólo para los políticos europeos comunitarios. No se debe ignorar que el debate sobre la política de innovación forma parte de un debate económico mucho más amplio referente a la prioridad otorgada a la ciencia, la tecnología y la innovación como motores del crecimiento y del bienestar europeos. Desde este punto de vista y a pesar de los argumentos analíticos expresados anteriormente, sostengo que actualmente la prioridad de la política macroeconómica dada en los países de la Unión Europea a la ciencia, la tecnología y la innovación es baja: peor aún, durante el período de política monetaria restrictiva de principios de los 90 y en la restrictiva política fiscal actual, es incluso hostil.

Como consecuencia, Europa no sólo va retrasándose en innovación tecnológica y competitividad empresarial, sino que probablemente también vaya perdiendo rápidamente su proclamada excelencia científica.

En segundo lugar, yo diría que con respecto a la codificación de conocimiento, estrechamente ligada a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, Europa ha fracasado claramente hasta ahora en el desarrollo de un concepto más adecuado de ventaja comparativa, basado no en los conceptos de mercado único como las economías de escala, el desarrollo de estándares comunes y la armonización de las regulaciones, que indudablemente han desempeñado un importante papel en la posterior liberalización de los bienes más relacionados con los contenidos y consumo y de los flujos de información, sino en nuevos conceptos basados en la diversidad, en la diferenciación de necesidades y nichos de mercado y en economías de alcance.

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Frases clave

Innovación, acumulación de conocimiento, codificación, servicios, contenido

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