Reseña del libro «Checa. Las prisiones republicanas», de César Alcalá

AutorCarlos García Valdés
CargoCatedrático Emérito de Derecho Penal Universidad de Alcalá
Páginas877-878
ADPCP, VOL. LXXIV, 2021
BIBLIOGRAFÍA
Revista de libros
A, César: Checa. Las prisiones republicanas.
LibrosLibres. Madrid, 2020, 390 páginas.
Este es un libro terrible. César Alcalá nos presenta una obra dura y necesa-
ria, demostrativa de que la denominada Memoria Histórica no únicamente
debe ocuparse de los crímenes franquistas, sino de los llevados a cabo por los
partidos del Frente Popular, esencialmente en la retaguardia de las ciudades
que resistieron el alzamiento militar del 18 de julio de 1936. Barcelona, Madrid
o Valencia ocupan, fundamentalmente, las páginas de este texto sin concesio-
nes, plagado de crueldades sin cuento. No es la primera vez que el autor, perio-
dista e historiador, en su bibliografía, se ocupa de este asunto, pero el presente
es, posiblemente, el más completo y, desde luego, el más actualizado.
Lugares de detención y siniestros personajes, autores de los desmanes que
allí se cometían, pueblan el texto. También aparecen nominativamente muchas
de las víctimas. La vesania y la arbitrariedad presiden la actuación de los mili-
cianos, al margen de cualquier poder estatal, aunque lo cierto es que cuanto
acontecía era conocido y consentido por este, cuando no incitado claramente
por los responsables gubernamentales. En este sentido, las referencias al presi-
dent de la Generalitat, Lluis Companys, al ministro de Defensa, Indalecio
Prieto, o al ministro de la Gobernación, Ángel Galarza, son determinantes, así
como a los directores generales de Seguridad del periodo.
La competencia, en cambio, de la Dirección General de Prisiones es inexis-
tente en las checas. De ahí, que César Alcalá señale que «el ingreso en una
cárcel oficial era un privilegio para los habitantes de la capital de la nación»
(pp. 341), refiriéndose concretamente a la Modelo, sita en el distrito madrileño
de Moncloa. No obstante, los secuaces de la Junta de Orden Público irrumpían
cuando lo deseaban en este centro, seleccionando internos y secuestrándolos
para asesinarlos en las afueras. En lo poco en que se permitió actuar al Orga-
nismo oficial, personificado en la persona del delegado para las prisiones de
Madrid, Melchor Rodríguez García, «el ángel rojo» (pp. 38 y ss.), las cosas en
los centros, bajo su autoridad, mejoraron sensiblemente.
La descripción de los centros de encierro es detallada. Acompañada de
fotografías, se nos muestran los edificios, requisados muchos de ellos y recon-

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