La representación de la Virgen de la Inmaculada en la obra literaria de sor Juana Inés de la Cruz

AutorPatricia Saldarriaga
CargoMiddlebury College / UC-Mexicanistas
Páginas69-83
243
La representación de la Virgen de la Inmaculada
en la obra literaria de sor Juana Inés de la Cruz
PATRICIA SALDARRIAGA
MIDDLEBURY COLLEGE / UC-MEXICANISTAS
Existen varias instancias donde podemos constatar la relevancia de la figura de la
Virgen de la Inmaculada en la obra literaria de la monja jerónima; sin embargo,
en este trabajo me concentraré, en su mayor parte, en la Loa de la Concepción
(1670-1675) y los Ejercicios devotos (1685-1686). Asimismo, haré referencias a sus
dos series de villancicos a la Inmaculada Concepción (1676 y 1689). Existen dos
motivos principales que pueden justificar la importancia de la figura mariana en
la monja jerónima. Primero, el énfasis de los reyes católicos en el marco de la
Contrarreforma para defender la imagen de la Virgen frente a los ataques de los
protestantes y segundo, el debate sobre la figura religiosa que se venía llevando a
cabo desde el siglo IV y que no concluye sino hasta después de la muerte de sor
Juana, con la bula papal Ineffabilis Deus que se promulgaría en el siglo XIX. Int en-
taré mostrar hasta qué punto el pensamiento sorjuanino en torno a la Concep-
ción toma en consideración tanto los principios doctrinales del debate como el
desarrollo iconográfico de la figura mariana.
Una de las grandes preocupaciones entre los defensores/opositores de la
Virgen ha sido la duda sobre si María fue siempre libre del pecado original
(posición inmaculista) o si ella heredó el pecado a partir de Adán (posición
maculista). Para los Padres de la Iglesia en Occidente, quienes se basaron en la
palabra de san Pablo, Cristo era considerado el nuevo Adán y la figura de María
se asoció con la de Eva. Y si María descendía de Eva, y ésta había contraído el
pecado original por desobediencia a Dios, entonces María no era inmaculada.
En la Edad Media se cuestionaba si la Virgen era pura e inmaculada desde el
momento de su concepción y no solo desde el momento de su nacimiento. Los
escolásticos estuvieron divididos ya que para algunos, hablar de la concepción
no implicaba una acción pasiva en la que el alma y el cuerpo de María se unía al
útero de su madre, sino que más bien se refería a la manera activa, corporal de
Joaquín y Ana de concebir a María. Esta posición maculista prevaleció hasta el
siglo XI. Las diferentes posiciones respecto del pecado original se radicalizaron
entre las órdenes religiosas, así, los dominicos, siguiendo a Alberto Magno y
posteriormente encabezados por santo Tomás de Aquinas (1225-1274), afirma-
ban que María había contraído el pecado original pero que fue santificada en el
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