Relacionando las visiones: los patrones de integración y las ausencias

AutorWayne Morrison
Páginas40-61

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La última cosa por ver —que tampoco es fácil de ver— en el reino del conocimiento es la virtud; y la visión del carácter de la virtud conduce deducir que ella es responsable de todo lo que es correcto y bueno, cualesquiera que sean las circunstancias, y que en el reino inteligible, ella es la progenitora de la luz y de la fuente de luz, y la proveedora de verdad y conocimiento... su visión es un prerrequisito para la conducta inteligente, ya sea de los propios asuntos privados como de los negocios privados...

Por lo tanto, cada uno de ustedes debe, cuando llegue el momento, descender hasta donde vive el resto de la comunidad, y acostumbrarse a mirar las cosas en la oscuridad. La cuestión es que una vez que ustedes se aclimaten, verán infinitamente mejor que otros que están allí; vuestra experiencia de genuino derecho, moralidad y virtud les permitirá identificarse con cada una de las imágenes y reconocer qué es una imagen. Y, entonces, la administración de nuestra comunidad —tanto nuestra como vuestra— estará en manos de gente que es consciente [Platón, La república, 518c y 521c].

Mientras trabajaban, los hombres negros hablaban el mismo dialecto regional y compartían las mismas actitudes políticas, lo que les había sido enseñado por otros. Denigraban a los liberales, a los sindicatos y a los medios masivos de información, y consideraban que el supermercado Wal-Mart local era una bendición, y regularmente gastaban su dinero en la lotería Powerball y en los casinos, que tenían el encanto arquitectónico de las obras de alcantarillado. Estaban asustados de un mundo más amplio y encontraban consuelo en las retóricas de los políticos que les aseguraban que los problemas eran del mundo, no de ellos [el popular novelista americano de novelas policiales James Lee Burk, presentando una escena local en Last Car to Elysian Fields, 2003: 230].

Éstos [los «insurgentes» iraquíes] son la peor escoria de la tierra a que nos estamos enfrentando [senador John MacCain, quien había perdido las elecciones primarias en la campaña republicana que ganó George W. Bush, «Meet the Press», NBC News, domingo 21 de noviembre de 2004].

Nuestros descendientes, si es que la humanidad puede sobrevivir a la violencia de nuestra época, podrían considerarnos como los últimos bárbaros [Elias 1991: 146].

Organizando una tradición discursiva: la presencia y la ausencia

El 15 de noviembre de 2004, CBS News, una destacada compañía de radiodifusión de EE.UU., anunció que había despedido al productor que había ordenado que se interrumpiera una emisión común de CSI: NY (Crime Scene Investigation: New York) para difundir un informe sobre la muerte del líder palestino Yasser Arafat. La noticia había

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interrumpido la última sección del reality* del programa de investigación criminal, el miércoles anterior, generando quejas de los televidentes y llevando a CBS a repetir el programa el viernes. El productor responsable había cometido un error al pensar que la muerte de Arafat era tan importante que no era necesario contactar con un ejecutivo superior para que autorizara la interrupción. ¿Qué podemos hacer con esto?

La aseveración es casi banal dentro de su simplicidad: que un espectáculo de «neorealidad» criminal fuese más importante para las preocupaciones locales que las noticias «reales» referentes al conflicto israelí-palestino, que muchos analistas profesionales consideraban que estaba en las raíces de las amenazas a la nueva seguridad para el Nueva York «real», constituye la evidencia de la gran división entre el espacio civilizado y sus discursos, y lo externo.

El discurso de la seguridad del espacio civilizado —la criminología— opera dentro del territorio del poder del Estado-nación. De este modo, existía a priori el entendimiento de que el 11 de septiembre pertenecería a los medios masivos, a las discutibles reclamaciones de la retórica de las élites políticas y a un relajado reino de etiquetamiento subjetivo, y no a un (semiestable) discurso del delito: la criminología. La gran división está trabajando; en el interior se encuentra el espacio civilizado y el logos de la seguridad doméstica, afuera la realpolitik. Citando a un teórico del campo de las relaciones internacionales:

La sociedad nacional y el sistema internacional son diferentes de manera demostrable. El segundo es una anarquía competitiva donde Estados similares confían en la autoayuda y el poder que negocia para resolver los conflictos. La sociedad nacional (no el sistema) está, en contraste, basada en el derecho [Caporaso 1997: 564].

En contraste con los optimistas acerca de las reglas globales —como Philippe Sands (2005)— los académicos generalistas de las relaciones internacionales y los que sostienen posiciones «realistas» con respecto al derecho internacional, están con Hobbes y Austin en lo que se refiere al estatus del derecho internacional; éste es un conjunto de reglas, que están enlazadas por la persuasión moral más que por la imposición de alguna agencia del orden.1Asumiendo el modelo adelantado por Hobbes para constituir soberanía dentro del espacio civilizado, se plantea una pregunta: sin cierta soberanía supranacional para hacer respetar la observancia, ¿cuál es la idea de nombrar a estas normativas como derecho?

Es más, hay una devastadora falta de lógica epistemológica en la base de esta distinción. Entonces, para aceptar que esto no es otra cosa más que una declaración descriptiva del fracaso o la falta de terminación del proceso modernizador o civilizador, los discursos de la seguridad de la sociedad nacional se restringirían a un estatus donde no tuviesen objetividad u ontología alguna, más que aquéllas otorgadas por poderes soberanos particulares y contingentes. De este modo, gran parte de la historia de la criminología, por ejemplo, consiste en intentar liberarse a sí misma de la condición que el derecho del Estado-nación le determinó, en términos temporales y relativistas, de las categorías ontológicas de su tema básico; esto es, que el delito fue definido como el Estado quiso definirlo. Sin embargo, generalmente estos intentos producen discusiones lógicas que implican (aun cuando no se lo denomine así) una subvalora-

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ción de los fundamentos epistemológicos del objeto que deben mantenerse en suspenso, mientras se involucra en un estudio sensato y útil —con las (asumidas) consecuencias prácticas. El Capítulo 1 finalizó con la sugerencia de que el resultado paradójico de la adopción de los nuevos realismos de una política belicista de dobles estándares implica destruir la legitimidad de los discursos que confiaban en sostener lo doméstico («la patria») o, por cierto, librar la guerra. ¿Es entonces la criminología un regalo de Maquiavelo (es decir, puesto de manera ciertamente negativa, una lección para las élites en tácticas de manipulación), en lugar de, tal como se la presenta en sus propios textos, algo fundado sobre las demandas de la razón para guiar a los asuntos humanos en la línea de Hobbes, Bacon y Kant? Las élites (independientemente de su posición económica) son por supuesto esenciales en las narrativas modernistas, pero éstas deben estar éticamente comprometidas y ser experimentadas en la interpretación de los hallazgos científicos. En la narrativa clásica de Platón acerca del iluminismo, que se usó en este texto como un punto directriz, el espacio civilizado es el territorio definido y socializado de las normas y la confianza social predicadas sobre la recepción de la razón y la sabiduría por parte de las élites gobernantes: el poder iluminado de la organización. Dado que éste es un espacio muy humano, la narrativa de Platón estaba imbuida de ciertas clases de entendimientos del carácter humano para darle sentido. La invocación de Platón de la visión como el camino hacia la realidad verdadera requería de una activa tutela; carente de ésta, no se podía confiar en la visión. El lenguaje de la caverna, un lenguaje aceptado como una serie de representaciones de las imágenes presentadas, podía no ser aceptado. Ese lenguaje precisaba ser corregido y reemplazado por uno desarrollado como consecuencia de trasladarse afuera de la caverna, donde habiendo sido iluminada —habiendo visto la virtud—, la teoría va a perturbar y modificar drásticamente la visión de la realidad de allí en adelante. Por lo tanto, las teorías construidas simplemente sobre las representaciones de las percepciones de la realidad por parte del sentido común, reforzarán percepciones equívocas y deben ser reemplazadas. El asunto para Platón era cómo desplazarse más allá de ese conjunto dado de hechos visuales y del lenguaje contemporáneo, para discernir la verdadera realidad. Habían dos elementos en su respuesta: la función del tutor («quien los conducía arriba hacia la luz») y el reino de lo divino o los inteligibles. El reino de lo divino permitía la visión verdadera, pues uno era guiado para ver la virtud mediante la suposición de que la totalidad cohesionada y la asumida eran el objeto del ordenamiento estabilizador.

Durante siglos, se asumió, y aún lo hace así la mayoría de la población mundial, que lo que ofrecía este ordenamiento, y finalmente capacitaba al hombre a ver la realidad a la luz de la virtud, era el hecho de que el mundo y el lugar de los seres humanos en él eran parte de la creación de Dios. Esto proporcionaba un marco de referencia...

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