La relación del mundo romano con el medioambiente

AutorMaría José Bravo Bosch
Páginas173-197

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La protección medioambiental es un tema de actualidad con tanta influencia en diferentes ámbitos, como el político o científico, que nadie se pregunta por sus antecedentes, dando la impresión de una reciente aparición. De hecho, los proyectos de investigación destinados a tal concepto se recompensan con toda naturalidad en las convocatorias previstas por las diferentes administraciones en aras a conseguir un futuro en el que se pueda convivir en perfecta armonía con el ecosistema que debemos preservar, creyendo que tal esfuerzo medioambiental pertenece a las generaciones del presente. Pero nada más lejos de la realidad, de hecho a lo largo del presente trabajo intentaré demostrar como en la antigua Roma la sensibilidad en relación con el medio ambiente ya existía, como los romanos eran conscientes de la importancia de la naturaleza-utilizándola incluso como instrumento de guerra-y como el equilibrio de la misma ayudó a consolidar el imperio, conduciéndolo al más absoluto desastre cuando abusaron de los recursos naturales que tenían a su disposición.

La historia y el derecho romano regularon la necesidad de preservar el medio-ambiente, en sus distintas manifestaciones; así, hablaremos en primer lugar de la flora, montes, bosques y vegetación, para referirnos a continuación al agua, al aire de forma transversal porque se contamina tanto por el humo como por el agua, las minas y canteras, y por último nos detendremos en la actividad minera, como referentes de la ecología antigua, al margen de ejemplos notables presentes en la vida cotidiana de Roma, como la prohibición de enterrar o incinerar a los muertos dentro de la ciudad -previsto desde la ley de las XII Tablas1 y a

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menos de una milla de la ciudad (el pomerium), que se pueden identificar con los modernos tanatorios ubicados en las afueras de las ciudades. También la existencia de las termas2, que representaban el lugar de descanso y reposición de fuerzas para gozar de energía y salud3, identificado con el agua, los hoy conocidos como Spa (Salus Per Aquam) estaban ya presentes en la realidad diaria de cualquier núcleo de población romana a partir del siglo I a.C, cuando el ingeniero Cayo Sergio Orate4 creó un sistema que permitía calentar y distribuir el aire caliente llamado hypocaustum. El método de calefacción del agua es descrito por el arquitecto Vitruvio5 de la siguiente manera: Debajo de la hypocausis6, horno de carbón de leña, debían colocarse tres vasos de cobre, de los que uno era para el agua caliente (caldarium), otro para el agua tibia (tepidarium) mientras que el tercero se reservaba para el agua fría (frigidarium). Debían colocarse de tal modo que cuando el agua saliese del caldarium, la misma cantidad pasase del tepida-

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rium al caldarium y del frigidarium al tepidarium. Eran, en definitiva, tres vasos comunicantes y colocados uno encima del otro. Además, el de agua fría debía situarse a cierta distancia de la hypocausis, para conseguir el agua necesaria, ya fuese tibia o caliente, de forma continua y sin espera. No hay que olvidar que los baños públicos gozaban de gran importancia entre los romanos7, concebidos como un rito en positivo que no se negaba ni a las mujeres, ni a los más pobres8, por lo que garantizar el suministro ininterrumpido de agua caliente en los edificios termales romanos debió ser considerado como un invento extraordinario9. A mayor abundamiento, durante el reinado de Domiciano y Trajano, no existía ninguna prohibición formal que impidiera a hombres y mujeres bañarse juntos, aunque éstas últimas tenían la opción de acudir a los balnae donde sólo había mujeres. Poco a poco empezaron a sucederse los escándalos en las termas mixtas, provocando que el emperador Adriano impusiese un decreto que separaba los baños por sexos: lavacra pro sexibus separavit10. Con todo, como en las termas sólo había un frigidarium, un tepidarium y un caldarium11, la separación efectiva

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entre hombres y mujeres se hizo asignando a cada sexo diferentes horarios de baño, como se recoge en los Bronces de Vipasca, reglamentando las funciones del conductor -encargado de las termas de ese distrito minero- que debía encender las calderas desde la primera hora del día hasta la séptima para las mujeres, y desde la octava a la duodécima para los hombres12.

Al margen de lo expuesto hasta el momento, resulta necesario precisar que en la época más arcaica se creía que eran los dioses quienes preservaban y conservaban la naturaleza, por lo que no se tenía ningún temor al agotamiento de la fauna o la flora ni se conocía el respeto medioambiental13. Tuvo que ser el ordenamiento jurídico romano el que interviniese para poner límites al disfrute del hombre con respeto a la naturaleza, evidentemente no impregnado del sentir ecologista del mundo moderno ya que no existía la conciencia ambiental que existe hoy en día14, puesto que los romanos creían que los recursos naturales estaban a su disposición y podían usar de ellos sin pensar demasiado en las consecuencias de un abuso desmesurado de los mismos, pero hay que reconocerle al derecho romano la intención de regular jurídicamente un aprovechamiento razonable del ecosistema en la antigüedad.

Todo ello sin negarle a la antigua Grecia la importancia de haber desempeñado un papel primordial en la preocupación temprana demostrada con respecto a la tutela del medio ambiente15, reflejada en distintas fuentes de los diferentes campos científicos dedicados al estudio del entorno natural. Esta afirmación encuentra refrendo en el origen de la palabra "ecología", que es la ciencia biológica que estudia la interacción de los seres vivos con su habitat o medio ambiente. El vocablo deriva de los términos griegos oikos y logos. Oikos significa "casa" o ámbito de residencia y más ampliamente designa el conjunto de la hacienda familiar, el sistema productivo familiar griego, base de la organización de la polis, pues estrictamente "casa", el edificio, viene a ser en griego domos. Logos significa "discurso", "razón", "razonamiento", "expresión; en latín es el "verbum", "palabra". En síntesis, ecología viene a ser el estudio o discurso sobre el habitat

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en su interacción con los seres vivos que en él asientan, lo que da cuenta de la necesidad de encontrar un término en la antigua Grecia que sirviese para identificar el estudio dirigido a la conservación de la naturaleza que ya se realizaba16. A mayor abundamiento, podemos dar cuenta de los primeros estudios sobre ciencias medioambientales: el Corpus Hippocraticum, realizado entre el 450 y 350 a.C. que incluye el Tratado "de las aguas, de los aires y de los lugares", y el Critias, de Platón17, uno de sus Diálogos y primer texto sobre la historia del medio ambiente, en donde se recogen las transformaciones geográficas derivadas de cambios medioambientales como los terremotos que afectaron a África, los diluvios y demás desastres naturales en un marco temporal de 9000 años, lo que hizo afirmar al célebre filósofo que "este mundo es ciertamente un ser vivo, con alma".

La deforestacion

El ordenamiento jurídico romano le prestó escasa atención al problema de la deforestación, a diferencia de lo que hizo por ejemplo con las minas y canteras, pero la realidad anterior griega iba en la misma dirección, al declarar sólo como árbol protegido al olivo, por su utilidad económica como materia prima para la producción del aceite, elemento fundamental de la economía griega. Sirva como ejemplo la disposición contenida en un discurso de Demóstenes18, sobre la prohibición de cortar más de diez olivos al año, a no ser que se tratase de árboles ofrecidos a santuarios19 o sin vida, en cuyo caso no se aplicaba la norma impuesta. Quien violaba la ley era condenado a pagar cien dracmas por cada árbol, siendo recompensado quién denunciase la infracción cometida con la misma cantidad de cien dracmas. En el caso concreto contenido en el discurso de Demóstenes, un propietario de olivos muy productivos había talado más de mil para venderlos

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como leña para la construcción con un precio elevado. Tal acción fue concebida como un delito contra el Estado por su daño económico para toda la comunidad, por lo que parece que los cien dracmas de sanción impuesta por cada árbol fueron ingresados en las arcas públicas20. En la misma dirección, el jurista romano Gayo -de acuerdo con la ley griega de Solón- al hablar de la acción de deslinde nos informa de la distancia necesaria a la que se puede plantar un olivo, mayor que la que se establece para el resto de los árboles, lo que da cuenta de la importancia observada con respecto al mismo, testimonio que se recoge en D. 10.1.13:

Si quis sepem ad alienum praedium fixerit infoderitque, terminum ne exce-dito; si maceriam, pedem relinquito; si vero domum, pedes dúos; si sepulcrum aut scrobem foderit, quantum profunditatis habuerint, tantum spatii relinquito; siputeum, passus latitudinem; at vero oleam autficum ab alieno adnovem pedes plantato; ceteras arbores ad pedes quinqué.

Un representante de la sensibilidad ambiental en la antigüedad, que bien podríamos definir como un ecologista temprano, es Plinio el Viejo, interesado por la conservación y defensa del medioambiente en sus investigaciones, como hace por ej emplo en Naturalis Historia 31.19:

Nascunturfontes decisis plerumque silvis, quos arborum alimenta consume-bant, sicut in Haemo obsidente Gallos Cassandro, cum valli gratia silvas ceci-dissent. plerumque vero damnosi torrentes conrivantur detracta collibus silva continere nimbos ac digerere consueta, et coli moverique terram callumque sum-mae cutis solvi aquarum interest. proditur certe in Creta expugnato oppido, quod vocabatur Arcadia, cessasse fontes amnesque, qui in eo situ multi erant, rursus condito post sex annos emersisse, ut quaeque coepissentpartes coli.

En su obra afirma la relación existente entre deforestación e inundación21, valorando la...

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