En recuerdo de nuestro compañero y amigo José Luis Serrano

AutorAna Rubio Castro
CargoUniversidad de Granada
Páginas589-593

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Recordar y conmemorar a José Luis Serrano nos exige hacer balance de su dimensión de profesor, escritor, investigador y político, aspectos de su persona que no siempre son fáciles de delimitar, pues desde sus inicios académicos, el conocimiento científico, la política y la cultura se encuentran estrechamente ligados. Creo que entenderemos mejor al hombre y académico-docente si utilizamos sus propias palabras, contenidas en su autobiografía. Él mismo reconocía que toda biografía, o autobiografía, es un género literario, y que el mismo acto de escribir es una forma de hacer autobiografía cifrada. José Luis Serrano nos relata su niñez como una etapa vibrante y solitaria, como la de todo niño o niña; su adolescencia grupal y pandillera, que cree que le marcó como un sentimental, apasionado y alejado del poder. Sus recuerdos sobre el aprendizaje en el colegio son muy críticos. Creía que a cualquier menor se le debe adiestrar en la felicidad (no ser feliz), respetarle en su propio desarrollo y en su percepción de no finitud. Critica que en los colegios se le haga soportar a las y los adolescentes problemas que no son suyos.

Su experiencia como padre, como padre comprometido en la crianza y educación de sus dos hijos e hija, le hace preocuparse por los métodos educativos excesivamente dogmáticos, «el niño tiene derecho a que los adultos le muestren la naturaleza, la lengua y los rudimentos de la psique humana; pero también tienen derecho a que los adultos no le pasemos las «neuras», las justificaciones ideológicas, la carga de la historia de instituciones como las órdenes religiosas, ni siquiera el peso de los santos de vida ejemplar. Esto no es anticlericalismo, diría lo mismo de los colegios comunistas si los hubiera. Un niño no tiene que ser educado para ser cristiano o para ser comunista o para ser deportista. Me atrevo a decir más: un niño tiene que ser informado, pero no formado».

Su paso por el Instituto Suárez, durante el curso de orientación universitaria (COU), supuso para él una ruptura con respecto al sistema educativo que había marcado su adolescencia, y que decía haber vivido con agobio. Por primera vez se tropieza con un profesorado al que sólo le mueve el interés por enseñar conocimiento, no por conformar conciencias moduladas en ciertas verdades. Añadiendo que «aquel año en el instituto público fue más

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formativo que los nueve de la enseñanza religiosa. Es increíble que quien no busca encuentre y que quien se empeña fracase». Desde ese momento tuvo claro que la responsabilidad del profesorado, especialmente del profesorado universitario, es la de «transmitir el saber superior de una civilización, aportar datos con conocimiento y crítica». Cuando reflexiona José Luis en el área de Filosofía del derecho sostiene que; «yo debo transmitir conocimientos de teoría y filosofía del derecho, eso es un corpus técnico y mi autoexigencia como profesor debe ser transmitirlo con rigor y solvencia al alumna-do. Por lo tanto, sólo puedo exigir que conozca las informaciones que yo le paso. No es que me dé igual que lleven el pelo verde o un piercing en la nariz, es que debe darme igual como norma si yo quiero ser un buen profesor. Incluso si quiero transmitir valores como los democráticos, el respeto a los derechos, el principio de legalidad-constitucionalidad, etcétera… debo abstenerme de evaluar en personas valores o actitudes. Debo...

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