Puntos de acceso

AutorHonorio M. Velasco Maíllo
Páginas54-66

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Conceptos

La teoría de la modernidad dispuesta a ir desgranando etapas habla de segunda modernidad o de modernidad tardía en la que más que estar situadas las sociedades actuales se diría que están afectadas. Los sentidos básicos de la afección se llaman reflexividad, pero también riesgo, liquidez, individualismo institucionalizado, desanclaje... Bauman había escrito que la afección se llama «retirada de las instituciones clásicas (el estado, la clase, la familia nuclear, el grupo étnico)» pero no comporta la desaparición del sujeto sino que provoca formas plurales e intensivas de la individualización. Por supuesto la individualización intensiva está describiendo individuos en búsqueda de reglas, mien-tras los límites de la sociedad se redefinen como globalización, o mejor, como mundialización. En esta dirección ha explorado U. Beck.

Giddens ha propuesto explorar en otra dirección, en la emergencia de instituciones distintas, de sujetos sociales cambiantes, o de entidades abstractas que buscan presencia en la vida social y de sistemas expertos. También han sido llamados éstas «instituciones sociotécnicas» que no sólo son sociales en la medida en que median en las relaciones sociales sino que lo hacen de manera tecnológica marcada. Es en esta dirección en la que se va a insistir aquí en relación con la configuración de espacios de encuentro entre los sistemas expertos y los individuos.

Si se expone alguna definición de sistemas expertos se tendría que destacar que actúan en logros técnicos o con expertisse profesional y que organizan distintas áreas del entorno material y social en el que vivimos. Generalmente están encarnados en entidades abstractas, incluidas instituciones de gestión multiespecializadas.

Los sistemas expertos se han hecho ubicuos, invaden todos los ámbitos de la vida social y también se han convertido en indispensables, de modo que las biografías de los individuos difícilmente discurrirían sin encuentros con ellos. Aún habría que añadir que proliferan por todas partes y que con ellos va asociada una acentuada conciencia del riesgo entre los ciudadanos, más aguda y más sensible si cabe a medida que se toman en cuenta sus intervenciones. No es posible determinar si la confianza que los sistemas expertos han conseguido generar entre los individuos es anterior o posterior al riesgo subjetivo que anida en ellos. Y en relación con el dinamismo que constituye a tales sistemas, la retórica en su propio rango tacha a los estados anteriores a ellos mismos como «prehistóricos». Se atribuyen definitivamente la aceleración del cambio.

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Todos los espacios están reorientados y reelaborados por los sistemas expertos. El valor de los espacios naturales también. Y en buena medida los espacios marginales se definen respecto a ellos. Los escasos ámbitos en donde no se hallan han sido distanciados evolutivamente a la condición de «primitivos». Se han llamado «espacios vacíos» a aquellos que quedan fuera de sus intervenciones. No están propiamente vacíos esos espacios, pero la denominación empleada dice mucho de su prevalencia.

Los «no-lugares» parecen una configuración de espacios apropiada para una individualización intensificada. Resuena Durkheim bajo esta denominación de Augé puesta finalmente la anomia en los volúmenes, en los planos, en el suelo.

No-lugar es una formulación de contraste y remite, aunque a veces se lo niegue, al lugar, el espacio básico de las sociedades tradicionales. Los lugares hacen coextensos espacio, sociedad, lengua y cultura. Los rasgos que distinguen a los no-lugares están por contraste en los que distinguen a los lugares. A saber, éstos son identificatorios (las identidades se llenan de referencias a ellos), relacionales (son espacios de relación y de distinción y traducen las relaciones sociales en términos de distribución, posición relativa, extensión ocupada, restricción de movimientos, etc.) e históricos (en ellos se vive la historia, están construidos de recuerdos). Consecuentemente los no-lugares son los espacios de la individualización intensificada. Pueden estar llenos de individuos, pero no están identificados, no traducen sus relaciones, no han recogido recuerdos. Como ya se ha visto, si sucediera algún acontecimiento -dramático- las huellas se hacen desaparecer rápidamente y se deshacen los recuerdos nada más generarse. Los no-lugares acogen individuos «distintos, semejantes e indiferentes» formando agregados sociales cuya consistencia es la coincidencia. Habitar en estos espacios es circular por ellos, interpretando señales, siguiendo rutas.

Los no-lugares no son efectivamente espacios vacíos aunque a menudo sean espacios de soledad.

Sin embargo los no-lugares de la modernidad tardía son espacios de diseño, planeadas construcciones que dan presencia a las entidades abstractas, en particular porque convocan en ellos a los individuos que, como también advierte Augé, son identificados a la entrada y a la salida, es decir, ante y por esas entidades. Si bien, como señala Giddens, son los espacios de desanclaje, por lo que las identificaciones otorgadas y exigidas no los toman como referencia. Es en esa dirección en la que se proponen como espacios de encuentro entre sujetos sociales heterogéneos. Unos son los individuos identificados y otros las entidades abstractas que los identifican.

Esos espacios característicamente han sido denominados «puntos de acceso». Más que una metáfora es una metonimia more geometrico. La denominación se empleaba en los lenguajes tecnológicos que describen redes materiales o computacionales, luego trasladada a ciencias sociales. Vehicula la configuración de sistema al que la imagen de una figura geométrica que le da visibilidad deja intacto su carácter abstracto. Por otro lado un punto de acceso es un enlace con el entorno, una apertura, una aproximación. Si el no-lugar se toma como ilustración del desanclaje, el punto de acceso generalizado para las entidades abstractas lo es del reanclaje mudado por la modernidad tardía.

Espacios concretos para dar cabida a encuentros que por un lado formalizan compromisos anónimos (como se espera de entidades abstractas) pero que también son compromisos de presencia (como se espera de las personas que las representan). En ellos se juega el juego de la universalidad y de la particularidad, el juego de la localización y la globalización. Se diseñan según modelos a la vez sujetos a una racionalidad instrumental y a una racionalidad expresiva. Proliferan y se han multiplicado por todas partes. Ocupan un lugar, al fin y al cabo. Semejantes entre sí pero situados en enclaves distintos. Es así como los sistemas expertos no están -no se piensan- enraizados en

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ningún lugar determinado y a la vez manifiestan capacidad para estar en cualquier lugar, lo que incluye la posibilidad de acondicionarlo previamente para ello. Dan presencia a las entidades abstractas mostrando su elasticidad y reflexividad. El término «punto» ayuda a transmitir esa reflexividad condensando, haciendo gravitar sobre él todo el sistema.

Cada punto de acceso igualmente construye territorio y las entidades abstractas producen a través de ellos delimitaciones territoriales superpuestas. Los puntos de acceso a cada una de ellas pueden coincidir en la localización, pero las delimitaciones de los territorios que producen pueden no ser las mismas. En el juego de la globalización y la localización sus mapas tienen configuraciones distintas. Las mediaciones tecnológicas contribuyen a ello.

Giddens tomó de Goffman una característica configuración de los espacios en los puntos de acceso, la división entre -valga el teatro como modelo- el escenario y las bambalinas. De un lado y delante, un escenario con representantes cara al público, a los ciudadanos, a los usuarios y acogiendo pero encerrando a éstos; del otro y detrás, los representantes de los sistemas expertos actuando, gestionando, tomando decisiones. El modelo incluye el desplazamiento de estos representantes de un lado al otro, pero no de los ciudadanos que interactúan con ellos. Ciertamente la calificación de los puntos de acceso como «espacio público» no dice bastante. Los puntos de acceso como concepto muestran que en el espacio público de los encuentros con entidades abstractas hay una nueva división entre los espacios de recepción y las dependencias interiores. (Y aún cabe la posibilidad de divisiones indefinidas para el caso en que los ciudadanos, usuarios, etc., accedieran a algunas de esas dependencias.) El espacio público de encuentro es indefinidamente subdivisible. No están propiamente configurados con fronteras que se desplazan sino por inter-acciones situadas en las que unos, los representantes de entidades abstractas, siempre están dentro, mientras otros, los usuarios, los clientes, etc., están fuera. Entre bambalinas, dentro, quedan los mecanismos, los procedimientos, las prácticas de funcionamiento, los conocimientos, la tecnología, de los sistemas expertos. La división del espacio está mate-rializada, es física, pero habría que subrayar que los representantes de los sistemas desplazándose de dentro a fuera, desplazan con ellos la división.

El espacio puesto a disposición de los encuentros en los puntos de acceso es limitado y en alguna medida está insinuado en la denominación. Parece concebido más en función de la racionalidad con la que funcionan los sistemas expertos que del tamaño demográfico de los ciudadanos coincidentes, y de hecho en numerosas ocasiones éstos hacen filas ante ellos. La fila es una de las expresiones más conspicuas de la individualización institucionalizada tan definitoria de la modernidad tardía. Encuentros de cada uno que se repiten ante cada entidad abstracta. Múltiples puntos de acceso como espacios para hacer múltiples filas. Aunque los públicos son de hecho configurados en los espacios formando agregados de formas...

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