Psicoterapia y rehumanización de las adicciones. Un modelo para la bioética personalista

AutorJosé Luis Cañas Fernández
CargoUniversidad Complutense de Madrid. Facultad de Filosofía, Ciudad Universitaria, 28040-Madrid (Esp.)
Páginas101-112

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1. Introducción

Las adicciones se han convertido, por derecho propio, en uno de los principales ‘temas de nuestro tiempo’ en todas las sociedades. Las drogas sintéticas o ‘de diseño’, por ejemplo, con un proceso de producción y colocación en el mercado muy rápido debido a su facilidad de elaboración a partir de productos farmacéuticos, se distribuyen con tal rapidez que su oferta cada vez es más amplia y fácil de alcanzar, lo cual nos lleva a predecir un aumento del número de personas adictas en todo el mundo cada vez mayor.

El tema, en efecto, es de sobra importante para los gobiernos y Estados del mundo entero, y es tratado con profusión de medios desde las ciencias de la salud y sus variadas ramas: médico-hospitalaria, farmacológica, psicológica, bioética, etc., y por descontado también des-

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de las ciencias humanas: sociología, educación, y ramas como la política, la judicatura, la policial, etc. Pero la cuestión apenas ha sido esbozada por la mirada de una filosofía humanista y una antropología personalista, tarea no exenta de atractivos para la bioética y otras epistemologías personalistas emergentes actuales, según veremos. De modo que el propósito último de nuestro enfoque es adentrarnos en este fenómeno creciente de las adicciones, hermético mundo de ‘oscura noticia’, desde la perspectiva de una antropología y una bioética personalistas que nos permita fundamentar dicho fenómeno, por un lado, e implementar una práctica o psicoterapia bien experimentada, por otro.

En primer lugar digamos que el perfil de las adicciones en la actualidad sobrepasa la cuestión toxicológica o de las ciencias de la salud, y ha pasado a formar parte de los curricula de las Ciencias Humanas o Ciencias de la Persona1. Las adicciones ya no son sólo las drogadicciones, aunque éstas siguen siendo las más alarmantes para la sociedad. La gravedad del fenómeno adictivo procede de su amplitud social y sobre todo existencial, es decir de un posicionamiento vivencial que incluso nos atrevemos a decir que ya está generando un nuevo ‘puesto del hombre en el cosmos’. Hoy día las adicciones son un problema grave para la mayoría de las sociedades de todo el mundo porque el número de personas usuarios va en aumento, pero la batalla de los Estados y gobiernos tiene poco éxito porque no va a las raíces donde se gesta el problema en las personas, y no se abordan los factores preventivos o culturales profundos que infiuyen en la vida de las personas decisivamente, lo cual contribuye a crear una insaciable demanda.

Dicho desde el punto de vista de una bioética personalista: debemos cambiar y ampliar el concepto de salud actual. Podemos tomar ahora como referente la propuesta que hace el psiquiatra argentino, y discípulo de Viktor Frankl, Jerónimo Acevedo: "La salud se entiende [se debe entender] no como ausencia de enfermedad, sino: 1, como sentido de vida, en un proyecto de vida incluido en un proyecto familiar y social. 2, como la posibilidad de escribir la propia historia vital en la propia familia, el trabajo y la comunidad. 3, como la posibilidad de expresar lo ‘no dicho’ en el diálogo y la refiexión. 4, como la posibilidad de sentirse querido y de querer, privilegiando el encuentro con el otro. 5, como la posibilidad de transformar y transformarse. 6, como la posibilidad de comprometerse, participar y sentirse participando"2.

Esta propuesta personalista ayuda, por ejemplo, a comprender mejor el vertiginoso descenso de la edad entre los jóvenes y adolescentes que se inician en las drogadicciones, un fenómeno muy actual que antes era un atributo propio de adultos. Hace un par de décadas la psicoterapia humanista ya apuntaba que "los adolescentes y jóvenes, como el sector más inestable y sensible de la sociedad, sufre más directamente o reproduce descaradamente las contradicciones, las carencias y el malestar que provoca tanto la estructura (sistema) social como el estilo de vida vigente"3. Y estaba muy bien ese diagnóstico. Pero estas causas hoy día no son suficientes para explicar el amplio fenómeno de las conductas adictivas. Necesitamos acudir a la raíz antropológicaexistencial de las personas y estudiar el sin-sentido vital que ‘obliga’ al ser humano a hacerse adicto. Sin este planteamiento antropológico previo no acertamos a responder correctamente cómo entendemos las adicciones y cómo percibimos a los adictos de nuestras sociedades en el momento presente.

Digamos que es sintomático el hecho de que las adicciones produzcan una ambivalencia paradójica, de atractivo y de rechazo a la vez, tanto individual como colectivamente: por un lado, un rechazo claro, y, por otro, un atractivo fascinado hacia el mundo abismal. Desde un planteamiento realista toda salida de las adicciones depende en última instancia de la decisión de la persona, bien para no iniciarse bien para salir si está ya enganchada. Evidentemente el mejor camino para salir

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de este modus existencial esclavo es no entrar en él, y los pasos encaminados hacia la no iniciación, especialmente desde la familia y la escuela, son los más efectivos. El problema se presenta acuciante cuando pensamos en los ya iniciados: ¿pueden salir de ese estado "subhumano" y abandonar su conducta adictiva?

Si convenimos que existe alguna posibilidad de ‘desengancharse’ de las adicciones, por remota que sea, y que el hombre no sería hombre si no tuviese esa ‘última oportunidad’, concluimos que ha de haber alguna explicación o modelo que la fundamente. Si de verdad todo ser humano ‘dependiente’ puede hacer la experiencia de la esperanza. Si desde una situación de esclavitud adictiva la persona puede volver a ser ‘independiente’ de sus ataduras,... entonces ha de aparecer alguna teoría que sustente este fenómeno. Nuestra propuesta consiste en enfocar las adicciones desde la perspectiva del fenómeno de la rehumanización, no sólo como un modelo teó-rico antropológico contrastado sino también como un modelo práctico válido para la bioética y la psicoterapia actuales. Denominamos a este modelo epistemológico personalista "Filosofía de la rehumanización"4.

Vamos a detener aquí nuestra mirada, en la praxis rehumanizadora, como modelo ideal para una bioética personalista actual y como fundamento de una filosofía de vida esperanzadora.

2. El concepto de adicción

La definición genérica de droga, acuñada en 1975 por Kramer y Cameron para la Organización Mundial de la Salud, ‘toda sustancia que, introducida en el organismo vivo, puede modificar una o más funciones en éste’, sigue siendo divulgada. Después la OMS concretó el concepto de ‘droga causante de dependencia’ respecto a cualquier tipo de alcohol, anfetaminas, barbitúricos, cannabis, cocaínas, alucinógenos, Khat, opiáceos y disolventes volátiles. Las directrices posteriores amplían el concepto de droga a ‘toda sustancia que estimula, inhibe o perturba las funciones psíquicas, perjudica la salud y es susceptible de generar dependencia’, dando especial atención a ‘estupefacientes y psicotrópicos, bebidas alcohólicas, tabaco y productos de uso doméstico o industrial, sustancias volátiles y otras susceptibles de producir efectos propios de las drogas’, etc.

Pero desde una mirada antropológica personalista actual estas aproximaciones al problema son escasas porque restringen el concepto de droga a las sustancias, sin reparar en la realidad compleja de las adicciones. En un intento de explicación más universal y más ajustada a la realidad, desde el punto de vista existencial podemos decir que droga sería cualquier realidad que produce en las personas síndrome de dependencia, sin más, es decir sin atender al tipo de sustancia ‘interna’ o actitud ‘externa’ que produce la dependencia. De modo que proponemos esta definición más actual: adicción es cualquier droga o conducta que hace a la persona esclava de sí misma en su cuerpo, en su mente o en su espíritu. Lo cual equivale a decir que la esencia de cualquier adicción está en esclavizar al ser humano.

Las drogas serían cualquier tipo de dependencia adictiva frente a algo o a alguien, no sólo a las sustancias sino también al sexo, al dinero, al juego de azar, al enganche del ordenador o del móvil,... actividades que cuando son compulsivas esclavizan al ser humano y le hacen ser dependiente. De tal forma que, desde una fundamentación antropológica personalista, bien podemos aplicar la calificación de esclavitud a cualquier tipo de conducta adictiva, y no es desproporcionado el término ‘esclavo’ si tenemos en cuenta la destrucción de la personalidad a que se ven sometidos los seres humanos cuando derrotan por caminos adictivos.

Si unas adicciones fomentan otras, ello nos lleva con A. M. Washton y D. Boundy a la conclusión de que "la verdadera causa de la adicción reside dentro de nosotros"5. Es decir, que las adicciones a las drogas, al sexo, a las compras, al juego, a la comida, al trabajo, a ciertas personas, a la realidad virtual, etc., todas tratarían de llenar un vacío existencial profundo equivocadamente. "Otras adicciones -a la comida (bulimia), a

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no comer (anorexia), al trabajo, al juego, a las compras, al sexo, a viajar y hasta al ejercicio físico- parecen bastante inofensivas, y a veces hasta cómicas, pero para un número creciente de personas en el mundo la actividad en cuestión se ha convertido en un fin en sí mismo, que tiraniza y controla sus vidas, en lugar de enriquecerlas"6.

Diremos entonces que toda adicción es huir de uno mismo. Porque cuando se entra en la dinámica de ‘huir hacia adelante’ como única actividad en la vida, salta el piloto intermitente del vacío existencial. Y si la persona no llena ese vacío a tiempo, es posible que caiga en la desesperación. Estos son los efectos visibles de las adicciones, la nueva esclavitud que pasará a la historia de la...

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