Propuesta de una nueva metodología para medir la sostenibilidad y la competitividad. Aplicación a los países de la OCDE durante la gran recesión

AutorRicardo Aguado/Jabier Martinez
CargoDoctor en Economía Aplicada (UPV/EHU). Profesor en la Deusto Business School. Coordinador del departamento de economía de la Universidad de Deusto en el campus de Bilbao y miembro de la Comisión de Doctorado de la Universidad de Deusto/Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales (Universidad de Deusto). Profesor en la Deusto Business ...
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1. Introducción

En las últimas décadas se ha desarrollado un nueva literatura económica que ha puesto de manifiesto la existencia de una contradicción entre el modelo tradicional de crecimiento económico basado en el consumo masivo de recursos (agua, aire, materias primas,…), muchos de ellos finitos y contaminantes (petróleo, gas…) y el objetivo declarado de ese modelo: incrementar el crecimiento económico sin ninguna limitación temporal o material (EVE, 2008).

Esta preocupación por la sostenibilidad ha ido creciendo junto con la inquietud acerca de la competitividad así como con el diseño de políticas públicas cuyo objetivo es lograr dicha competitividad a nivel económico, nacional y regional. En los 90, algunos economistas se centraron en desentrañar las fuentes de la competitividad y la razón por la que unas regiones o países son más competitivos que otros (Porter, 1990) (Porter et al., 1995). Siguiendo esta literatura, la competitividad de un territorio estaría vinculada con la capacidad de incrementar los estándares de vida, el bienestar de las personas que viven en dichas regiones (normalmente medido a través del PIB per cápita) y la capacidad de comercializar bienes y servicios producidos en dichos territorios en los mercados globales (OCDE, 1992). Un territorio (región o país) que fuese capaz de cumplir dichas condiciones (incrementar su PIB per cápita a lo largo del tiempo y aumentar su capacidad exportadora) incrementará su competitividad. El concepto de competitividad medido de esta forma se refiere únicamente a la vertiente económica de la sostenibilidad. Numerosos estudios de competitividad han seguido este enfoque (IMD, 2008), (WEF, 2008). No obstante, si queremos vincular el concepto de competitividad con el de sostenibilidad las dimensiones sociales y medioambientales deben unirse a la dimensión económica que hemos citado. Un modelo económico que no sea medioambientalmente sostenible será abandonado porque impedirá el desarrollo de la vida en la tierra (contaminación) o agotará tarde o temprano las materias primas (escasez de recursos). Por otro lado, un modelo económico que no sea socialmente sostenible (que genera altos niveles de desempleo, frustación, bloquea la vida familiar y social…) perderá su legitimidad y probablemente será rechazado por la sociedad. Por último, si el modelo económico no es competitivo (o económicamente sostenible), no logrará mejorar las condiciones materiales de sus ciudadanos (consiguiendo mejorar los estándares de vida), colapsará y será sustituido por otras formas de organización económica. Las tres dimensiones de la sostenibilidad son necesarias en el largo plazo. Para lograr una competitividad sostenible, la actividad económica debe ser capaz de generar crecimiento económico, a la vez que salvaguarda la sostenibilidad social y medioambiental para las generaciones venideras. En este sentido, el concepto de competitividad sostenible se puede entender como aquel tipo de competitividad que, generando crecimiento económico y bienestar en el momento actual, permitirá que la generaciones futuras puedan seguir disfrutando del proceso de crecimiento (Aguado, 2011).

El concepto de competitividad sostenible esta unido al concepto más tradicional de desarrollo sostenible establecido por la Naciones Unidas en los años 80 (WCED, 1987) implementado desde entonces a través de múltiples iniciativas, como por ejemplo los Objetivos de Desarrollo del Milenio (UN, 2010) o el Índice de Desarrollo Humano (UN, 2011).

En todos los casos, la idea fundamental es conseguir el máximo crecimiento/competitividad compatible con el cuidado ambiental y el progreso social, de tal forma que las futuras generaciones puedan tener las mismas oportunidades de conseguir crecimiento económico y bienestar (Aguado y Santacoloma, 2011). El PIB per cápita es el indicador básico para medir el crecimiento económico y la competitividad, pero debe ser completado con otras variables para dar respuesta a la sostenibilidad medioambiental y social (CMESP, 2009), (Stiglitz et al., 2009) (Fleaurbaey, 2009).

El objetivo fundamental de este trabajo es analizar las relaciones entre competitividad, crecimiento económico y sostenibilidad. Un segundo objetivo será proponer una medida de la eficiencia de una economía en términos de logro del desarrollo sostenible, tomando en consideración las tres dimensiones de la sostenibilidad (económica, social y medioambiental), así

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como presentar un ranking de eficiencia en logro de la sostenibilidad para los 34 países pertenecientes a la OCDE.

El trabajo se estructura de la siguiente forma: en la sección 2 se establece un conjunto de indicadores complementarios al PIB para capturar de forma adecuada la idea de sostenibilidad. En la sección 3 se explica la metodología empleada basada en el procedimiento conocido como Análisis Envolvente de Datos (Data Envelopment Analysis-DEA) y en la construcción de indicadores compuestos. En la sección 4 se calcula la eficiencia de diferentes economías nacionales en el logro de desarrollo sostenible utilizando la metodología descrita en el apartado anterior y se realiza un ranking para las economías de la OCDE. El trabajo termina con un apartado de conclusiones.

2. Indicadores complementarios al PIB

Tal y como se ha mencionado en la introducción, el desarrollo económico, el bienestar social y todas las dimensiones de la sostenibilidad (principalmente la económica, la social y la ambiental) están interconectadas. Esta interconexión implica que, para apoyar el desarrollo en el largo plazo, es necesario actuar al mismo tiempo sobre las variables vinculadas al crecimiento y sobre las variables relacionadas con la sostenibilidad. El primer paso en esta dirección consiste en diseñar indicadores adecuados en el ámbito de la sostenibilidad y del desarrollo económico. El PIB per cápita está aceptado como un buen indicador para medir la evolución del valor de mercado de los bienes y servicios producidos en un determinado territorio en relación a su población (WEF, 2014). De esta forma, puede ser un indicador adecuado del progreso material de la sociedad (esto es, de la sostenibilidad económica), tomando a la sociedad en su conjunto. No obstante presenta importantes debilidades como indicador de sostenibilidad social y/o ambiental. Para obtener una medida más adecuada de desarrollo económico y sostenibilidad, el PIB debe ser complementado con otros indicadores que proporcionen información sobre las otras dimensiones relevantes de la sostenibilidad no consideradas por el PIB (Martínez, 2010).

Desde el punto de vista social sería conveniente que el crecimiento económico (reflejado en el indicador PIB per cápita) estuviera distribuido de manera equitativa entre el conjunto de la población. De esta manera toda la ciudadanía podría beneficiarse del proceso de crecimiento...

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