Prólogo

AutorIgnacio Rodríguez Fernández
Cargo del AutorFiscal y Asesor del Ministerio de Justicia
PáginasIX-XVIII

Cuando se escriben estas líneas la Agencia Internacional de la Energía acaba de proporcionar los datos sobre emisiones de CO2 correspondientes al año 2010. Según este organismo, las emisiones de dióxido de carbono han sido las más altas de la Historia. Leo después un teletipo que informa del estancamiento del mercado de derechos de emisión. El Banco Mundial atribuye este fenómeno al fracaso de la cumbre sobre el clima celebrada en Copenhague. La incertidumbre sobre el marco regulatorio parece frenar los créditos de carbono para los países emergentes –que son la verdadera clave de la lucha global contra el cambio climático–.

Noticias de este tipo se producen, en realidad, con relativa frecuencia. Y, sin embargo, la opinión pública española parece vivir completamente ajena a ellas. No hay en nuestro país el más mínimo atisbo de debate medioambiental. Es más, acaba de concluir un proceso electoral en el que no ha estado en primer plano ninguna cuestión relativa al medio ambiente. Incluso se ha producido un importante movimiento de «indignación» ciudadana que no ha formulado propuestas o reclamaciones directamente relacionadas con preocupaciones de índole ambiental.

No ocurre igual en todas partes. Si abandonamos el concreto problema de la emisión de gases, podemos comprobar que el reciente desastre de Fukushima ha tenido una importante repercusión en la opinión pública alemana, hasta el punto de que el Gobierno ha anticipado a 2022 el cierre defi nitivo de las centrales nucleares que hoy existen sobre suelo germano. La población alemana apoya mayoritariamente esta decisión y acepta como un mal menor la consecuente subida de la factura eléctrica. Sea o no ésta una decisión acertada, es evidente que Alemania cuenta con una sólida cultura medioambiental inserta en lo más profundo de la conciencia ciudadana.

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Decía Manuel Azaña que la discontinuidad es el más grave de los males que padece la cultura española, aparentemente condenada a

que los períodos de progreso intelectual y científico se agoten en una sola generación y no encuentren relevo en la siguiente. No es éste el caso de la obra que el lector tiene en sus manos. «El cambio climático en España: Análisis técnico-jurídico y perspectivas» tiene su origen en la persona de Marcelino Castelló Sampé, quien, en un contexto mucho menos propicio que el actual, consiguió transmitir a su hija una especial inquietud y sensibilidad medioambiental. La vocación universitaria de Nuria Castelló ha permitido que, con el paso del tiempo, ese primer impulso cobre la forma de libro. Y ha contado para ello con la colaboración de un grupo de juristas y científicos de la Universidad de Granada caracterizado por su compromiso con el medio ambiente.

Con estos antecedentes, cuando la profesora Castelló me ofreció la posibilidad de prologar esta obra acepté enseguida. Sabedor de la calidad jurídica y humana de Nuria comprendí de inmediato que su invitación era una oportunidad que no podía dejar pasar. Sabía que aceptando este encargo me hacía, sobre todo, un favor a mí mismo, pues me vinculaba a un proyecto con una impronta muy especial. Y quizá sea esa singular impronta la que me ha hecho pensar que, de alguna manera, este libro también enlaza con otra aventura, emprendida tiempo atrás por un grupo de fiscales -al que me sumé en el año 2005- con el empeño de hacer efectiva una legalidad medioambiental prácticamente ignorada en las instancias del orden penal.

La profesora Castelló fue testigo directo de alguno de los más duros reveses que, en el desarrollo de esa tarea, sufrimos en la «sección de medio ambiente» de la Fiscalía de Granada. Reveses que normalmente se producían en los procedimientos penales dirigidos contra cargos públicos municipales o autonómicos. Desde esa experiencia, la invitación para hacer este prólogo me pareció un gesto de reconocimiento hacia los «prácticos» del Derecho que, en diversos ámbitos, hemos tratado con mejor o peor fortuna de cambiar en lo posible el panorama de aplicación de las normas jurídicas relativas a la protección del medio ambiente. Una labor que comprendo que debe valorarse desde una perspectiva más amplia, como muestra puntual de un esfuerzo colectivo que, más allá de las concretas instituciones y personas implicadas, no podemos abandonar como sociedad. Me siento, por tanto, profundamente honrado al presentar este libro, lo que paso a hacer sin más dilación.

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La implantación en España de una cultura medioambiental digna de ese nombre es una tarea de generaciones que sólo puede tener éxito si se afronta desde la razón y el conocimiento. En mi experiencia profesional he podido comprobar que sólo a través del estudio científico y dogmático puede aplicarse adecuadamente un Derecho tan complejo como el relativo a la protección de nuestro entorno. En no pocas ocasiones me he...

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