Prólogo

AutorMariano Baena del Alcázar
Páginas13-15

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Desde luego es para mí una satisfacción escribir estas páginas introductorias al libro de Andrés Morey sobre la función pública, en buena parte porque fue un auténtico pionero de esta clase de temas al publicar hace muchos años su obra sobre la previsión de efectivos y de necesidades cuando aún no se hablaba en España de administración de personal refiriendo la noción al sector público. Pero mi satisfacción no es sólo por motivos personales, sino también por la oportunidad de abordar la materia en este momento.

Venimos asistiendo desde hace unos años a una auténtica disolución de la noción de función pública, tal como venía siendo conocida tanto por el Derecho administrativo español como por los estudios de Ciencia de la Administración. Debe decirse, sin embargo, que parece apuntarse una reacción contra esa tendencia, lo que no es extraño porque se ha llegado a verdaderas exageraciones.

Las causas de ese proceso de disolución de la idea son claras para cualquier buen observador. Actuó en este sentido en su momento la previsión de la Ley de Medidas de Reforma de la Función Pública de 1984 de aceptar como normal la contratación laboral permanente o semipermanente en la Administración pública. Esta previsión era conforme a las corrientes normativas que estaban en vigor en las Comunidades europeas, pero fue una novedad considerable en el panorama español. Una segunda causa que supuso un fuerte golpe al modelo de función pública imperante fue la laboralización del personal de ejecución (y de algunos directivos) que se llevó a cabo en países de nuestra misma área cultural y de un sistema de Derecho administrativo similar al nuestro, como fue el caso de Italia. Pero todavía fue más importante para que se produjese la disolución o casi disolución del concepto la tendencia a una administración de personal próxima a la existente en las empresas privadas y que partía desde luego de los criterios utilizados por dichas empresas. Se trató de uno de los resultados de aplicar las nociones y los prejuicios propios del movimiento, ya un tanto envejecido, de la Nueva Gestión Pública. Se ha llegado así a una situación en la que muchas personas protagonistas de la actividad del sector público o bien obser-

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vadores atentos a lo que sucede en él han llegado a la convicción de que no existe ningún motivo bien fundado para que el personal del sector público tenga la condición de funcionario, pudiendo ser reclutado indistintamente como tal o como...

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