Prólogo

AutorEnric R. Bartlett Castellá
Cargo del AutorDirector del Seminario Permanente de Derechos Humanos. Antonio Marzal ESADE Law School (Univ. Ramon Llull)
Páginas7-17

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Un año más, con la regularidad de un retraso ya habitual de dos años, me complace presentar el libro que reúne los trabajos de una nueva sesión del Seminario permanente de Derechos Humanos, Antonio Marzal, que el curso 2008-2009 dedicamos a conmemorar el 60 aniversario de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

Esta presentación se cierra un mes de agosto extraordinariamente fértil en noticias de gran calado (degradación del "rating" de la deuda soberana USA, nuevos coletazos del escándalo las escuchas de "News of de world"; disturbios en Inglaterra, Jornada Mundial de la Juventud en Madrid, propuesta de 2ª reforma de la Constitución española de 1978, llegada de los rebeldes antiGadaffi a Trípoli) que han ahorrado a los medios de comunicación el trabajo de producir serpientes de verano y, a la vez, nos permite recordar la actualidad de lo que tratamos bastantes meses atrás.

La tensión dialéctica entre proclamación y efectividad del Derecho, gravita como un asteroide a punto de estrellarse en el razonamiento de quien se aproxima al examen de una construcción jurídica de ordenación de la convivencia. Nuestro estudio no fue ajeno a esta circunstancia, de ahí que en el texto introductorio de aquellas sesiones celebradas entre marzo y abril de 2009 pueda leerse: "El 60 aniversario de la Declaración Universal de los Dere-

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chos Humanos nos confronta con los progresos experimentados por la Humanidad en orden a su respeto y eficacia desde su firma el 10 de diciembre de 1948; pero también con la enormidad de sus incumplimientos, no todos ellos en autocracias o en países en vías de desarrollo, sino algunos también en Estados, como el nuestro, de derecho, democráticos y desarrollados".

Antes de considerar la efectividad de lo proclamado, abordamos los principios clave de la Declaración, anclados en la dignidad intrínseca del ser humano que delimita un campo de juego que se presupone aceptado por opciones políticas diversas dentro de las democracias occidentales y, en buena medida, por planteamientos ideológicos distintos en el conjunto del mundo.

A partir de una visión lo más completa posible de las bases conceptuales de los derechos humanos que desgranaron Paloma Durán y Julio Añoveros, y forzados a escoger, por mor del tiempo disponible, unos pocos derechos de entre su elenco completo, propusimos tres parejas de los mismos de particular actualidad en nuestra sociedad, con una combinación de civiles y políticos las dos primeras sesiones, y económicos y sociales la última. Así, derechos a la libertad y a la seguridad de la persona y la no sumisión a esclavitud y servidumbre; libertad religiosa; derecho al trabajo, a la seguridad social y a un nivel de vida adecuado, pasaron sucesivamente ante nuestros alumnos de Licenciatura y Grado, destinatarios preferentes del seminario, de la mano de Ignacio Astarloa y Bernardo del Rosal; Josep Ma. Benítez y Alberto de la Hera; Esther Sánchez y Miguel Rodríguez - Piñero, respectivamente.

Tras hacer suya la afirmación de lsak Dinesen, autora de las cinematográficas "Memorias de África": "Para conocer la identidad de algo, hay que conocer su historia", Durán subraya la vinculación entre derechos humanos y un sistema político, el democrático, que resuena en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, en la que Lafayette, su redactor inicial, no es ajeno, nos recuerda, a la influencia de Thomas Jefferson. Esta relación entre derechos y articulación jurídica que asegure su efectividad, eviden-

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cia con cruda insistencia la actualidad, el carácter clásico si se quiere, de la tensión dialéctica apuntada en las primeras líneas de esta presentación. En esencia no es otro el problema que, para sorpresa de muchos, empezando por las cancillerías de medio planeta, ha hecho saltar por los aires el status quo de la ribera mediterránea de África, parte de Oriente próximo y el Golfo Pérsico, a partir de las concentraciones de desesperación e ira en plazas y zocos del mundo musulmán. La primavera árabe, que también tiene de bereber, de devenir todavía incierto, es al tiempo que la expresión del hartazgo por la injusticia y la falta de libertad, la constatación que la apelación a diferencias culturales para justificar regímenes políticos que no respetan los derechos humanos es una mera justificación a medida de los intereses de quien ostenta el poder. Tiene la misma validez científica que la afirmación que los españoles no estaban preparados para el sistema democrático como consecuencia de su carácter apasionado y sanguíneo, o que los deportes de equipo no casaban bien con el temperamento marcadamente individualista de los habitantes de estos pagos, con que nos regalaba la propaganda del régimen franquista para justificar la unidad de poder en el Jefe del Estado o los pocos laureles de nuestros equipos deportivos de entonces.

Los problemas de legitimación del sistema político en las...

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