Prólogo

AutorAlejandro Nieto
Cargo del AutorUniversidad Complutense de Madrid
Páginas15-21

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Mucho se ha escrito -y más se seguirá escribiendo- sobre la fragmentación de las estructuras administrativas públicas. No se sabe exactamente cuándo se produjo el big bang inicial, pero parece incuestionable que estamos viviendo en un universo organizatorio en expansión acelerada, cuyos límites, si es que existen, todavía ignoramos y cuyas consecuencias ya han deteriorado seriamente lo que creíamos inmutable: la sustantividad de la Administración Pública y del Derecho administrativo, la garantía de los derechos individuales, el ámbito de lo público y hasta la misma magnitud del Estado. Seguro es, en cualquier caso, que no se trata de una mera cuestión técnica, y mucho menos de técnica organizacional, sino de una dinámica que va incluso más allá de las modas y de las ideologías puesto que depende de unos intereses tan variables y fluidos que se nos escapan entre los dedos cuando queremos analizarlos. De aquí la utilidad de libros como el presente, escritos para proporcionarnos un respiro, por así decirlo, y que no nos abruman con sutilezas y erudiciones, y menos con lamentaciones, ya que han preferido lanzar una mirada atenta a lo que está sucediendo para poder tomar conciencia de, al menos, donde estamos. Como con razón dicen sus autores «desde la perspectiva politológica y de gestión pública lo cierto es que, excepción hecha de aspectos valiosos de algunas obras generales, las personificaciones instrumentales han sido un campo inexplorado».

La evolución de las Administraciones Públicas puede examinarse desde tres planos distintos: uno político (ya no hacen lo que hacían antes), otro técnico (ahora aplican un Derecho distinto) y un tercero de índole práctica (están operando a través de organizaciones diferentes).

El primer plano siempre se ha trabajado con una profusión ad nauseam y por lo común a tanto la línea de encargo, ya que suele encomendarse a los profesores que justifiquen a posteriori lo que los políticos han decidido antes sin consultarles. Los de mi generación hemos gastado muchos años estudiando las justificaciones «científicas» del fenómeno socializador de la posguerra y cuando ya creíamos haberlo entendido, hemos tenido que olvi-

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darlo todo para escuchar las «razones» con que ahora se nos vende la privatización. Tales son las reglas del juego: primero se obra por razones de fuerza y conveniencia y luego se encarga a unos sabios que elaboren teorizaciones académicas, cuyos refinamientos dejan con la boca abierta a los incautos.

El segundo aspecto de la cuestión -el técnico- acostumbra a ser tratado por los administrativistas en tonos dramáticos y aun catastrofistas: es la famosa «huida del Derecho administrativo», como si al acudir al Derecho privado se derrumbara el Estado de Derecho y desquiciara el principio de legalidad. Pero en verdad que yo no entiendo estos rasgados de vestiduras dado que hasta ahora el Derecho administrativo nunca ha garantizado nada sustancial desde el momento en que sus normas se aplican tarde o no se aplican y el rigor de sus textos no ha impedido las prácticas más ilegales y corruptas. ¿Cómo explicar, entonces, esos suspiros nostálgicos, esa defensa de un sector ordinamental tal desprestigiado? A mi entender, la llamada huida del Derecho administrativo es en gran parte una simple reacción del sentido común o, si se quiere, una venganza de la realidad puesto que los gestores públicos estaban hartos del rigor y de la pedantería burocráticas alimentada por el correlativo rigor previo de una doctrina empeñada en defender artificiosos dogmas incompatibles con el sentido común, al estilo del de la vinculación positiva de la Administración a la ley. Si los burócratas y los profesores no hubieran hecho la vida tan incómoda a los administradores de buena fe, probablemente no se habría generalizado tal huida.

Lo anterior no pretende justificar reacciones viciosas ni hacer apología de lo que ahora está sucediendo sino, mucho más sencillamente, explicarlo o ayudar a entenderlo porque para mi los militantes de uno y otro bando están bajo sospecha y, por desgracia, todos son convincentes en sus críticas y...

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