Prólogo

AutorTomás-Ramón Fernández
Páginas11-14

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En los últimos quince años nos ha tocado vivir un proceso de cambio espectacular-todavía no ultimado-de estructuras jurídicas y económicas que constituían el soporte material de nuestra vida cotidiana y que, como tales, estaban incorporadas a nuestra cultura de tal forma que nos parecían inconmovibles. Se armaron poco a poco en la segunda mitad del siglo xix y en los primeros años del siglo xx al ritmo en que en cada sector iban convergiendo los factores ideológicos, económicos y tecnológicos hasta justificar la publicatio formal de la actividad, esto es, la asunción de su titularidad por la Administración, y en la medida misma de esa convergencia, que cuando alcanzaba un grado superior de intensidad justificaba incluso el monopolio administrativo no sólo de la titularidad, sino de la propia gestión material.

La aparición y consolidación de los servicios públicos requirió muchas décadas, pero la Historia, cuya dinámica oculta siempre nos sorprende, nos ofreció de golpe en la segunda mitad de los ochenta una nueva combinación de factores ideológicos, económicos y tecnológicos según la cual resultaba imperativo e inaplazable desmontar lo que tanto tiempo costó poner en pie y devolver al sector privado y al libre juego de la competencia entre los operadores económicos todo aquello que años atrás se había reservado formalmente, en una u otra medida, al ámbito de decisión de la Administración y, bajo la autoridad inmediata de ésta, de los operadores por ella elegidos.

Decirlo se dice pronto, pero hacerlo es otra cosa, bastante más complicada, porque ya no se trata, como en el pasado, de organizar ex novo una actividad que acaba de hacer su aparición, sino de reconstruir de arriba abajo y de rehabilitar y reacondicionar un edificio de enormes proporciones, que, además, no puede cerrarse al público por-

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que lo que en él se hace es vital para todos y no puede interrumpirse ni un solo minuto.

La transición del servicio público a la competencia ha planteado y sigue planteando problemas formidables. Por lo pronto, en el orden conceptual para no dejar a merced del mercado, que no tiene otra lógica que la del máximo beneficio, la cobertura de necesidades cuya satisfacción es imprescindible, especialmente para los más débiles. Pero también en el orden material, porque ese tránsito no es sencillo en absoluto. La liberalización implica, prima facie, la posibilidad de entrada en el mercado que con ella se abre de nuevos operadores,...

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