Prólogo

AutorJordi Sevilla Segura
Cargo del AutorMinistro de Administraciones Públicas
Páginas11-13

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Me complace de manera especial presentar este magnífico trabajo de Manuel Villoria, al que considero uno de los más preclaros estudiosos de la Administración Pública, tanto la española como la de los países latinoamericanos, y con el que he compartido muchos análisis y debates sobre el sentido de la política y el valor de lo público.

Considero, además, que es una obligación de los poderes públicos promover la realización y publicación de esta clase de trabajos, que resultan no sólo informativos y tienen un valor no meramente instructivo, sino que son también profundamente útiles para que podamos avanzar con mejores criterios hacia el futuro.

Comparto con Manuel VILLORIA un convencimiento esencial: el de la importancia de lo público para el desarrollo democrático, lo cual es condición de posibilidad del desarrollo económico y social de los países. Hemos estado juntos en una lucha por lo evidente durante muchos años en los que lo público ha estado desprestigiado. Las últimas dos décadas del siglo XX vieron cobrar preeminencia en muchos círculos a un cierto neoliberalismo conservador del tipo «la supervivencia del más fuerte y un Estado mínimo», con lo que se extendió así la falsa idea de que lo público era necesariamente menos eficaz, menos competente, que lo privado. En resumen, se intentó presentar como verdad irrefutable algo que tan sólo era una preferencia ideológica: que cuanto menor fuera el ámbito de influencia de lo público, más y mejor progresaría económica y socialmente un país.

Ahora ya se sabe, de forma global, que eso no es así. Hemos visto que donde no hay estructuras de gobierno sólidas se desata la corrupción, la pobreza y el subdesarrollo. Que tiene que haber regulación para que los mercados funcionen bien y no se autodestruyan. Que la debilidad del Estado no lleva a la libertad sino al desastre, y que sin Estado sólo los ricos sobreviven. Se ha descubierto, o mejor redescubierto, que un entramado institucional débil limita la capacidad para implantar de manera efectiva políticas económicas o sociales necesarias, priva al Estado de la legitimidad necesaria para acometer reformas esenciales,

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fomenta la inestabilidad social y reduce la capacidad para implementar las políticas públicas y convertirlas en bienestar para los ciudadanos. En resumen, que la debilidad de las instituciones crea un contexto con un alto potencial para el fracaso de la política.

Y ahora se sabe también que un Estado fuerte no es...

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