El proceso constituyente español visto por uno de sus protagonistas: entrevista a Óscar Alzaga Villaamil

AutorÓscar Alzaga Villaamil
CargoUniversidad Nacional de Educación a Distancia
Páginas1-16
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EL PROCESO CONSTITUYENTE ESPAÑOL VISTO POR
UNO DE SUS PROTAGONISTAS: ENTREVISTA A ÓSCAR
ALZAGA VILLAAMIL
THE SPANISH CONSTITUENT DEBATES AS SEEN BY ONE
OF ITS PROTAGONISTS: AN INTERVIEW TO OSCAR
ALZAGA VILLAAMIL
Óscar Alzaga Villaamil
Universidad Nacional de Educación a Distancia
Historia Constitucional: Profesor Alzaga. En un Parlamento como el actual, muy
fragmentado y en el que las divisiones ideológicas generan un estado de crispación
más acusado que en anteriores asambleas, no estaría de más conocer, a través de
su experiencia, cómo considera que fue la relación entre las distintas fuerzas
políticas que formaban la Asamblea Constituyente en un momento, además, en el
que se trataba de sumar y de avanzar para sacar adelante un texto que dejase
atrás la dictadura.
HC.- Usted forma parte de un grupo de profesores de Derecho Político que actuaron
en la Asamblea Constituyente y que, además, ideológicamente se hallaban muy
distantes, como Manuel Fraga o Jordi Solé Tura. ¿Existía algún tipo de relación
especial entre Vds.? ¿Se entendían mejor por esa común formación jurídico-política?
Y, sobre todo, ¿cuál considera que fueron sus aportaciones que pudieron ofrecer al
diseño de la Constitución a partir de sus conocimientos teóricos?
En los trabajos de Comisión y de Pleno del Congreso de los Diputados -y
sobre todo en las reuniones de negociación a puerta cerrada- naturalmente
resultó muy útil la relación de confianza recíproca que cada diputado pudiera
tener con otros parlamentarios de otros grupos. Creo sinceramente que con
quienes habíamos forjado una sincera amistad desde hacía bastantes años,
pudimos hablar con dosis de claridad y sinceridad que resultaron muy
operativas.
La pregunta que se me hace se refiere específicamente a profesores de
Derecho político y se menciona especialmente a Manuel Fraga y a Jordi Solé
Tura. Pero, antes de referirme a ambos, debo especificar la relación de amistad
mía con profesores de la ponencia y de la Comisión. Creo que he de destacar la
que mantenía desde muy joven con Gregorio Peces Barba, por entonces
profesor agregado de Filosofía del Derecho, que poco después accedería a la
condición de Catedrático, a la de Presidente del Congreso de los Diputados y
seguidamente a la de Rector de la Universidad Carlos III. Con Gregorio yo
había compartido el esfuerzo de poner en marcha “Cuadernos para el Diálogo”,
de que fuimos cofundadores, la organización ilegal denominada “Unión de
Jóvenes Demócratas Cristianos”, muy pronto reconocida por la Internacional, y
compartimos responsabilidades políticas en la oposición democrática, en la
defensa de los derechos y de las libertades de muchas personas, recurriendo
expedientes sancionadores, poniéndonos la toga ante el Tribunal de Orden
Historia Constitucional (ISSN 1576-472)
n.19, 2018, págs. 1-16, http://www.historiaconstitucional.com
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Público y desplegando numerosas actividades que no creo necesario citar aquí,
pero que no cesaron cuando él a la altura de 1970 se incorporó al PSOE. El
profesor Peces-Barba fue el autor del texto sobre el que se trabajó para la
redacción en ponencia del Título I CE y, como era el único miembro del PSOE
en la ponencia, formó una discreta comisión de apoyo, integrada por
profesores de Derecho Político con los que yo tenía buena relación, si bien
nunca le puenteé y procuré mantener todos los diálogos importantes
directamente con él. Nuestra amistad y nuestra confianza recíproca creo que
fue utilísima para superar numerosos atascos y encontrar un importante
número de soluciones transaccionales sobre puntos delicados a lo largo del
texto constitucional; y también a la hora de desarrollar nuestra carta magna a
través de diversas leyes orgánicas, tanto cuando surgieron problemas políticos
serios que hicieron temblar acuerdos ya alcanzados -como sucedió con la Ley
Orgánica del Tribunal Constitucional, tras superar los trabajos en la Comisión,
al iniciarse los debates en el Pleno del Congreso-, como cuando en ponencia él
-que naturalmente actuaba como portavoz del PSOE- y yo -como portavoz de
UCD- consensuábamos mano a mano la práctica totalidad de una ley, de lo
que fue buen ejemplo la Ley Orgánica del Defensor del Pueblo.
En lo que concierne al profesor Fraga Iribarne, mi relación era mínima,
porque él llevaba muchos años con escasa dedicación a su condición
profesoral por ocupar sucesivamente cargos políticos. Además, su pleno
alineamiento con el Régimen anterior suponía una distancia objetiva
importante con quienes militábamos en un partido ilegal. Mi primer contacto
indirecto con Manuel Fraga se había producido con motivo de que él estaba
entre los promotores del diario “El País” y siendo Ministro de Información Pio
Cabanillas no se atendía la solicitud de inscripción en el Registro de medios de
comunicación; entonces había preguntado a la Asesoría Jurídica del Ministerio
que abogado le recomendaban para que llevase el Recurso contra la
denegación de inscripción por silencio administrativo y le habían hablado de
mi diciéndole que hacía unos buenos escritos em materia de sanciones por
presuntas infracciones del artículo 2º de la Ley de Prensa y que sobre todo era
muy pragmático y prefería siempre llegar a una transacción a un lucimiento en
la vista oral a celebrar ante la Sala Tercera del Tribunal Supremo.
Seguidamente Fraga contactó con su amigo el profesor Sanchez Agesta, que
había sido el Director de mi tesis doctoral, para que le facilitase mi teléfono,
pero no me llamó personalmente él, sino el entonces Presidente de PRISA, José
Ortega. Lo que fue toda una prueba de que Fraga pensaba más factible que yo
aceptara el encargo si se me pedía por conducto diferente a su persona. Y
efectivamente acepté redactar un prolijo escrito denunciando la mora, que, por
cierto, se me pagó con extrema generosidad.
Dicho en otras palabras, yo no tenía relación previa con él, a diferencia de
Gabriel Cisneros, Miguel Herrero y José Pedro Pérez Llorca, que le conocían desde
hacía bastantes años. Por otra parte, Manuel Fraga fue dejado fuera de las
discretas sesiones nocturnas que configuraron una especie de segunda ponencia
informal. Y cuando llegaron los debates en la Comisión y en el Pleno del
Congreso, asumí en varias ocasiones defender los nuevos textos consensuados,
respecto de los que el profesor Fraga sostendría sus enmiendas. La inteligencia
político-práctica de Fraga no me corresponde cuestionarla, pero su formación
Óscar Alzaga Villaamil
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