El procedimiento de recurso administrativo: su virtualidad y la necesidad de reforma

AutorFernando López Ramón
Páginas675-783

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I La encrucijada recurrente a la que se enfrenta el recurso administrativo: ¿vale la pena seguir discurriendo sobre algo que tanta frustración genera?

Su reputación no era buena. Con esta frase bien podría arrancar el relato de la historia del recurso administrativo de nuestros días.

Es lugar común significar la poca utilidad y el rédito del recurso administrativo. La convicción de que es un mecanismo de garantía débil, de segunda, para hacer frente a la ilegalidad del actuar administrativo está absolutamente extendida y es del todo pacífica en el sentir general. Por supuesto, es la imagen convencional que tienen los ciudadanos, acostumbrados a activar la vía administrativa con un noto escepticismo, por si acaso, no vaya a ser que al final suene la flauta y se estime la pretensión deducida. Puede chocar, pero no muy distinta es la percepción que transmiten no pocos empleados públicos, que ponen el acento en la falta de medios materiales y humanos y, en general, en la ausencia de una apuesta decidida por parte de la Administración; y que reprochan asimismo la poca seriedad que tantas veces se demuestra en su uso por los particulares. Y qué decir del resto de los operadores y profesionales que tienen contacto con la vía administrativa. Desde fuera, las cosas aún se ven peor. Incluso los estudiosos que se han asomado o que han puesto su atención en los problemas del recurso administrativo han reconocido que se está ante un medio de reacción lastrado por su ineficacia al servicio de la tutela del interés de los particulares. La opinión común doctrinal no deja lugar a equívocos. Nadie esconde, por lo demás, la desazón: que se tiene en garantía pobre es público y notorio y basta una ojeada a los manuales y tratados generales de nuestra disciplina al uso para corroborarlo.

Desde luego, la simple observación de la realidad cotidiana revela, sin necesidad de escrudiñar demasiado, las importantes carencias que acusa la vía administrativa en su día a día: recursos que no se resuelven y se pierden en el limbo o que si se resuelven lo hacen con poco más de cuatro líneas que apenas dan razón de la decisión... Casi todos, de seguro, acumulamos experiencias sobre la lenidad y deterioro del recurso administrativo o conocemos, al menos, de anécdotas y episodios, algunos de los cuales rayan o se acercan al esperpento. Con todo, el principal reproche que se hace al recurso administrativo, más aun que con su gestión, tiene que ver con la predisposición casera que se presume de la Administración y que le impide, a lo que parece, juzgar o proceder con rectitud sobre la resolución controvertida.

Si el recurso administrativo está devaluado es, sobre todo, porque se considera que la Administración raramente se desautoriza a sí misma. Se recela, pues, de la labor revisora hacia su propio trabajo. Un recelo casi natural, que, bien apurada la cosa, no es sino un reflejo de esa máxima de la justicia que aconseja no dirimir en causa propia (Nemo iudex in causa propia). Qué mejor

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prueba de ello, suele añadirse como colofón, que la rareza de dar con un recur-so administrativo estimado. Y lo cierto es que tampoco la Administración contrarresta esta última acusación con números. Y no lo hace porque no los hay, lo cual, huelga explicarlo, enrarece todavía más el discurso. Porque, como se verá, muchas de las sombras que se ciernen sobre la institución podrían disiparse, en la dirección que fuese, si dispusiésemos de una información estadística fiable acerca del funcionamiento y los resultados de la vía administrativa. Un alar-mante vacío al que podría y convendría poner remedio sin falta1. Sin datos, el juicio sobre la utilidad y virtualidad del recurso administrativo seguirá pesando como una losa.

***

Y, a pesar de todo, se seguía confiando en su bondad. Por negativo que resulta el balance, es igualmente un sentir generalizado el que se resiste a su...

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