El problema de las lenguas en Cataluña

AutorAlberto Hernando García Cervigón
Cargo del AutorProfesor Contratado Doctor de Lengua española. Universidad Rey Juan Carlos
Páginas101-118

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I Lengua, sociedad y cultura

Las lenguas, tanto en su manifestación oral como en la escrita, son vehículos de transmisión cultural e indicadores sensibles que reflejan los cambios experimentados en las sociedades. Ya Antonio de Nebrija, en la dedicatoria a la Reina Isabel la Católica de su Gramática castellana (1492), primer tratado gramatical escrito en romance castellano146, explica cómo la lengua, a lo largo de su historia, siempre fue compañera del imperio:

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Cuando bien comigo pienso, mui esclarecida Reina, i pongo delante los ojos el antigüedad de todas las cosas que para nuestra recordación i memoria quedaron escriptas, una cosa hállo i sáco por conclusión mui cierta: que siempre la lengua fue compañera del imperio; i de tal manera lo siguió, que junta mente començaron, crecieron i florecieron, i después junta fue la caida de entrambos147

(1992: 97).

La historia del léxico de nuestra lengua es el resultado de la evolución experimentada a partir del latín y de los avatares de una civilización que a lo largo de los siglos ha tenido contacto con otras que la han influido en mayor o menor medida y de la que sus hablantes han asumido nuevas realidades, materiales o inmateriales, y con ellas sus palabras. En nuestra lengua, procedente del latín, la parte más importante del léxico está constituida por términos de este origen (patrimoniales, cultismos, semicultismos y latinismos, produciéndose con frecuencia dobletes). A lo largo del tiempo, a esta herencia inicial se han ido sumando voces de otras lenguas, principalmente de las germánicas, el árabe, las lenguas vecinas (francés, italiano, portugués), las demás lenguas peninsulares (vascuence, catalán y gallego-portugués) y de las primitivas lenguas americanas. Desde el siglo XX, la que más la ha influido es el inglés, lingua franca que ocupa un lugar privilegiado entre las lenguas modernas por ser el idioma de las primeras potencias mundiales y de los países que marchan a la cabeza de la investigación.

El lenguaje es un hecho social, que, como tal, no puede realizarse fuera de la sociedad (Saussure, 1916). Por este motivo, los diversos aspectos de la sociedad formulados por medio de la palabra repercuten sobre la lengua. Con frecuencia, escuchamos comentarios acerca del carácter discriminatorio de la lengua por cuestiones de sexo, ideología, religión, raza, entidad cultural, o de su inmersión en el ámbito de las nuevas tecnologías. Pero la lengua ni es sexista, ni discrimina por cuestiones de ideología, religión, raza o cultura, ni se halla inmersa en la onda de la revolución de la denominada era cibernética. En todo caso, los que discriminan por

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algunos de los factores indicados o se sumergen en el ámbito de las nuevas tecnología son sus usuarios.

Manuel Alvar, en su obra Lengua y sociedad, explica que la lengua es "un sistema lingüístico caracterizado por su fuerte diferenciación, por poseer un alto grado de nivelación, por ser vehículo de una importante tradición literaria y, en ocasiones, por haberse impuesto a sistemas lingüísticos del mismo origen" (1976: 28). Lo fundamental en una lengua es que posea un grado de diferenciación considerable en relación con otras. Por ejemplo, el castellano y el catalán, si bien poseen un origen común, se diferencian plenamente en los niveles fónico, morfosintáctico y léxico. Sin embargo, el andaluz, a pesar de sus peculiaridades, no está lo suficientemente diferenciado del castellano, por lo que se considera como una variante dialectal suya.

En la lengua, junto a los dialectos geográficos u horizontales existen los llamados dialectos sociales o verticales. La separación entre unos y otros se hace con fines metodológicos, ya que en la sincronía actual, a la hora de analizar el idiolecto de un hablante concreto, ambos se funden. Los elementos que confluyen en la conformación del dialecto social de un hablante son muy variados. Entre ellos se encuentran el sexo, la clase social, la profesión, la edad y el nivel de instrucción148. Estos dialectos sociales experimentan cambios motivados por el tipo

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de código adoptado y el contexto en el que se desarrolla la comunicación. Por eso, resulta sumamente complejo proponer una división tajante de ellos.

Por lo que respecta a los niveles socioculturales que intervienen en el uso de la lengua, hemos de destacar que la lengua culta, propia de universitarios, intelectuales y, en general, de gente de sólida formación, es la más cuidada, y, a pesar de su contribución a las exigencias de cada momento, permanece estable y uniforme. La lengua popular es propia de la gente de mediana cultura y de un amplio sector del proletariado urbano. Por su parte, la lengua vulgar149es propia de gente inculta y del subproletariado.

Junto a estos factores socioculturales que intervienen en la diferenciación de la lengua, además de la Real Academia Española, existen otros que actúan en sentido inverso, contrarrestando la acción de aquellos y haciendo que aumente el grado de uniformidad de los hablantes, con independencia del grupo al que pertenezcan y sus características personales.

Entre los agentes niveladores se encuentran las instituciones educativas, en las que se corrigen los usos lingüísticos particulares y se asimilan los aceptados como normales y correctos por el grupo social, los medios de comunicación, sobre todo la televisión, por tener un alcance más amplio y las grandes ciudades, donde

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se concentran personas pertenecientes a los más diversos sectores sociales. Frente al arcaísmo de los medios rurales, motivado por el aislamiento, la ciudad obliga a sus habitantes a establecer permanentes contactos interclasistas que contribuyen a su manera a la normativización de la lengua.

La lengua es una estructura que está por encima de las variantes geográficas, sociales y personales, integrada por los rasgos en común que tienen todas ellas. Cada individuo la emplea de una manera peculiar, de acuerdo con su ubicación geográfica y sus condicionamientos socio-culturales.

II Hipótesis sobre la antigüedad de las lenguas

Todo pueblo con una sólida tradición histórica y cultural siente la necesidad de que se reconozca que el instrumento que emplea como medio de comunicación recibe la consideración de lengua. La lengua confiere entidad y estatus a los pueblos. Por ello, la cuestión lingüística ha sido centro de acaloradas discusiones desde antiguo. Por ejemplo, en el siglo XVII se debate en España cuál es la lengua de mayor linaje, la más antigua, y se llegan a lanzar hipótesis heroicas.

En este sentido, Gregorio López Madera, con motivo de un pergamino escrito en gran parte en "vulgar Castellano" (1625: fol. 100 r.), al parecer, descubierto en la torre "llamada de los antiguos, Turpiana" (1625: fol. 100r.), en el monte santo de Granada, sostiene que el castellano es la lengua originaria de la Península, de la que, por corrupción, derivan las restantes (la catalana, la gallega y la portuguesa), excepto la vizcaína. En su opinión, el castellano es una de las setenta y dos lenguas que se originan en la confusión de Babel, y del latín solo ha recibido alguna influencia en el léxico. Contrario a la opinión de que "el Castellano que hablamos, es Latino corrompido" (1625. fol. 100r.), sostiene que es "antiguo y propio"150(1625. fol. 100r.).

Seguidor de sus tesis es el humanista extremeño Gonzalo Correas, catedrático de griego y hebreo en la Universidad de Salamanca. En su Arte de la lengua española castellana, en el capítulo II, Del orixen de la lengua castellana ó

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española (1954: 13-27), destaca que "azerca del orixen de la lengua Castellana ò Española se pudiera dezir mucho, i hazer un libro entero en provanza de su antiguedad, i continuada durazion, i desengaño de un comun error en que caen muchos onbres de letras, que es imaxinar que la lengua Española es derivada, i corruta de la Latina por la semexanza de vocablos que tiene con ella" (1954: 13).

En este capítulo ofrece un repaso a la historia de nuestra lengua y, señala que, tras una época de sequía en España "tan durable i universal, como algunos la cuentan" (1954: 17), fue despoblada casi totalmente, a excepción de las montañas septentrionales de Galicia, Asturias y Vizcaya, y sus habitantes emigraron a Italia, Francia, África y Asia. Al pasar aquella catástrofe fue repoblado por las gentes que emigraron que hablaban su antigua lengua, el castellano, si bien con alguna modificación y con voces nuevas de las lenguas propias de aquellas tierras, a lo que ha de añadirse su disgregación en varios reinos. Afirma que pretende que que se vea la conformidad que era fuerza tener la lengua Rromana con la Española mucho antes que los Rromanos vinieran. Por lo qual no se puede convenzer que no sean Castellanos derivados de la mesma Castellana ò Española antigua los vocablos que aora tenemos, i usamos en tan grande numero parezidos i conformes al Latin, antes pareze mas rrazon dezir que son de nuestra lengua, i que se estavan en la tierra, quando vinieron aca los Rromanos, ò que fueron rrestituidos de la que antes los antiguos llevaron à Italia (1954: 17).

No menos sorprendente parece la postura defendida por Juan Bautista de Erro y Aspiroz, que, en El mundo primitivo o examen filosófico de la antigüedad y cultura de la nación bascongada, llega a afirmar que el euskera es la lengua que hablaban Adán y Eva en el...

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