El problema de la escritura de la historia y el de la colonialidad. El punto de vista de la crítica como sabotaje

AutorMauricio Zabalgoitia Herrera
CargoUniversitat Autònoma de Barcelona
Páginas53-69
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El problema de la escritura de la historia
y el de la colonialidad. El punto de vista
de la crítica como sabotaje
MAURICIO ZABALGOITIA HERRERA
UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA
En más de un sentido, bien puede ser que haya llegado el momento en el que la
crítica sobre los procesos del llamado Tercer Mundo, de las excolonias, de las
periferias, de los territorios con modernidades incompletas, excéntricos... sólo pueda
invocar y provocar una verdadera resistencia cuando se haga cargo de los modos
«discursivos» que conforman la manera en la que se percibe el mundo (Asensi,
2011, 11), o lo que se cree es su mundo.
La crítica como sabotaje (CS de aquí en adelante) nos recuerda que Stuart
Hall define la ideología como un «armazón mental» desplegado por clases y gru-
pos sociales. Parafraseando esta definición, quizá podríamos concebir la necesi-
dad de echar abajo, de suprimir, a una cierta ideología de los países pobres, arma-
da por lenguajes, conceptos, imaginería de pensamientos y sistemas de represen-
tación; y puesta en marcha para dar sentido, imaginar y hacer inteligible el modo
en que funcionan, se cree, sus sociedades (Asensi, 2011, 11). Y es que su función
no ha sido provocar su transformación —las consabidas promesas del desarrollo
y el progreso—, sino administrar y contener; retornarles un reflejo que las cosifi-
ca. En este sentido, y de acuerdo a una pregunta que Gayatri Spivak (1988) le hace
a los Subaltern Studies, lo que quizá necesite mucha de la crítica que sobre los
países tercermundistas se ejerce, tanto desde dentro como desde las élites univer-
sitarias del llamado «Primer Mundo», es una teoría del cambio y no sólo una
teoría de la conciencia, que ampare a dicha crítica en una mejora supuesta por
venir. Aunque esta división sea una imposibilidad, como veremos.
La crítica que exige la CS bien puede desempeñar este papel, creemos. Esto es,
que nos permita descubrir la realidad de la fantasía en eso que llamamos, por
ejemplo, América Latina, ahí en donde una serie de silogismos reiterados, repeti-
dos hasta la saciedad nos han hecho no sólo creer que este subcontinente es tal o
cual cosa, sino que no puede ser otra.
La CS puede ayudar a comprender, además, cómo es que dicha fantasía surge de
las obras literarias y artísticas, por supuesto, como artefactos a priori modelizantes.
Aunque también de los llamados «textos de la historia». Y lo que es más, de la crítica
que en casi todas las ocasiones ha querido erigirse en contra de esos modelos de
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fantasía resultantes. Estos últimos siempre, o casi siempre, occidentalistas, creemos,
no dejan de estar permeados por sistemas de clase, raza, etnia... los grandes proble-
mas del poscolonialismo y el de buena parte de la crítica latinoamericana.
Y con esto no se quiere echar por la borda a profundas, y muchas veces inci-
dentes y dinámicas tradiciones críticas. En todo caso, se pretende remarcar sus
límites y, por qué no, acometer sobre éstas el inicio de un sabotaje, aunque en
estos términos: «[...] mediante un cambio de sus horizontes referenciales, o lo que
es lo mismo, mediante una violencia paleonímica» (2011, 13).
Si la CS propone que una serie de dispositivos «comunicativos» no sólo cum-
plen esta función, sino que imponen consignas, quizá habría que comenzar a pre-
guntarse, intersectando Latinoamérica con el latinoamericanismo,* o las regiones
que la componen con los Departamentos universitarios, estadounidenses o euro-
peos que las estudian, así también con lo poscolonial, si muchas veces ahí en don-
de se ha pretendido una liberación de los lastres periféricos, del subdesarrollo, de
las modernidades desiguales, lo que en verdad se ha promovido es un polisistema
más, una serie de sistemas de sistemas, que cumplen la acción modeladora de los
aparatos ideológicos y plurales del Estado o del Imperio (Asensi, 2011, 15). Esto
propondría unas críticas como verdaderamente descolonizantes y otras como apa-
rentemente impregnadas de buena conciencia, aunque funcionales a la hora de,
[...] determinar sujetos (cuerpos, gestos, acciones, discursos, subjetividades) que se
presentan y conciben el mundo y a sí mismos según modelos previamente codifica-
dos, esto es, ideológicos, cuya finalidad es la práctica de una política normativa y
obligatoria, y cuya estrategia es presentarse como «naturales» [Asensi, 2011, 15].
Si pensamos en el pasado, esto último es algo que se le puede achacar a las élites
criollas, occidentalizadas, herederas de los poderes coloniales, y encargadas de construir
a las naciones. Los Subaltern Studies lo tenían muy claro en relación con las historio-
grafías; y, sin duda, buena parte de los estudios sobre lo latinoamericano, estén más
cerca de los estudios culturales o de los cada vez más vagos límites de los literarios,
han venido denunciando a las inteligencias nacionales, sus literaturas y los cada vez
menos bien parados «procesos modernizantes». A este respecto, se pueden traer a co-
lación lo que en otro lugar hemos llamado «sistemas alternativos latinoamericanos».1
* Según el título de un conocido texto de Nelly Richard (1998).
1. A grandes rasgos, esta etiqueta engloba proyectos, categorías y modos de leer la literatura, la cultura o la
historia descentrados, subversivos y problematizadores de los grandes relatos de la modernidad en Améri-
ca Latina: emancipación, independencia, progreso, desarrollo, por una parte. Así también metarrelatos más
específicos, relacionados con los procesos de interpretación, subjetivización, representación y fabulación.
Destacan nociones como transculturación (Ángel Rama), heterogeneidad (Antonio Cornejo Polar) o lite-
raturas alternativas (Martin Lienhard). En todos los casos, se trata de constructos o modos de lectura
interesados en primar la presencia de modos no occidentales; o de versiones alternas de modernidad, casi
siempre desde lo indígena, lo popular o lo considerado arcaico frente al punto de vista occidental.
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