El problema del empleo en españa

AutorJosé Luis Rey Pérez
Páginas292-298

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Uno de los problemas tradicionales que ha venido afectando la sostenibilidad del Estado de bienestar en España han sido las elevadas cifras de desempleo que ha presentado la economía española no solo en los momentos de crisis, sino también en las épocas donde nuestra economía crecía a un buen ritmo. Problema que se combina con un fenómeno de dualidad en nuestro mercado laboral donde la grieta entre los trabajadores que tienen un contrato de trabajo con garantías y seguridades y aquellos que viven instalados en la precariedad, no hace sino agrandarse. Son, por lo tanto, dos los problemas que lastran nuestro sistema de bienestar, por un lado, la ausencia de empleos, una ausencia que tiene un importante componente estructural, y, por otro, la precariedad creciente de los contratos de trabajo que se crean, que no ha hecho sino incrementarse con las reformas laborales efectuadas en los años 2011 y 2012.

Se suele decir que una de las principales políticas de bienestar es la creación de empleo y esto es cierto en dos sentidos: por un lado, porque si se crea empleo de calidad, ello supone una forma de financiar el bienestar de los trabajadores y de sus familias y, por otro, porque cuanto mayor sea la tasa de empleo mayores son los ingresos de los que dispone el Estado para activar políticas que persigan una igualación en el bienestar de los ciudadanos. Uno de los principales obstáculos para el desarrollo de políticas que tengan este objetivo centradas en aspectos como la educación, la salud, la atención a la dependencia o la vivienda, es que con cifras cercanas al 25% de desempleo, el esfuerzo que el Estado tienen que hacer en el mantenimiento de los ingresos de aquellos que se han quedado sin trabajo, resta recursos para el resto de políticas. De hecho, una consecuencia de esto es el escaso

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efecto redistributivo que tienen las políticas de bienestar en España y, en particular, las de transferencias de ingresos que se han centrado en el pago de las pensiones por jubilación (que casi carecen de efecto redistributivo porque tienden a perpetuar la desigualdad de ingresos que se daba en la vida laboral) y en el pago de prestaciones y subsidios de desempleo que, en el primer caso, perpetúan la dualidad de nuestro mercado laboral y en el segundo, al ser escasas, no logran el efecto paliativo de la pobreza que debieran tener y para el que fueron diseñadas.

Precisamente, con el objetivo de lograr un mayor efecto redistribuidor del resto de políticas sociales, uno de los objetivos de España debiera ser la creación de empleo, pero no de cualquiera, sino de empleo de calidad. Por ello, las reformas que habría que hacer serían las siguientes, siempre teniendo en cuenta que este tipo de políticas no tienen efectos con carácter inmediato sino que suponen una reforma cuyos objetivos solo se pueden alcanzar en el medio plazo.

1) Superar la identidad entre trabajo y empleo. Hasta ahora las políticas económicas y de bienestar se han centrado en el empleo, identificando el trabajo con el empleo. El empleo es un concepto mercantil que puede ser definido como aquella actividad que el mercado valora y a cambio de la cual ofrece una contraprestación económica además de un cierto reconocimiento social. El trabajo, en cambio, es un concepto más amplio y se puede decir que hay mucho más trabajo que empleo, ya que es toda actividad en la que se usan las aptitudes y capacidades tanto intelectuales como físicas que sirve mediata o inmediatamente para la interacción con los demás. La filosofía del workfare que viene inspirando las reformas laborales en todos los Estados de bienestar han venido centrándose en el empleo y negando que haya un trabajo diferente del empleo que merezca la...

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