El presente estudio: la perspectiva total

AutorAlfonso Serrano Maíllo
Cargo del AutorDoctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid
Páginas167-236

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2.1. Introducción

El presente test de la teoría general del delito utiliza una muestra pequeña de delincuentes juveniles internados en Centros de la Comunidad de Madrid. Se administró a los mismos un cuestionario autocumplimentado con la finalidad de medir variables de diversa naturaleza. Es bien sabido que el método de recogida de datos mediante encuesta o mediante cuestionario autocumplimentado se encuentra compuesto por diversos elementos o estadios. En realidad puede decirse que engloba varias metodologías a la vez, aunque íntimamente relacionadas entre sí: diseño del cuestionario, muestreo, modo de recolección de datos. A menudo, un estudio pone un gran énfasis en alguno de estos elementos, pero descuida en alguna media otro u otros1. Este es un serio fallo de estrategia, ya que la calidad de los datos que se obtengan será, al menos, tan pobre como la del peor elemento de todo el diseño. Esto es, que un cuestionario de alta calidad -en el sentido de haber tenido en cuenta la literatura y evidencia empírica disponible, haber sido pretestado exhaustivamente, etc.- aplicado de modo incorrecto -por ejemplo con entrevistadores inexpertos y sin entrenamiento mínimo adecuado- producirá datos de peor calidad que un diseño más equilibrado. Así, en los últimos años se ha venido llamando la atención sobre la necesidad de que un buen diseño trate de minimizar las fuentes de error, de modo compensado, en todos estos elementos. Este es el llamado enfoque o perspectiva total2. A ella trata de acomodarse la presente investigación, procurando alcanzar una buena calidad en los

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distintos momentos del diseño total y optimizando el uso de los -por otro lado limitados- recursos.

2.2. La muestra

El presente test ha recurrido a una muestra modesta o incluso pequeña de delincuentes juveniles -muy probable-mente aventajados a nivel individual, por supuesto desde un punto de vista relativo. Un cuestionario fue entregado a una muestra de jóvenes internos en Centros de la Comunidad de Madrid en marzo de 2006. La muestra no es completamente aleatoria, sino que posiblemente fue seleccionada en alguna medida por los responsables políticos de la Comunidad de Madrid3. A la vez, es probable que la muestra efectivamente encuestada no coincidiera completamente con la original. El número final de individuos asciende a 584.

La investigación criminológica comparada utiliza tanto muestras de jóvenes como de adultos -también niños, aunque más excepcionalmente-, aunque quizá la primera opción sea más habitual -algo más se dirá más abajo sobre los sophomores. Baron, por su parte, apunta que los efectos del autocontrol sobre el delito «eran significativamente menores en muestras de poblaciones más jóvenes», esto es en comparación con muestras de adultos5.

Aunque quizá es algo exagerado el juicio de este autor, ello apunta a que nuestro test tenderá a ser conservador.

Durante la administración del test es fundamental contar con la colaboración de los prácticos -en nuestro caso, los directores y educadores de los Centros6. En países con una mayor tradición empírica que el nuestro y sobre todo en ciertos supuestos se ha encontrado que éste suele ser el caso7, y

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nuestra experiencia lo confirma para los Centros de la Comunidad de Madrid.

Todos los participantes son varones debido a que las chicas internadas en Centros de la Comunidad de Madrid disponibles para formar parte de la muestra ascendían a solamente 6. Un número tan escaso, unido al ya de por sí limitado tamaño muestral total hubiera hecho prácticamente imposible análisis independientes en razón del sexo. Por ello, junto a las dificultades de acceder a las chicas, se optó por no considerarlas en la muestra. Hubiera sido preferible, sin duda, que ésta hubiera incluido mujeres -esta es una crítica importante a teorías e investigaciones en Criminología, hasta el punto de que Cecil llega a hablar de una «ceguera de género»8-, de modo que se hacen precisas investigaciones futuras que puedan tener en cuenta a esta población9. Las edades de los sujetos, expresadas de modo discreto, se ubican entre los 14 años de edad del más joven y los 20 del mayor (N=53). La media es 17,04 años de edad; 18 años es la moda de nuestra muestra. La muestra se encontraba compuesta por jóvenes de estatus nacional e inmigrante casi a partes iguales. Puesto que esta distinción es más bien grosera e imprecisa y puesto que no existen pruebas de su relevancia para la teoría criminológica10, no la hemos incluido en nuestros análisis. Las familias de las que proceden los chicos de nuestra muestra son, de modo abrumador, de clase trabajadora, si se atiende a la profesión del padre. Este grupo, el más numeroso con diferencia, está compuesto por 35 sujetos, que representan un 60,3% del total de la muestra o bien un 83’3% de los que contestaron las preguntas de interés. Sólo un 40% de nuestra muestra de jóvenes vivía con sus dos padres cuando estaba en libertad, mientras que el 34,5% vivía con uno de ellos, en una amplia mayoría de los casos con la madre. Por lo que respecta de modo específico a los «inmigrantes», nuestros datos sugieren que no nos encontramos mayoritariamente ante casos de menores no acompañados. El motivo se halla, muy probablemente, en que simplemente pare-ce haber pocos casos de esta naturaleza en España, en comparación con los

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acompañados11. Nuestros jóvenes han incurrido en hechos delictivos serios, según los datos autorrevelados en el cuestionario -esto es, no oficiales12.

Esto era de esperar dado que, si se encuentran internados, es debido a la comisión, precisamente, de hechos delictivos de una cierta gravedad13. Verbigracia, de entre los delitos más serios que incluye nuestro cuestionario se encuentra el robo a persona con intimidación: casi un 70% de los jóvenes de nuestra muestra ha llevado a cabo al menos en una ocasión este comportamiento. Entre los actos desviados en que han incurrido figura el consumo de porros y otras drogas: más de la mitad de nuestra muestra reconoce haber consumido porros (68,4%) y/u otras drogas (56,1%). A mayor abundamiento, un 47,3% afirma ser fumador habitual de porros («Fumo casi a diario» o «Fumo a diario») y un 22,8% de otras drogas («Todas las semanas»). Muchos jóvenes de nuestra muestra han comenzado a delinquir a edades que pueden considerarse tempranas. Sin embargo, también es digno de advertir que casi la mitad de ellos -contando a un individuo que dice ahora no haber delinquido nunca-, en concreto 26 (45,6%), afirman haber comenzado a de linquir a los 16 años o después14. Los descriptivos precedentes dibujan, como es fácil de apreciar, un grupo de típicos delincuentes juveniles serios. En otro lugar aparece una descripción más completa de nuestra muestra, y a la misma me remito para ulteriores detalles15. Debido a que las teorías aquí consideradas no conceden un rol destacado a la mayoría de las variables que trataba de medir nuestro cuestionario -que tenía originariamente una vocación más amplia-, no han sido utilizadas en los análisis estadísticos.

El uso de una muestra de tamaño limitado representa un desafío para el investigador. En la literatura, eso sí, existen

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otros tests de la teoría del autocontrol que han utilizado muestras relativamente pequeñas, como Muraven y sus colegas, quienes contaron con 102 estudiantes de una asignatura de Psicología, pero que reportan análisis de regresión con 55 y hasta 44 casos16. Puesto que la investigación empírica en países como el nuestro se encuentra fuertemente constreñida por diversas cuestiones -entre las que descollan las extracientíficas, derivadas de la corrupción imperante-, el reto es también conducir estudios independientes diseñados para tratar de aprovechar al máximo los escasos recursos con que se pueda contar por parte de científicos sociales independientes. Ello se traduce, más en concreto, en conceder una reflexión especialmente detenida y continuada al marco teórico y al diseño metodológico del estudio, con especial atención al muestreo, a la potencia estadística, a la validez y fiabilidad de los instrumentos, a los métodos de análisis y a la eventual violación de sus asunciones.

Se trata, pues y como acaba de decirse, de conducir estudios independientes con recursos limitados. En efecto, debe hacerse un esfuerzo para impedir que la investigación criminológica en países como el nuestro resulte sesgada por un acceso diferencial, más o menos grosero o sutil, a los recursos. En este sentido, más que una posibilidad, el envite responde a una necesidad. Por otra parte, la investigación empírica a una cierta escala es costosa en términos financieros. Ello apunta a que los limitados recursos deberían concentrarse en unos pocos estudios de alta calidad e independientes. Wikström, por ejemplo, habla de que la investigación en el ámbito del control y prevención de delito y su financiación se caracteriza por mil flores floreciendo, esto es una multiplicidad de estudios con recursos bajos que conllevan serias limitaciones metodológicas17. La idea de recurrir a muestras pequeñas, pues, también es la de permitir concentrar recursos en un puñado de estudios de calidad. Esta ulterior preocupación, naturalmente, no tiene lugar cuando existe la antes señalada. La segunda finalidad de este trabajo, por lo tanto, es contribuir a remover

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un pretexto para...

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