Presentación. El Parlamento en los tiempos del coronavirus

AutorAlfonso Arévalo Gutiérrez
Cargo del AutorLetrado ? Director de Gestión Parlamentaria de la Asamblea de Madrid
Páginas9-13
9
Presentación.
El Parlamento en los tiempos del coronavirus
Alfonso Arévalo Gutiérrez
I. “El amor en los tiempos del cólera”
En “El amor en los tiempos del cólera”, Florentino Ariza, habiéndole jurado
amor durante cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días y después de que
Fermina Daza, luego de quedar viuda, accediera a su propuesta de ir a navegar
en un crucero, para evitarla una posible situación enojosa ordenó al capitán que
ondeara una bandera amarilla; señal de que se ha descubierto el cólera en un
barco. Con esta excusa, el buque comenzó a navegar, sin pasajeros ni carga, y
sólo se detuvo para cargar combustible; ah, y para recoger a la novia del capitán.
Al regresar a la ciudad, nadie quería volver a su casa, al “horror de la vida real”, y
Florentino Ariza sugirió que siguieran navegando en el río, para siempre.
El núcleo de la trama lo sintetiza la última frase del capitán en la película
inspirada en el libro:
— “Al final he descubierto para mi regocijo que es la vida, y no la muerte, la que
no tiene límites”
Gabriel García Márquez cierra su hermosa obra del siguiente modo:
Cuando ya no quedó nada que comer en los platos, el capitán se limpió los labios
con la esquina del mantel, y habló en una jerga procaz que acabó de una vez con
el prestigio del buen decir de los capitanes del río. Pues no habló por ellos ni para
nadie, sino tratando de ponerse de acuerdo con su propia rabia. Su conclusión, al
cabo de una ristra de improperios bárbaros, fue que no encontraba cómo salir del
embrollo en que se había metido con la bandera del cólera.
Florentino Ariza lo escuchó sin pestañear. Luego miró por las ventanas el círculo
completo del cuadrante de la rosa náutica, el horizonte nítido, el cielo de diciembre
sin una sola nube, las aguas navegables hasta siempre, y dijo:
— Sigamos derecho, derecho, derecho, otra vez hasta La Dorada.
Fermina Daza se estremeció, porque reconoció la antigua voz iluminada por la
gracia del Espíritu Santo, y miró al capitán: él era el destino. Pero el capitán no la
vio, porque estaba anonadado por el tremendo poder de inspiración de Florentino
Ariza.

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