Presentación

AutorIñaki Rivera Beiras
Páginas5-32

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1. El proceso de gestación de esta obra

Aproximadamente, hace unos seis años atrás, ciertas conversaciones y discusiones por entonces mantenidas con algunos estudiantes de la I edición del Máster oficial en «Criminología y Sociología jurídico-penal» (de la Universidad de Barcelona),1 provocaron en algunos de nosotros una intensa búsqueda de materiales bibliográficos que hablaban de una «nueva» Criminología (crítica y global, señalaban algunos) que atendía al conocimiento y examen de la dañosidad global de una economía mundializada que vinculaba a dos grandes productores de sufrimiento: el Estado y las grandes Corporaciones transnacionales. Volver a poner el acento —pese a que ciertos autores se apresuraran a certificar la defunción de la Criminología crítica— en la criminalidad de (y desde) el Poder, y que además lo hicieran desde órdenes culturales diversos, quiso que nos fijáramos entonces en algunos trabajos de Raúl Zaffaroni (2011 y 2012), Vincenzo Ruggiero (2009) o Wayne Morrison (2006-2012) quienes estaban entonces haciendo un llamamiento hacia la consideración de una Criminología denominada, respectivamente, como cautelar, o del alto el fuego, o global. De la mano del primero, funda-

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mentalmente, conocimos entonces la obra del criminólogo neozelandés Wayne Morrison, entonces solo disponible en inglés y titulada Criminology, Civilisation and the New World Order.

En realidad, lo que estaba sucediendo entonces es que, formado en la tradición de la llamada Criminología crítica a lo largo de las últimas tres décadas (v. Taylor, Walton y Young 1977), y habiendo trabajado durante ese tiempo en el marco del pensamiento crítico que de la mano de Alessandro Baratta y Roberto Bergalli (1982 y 1983 respectivamente), ya habían señalado un campo de trabajo político-académico, denominado Sociología del control penal, advertía que muchas cosas estaban cambiando a la vez que muchos referentes continuaban siendo los mismos. Numerosas problemáticas que veían de antaño se estaban agudizando, la dañosidad social crecía como contracara de un progreso que avanzaba discontinuamente. Acontecimientos que antes no poseían un nombre o identificación clara se estaban sucediendo. El «manifiesto editorial» contenido en la Presentazione del núm. 1 de La Questione Criminale (Rivista di ricerca e dibattito su devianza e controllo sociale) de Franco Bricola y Alessandro Baratta acerca del poder y la selectividad del sistema penal continuaba teniendo una vigencia notable. Pero al mismo tiempo, casi cuatro décadas después, la dañosidad social producto de la globalización económica se incrementaba notablemente aunque, al final, seguía repercutiendo sobre «el referente material» tan empleado por los autores italianos.

Eran muchos los sucesos de gran trascendencia mundial que habían acontecido en las últimas décadas. La transformación geopolítica que suponía la desaparición de alguno de los anti-guos bloques políticos, la desintegración de la URSS, la caída del muro de Berlín, el inicio de la llamada «globalización» económica, el desarrollo de las nuevas tecnologías que transformaban mucho más que las meras comunicaciones, los atentados del 11 de septiembre de 2001 (y otros posteriores), el inicio de una ofensiva bélica de lucha contra un enemigo a escala inter-nacional, por citar tan solo algunos acontecimientos de relieve mundial y reciente; convocaban, en el particular universo de las ciencias sociales y penales, a un imprescindible debate y re-actualización de unos contenidos disciplinares anquilosados en unas estructuras que estaban siendo abruptamente modificadas.

Como indica Gordillo, a numerosos estudiantes jóvenes de la actualidad les casusa incluso estupor enterarse que tras la segun-

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da Guerra Mundial se promovió un verdadero Derecho internacional de los derechos humanos que intentó que no se repitiera la barbarie del Holocausto, que se edificaran garantías penales que frenaran la violencia propia del Estado y sus agencias, que se luchara para lograr la abolición de la pena de muerte, de la tortura y de la guerra (2013: 61 y ss.). Parece que hoy se ha naturalizado el hecho de que se acepte como normal la racionalidad bélica, la supuesta legitimidad de muchas guerras para «acabar con la limpieza étnica», «luchar contra el terrorismo», «proteger a la población civil» o demás slogan propagandísticos de uso cotidiano. Así se aceptan como normales tantos desmanes a los derechos fundamentales, regresa descarnadamente la tortura, se bombardean poblaciones civiles en nombre del progreso, la democracia y los derechos, se asesina selectivamente a actores armados, todo lo cual no es que sea novedoso, claro está, pero sí muy preocupante que su aceptación sea cada vez más banal. Señala Gordillo, en la línea de cuanto antes he mencionado, que «nos falta una visión de conjunto sobre todo lo ocurrido en los últimos diez años y aún está por hacerse un análisis exhaustivo y radical —esto es: que vaya a la raíz del problema— del conjunto de factores culturales y sociopolíticos que han llevado al citado debilitamiento» (op. cit.: 64).

La obra citada de Morrison fue (un primer, pero no el único) referente en la búsqueda señalada. Sus propuestas y planteamientos eran inquietantes y profundamente interpeladores. En efecto, entender que el mundo contaba con unos denominados «espacio civilizado» y otro «incivilizado» en donde la Criminología había históricamente desempeñado el rol de elaborar el «discurso de la seguridad del espacio civilizado», promovía una búsqueda genealógica para ver hasta dónde podíamos rastrear el origen de semejante «apartheid gnoseológico». Iniciar ese camino suponía advertir algo pocas veces señalado: la teorización decimonónica racista en torno a un «hombre medio» había contribuido a la paulatina edificación de un corpus (estadístico, médico, biológico, legal...) en torno a la existencia de sub-humanos, que ayudó a sentar las bases del Holocausto. La Criminología no salía bien parada de semejante recorrido. Pero la interpelación de Morrison continuaba: ¿por qué una disciplina cuyo logos es justamente el estudio del crimen solo había vivido persiguiendo al ladrón y a las infracciones menores descuidando justamente a los grandes procesos de victimización y dejando en la total invisibilidad (léase,

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impunidad) a los grandes perpetradores del mal extremo? Y, finalmente, ¿tenía algo que decir esa Criminología respecto del convulso presente; podía hablarse de una Criminología propia de la globalización? Demasiadas preguntas no pasaron desapercibidas.

Un tiempo más tarde, con otro grupo inquieto de estudiantes del mencionado Master (y de su posterior programa de Doctorado en Derecho y Ciencia Política), iniciamos el proceso de traducción, revisión y edición de la obra del neo-zelandés. La decidida tarea traductora de Alejandro Piombo, y la revisión (durante más de un año) llevada a cabo por Camilo Bernal, Alejandro Forero, Iván Vidal, Sebastián Cabezas, Fidel Amat (fallecido a lo largo del proceso comentado) y yo mismo, culminaron en el acuerdo con la editorial Anthropos en la publicación y presentación de Criminología, civilización y nuevo orden mundial, encabezada por un largo trabajo de Presentación de Raúl Zaffaroni, un Estudio Preliminar nuestro (editores de la obra presentada en castellano) y un Epílogo del autor (pensando en el lector iberoamericano). No se van a reproducir aquí los innumerables debates e interrogantes que todo aquello suscitó, la aludida obra y sus respectivas partes dan cuenta de todo ello y a ello hay que remitirse. Pero no sería la única obra, ni la única iniciativa que en estos años emprendimos y que —todas— operan como antecedente de la publicación que ahora presentamos aquí.

De modo paralelo a cuanto se está describiendo, junto a Héctor Silveira, Roberto Bergalli y Alejandro Forero, concebimos la realización de un espacio de discusión que se materializó en el Seminario sobre «Memoria y Filosofía del Mal» que realizamos como parte de las actividades del Observatorio del Sistema penal y los Derechos humanos de la Universidad de Barcelona. Además de los nombrados, participaron en él, Sebastian Scheerer (del Instituto de Criminología de la Universidad de Hamburgo), Luigi Ferrajoli (de la Universidad de Roma III) y Reyes Mate (del CSIC de Madrid). Los temas antes aludidos, examinados ahora con la dimensión que otorga el empleo de la categoría de la Memoria, pudieron adentrarnos en el debate en torno a la producción del Mal. Sobre esos dos ejes, elaboramos también entonces la obra que lleva por título, precisamente, Filosofía del Mal y Memoria (Anthropos 2012). La confluencia entre dimensiones...

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