Las políticas de juventud en iberoamérica

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3.1. La juventud como un concepto de la política pública

Antes de iniciar el análisis y las precisiones conceptuales relacionadas con la juventud y las políticas públicas que atañen a dicha población, conviene describir y analizar el proceso que, a nivel internacional, ha contribuido a configurar el escenario preciso para que las y los jóvenes fueran considerados más que un grupo etario, personas con potencial de transformación social y desarrollo, con poder de decisión e incidencia en la construcción y el progreso de las sociedades, haciendo visible de este modo la necesidad de gestionar y consolidar políticas públicas de juventud, adecuadas a las condiciones y demandas del entorno.

En 1979, a partir de la preocupación difundida entre los gobiernos de la época a causa de las movilizaciones estudiantiles y del auge del movimiento hippie, se gesta un primer paso en el que ante la considerable visibilidad política y social, se presenta un claro interés en las nuevas generaciones, así como la voluntad política de generar espacios institucionalizados que beneficiaran la participación juvenil a todos los niveles.

Teniendo dichos elementos como antecedente, en 1985 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) celebra el primer Año Internacional de la Juventud (AIJ) con el lema «participación, desarrollo y paz», consolidando el interés de incluir a las nuevas generaciones en la agenda pública global, generar investigaciones que permitieran comprender integralmente a las mismas, y la construcción de instituciones que desde el ámbito gubernamental, pudieran dedicarse a trabajar en materia de políticas públicas. En el escenario regional, para dicha época sólo Costa Rica, España, México y Venezuela contaban con este tipo de instituciones y como resultado destacable del AIJ, a partir de 1987 se empiezan a celebrar las Conferencias Iberoamericanas de Juventud1(OIJ, 2014, p).

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Es de destacar la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo, que se lleva a cabo entre el 5 y el 13 de septiembre de 1994 en El Cairo, contando con la participación de más de 180 Estados para la negociación del Programa de Acción que tendría vigencia los siguientes 20 años (es decir, hasta el año 2014). En este documento se consolidan bases para la acción, objetivos y medidas que atañen a diversos temas, dentro de los que se encuentran: relaciones entre la población, crecimiento económico sostenido y desarrollo sostenible; igualdad y equidad entre los sexos y la habilitación de la mujer; la familia, sus funciones, derechos, composición y estructura; crecimiento y estructura de la población, derechos reproductivos y salud reproductiva; salud, morbilidad y mortalidad; distribución de la población, urbanización y migración interna; población, desarrollo y educación, y tecnología, investigación y desarrollo, entre otros (Naciones Unidas, s.f.).

En 1995 surge el Programa de Acción Mundial para los Jóvenes, que «brinda un marco de política y directrices prácticas para la adopción de medidas en el plano nacional y para la prestación de apoyo en el plano internacional, con el in de mejorar la situación de los jóvenes», conteniendo las siguientes áreas prioritarias (Naciones Unidas, s. f., p.3):

- Educación

- Empleo

- El hambre y la pobreza

- La salud

- El medio ambiente

- El uso indebido de drogas

- La delincuencia juvenil

- Las actividades recreativas

- Las niñas y las jóvenes

- La plena y efectiva participación de los jóvenes la vida de la sociedad y en la adopción de decisiones

- La globalización

- La tecnología de la información y las comunicaciones

- El VIH/SIDA

- Los jóvenes y los conflictos armados

- Las cuestiones intergeneracionales

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Otro hito fundamental lo constituyeron los Objetivos de Desarrollo del Milenio (OMS) en el 2000, una alianza mundial que bajo la égida del sistema de Naciones Unidas, buscan el desarrollo y la erradicación de la pobreza extrema, con una fecha límite en el año 2015 para lograr su cumplimiento, siendo estos:

- Erradicar la pobreza extrema y el hambre

- Lograr la enseñanza primaria universal

- Promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer

- Reducir la mortalidad de los niños menores de 5 años

- Mejorar la salud materna

- Combatir el VIH/SIDA, la malaria y otras enfermedades

- Garantizar la sostenibilidad del medioambiente

- Fomentar una alianza mundial para el desarrollo

Sin embargo, ninguno de los ocho objetivos propuestos estuvo directamente relacionado con las y los jóvenes, pese a que una de las metas contempladas dentro del primer objetivo se encuentra relacionado con alcanzar el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos, incluyendo a mujeres y jóvenes.

Una vez finalizado el 2015, los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se erigen actualmente como un nuevo hito que marca el devenir de la materia juvenil no sólo en la región sino a nivel internacional a partir de la consolidación de la Agenda 2030 impulsada en el ámbito de las Naciones Unidas.

Ahora bien, una vez trazada la evolución de la concepción juvenil en las agendas públicas nacionales e internacionales, para hablar de la juventud como un concepto, conviene partir de una precisión semántica relacionada con el término «juventudes», ya que además de implicar la complejidad y matices de una etapa en el desarrollo de la persona, diferenciadas y multiplicadas en cada país de acuerdo con a variables culturales y socioeconómicas (entre otras), el uso de dicho concepto permite además una dimensión amplia y comprensiva de lo juvenil, a partir de la cual se reconozcan las diferencias, se acepten las diversidades, se construyan aceptaciones y de esa forma, se construyan también miradas que potencien lo juvenil (OIJ, 2014, p.19).

Si bien tradicionalmente se han empleado concepciones sesgadas que han limitado y quizá reducido la condición juvenil a una etapa de paso entre la niñez y la adultez, actual-mente se han adoptado enfoques amplios e integrales que reconocen la diversidad como una característica fundamental al identificar el concepto como una construcción de carácter histórico y cultural que alude a la pertinencia de reconocer a las diferentes juventudes, situándolas en un espacio y tiempo precisamente definidos. Desde esta perspectiva, se presentan mujeres y hombres jóvenes, así como jóvenes urbanos y rurales, juventudes que

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pertenecen a diferentes clases sociales, las que forman parte de diferentes etnias y razas, y aquellas que se identifican con diferentes identidades sexuales y muchos otros grupos de similar carácter (OIJ, 2013, p. 19).

Gráfico 3.1. Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Fuente: Recuperado de «Objetivos de Desarrollo Sostenible, 17 Objetivos para transformar nuestro mundo». ONU. (26 de septiembre, 2017). Recuperado de .

Bajo este marco, las condiciones y concepciones contemporáneas sitúan a las y los jóvenes en un proceso de preparación para entrar en el sistema productivo y trascurrir por procesos autonómicos respecto de sus familias. Sin embargo, partiendo de esta consideración, las juventudes pasan a ser objeto de análisis y debate cuando coyunturalmente, los mecanismos de tránsito etario no coinciden con los de integración social, en el momento en que factores asociados a las trayectorias de la educación al trabajo, de la dependencia a la autonomía o de la transmisión a la inyección de valores, se vuelven problemáticos (OIJ, 2004, p. 15). Es decir, al restringir la concepción de las y los jóvenes a una mera etapa de transición al sistema productivo en cada uno de los países en los que habitan, se suelen atribuir variables negativas, de carácter problemático, que rara vez promueven una visión integral de esta población, reconociendo la diversidad como característica fundamental.

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Considerando entonces a la juventud únicamente como una etapa de transición, el inicio de las trayectorias de autonomía, de ingreso al mundo laboral con los primeros empleos, y de conformación de nuevas familias se erigen como procesos que suelen vincularse estrechamente –desde el imaginario colectivo— con la transformación para convertirse en adultos, teniendo siempre como referencia el alcance de otra etapa, en la que prioridades, características y funciones son diferentes. En este sentido, se excluyen los rasgos propios de las juventudes, en su diversidad, considerándoles como parte de una simple etapa de preparación para la vida adulta.

Desde la sociología, la juventud inicia con la capacidad del individuo para reproducir a la especie humana, y termina cuando adquiere la capacidad para reproducir a la sociedad (Brito, 1997); desde el desarrollo bio-psico-social, el inicio de la juventud se encuentra asociado a la pubertad y la adolescencia, incluyendo todos aquellos cambios psicológicos y hormonales que este proceso conlleva, como la identificación sexual y el desarrollo de las características sexuales primarias y secundarias, la búsqueda de autonomía e independencia, el cambio de la importancia en los grupos de referencia2y el diseño de proyectos de vida, entre otros rasgos fundamentales (ibíd.). Es por esto que la multiplicidad de enfoques y visiones con las que se define a la juventud, dificultan que se pueda establecer con claridad un concepto único que contemple todas aquellas concepciones y aristas que atañen al mismo, teniendo en cuenta que factores como la identidad, la integración, las trayectorias...

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