La política social en el nuevo Estado Franquista: protección a las familias numerosas

AutorMaría José Collantes de Terán de la Hera
Cargo del AutorUniversidad de Cádiz
Páginas65-99

Page 66

1. La institución familiar en el nuevo Estado Franquista

Uno de los pilares* básicos del régimen franquista, ya desde sus comienzos, fue la familia, entendida ésta como comunidad natural, de fondo moral y base de la sociedad y el Estado, y, por tanto, con un gran alcance social y político1. Estas características son las que se resaltan en las Leyes Fundamentales del Estado español. En concreto, en el Fuero del Trabajo (de 19 de marzo de 1938), el Fuero de los Españoles (de 17 de junio de 1945) y la Ley de Principios Fundamentales del Movimiento (de 17 de mayo de 1958). Así, la Declaración XII,3 del Fuero del Trabajo reconoce a la familia como célula primaria natural y fundamento de la sociedad, y al mismo tiempo como institución moral dotada de derecho inalienable y superior a toda ley positiva. Por su parte, el art. 22 del Fuero de los Españoles establece que “el Estado reconoce y ampara a la familia como institución natural y fundamento de la sociedad, con derechos y deberes anteriores y superiores a toda ley humana positiva”. Y en la ley promulgadora de los Principios Fundamentales del Movimiento se reconoce a la familia como base de la vida social y fundamento de la comunidad nacional (Punto V), como una de “las entidades naturales de la vida social” integrantes de una de las “estructuras básicas de la comunidad nacional” (Punto VI) y se determina que a través de ella –en unión de otras entidades con representación orgánica– se llevará a cabo la participación del pueblo en las tareas legislativas y en las demás funciones de interés general (Punto VIII).

En múltiples ocasiones el propio Franco, en sus discursos, se referiría y ensalzaría la importancia de la familia como pieza fundamental del nuevo Estado, a la que había que prestar la máxima atención y ayuda. Son palabras suyas las siguientes:

“Para nosotros la familia constituye la piedra básica de la nación… Al correr los años, nuestra Nación ha sido, más que una suma de individuos, una suma de hogares, de familias con un apellido común… Por la elevación de sentimientos que el orden familiar entraña, porPage 67la solidaridad del común destino, por la red de afectos y tradiciones acumulados al correr de los años, que de padres a hijos se transmiten con la antorcha del deber, de los honores, del trabajo o del sacrificio, no solo es semejante a lo que puede establecerse entre la familia y la Patria, sino que la familia constituye un modelo, un arquetipo para la Nación (31-XII-1953: Mensaje de fin de año)2.

“La mayoría de los males que a la sociedad moderna aquejan son debidos en su mayor parte a la debilitación del vínculo familiar. Cuando la institución familiar se debilita, la sociedad padece, y cuando aquélla llega a trance de desintegración la sociedad entera se anarquiza./ La Naturaleza ha hecho de la familia la célula de toda la vida social […] Si queremos conseguir un mundo mejor hemos de mirar a la familia como su piedra básica […] Si aspiramos a que la familia constituya esa piedra básica de la sociedad moderna en la que todos los españoles se integran, hemos de cuidar de cuanto al mejor desenvolvimiento de la familia cristiana, interesa seguros de que de la asociación de las familias y del estudio de sus problemas sólo se derivarán bienes para nuestra nación, que una vez más habrá señalado al mundo el verdadero camino para la enmienda de la sociedad moderna. Empieza aquí a apercibirse el gran tesoro que la familia significa y a contemplar con envidia a los pueblos que a través de todas las vicisitudes han sabido conservar esta bendición de Dios que la familia representa” (18-II-1959: Madrid. I Congreso Nacional de la Familia Española)3.

Desde sus primeros discursos, Franco invoca el carácter básico de la familia en la estructura del Estado e infunde en todos sus colaboradores la idea de que, en vez de fundar la política sobre el individuo aislado, habrá que tenerlo en cuenta encuadrado en el hogar, el municipio y en el sindicato. Y acorde a estos ideales, el nuevo Estado se propone rescatar a la institución familiar de la situación de crisis en que la guerra española la ha colocado y en la que, según algunos representantes de la doctrina jurídica del momento, venía estando ya inmersa desde antes, debido a los ataques de los que había sido objeto por parte de las más altas instancias4. Así, en opinión de D. Luis Jordana de Pozas,Page 68“en lo que respecta a la familia, no ha sido simplemente desdén u olvido, sino animadversión franca y hostilidad patente la que ha tenido el Estado durante todo el siglo XIX y lo que va del XX […] La crisis de la institución familiar, como consecuencia de los ataques de que era objeto desde los más diversos campos, se manifiesta en su conjunto y en cada uno de sus elementos constitutivos: crisis del matrimonio y consiguiente descenso de la nupcialidad…, crisis de la natalidad…, de la unidad familiar…, del patrimonio familiar, del hogar (dificultades para que cada familia tenga su vivienda), …del espíritu y continuidad de la familia…”5. Según el mismo autor, para afrontar esta situación se requería una política general del Estado, no bastando medidas fragmentarias por parte de los mismos poderes que habían provocado la crisis. Muy en la órbita del nuevo régimen político, Jordana afirmaba que “todas las medidas son inútiles mientras no haya una política general del Estado, unida, coherente y continua, que atienda por igual a las causas religiosas y morales de la crisis familiar y a las de carácter social, político y económico. Eso es lo que hay –terminaba afirmando– en España desde el 18 de julio de 1936…”6.

La verdadera causa de la crisis de la familia se atribuía, en el contexto de la tradicional crítica al liberalismo, ante todo a la mercantilización del trabajo, esto es, a la fijación del salario en función única y exclusivamente de la dinámica de la oferta y la demanda de trabajo,Page 69prescindiendo de cualquier consideración de la situación familiar del trabajador. Dadas las fluctuaciones del mercado de trabajo y el bajo nivel de los salarios impuestos por el mercado, la conversión del trabajo en una mercancía erosionaba la estabilidad de la institución familiar al no proporcionarles recursos materiales suficientes y forzar al trabajo extradoméstico de la mujer7. Esta última era precisamente, desde el punto de vista oficial de la Iglesia, una de las causas de la crisis de la institución familiar porque minaba la funcionalidad de la familia y con ello la estabilidad del propio orden social. El trabajo extradoméstico de la madre suponía el abandono de las tareas de socialización, pues su función consistiría en “educarlos para ella y prepararlos para la vida social, sin lo cual el hombre entra en ella inadaptado, hecho un bárbaro, indisciplinado, sin sentir la solidaridad más que con sus compañeros de cadena o de trabajo, sin atisbo siquiera de esa otra solidaridad más humana y más alta y más noble con todos los de su nación y con todos los humanos, reacio a ese reajuste y coordinación de actividades en los que está el secreto de la fuerza y de la salud de los pueblos”8. A partir de una concepción del hombre en la que se afirma una tendencia innata al mal en el niño, la familia, la madre propiamente, tenía asignada la función de “domesticar la fiera”9. Si el trabajo extradoméstico de la madre supone el abandono de las tareas de socialización, la consecuencia que se predica es la inestabilidad del orden social. Por otro lado, también se hizo hincapié en las propias consecuencias para la estabilidad matrimonial: el trabajo extradoméstico de la madre fue considerado “un grave daño para el marido, al que no puede atender debidamente y cuyo amor puede con más facilidad perder, es la muerte del hogar”10. Estos argumentos se extenderían después a las propias características de las relaciones internas de la familia: la igualdad jurídica de los cónyuges así como la mayor independencia de la madre trabajadora, erosionaría el valor social de la autoridad y minaría con ello las bases sociales del orden tradicional que había que restaurar11.

Page 70

Pero es evidente que el principal problema al que tenían que enfrentarse las familias españolas era la situación de miseria en la que había quedado el país tras la guerra civil. Los ingresos por habitante se habían reducido a una quinta parte respecto a 1936, según nos indica París Eguilaz, Secretario del Consejo de Economía Nacional durante muchos años: “En el año 1940 la renta española a precios constantes, había descendido al nivel de 1914, pero como la población era mayor, la renta por habitante descendió a cifras del siglo XIX, es decir, la Guerra Civil provocó un retroceso económico sin precedentes”12. Aquellos primeros años, los más afectados por el hambre, son –como los describe M. García Padilla– los de las cartillas de racionamiento, la mendicidad omnipresente, el estraperlo y las colas, la falta de medicinas y de viviendas, restricciones de energía eléctrica casi diarias, y un sinfín de situaciones extremas, entre las que se encuentra, con una importancia especialmente significativa, la situación precaria de la agricultura13. En los años siguientes, a partir de 1950, aunque las perspectivas sociales van cambiando y se producen transformaciones económicas, subsistirían los desequilibrios, los salarios bajos, un alto porcentaje de población...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR