El pensamiento político y económico ilustrado y las cátedras de la sociedad económica aragonesa

AutorJesús Astigarraga y Javier Usoz
Páginas423-446

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1. Introducción

El siglo XVIII fue un período de renovación notable del pensamiento científico y humanístico. aunque pueda ser discutible el grado de originalidad del movimiento de las luces en esos ámbitos, pues muchas de sus innovaciones se enmarcaban en tradiciones intelectuales emergidas ya en el siglo precedente, es indudable que la ilustración desempeñó un papel de primer orden en la consolidación de distintas disciplinas que contribuyeron a modernizar sustancialmente las ciencias jurídicas, políticas y económicas. Quizás el rasgo más evidente de ese espíritu renovador fue la aparición gradual, en el ámbito académico y universitario, de diferentes nuevas materias que comenzaron a ser objeto de enseñanza. es bien conocido que españa participó, si bien desde posiciones algo secundarias y marginales, en este proceso de alcance europeo, a pesar de lo cual las reformas borbónicas de la educación superior no trajeron consigo un cambio sustancial en los métodos, los contenidos y las estructuras docentes de la universidad de ese tiempo 1. En cualquier caso, existió, en particular, a partir de 1765, un esfuerzo indudable por incorporar a la enseñanza regular esas disciplinas de nuevo cuño que venían extendiendo su influencia en los ambientes intelectuales de la ilustración a lo largo de todo el siglo XVIII. La creación en españa, durante las décadas de los años setenta y ochenta, de las primeras cátedras de derecho público y economía política simboliza ejemplarmente ese espíritu de renovación, aun-

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que, de manera general, dichas cátedras no lograran alcanzar buena parte de sus propósitos iniciales. sin duda alguna, esas dos disciplinas constituyeron, junto a la Filosofía Moral, tres de los frentes más emblemáticos de los ilustrados en su batalla por la modernización del pensamiento, en general, y de las ciencias sociales, en particular.

Es bien conocido que ese proceso renovador no se ciñó únicamente a los ambientes universitarios y que las sociedades económicas de amigos del país contribuyeron desde los años setenta, en algunos casos desde posiciones realmente destacadas, al mismo. así lo pone de relieve la actividad científica y docente que desplegaron la sociedad Bascongada, a través de su seminario de Bergara, o las sociedades Matritense o segoviana, entre otras muchas. Y, ciertamente, en el seno de todas ellas, una de las instituciones del siglo XVIII español que mejor representó este espíritu de avance fue la sociedad aragonesa de amigos del país. su contribución a la renovación docente de la ilustración española ha sido bien estudiada 2, al igual que su labor a través de la cátedra de economía civil y comercio, creada en 1784, la primera en españa con contenidos económicos 3. Sin embargo, normalmente se olvida que esta cátedra fue promovida de modo deliberadamente coordinado con otras dos, dedicadas al derecho natural y a la Filosofía Moral. el propósito de las próximas líneas es analizar, en primer lugar, la historia -ignorada hasta la fecha- de estas dos últimas cátedras para, a continuación, ponerla en relación con la de economía civil y comercio, con el fin de remarcar, finalmente, que precisamente esta última terminó siendo el auténtico canal a través del cual las ideas de renovación, no sólo de carácter económico, sino también jurídico-político, fueron introduciéndose en los ambientes de la sociedad aragonesa y, desde ellos, en los más generales de la ilustración española en su conjunto.

2. Las cátedras olvidadas de derecho público y de filosofía moral

El 18 de diciembre de 1785, quince meses después de haber sido fundada la cátedra de economía civil y comercio, la sociedad aragonesa abría al

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público sendas cátedras de derecho público (también denominada «de derecho natural» o «de derecho natural y de Gentes») y de Filosofía Moral. este acontecimiento, sobre el que tenemos noticias escasas, tal y como ocurre en general con la historia de estas dos cátedras 4, culminaba unos brevísimos prolegómenos organizativos, iniciados a comienzos de septiembre de ese mismo año, cuando la Junta General de la sociedad aragonesa se manifestó a favor de la creación de dichas cátedras, enmendando, de manera muy discreta, un informe interno previo en el que se perfilaba con un cierto detalle su estructura y su organización 5.

La primera reacción que despertó esta decisión tuvo como escenario la universidad de zaragoza. ésta trató de evitar, de manera inmediata, que esos planes se llevaran a la práctica. esta reacción parecía, en principio, lógica. la iniciativa de la sociedad se solapaba directamente con sus actividades, pues las dos cátedras previstas, como ya había ocurrido también con la de economía, tenían como destinatarios principales a los alumnos de leyes y, en menor medida, a los de filosofía. su finalidad era contribuir a que todos ellos complementaran su enseñanza universitaria regular en diversas materias que no existían en ésta. por este motivo, el modelo de organizativo, adaptado de las ordenanzas de la escuela de Matemáticas de la sociedad, su estructura docente más madura, estaba diseñado para no depender ni solaparse con la docencia universitaria. la enseñanza, gratuita, impartida en horario vespertino, a lo largo de dos cursos, durante los ocho meses lectivos y tres días semanales -en el caso de la cátedra de Filosofía Moral fueron ampliados a cinco en 1789-, quedaba en manos de un catedrático titular, designado, tras la sugerencia de la sociedad, por orden de la secretaría de estado -Floridablanca, en sus inicios-; de unos «socios curadores» nombrados por la sociedad y responsables de las labores organizativas; y del apoyo de la Junta universal de escuelas, el órgano para materias docentes de la sociedad aragonesa. en cualquier caso, la reacción contraria de los sectores universitarios zaragozanos, que, como veremos, no cejarán en sus propósitos, no respondía únicamente a una mera disputa competencial, sino que debe comprenderse como un episodio más de la soterrada -y, en numerosos casos, muy expresa y pública- disputa que los sectores universitarios renovadores y reaccionarios sostuvieron durante la españa de carlos iii y carlos iV. un expresivo frente de esa disputa lo constituía, precisamente, el propósito de aquellos primeros sectores de fundar cátedras de la misma naturaleza de las de la sociedad aragonesa, en particular, a partir de 1770, cuando fue creada una cátedra de derecho natural en

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los reales estudios de san isidro de Madrid. por ello, resulta muy significativa la reacción del consejo de castilla que, al menos aparentemente, desactivó de raíz esas primeras resistencias universitarias zaragozanas. el 9 de diciembre de 1785, tan sólo tres meses después de que la sociedad aragonesa hubiera decidido crear sus cátedras, a través de una real orden, establecía que no se impidiera a ésta desarrollar sus propósitos 6. Sin duda, en este rápido movimiento del consejo hubo de influir el enorme éxito con el que la cátedra de economía, fuertemente amparada por él, también frente a la reacción contraria de los docentes universitarios regulares, estaba culminando su primer año y medio de existencia.

De esta manera, con la apertura de las cátedras de derecho público y Filosofía Moral y el nombramiento en diciembre de 1785 de los dos primeros catedráticos -J. Broto, para la primera, y M. latorre, para la segunda- 7, la sociedad aragonesa ponía en marcha, con el apoyo del consejo de castilla, una experiencia docente pionera en la españa de su tiempo. lo más significativo de la misma era el hecho de que se presentara, de manera simultánea y coordinada 8, la enseñanza de tres disciplinas que habían representado la punta de lanza de la renovación del pensamiento en ciencias sociales durante la ilustración europea. además, lo hacían como materias docentes autónomas, una cuestión que diferenciaba esa experiencia de la de otros centros docentes, como el propio seminario de san isidro, en los que ya existía enseñanza del derecho público y la Filosofía Moral y, en el seno de sus programas, como era habitual en el marco universitario europeo, se incluían enseñanzas de carácter económico. otra cuestión diferente, como el tiempo se encargará de mostrar, es que la experiencia docente que se desarrollará en las dos cátedras de nueva creación fue de menor relieve que la de economía y más limitada en el tiempo: mientras esta última se mantendrá activa, con diferentes períodos de interrupción, hasta 1846, cuando fue absorbida por la universidad de zaragoza, la cátedra de derecho público, como todas las de su naturaleza en españa, fue clausurada en agosto de 1794, en el contexto político del temor al contagio de los aires revolucionarios franceses, y la de Filosofía Moral cerró sus puertas, con toda probabilidad, en el verano de 1798 9.

Las dos cátedras a las que aludimos no tuvieron una existencia fácil, ni siquiera en sus primeros años. de hecho, una y otra, en particular, la de derecho público, rondaron su suspensión en diversos momentos. esta circunstancia no se puede desligar del ambiente sociopolítico hostil que las acogió, lo cual habla por sí mismo de lo que su mera creación representaba como contrapunto en la anquilosada estructura docente de la época. los primeros pro-

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blemas provinieron de resistencias, muy ciertas y poderosas, personificadas en los profesores de la universidad de zaragoza. en marzo de 1787, poco más de año y medio después de la creación de la cátedra de Filosofía Moral, su titular, M. latorre, enviaba un oficio a la sociedad haciendo patente la escasa asistencia de alumnos a sus clases, cuyo motivo radicaba en «la continua enemiga que algunos de los públicos...

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