Las personas con discapacidad en el mercado de trabajo español

AutorMiguel Ángel Malo
CargoUniversidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN

El análisis de la situación de las personas

con discapacidad en el mercado

de trabajo ha cobrado especial

relevancia en los últimos años, como una

parte esencial (si no la más importante) de

cualquier intento de aumentar la integración

social de este colectivo. Esta centralidad

del empleo se aprecia con claridad en la

salida

de los temas de empleo de los discapacitados

de los tradicionales recintos de la

atención médica y/o la asistencia social para

entrar en los Planes Nacionales de Acción

para el Empleo que promueve la Unión

Europea (UE). Los Planes Naciones de Empleo

están tratando de articular una estructura

coherente para una nueva estrategia

de empleo con un elevado énfasis en las medidas

antidiscriminatorias y en la promoción

del empleo de los colectivos que se encuentran

en situación de desventaja en el

mercado de trabajo. Las personas con discapacidades

forman uno de estos grupos y es

un colectivo que de forma recurrente aparece

en los Planes Nacionales de Empleo. Así

pues, puede afirmarse que existe un intento

consciente de impulsar una política de empleo

hacia las personas con discapacidad

que trata de enfrentarse a los problemas

peculiares que este colectivo tiene en relación

con el mercado laboral. Sin embargo,

no estamos sólo ante un cambio de rumbo

de la política de empleo sino que este cambio

es también un resultado fruto de la evolución

reciente de las políticas nacionales

de los países miembros de la UE. España es

probablemente la mejor ilustración de esta

evolución desde una política tradicional hacia

los discapacitados centrada en las transferencias

de renta, los subsidios y el empleo

protegido hacia una política de empleo que

ve a ésta como la principal herramienta de

integración social.

El objetivo de estas páginas es proporcionar

de forma sistemática un conjunto de

información que sirva de marco para entender

la promoción del empleo de las personas

discapacitadas y el reciente cambio de rumbo

de la política de empleo dirigida hacia el

colectivo.

99 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

* Esta investigación ha sido financiada por la Junta

de Comunidades de Castilla y León, proyecto

SA092/02. Fue presentada por primera vez en mi participación

en el curso de la Universidad Internacional

Menéndez Pelayo «Mercado de trabajo: situación actual

y perspectivas» (Valencia, 18-22 de noviembre de

2002). Agradezco a Manuel Sánchez y a Javier Andrés

los comentarios realizados en dicha presentación. Agradezco

muy especialmente a María Ángeles Davia su

ayuda con los datos del panel de hogares al haberme

proporcionado las estimaciones para el conjunto de

países de la Unión Europea. En cualquier caso, los errores

que pudieran subsistir en esta investigación deben

atribuirse exclusivamente al autor.

** Universidad de Salamanca,

Las personas con discapacidad en el

mercado de trabajo español*

MIGUEL ÁNGEL MALO**

Este objetivo se estructura del siguiente

modo. En primer lugar, se pasa revisión a las

diferentes definiciones de discapacidad, ofreciendo

información estadística para el conjunto

de la UE y analizando con algo más de

detalle el caso español. A continuación, se

explicarán las desventajas a las que se

enfrentan los discapacitados en el mercado

de trabajo, comparando las semejanzas y las

diferencias respecto de otros colectivos en

situación de desventaja laboral. Después se

ofrecerá información sobre la posición de los

discapacitados en el mercado de trabajo,

apreciándose que el principal problema parece

ser el de la participación. El anterior resultado

da pie a analizar las políticas existentes

en España desde el punto de vista de la promoción

de la actividad de los discapacitados.

Finalmente, en la sección de conclusiones se

resumirán las principales cuestiones expuestas

a lo largo del artículo.

2. DEFINICIÓN DE DISCAPACIDAD

Y CARACTERÍSTICAS DE LAS

PERSONAS CON DISCAPACIDAD

2.1. La definición de discapacidad

¿Discapacidad para qué? Esto es el punto

clave de las definiciones que se manejan: la

discapacidad se entiende como resultado de

algo previo. La ocurrencia o presencia de ese

algo genera (a todos o sólo a algunas personas

debido a la concurrencia de otras variables)

déficits en la capacidad para hacer cosas.

Esta estructura es la que sigue la definición

de la Organización Mundial de la Salud en la

Clasificación Internacional de Deficiencias,

Discapacidades y Minusvalías (que en la

actualidad está siendo estudiada para llevar

a cabo modificaciones de fondo en la clasificación).

Esta clasificación de la OMS se basa en

tres conceptos:

? Deficiencia: Es toda pérdida o anormalidad

de una estructura o función psicológica,

fisiológica o anatómica.

? Discapacidad: Es toda restricción o

ausencia, debida a una deficiencia, de

la capacidad de realizar una actividad

en la forma o dentro del margen considerado

como normal.

? Minusvalía: Es toda situación de desventaja

sufrida por un individuo como

consecuencia de una deficiencia o de

una discapacidad, que limita o impide

el desempeño de un rol dado en función

de las características personales en un

determinado entorno.

El término deficiencia alude a cuestiones

orgánicas, la discapacidad se refiere a las

consecuencias (si las hay) de esos problemas

orgánicos y la minusvalía se encontraría en el

plano social, ya que trata de los impedimentos

para ser como los demásdebido a una deficiencia

o discapacidad. A pesar de la fortuna

que el término minusválido ha tenido en

España, hoy en día se suele admitir que las

dos categorías más útiles para el análisis

estadístico son las dos primeras, ya que la

tercera plantea problemas de delimitación

bastante severos. De ahí, que la palabra discapacidad

sea la que finalmente está desplazando

en los círculos de los especialistas y de

las organizaciones a la palabra minusvalía.

Las anteriores definiciones de deficiencia

y discapacidad descansan sobre el conjunto

de actividades para las cuales se encuentra

limitada la persona. Por tanto, es necesario

dotar de un contenido claro y delimitado a ese

conjunto de actividades para poder establecer

una definición útil de discapacidad.

Las literaturas sociológica, psicológica y

antropológica han dirigido su interés hacia la

construcción social de la categoría de discapacidad

y los problemas y roles sociales asociados

a la misma (por ejemplo, Albrecht y Levy,

1981, y Bickenbach, 1993). Estas perspectivas

suelen insistir en que la comprensión de

la discapacidad está socialmente construida

de tal manera que queda asociada a la idea de

dependencia. Estas líneas de investigación se

INFORMES Y ESTUDIOS

100 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

preocupan entonces de establecer qué actividades

determinan que si no se pueden realizar

de acuerdo con un estándar mínimo conducen

a que una persona sea clasificada como

discapacitada. En este sentido, en las sociedades

industrializadas la discapacidad se

relacionaría básicamente con la imposibilidad

de desempeñar las tareas de un puesto de

trabajo. En definitiva, en las sociedades

industrializadas discapacidad significaría

discapacidad para trabajar.

Evidentemente, una definición de discapacidad

de ese tipo es muy poco útil para analizar

la relación de los discapacitados con el

mercado de trabajo y su integración en el mismo:

si puede participar en el mercado de trabajo

entonces no estaría discapacitado en el

sentido anterior y si puede llegar a integrarse

en un futuro más o menos cercano entonces

esa integración laboral significaría que deja

de ser discapacitado.

Los datos de fuentes administrativas suelen

verse aquejados por este problema, ya que

proceden mayoritariamente de los registros

de solicitud de la condición legal de discapacitado

(imprescindible para después solicitar

las prestaciones económicas relacionadas con

la imposibilidad de ganarse la vida adecuadamente

debido a su discapacidad) o de los

registros de beneficiarios de prestaciones o

subsidios por discapacidad. El primer paso

para ser incorporado a dichos registros suele

ser una serie de exámenes médicos, lo cual,

en principio, parece ser una garantía de que

se aplica una definición objetiva de discapacidad

sin relación con la posición de los discapacitados

en relación con el mercado de trabajo.

Ahora bien, existen dos problemas básicos

que se interrelacionan entre sí y que le

quitan el barniz de objetividad a esta definición

(que, recordemos, es el primer filtro para

entrar en los datos administrativos sobre personas

discapacitadas):

? Sólo acuden a hacerse las evaluaciones

médicas de discapacidad las personas

que esperan ser clasificadas con un

grado de discapacidad que dé lugar a

algún tipo de derecho. En especial, acudirán

aquellos que por sus problemas

para ocupar un puesto de trabajo necesitan

la evaluación médica para conseguir

una prestación económica. En consecuencia,

existirá una conexión muy

estrecha entre la definición administrativa

de discapacidad y la no participación

en el mercado de trabajo.

? El nivel de exigencia de la evaluación

médica y su uso para acceder a prestaciones

económicas se puede ver seriamente

distorsionado por decisiones

políticas relacionadas precisamente

con la situación general del mercado de

trabajo. Así, las prestaciones sociales

por discapacidad pueden ser utilizadas

(a través de una rebaja en el nivel de

exigencia de las calificaciones médicas

o a la importancia que a esa evaluación

médica se le da en la concesión de la

prestación económica) para facilitar el

tránsito hacia la jubilación anticipada

en sectores en que la verdadera vía

hacia la jubilación anticipada presenta

problemas.

Pero el problema de esta implicación de

discapacidad y no participación laboral no

sólo afecta a los datos procedentes de fuentes

administrativas. Así, la encuesta norteamericana

HRS (Health and Retirement Survey)

utiliza una definición que relaciona explícitamente

discapacidad con discapacidad para

trabajar: Do you have any impairment or

health problem that limits the amount of paid

work you can do? If so, does this limitations

keep you from working altogether? («¿Tiene

alguna deficiencia o problema de salud que

limite la cantidad de trabajo remunerado que

usted puede realizar? Si es así, ¿esa limitación

le lleva en general a no trabajar?»). Este

tipo de definición genera graves problemas

para un análisis estadístico que pretenda

averiguar la influencia de ser discapacitado

sobre la probabilidad de participar en el mercado

de trabajo, ya que generan un sesgo de

MIGUEL ÁNGEL MALO

101 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

autojustificación: una persona que no esté

trabajando puede justificarse diciendo que no

lo hace porque está discapacitado. Dicho sesgo

de puede aparecer en este tipo de definiciones

cuando se le pide al individuo que autoevalúe

su situación de discapacidad1, aunque

el diseño del cuestionario puede ayudar a

mitigarlo. Por otro lado, puede argumentarse

que puede aparecer un sesgo en sentido contrario

si la discapacidad se vive como un

estigma2.

Por tanto, para poder analizar la relación

de las personas con discapacidad en el mercado

de trabajo deberíamos utilizar una definición

que no se base en una autoevaluación de

conjunto sobre la salud y que no se base explícita

y directamente en la discapacidad para

trabajar. Siguiendo el ejemplo de la definición

estadística de parado de la OIT (Organización

Internacional del Trabajo) no debería

ser posible para el individuo autoclasificarse

como discapacitado, sino que, a partir de una

serie de preguntas separadas, el investigador

aplicaría una definición basada en dichas

preguntas y que llevaría a clasificar la población

en discapacitados y no discapacitados.

La encuesta española EDDES-1999

(Encuesta sobre Deficiencias, Discapacidades

y Estado de Salud, realizada en 1999) y

antes que ella la EDDM-1986 (Encuesta

sobre Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías,

de 1986) ejemplifica perfectamente

dicho procedimiento, que tiene como resultado

una definición de discapacidad útil para el

análisis estadístico y también para estudiar

la relación que las personas con discapacidad

mantienen con el mercado de trabajo. En la

EDDES-1999 se entiende por discapacidad

toda limitación grave que afecta o se espere

que vaya a afectar durante más de un año a la

actividad del que la padece y tenga su origen

en una deficiencia. Se considera que la persona

tiene una discapacidad aunque la tenga

superada con el uso de ayudas técnicas externas.

Por deficiencia se entiende cualquier

pérdida o anomalía de un órgano (o de la función

propia de ese órgano) que haya dado

lugar a una o varias discapacidades.

Con el uso de esta definición es, por tanto,

perfectamente posible que alguien sea clasificado

como discapacitado y, al mismo tiempo,

ocupe un puesto de trabajo. Además, el análisis

puede ser mucho más rico, ya que se considera

la posibilidad de ayudas que «anulen»

por completo los efectos de la discapacidad.

La forma de preguntar también evita el

denominado sesgo de autojustificación al que

se aludió antes en relación con la encuesta

norteamericana HRS, ya que la persona no se

autoclasifica como discapacitada sino que esa

clasificación se hace a posteriori a partir de

las respuestas proporcionadas por el entrevistado

a diferentes preguntas. El punto de

arranque de la encuesta es en el nivel de las

consecuencias, es decir, en el de los diferentes

campos de discapacidad (véase el Anexo 1) en

cuanto a limitaciones para realizar actividades

enumeradas a partir de una lista cerrada3.

Las respuestas, por tanto, tienen un cierto

carácter de percepción subjetiva y podría ser

denominada como morbilidad percibida. Ahora

bien, la desagregación por actividades

generales (que pueden estar asociadas o no a

INFORMES Y ESTUDIOS

102 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

1 Un problema adicional que puede afectar a las

autoevaluaciones de discapacidad es que la información

sobre el estado de salud puede estar mezclada con

información sobre las preferencias en relación con el

ocio: las personas que disfrutan con su trabajo (y el valor

subjetivo relativo de su ocio es más bajo) suelen minusvalorar

sus problemas de salud en las autoevaluaciones

y lo contrario sucede con personas que valoran

menos su trabajo y más su ocio.

2 Una investigación centrada en el análisis de este

tipo de sesgos y en métodos estadísticos para solucionarlos

(precisamente con la encuesta norteamericana

HRS) es Benítez-Silva et al. (2000).

3 No se comienza por las deficiencias, porque la

clasificación de éstas utiliza una terminología médica

que puede ser muy compleja para personal no sanitario

y que dificultaría el arranque de la encuesta y podría viciar

la información subsiguiente.

las tareas de un puesto de trabajo) evita que

aparezca el sesgo de autojustificación. Este

tipo de encuesta, gracias a la definición de

discapacidad utilizada, permite la realización

de análisis sobre la relación de las personas

discapacitadas con el mercado laboral.

Un caso intermedio en las definiciones de

discapacidad nos lo proporciona el panel de

hogares de la Unión Europea (PHOGUE). El

PHOGUE es una encuesta de panel4 promovida

por Eurostat. El primer año en que se

realizó fue 1994. La variable de discapacidad

en el panel se obtiene a partir de la siguiente

pregunta5: «¿Tiene alguna enfermedad crónica

física o mental, o alguna incapacidad o

deficiencia?». En caso afirmativo, se pasa a

otra en que se le pregunta si esa enfermedad,

incapacidad o problema de salud le impide

desarrollar su actividad diaria. Ante esta

pregunta sólo hay tres respuestas:

? Sí, intensamente.

? Sí, hasta cierto punto.

? No.

Aquellos que dan las dos primeras respuestas

pueden considerarse discapacitados,

bien en sentido estricto (aquellos que dan la

primera respuesta) bien en algún grado (los

que dan la segunda respuesta). Se trata,

pues, de una autoclasificación, de una autoevaluación

de conjunto del propio individuo,

pero se refiere a la actividad en general y no

exclusivamente a la actividad laboral (de

hecho, ni siquiera se menciona la actividad

laboral). Además, las preguntas sobre mercado

de trabajo están muy alejadas en el cuestionario,

con lo que no cabe esperar que los

entrevistados relacionen ambos bloques de

preguntas dando respuestas estratégicas que

vicien la información.

Ya hemos dicho que algunos autores (Chirikos

y Nestel, 1984, o Kreider, 1999, por

ejemplo) señalaban que del uso de una autoclasificación

cabría esperar una cierta sobreestimación

de la prevalencia de la discapacidad,

ya que de esta manera el individuo

podría estar autojustificando su comportamiento

de baja o nula actividad en relación

con el mercado de trabajo o su percepción (o

solicitud) de subsidios por sufrir discapacidad.

Sin embargo, es mucho más probable que

los sesgos de las autoevaluaciones aparezcan

cuando el individuo tiene que suministrar

información a la administración sanitaria a

efectos de percibir un subsidio o acceder a

determinados derechos que cuando se trata

de responder a una encuesta en la que se

garantiza el anonimato a los entrevistados6.

No parece que cuando el anonimato esté

garantizado los individuos tiendan a justificar

situaciones ilegales o que rayen en la ilegalidad

diciendo que están discapacitados

cuando no lo están. Aplicando este tipo de

razonamientos al panel de hogares, no debería

esperarse la aparición de sesgos por autojustificación

ya que la pregunta que sirve

para definir la situación de discapacidad no

alude a incapacidad para trabajar y las preguntas

sobre mercado de trabajo están lo

suficientemente separadas en el cuestionario

como para que el individuo no las relacione

tal y como el sesgo de autojustificación

requiere (además de la garantía expresa de

anonimato).

MIGUEL ÁNGEL MALO

103 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

4 El término «panel» quiere decir que la encuesta se

repite a los mismos individuos todos los años, con lo que

en los análisis estadísticos que unen datos de varios años

se siguen los sucesos que les acontecen a las mismas personas.

5 Esta primera pregunta, que ejerce una función de

filtro, fue introducida en el segundo ciclo (en 1995), lo

cual debe tenerse en cuenta cuando se comparen datos

del PHOGUE sobre discapacidad de 1994 con los de

años posteriores.

6 BENÍTEZSILVAet al. (2000) muestran que cuando se

comprueba la información ofrecida por los entrevistados

en encuestas que garantizan el anonimato (como la

HRS) aparece que un grupo importante de personas

declara encontrarse en situaciones que si la administración

rompiera el secreto estadístico, podrían ser sancionadas

Un problema de la definición del PHOGUE

es que no coincide con la definición

internacional de la OMS. Ahora bien, sigue

criterios semejantes a los de esa definición

internacional, ya que la pregunta del panel

insiste en si hay imposibilidad para desarrollar

la actividad diaria, al igual que hace la

OMS. Por tanto, en sentido estricto los que

dan la primera respuesta (sí, intensamente)

pueden ser considerados prácticamente como

discapacitados según esa definición internacional.

No obstante, también conviene tener

en cuenta el segundo grupo (los que contestan

sí, hasta cierto punto), ya que al dar una respuesta

afirmativa parcial podrían captarse

situaciones que los individuos perciben como

muy próximas a la discapacidad. Debido a las

limitaciones de tamaño muestral cuando se

desagrega por países, en los análisis empíricos

normalmente se incluyen ambos bajo la

etiqueta de discapacitados. Ahora bien, hay

que resaltar que esto significa que en el grupo

de discapacitados habrá personas en

situaciones intermedias y, por tanto, presumiblemente

con una relación más fuerte con

el mercado de trabajo.

La importancia de los datos del PHOGUE

obedece a que, por el momento, es la única

base de datos que proporciona información

mínimamente comparable en la Unión Europea,

si bien al coste de que la definición no se

adhiere a ningún estándar internacional pero

con la gran ventaja de que la discapacidad no

está definida como discapacidad para trabajar

(como en el caso de la HRS norteamericana).

Por tanto, la relación con el mercado de

trabajo no está implícita en la definición de

discapacidad utilizada y esto mejora notablemente

la calidad de la información recogida

(y de los análisis estadísticos en los que ésta

se use).

En resumen, el análisis de la relación de

los discapacitados con el mercado requiere de

una definición que permita tal análisis empírico

(lo que muchas veces se llama una definición

operativa), algo que parece una perogrullada

(¡y lo es!) pero que no se cumple en multitud

de bases de datos, que relacionan la discapacidad

exclusivamente con discapacidad

para trabajar. Ahora bien, el que no se aplique

internacionalmente una definición homogénea

de este tipo hace que usemos, como mal

menor, otras definiciones como la del PHOGUE,

que, al menos, permite realizar comparaciones

internacionales (con todos sus problemas

y limitaciones al no tratarse de una

encuesta diseñada expresamente para captar

el fenómeno de la discapacidad).

2.2. Tasas de prevalencia de

discapacidad en la Unión Europea

La tasa de prevalencia de discapacidad no

es más que la proporción (en tantos por cien o

en tantos por mil) de la población total que

tiene alguna discapacidad. Dado el objetivo

INFORMES Y ESTUDIOS

104 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

Nota: Para la estimación de las tasas de prevalencia con el PHOGUE se consideran como discapacitados tanto los que responden

que están limitados severamente como los que dicen que están limitados en algún grado.

CUADRO 1. TASAS DE PREVALENCIA DE DISCAPACIDAD DE LA POBLACIÓN EN

EDAD DE TRABAJAR (FUENTES: PHOGUE, CICLO DE 1996 Y ENCUESTAS

NACIONALES EN TORNO A 1996. EXTRAÍDO DE ZWINKELS, 2001)

de este texto, nos centraremos en la tasa de

prevalencia en la población con edad de trabajar,

es decir, entre 16 y 64 años. El Cuadro

1 ofrece las tasas de prevalencia para ese

intervalo de edades de Alemania, Dinamarca,

Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia, Reino

Unido, Irlanda, Italia, Grecia, España,

Portugal, Austria y Finlandia, elaboradas

con los datos del panel europeo de hogares y

con encuestas nacionales, ambas extraídas

de Zwinkels (2001).

Las tasas elaboradas con el panel europeo

muestran una importante disparidad entre

países. El mínimo corresponde a Italia (7'8

por ciento) y el máximo a Finlandia (con un

sorprendente 22'9 por ciento). Ahora bien, la

fiabilidad estadística de estas tasas no es la

misma para todos los países debido a las diferencias

en tamaño muestral que hay en cada

país. Por otro lado, algunas cifras (como el

dato de Finlandia) pueden esconder problemas

en la traducción del cuestionario, ya que

el vocabulario relacionado con el mundo de la

discapacidad se ve afectado por una gran sensibilidad

social y, en ocasiones, por una emotividad

subjetiva elevada en relación con algunas

palabras (los sinónimos y eufemismos

suelen desgastarse de forma muy rápida y

expresiones en principio asépticas pueden

convertirse en poco tiempo en términos peyorativos

o despectivos). Así pues, la información

que ofrece el PHOGUE es útil y rica,

pero, como es lógico al tratarse de una encuesta

no elaborada explícita y exclusivamente

para medir problemas de discapacidad, debe

ser complementada con otras fuentes7.

Pero la dispersión también existe y es

incluso más elevada en las tasas de prevalencia

calculadas con encuestas nacionales, ya

que tanto los valores máximos como los mínimos

son más extremos cuando se utilizan las

encuestas nacionales. Al comparar con las

tasas del PHOGUE aparecen importantes

discrepancias; en concreto, Austria tiene una

diferencia de 16.5 puntos y Finlandia de 17.9.

Los problemas ya apuntados en el caso del

PHOGUE y la existencia de diferencias metodológicas

(y de distintas definiciones) en las

encuestas nacionales deberían prevenirnos

ante comparaciones internacionales que no

ofrezcan información detallada sobre la calidad

de los datos y las definiciones y procedimientos

utilizados en su recogida. Para una

comparación internacional debería ser preferible

el uso de una definición de discapacidad

que aunque no sea ideal sea razonablemente

parecida para un conjunto de países, que el

uso de diferentes fuentes nacionales dirigidas

al estudio específico de la discapacidad pero

que aplican metodologías y definiciones sustancialmente

distintas. Por esta razón, todas

las comparaciones internacionales que se van

a presentar en adelante se harán exclusivamente

con información del PHOGUE, salvo

cuando se advierta lo contrario. La información

de fuentes nacionales (preferiblemente

encuestas) debería utilizarse para alumbrar

determinados problemas que puedan aparecer

derivados de que el PHOGUE no se diseñó

de forma expresa para medir el fenómeno

de la discapacidad.

2.3. Tasas de prevalencia en España

Las tasas de prevalencia disponibles para

el caso español varían en función de la base

de datos utilizada, ya que las definiciones de

discapacidad no son comunes entre ellas.

Podemos usar tres encuestas que son representativas

para el conjunto de España: la

EDDM-1986, el ciclo de 1999 del PHOGUE y

la EDDES-1999. La primera arrojaba una

tasa de prevalencia de 10,5 por cien (según el

dato presentado en CES, 1995, cuadro 2, pág.

92), la segunda de 10 por cien y la última

MIGUEL ÁNGEL MALO

105 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

7 En la actualidad, la DG V de la Comisión Europea

financia un proyecto de investigación sobre la comparabilidad

internacional de las definiciones de discapacidad.

Este proyecto se encuentra radicado en la Universidad

de Brunel. La información existente sobre dicho

proyecto se encuentra disponible en el siguiente sitio

web: http://www. brunel.ac.uk/depts/govn/research/disability.

html.

5,06. Las dos últimas se refieren a la población

entre 16 y 64 y la primera se refiere al

intervalo 15-64, ya que los datos publicados

de la EDDM-1986 fueron ofrecidos por el INE

estableciendo la edad de corte en los 15.

La más reciente y más baja es la correspondiente

a la EDDES-1999. La diferencia respecto

del dato de 1999 del PHOGUE se debe a que

se incluye entre los discapacitados a aquellos

que en la pregunta sobre discapacidad contestaron

que estaban limitados en algún grado, lo

cual aumenta sensiblemente el número de

pertenecientes a esta categoría. Según estimaciones

propias cuando se considera el grupo de

discapacitados en sentido estricto (los que contestaron

sí, intensamente

) la tasa de prevalencia

cae hasta el 3,5 por cien. La gran diferencia

respecto del dato de la EDDM-1986

resulta un tanto problemática, ya que no existe

información que nos explique que la tasa de

prevalencia entre la población en edad de trabajar

se haya reducido a la mitad en apenas 13

años. La metodología de ambas encuestas de

discapacidad es semejante (si bien existen

diferencias, básicamente mejoras). Dado que

no hay fuentes externas que nos confirmen esa

reducción tan drástica de la discapacidad

entre la población en edad de trabajar y

teniendo en cuenta que la EDDEM-1999 ha

mejorado la aproximación realizada en 1986,

probablemente estemos ahora ante una estimación

más ajustada que en aquel entonces.

2.4. Características sociodemográficas

de las personas con discapacidad

en edad de trabajar

Siguiendo el razonamiento anterior, los

datos internacionales utilizados en este apartado

se basan exclusivamente en el PHOGUE

(para 1999), garantizando así una cierta homogeneidad

de la información básica que no se

conseguiría comparando fuentes nacionales8.

Con esos datos, se intentarán mostrar las

principales características socio-demográficas

del colectivo de discapacitados: edad, sexo

y nivel de estudios9.

La edad se ha agrupado en las siguientes

categorías: 16-24, 25-34, 35-44, 45-54 y 55-64.

El Gráfico 1 muestra la distribución del colectivo

de discapacitados por grupos de edad

para todos los países del panel. La distribución

es creciente con la edad: las proporciones

de discapacitados en los grupos de edad

mayores superan las proporciones en los grupos

de edad más jóvenes. El aumento de la

discapacidad con la edad es una regularidad

empírica de la discapacidad ampliamente

documentada. Detrás de este resultado se

encuentra la acumulación de riesgos para la

salud que causan discapacidad a lo largo de la

vida y el empeoramiento de la salud a medida

que aumenta la edad.

El grupo de edad de 55-64 años es el que

concentra la mayoría de los discapacitados en

todos los países, aunque existen diferencias

apreciables. El mayor peso de este grupo de

edad dentro del colectivo de discapacitados

corresponde a países del sur de la Unión Europea

(España, Grecia e Italia), donde vienen a

suponer casi la mitad. Por el contrario, este

grupo tiene un peso menor (el 25-30 por ciento)

en Irlanda, Holanda, Suecia y Dinamarca. En

cuanto a los otros grupos, los porcentajes de

los distintos países se encuentran muy concentrados

en el caso de los grupos de 16-24 y 45-54

(aunque Suecia presenta un porcentaje más

alto que los demás en el grupo más joven),

mientras que en las categorías intermedias de

edad la dispersión es algo mayor.

La distribución típica por edades de la

población total en edad de trabajar presenta

forma de U invertida en prácticamente todos

los países (en especial en Europa), con el

INFORMES Y ESTUDIOS

106 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

8 Una comparación que usa tanto datos del PHOGUE

(de 1996) como datos de encuestas nacionales es

Zwinkels (2001).

9 La información sobre características sociodemográficas

se puede ampliar en Malo y García-Serrano

(2001), con datos de 1996.

máximo, habitualmente, en el grupo de edad

de 25-34 años. Así pues, la distribución por

edades de la población discapacitada, que

tiene forma creciente, es totalmente diferente,

lo cual ha de incidir necesariamente en el

diseño de las políticas, ya que el volumen de

afectados potenciales por dichas políticas en

cada grupo de edad no es el de la población en

general (y uno de los factores relevantes para

el éxito de muchas políticas es precisamente

el tamaño de la misma). En concreto, en

todos los países existe una infrarrepresentación

de los grupos jóvenes (16 a 44 años) y

una sobrerrepresentación de los grupos

mayores (45-64 años) en el colectivo de discapacitados10.

10 Esta sobrerrepresentación de los mayores (en

particular, del grupo de 55-64 años) es superior en el

MIGUEL ÁNGEL MALO

107 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

CUADRO 2. DISTRIBUCIONES POR GÉNERO Y POR NIVEL EDUCATIVO DE LAS

POBLACIONES DE PERSONAS CON DISCAPACIDAD Y SIN DISCAPACIDAD

EN LA UNIÓN EUROPEA

Fuente: PHOGUE 1999, excepto * correspondiente a PHOGUE 1997 para el nivel educativo.

caso de los países del sur europeo (García Serrano y

Malo, 2001) en más de 30 puntos porcentajs

En cuanto a las diferencias en la distribución

por género (Cuadro 2), en la población

discapacitada sólo en Irlanda y Austria hay

más discapacitados varones que mujeres,

siendo esta diferencia mínima (si bien el dato

de Irlanda en otros años previos está próximo

a cero). En el resto, hay más mujeres entre los

discapacitados, si bien hay un grupo de países

con diferencias en torno a diez puntos porcentuales:

Dinamarca, Holanda, Bélgica,

Grecia, Portugal y Alemania (dato que hemos

comprobado que se repite en otros años para

casi todos estos países11). El resto tiene diferencias

por debajo de los 10 puntos, teniendo

España una diferencia muy pequeña (algo

que se ha comprobado que se repite en otros

años). Por tanto, puede concluirse que en casi

todos los países del panel se da una mayor

importancia relativa de las mujeres en la discapacidad;

en particular, en cinco de ellos la

diferencia por sexo es realmente importante,

superando los 10 puntos.

Por lo que respecta al nivel educativo alcanzado,

el PHOGUE sólo permite distinguir tres

niveles: bajo, secundario y superior12. La distribución

se muestra también en el Cuadro 2.

Debe resaltarse la importancia del nivel bajo

entre la población discapacitada, que se sitúa

en torno al 90 por ciento en Portugal, en España

y Grecia en torno al 80 por ciento. Por el

contrario, en Dinamarca, Holanda, Suecia y

Austria el porcentaje de población discapacitada

con nivel bajo está alrededor del 35 por

ciento. Por tanto, la población discapacitada

parece estar menos cualificada en el sur europeo.

Esto no es sólo una característica de la

población discapacitada sino de toda la población.

De hecho, en la población no discapacitada

el nivel bajo también es muy importante: en

Portugal alcanza el 72 por ciento y en España,

Italia, Irlanda y Grecia se sitúa entre el 43 y el

52 por ciento. En cualquier caso, la importancia

relativa del nivel bajo de estudios en la

población discapacitada en comparación con la

no discapacitada es clara, sobre todo en los

países del sur europeo. Las mayores diferencias

corresponden a Grecia y España (39 puntos

y 31 puntos respectivamente).

El nivel secundario de estudios es el más

importante en la población discapacitada

(supera el 50 por ciento) en Alemania y Austria,

estando muy cerca del 50 por ciento

Dinamarca y Holanda. Sin embargo, en todos

los países salvo en Alemania y Reino Unido,

el peso de este nivel es superior en la población

no discapacitada que en la discapacitada.

Lo mismo sucede con el nivel superior

(pero sin excepciones) incluso en países donde

el peso de este nivel en la población discapacitada

es relativamente elevado (en Bélgica y

en Francia llega a superar el 20 por ciento,

aunque se ha comprobado que este porcentaje

es mucho más estable a lo largo de los años

en Bélgica).

Los datos del PHOGUE ofrecen un cuadro

de la discapacidad desde una perspectiva

europea en la que el sexo y la edad son variables

importantes para describir el grupo de

los discapacitados: la discapacidad afecta

más a las mujeres (aunque no con la misma

fuerza en todos los países) y se concentra en

grupos de mayor edad (especialmente en los

países del sur de la UE). También el nivel

educativo ofrece resultados interesantes, ya

que se aprecia que los discapacitados tienen

menores niveles de educación (con lo que se

mostraría una cierta complementariedad

entre el capital humano en forma de salud y

el capital humano en forma de educación, de

manera que los individuos no parecen estar

compensando bajas dotaciones de salud con

niveles más elevados de educación).

Analicemos ahora con algo de detalle la

situación española. Usaremos como fuentes

INFORMES Y ESTUDIOS

108 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

11 Se ha comprobado que el dato extremo del Reino

Unido no se repite otros años, por lo que no debería

otorgársele fiabilidad.

12 Educación superior se refiere al tercer nivel reconocido

de educación (principalmente, títulos universitarios),

educación secundaria al segundo ciclo del segundo

nivel de educación y educación baja a menos

del segundo ciclo de educación secundaria.

la EDDES-1999 (por estar diseñada expresamente

para generar información estadísticamente

fiable sobre las personas con discapacidad),

el ciclo de 1999 del PHOGUE y datos

administrativos procedentes de la gestión de

las pensiones y prestaciones relacionadas con

la discapacidad. Estos datos administrativos

son los publicados por el Ministerio de Trabajo

y Asuntos Sociales13 (en el Anexo 2 se describen

con más detalle estos tipos de pensiones

y prestaciones). El Cuadro 3 muestra la

distribución por edades de los discapacitados

en España según las tres fuentes mencionadas.

Se aprecia con total claridad el resultado

típico, que la discapacidad se incrementa con

la edad. Ahora bien, conviene observar en la

distribución más desagregada (la de la

EDDES-1999), que hay una serie de momentos

en que ese aumento se incrementa de forma

importante: a partir de los 30 años; a partir

de los 45; y muy bruscamente a partir de

los 60. En las tres fuentes se aprecia que desde

los 50 ó 55 años se encuentra la mitad de

los discapacitados en edad de trabajar (aunque

en los datos administrativos el colectivo

está algo más envejecido). Este es un hecho

determinante que debe tener en cuenta cualquier

tipo de política de empleo, ya que de por

sí este grupo de edad tiene una situación bastante

difícil en el mercado de trabajo y suele

ser el primero en sufrir las reducciones de

plantilla, dada la proximidad de la edad de

jubilación.

Por lo que se refiere al género de los discapacitados

españoles, el Cuadro 4 nos muestra

que hay una distribución muy parecida en las

encuestas y casi paritaria entre varones y

mujeres. Sin embargo, los datos administrativos

muestran una distribución en la que los

varones tienen mucho más peso. Seguramente,

la principal razón es el peso de las pensiones

contributivas por invalidez, que están

relacionadas con haber participado previamente

en el mercado de trabajo y los varones

han tenido siempre una tasa de empleo superior

a la de las mujeres.

Sin embargo, como la distribución agregada

puede estar escondiendo una diferente dis-

MIGUEL ÁNGEL MALO

109 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

13 Anuario de Estadísticas Laborales de 1999, elaborado

por la Subdirección General de Estadísticas

Sociales y Laborales. Se encuentra disponible en la siguiente

página web: http://www.mtas.es/ Estadisticas/

anuario99/Index.html. (último acceso 14-05-2003).

CUADRO 3. DISTRIBUCIÓN POR EDADES DE LOS DISCAPACITADOS ESPAÑOLES

DE ACUERDO CON DIFERENTES FUENTES

(*) Incluye todos los beneficiarios de pensiones LISMI con 60 o más años.

tribución de la discapacidad por edades en

función del genero se ha comprobado esta

cuestión con los datos de la EDDES-1999. El

cuadro 5 nos muestra que efectivamente la

discapacidad evoluciona de forma distinta

para varones y mujeres en función de la edad.

Las mujeres tienen una menor presencia de

discapacidad en los grupos de edad más

bajos, invirtiéndose esta apreciación a partir

de los 45 años. Este es un resultado conocido

en la literatura sobre discapacidad (CES,

1995) pero que no cuenta por el momento con

explicaciones satisfactorias.

También podría pensarse que, a pesar de

todo, hay más varones entre los discapacitados

mayores. Los datos de la EDDES-1999

desmienten también esta cuestión: entre los

16 y los 44 años se estima que hay 298.700

varones discapacitados y 220.800 mujeres,

mientras que entre los 45 y los 64 años hay

379.600 varones discapacitados y 438.600

mujeres.

En cuanto al nivel educativo de los discapacitados

en España, hemos comprobado ya

con el Cuadro 2 un predominio del nivel más

bajo (como mucho estudios primarios). El

Cuadro 6 complementa esta información,

pues muestra el nivel de estudios, pero según

la EDDES-1999. A pesar de su mayor desagregación,

ofrece una imagen muy semejante

a la de los datos del PHOGUE (incluso

teniendo en cuenta que en la explotación ofre-

INFORMES Y ESTUDIOS

110 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

CUADRO 4. DISTRIBUCIÓN POR GENERO DE LOS DISCAPACITADOS ESPAÑOLES

DE ACUERDO CON DIFERENTES FUENTES

CUADRO 5. DISTRIBUCIÓN DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD EN EDAD

DE TRABAJAR POR GÉNERO Y POR GRUPO DE EDAD

Fuente: EDDES-1999.

cida por el INE el colectivo por edad cubierto

es más amplio, pues empieza en los 10 años

en lugar de en los 16). Los estudios universitarios

tan sólo son alcanzados por algo más

del 3 por cien de la población discapacitada,

con una diferencia muy reducida entre varones

y mujeres. La mayor parte se concentra

en estudios primarios o inferiores. Cabe

resaltar que tan sólo son analfabetos por

razones relacionadas con su discapacidad el

6,6 por cien de los varones y el 5,3 de las

mujeres.

En definitiva, el tamaño del «problema» de

política económica al que se enfrenta la política

de empleo de los discapacitados españoles

está en torno al 5 por cien de la población

en edad de trabajar, prácticamente la mitad

está concentrada en edades avanzadas, tiene

una desigual distribución por edades en función

del género y debe tener en cuenta que en

una gran mayoría tienen un bajo nivel de

estudios. Estas serían las líneas maestras

sobre las que debe trazarse el diseño general

de la política de empleo hacia los discapacitados

y sólo a partir de su reconocimiento habrá

que ir particularizando distintos tipos de

medidas adaptadas por tipo de discapacidad.

En concreto, la agrupación por edades es

especialmente relevante ya que tenemos dos

grupos de personas con discapacidad: uno de

edad relativamente más avanzada que

podría usar (o estar usando) las prestaciones

y pensiones relacionadas con la discapacidad

para realizar el tránsito hacia la inactividad

utilizando de manera estratégica la normativa;

y otro grupo relativamente más joven en

el que los problemas de empleo puede estar

más relacionados con falta de acceso al mercado

de trabajo y/o desincentivos relacionados

con las prestaciones existentes. Cada grupo

necesitará de políticas diferentes, pues las

reivindicaciones de las organizaciones parecen

más bien centradas con las necesidades

del segundo grupo (o así parece desprenderse

implícitamente de los planes de empleo de las

organizaciones y de las reformas realizadas

en los últimos años), mientras que el primer

grupo requiere de medidas relacionadas con

el diseño y la estructura de la Seguridad

Social (y seguramente con la gestión de las

grandes reducciones de plantilla) en cuanto

al paso de la actividad a la salida definitiva

hacia la inactividad por jubilación.

MIGUEL ÁNGEL MALO

111 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

CUADRO 6. NIVEL DE ESTUDIOS TERMINADOS DE LAS PERSONAS CON ALGUNA

DISCAPACIDAD POR GÉNERO (PERSONAS ENTRE 10 Y 64 AÑOS)

Fuente: EDDES-1999.

3. LAS PERSONAS CON DISCAPACIDAD

Y EL MERCADO DE TRABAJO

3.1. Un breve repaso de algunas

investigaciones recientes

La política de empleo ha sido uno de los

ámbitos en que más influencia ha tenido el

análisis económico del mercado de trabajo.

Por eso resulta un tanto chocante que la

investigación sobre las personas con discapacidad

y el mercado de trabajo que se ha realizado

en España (y que es potencialmente una

importante fuente para el diseño de la política

de empleo) se ha generado desde fuera del

ámbito del análisis económico del mercado de

trabajo. De hecho es muy significativo que los

estudios realizados desde la Administración

Pública española no han sido realizados por

los organismos públicos relacionados con el

empleo, sino por los organismos encargados

de diferentes aspectos de la política social, en

especial el IMSERSO (Instituto de Migraciones

y Servicios Sociales). La principal consecuencia

es que en muchas ocasiones esos

estudios no analizan la situación de las personas

con discapacidad primando los aspectos

de empleo sino más bien los de protección

social y los más propiamente médicos o de

salud en general. También existen multitud

de estudios realizados por las propias organizaciones

de discapacitados. IOE- CIMOP

(1998; cap. 1) proporciona un excelente resumen

de todo este tipo de trabajos desarrollados

en España y se aprecia con claridad que

la Administración Pública es la principal promotora

de los mismos y que un tercio del total

lo fueron por las organizaciones de discapacitados

(en especial la Fundación ONCE a través

de Fundosa). Sólo una pequeña parte ha

sido realizada por investigadores universitarios

(principalmente sociólogos). Este conjunto

de trabajos no proporciona una visión de

conjunto del empleo de las personas con discapacidad

en España debido a que se concentran

en áreas geográficas concretas (a veces

en determinadas autonomías, a veces en

comarcas o localidades) y en determinado

tipo de discapacidades. En todo ese conjunto

de investigaciones se aprecia que no se analizan

desde el punto de vista del análisis económico

del mercado de trabajo, con lo que no

se suelen obtener de ellos conclusiones que

puedan ser de ayuda para el diseño completo

y no parcial de las políticas de mercado de

trabajo hacia el mencionado colectivo.

Los estudios que sí que tratan de ofrecer

una visión de conjunto basada en información

cuantitativa son pocos. A nuestro juicio, los

cuatro siguientes son las más importantes

referencias del caso español14.

En primer lugar, tenemos CES (1995),

que fue un informe realizado por el Consejo

Económico y Social y que marcó un punto de

inflexión en la reflexión sobre la política de

mercado de trabajo hacia las personas con

discapacidad. El informe dio un tratamiento

sistemático a la recogida de datos de diferentes

fuentes (administrativas y de encuestas),

algo fundamental para proporcionar la

deseada visión de conjunto. Su principal

resultado fue que la política de ingresos iniciada

en 1982 con la LISMI (Ley de Integración

Social del Minusválido) había quedado

ya agotada y que la política de empleo que

puso en marcha dicha ley debía salir del

segundo plano en el que había quedado respecto

de la política de ingresos. Este informe

también generó un importante debate social

(en parte por la negativa de los representantes

de los empresarios a firmar las conclusiones

del informe) y fue tomado como un punto

de partida por las organizaciones de discapacitados

para reclamar una nueva política

de empleo.

INFORMES Y ESTUDIOS

112 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

14 Un trabajo muy interesante sobre los aspectos legales

de la participación de los discapacitados en el

mercado de trabajo es Esteban (1999). En dicha obra se

presenta un riguroso análisis de los contratos laborales

para los discapacitados y se dedica un capítulo a la evolución

normativa de la politica de empleo hacia el colectivo.

Un trabajo más breve centrado exclusivamente

en la política de empleo es Esteban (2001).

En segundo lugar, habría que citar

IMSERSO (1998). Este informe proporciona

tanto información estadística como legal

sobre el empleo de los discapacitados. La

información estadística es administrativa

procedente de las evaluaciones de discapacidad

del propio IMSERSO. En el momento de

publicarse dicha investigación la informatización

del registro estaba incompleta (sólo

incluía siete comunidades autónomas) y no

estaba totalmente depurada (pues incluía a

personas evaluadas en el pasado pero que ya

habían fallecido en la fecha de elaboración del

fichero final de datos). Por tanto, la información

ofrecida adolece de importantes sesgos y,

aunque tiene un interés limitado, no puede

ser tomada como un verdadero análisis de la

política de empleo hacia los discapacitados.

En tercer lugar hay que destacar Collado y

Villagómez (1999), que realiza un repaso bastante

exhaustivo de las políticas activas de

mercado de trabajo dirigidas hacia este colectivo.

Aparte de ofrecer un panorama de qué

tipo de políticas activas se vienen aplicando

en España, también ofrece una buena panorámica

de la situación de mercado de los discapacitados

en España. Es de destacar que es

una de los pocas investigaciones que se basa

explícitamente en el análisis económico. Utiliza

tanto datos administrativos como de

encuesta. Es el primer trabajo que explota

sistemáticamente la información de la

Encuesta de Población Activa en relación con

discapacidad (a través de la pregunta que

incluye la categoría «inválido permanente»).

También se utiliza el Panel de Hogares de la

Unión Europea (aunque sólo los datos referidos

a España).

Finalmente, tenemos Malo (2001). Esta

investigación se plantea, desde un punto de

vista explícito de Economía Laboral, el análisis

de si el principal problema de los discapacitados

en el mercado de trabajo es el desempleo

o la baja actividad. El análisis empírico

muestra que el colectivo se halla principalmente

afectado por un problema de baja actividad

en relación con el resto de la Unión

Europea (la base de datos utilizada es el

Panel de Hogares de la Unión Europea, en

concreto sus dos primeras olas).

Los principales hallazgos de estos trabajos

son los siguientes: los discapacitados están

afectados por una actividad mucho más baja

que el promedio de la población española;

existen importantes diferencias en los resultados

de mercado de trabajo en función del

tipo de discapacidad (destacando la mala

situación de los que sufren discapacidades

mentales y los que tienen varias discapacidades

a la vez); su bajo nivel educativo (más de

las tres cuartas partes de los discapacitados

tiene como mucho terminada la educación

obligatoria); y una gran importancia de las

prestaciones sociales en las fuentes de ingresos

de los discapacitados y sus familias.

3.2. Tasas de paro y de actividad de las

personas con discapacidad15

Vamos a realizar ahora una aproximación

agregada a las principales magnitudes relacionadas

con el mercado de trabajo, como son

la tasa de actividad y la tasa de paro, para

tratar de entender la amplitud de las diferencias

existentes entre la posición que en dicho

mercado las personas con discapacidad en

relación con el conjunto de la población. Para

tener una perspectiva más rica, comenzaremos

comparando datos de la Unión Europea

y, después, nos aproximaremos a los datos

publicados de la EDDES-1999 de España. Sin

embargo, antes que nada resulta necesario

realizar algunas precisiones sobre la participación

potencial de los discapacitados en el

mercado de trabajo.

Puede pensarse que existen algunos tipos

de limitación física o mental que son obstácu-

MIGUEL ÁNGEL MALO

113 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

15 Para incrementar el número de países en el

análisis en este apartado se utilizan os datos de 1996

del PHOGUE (tomados de Malo y García-Serrano,

2001).

los absolutospara ocupar cualquier puesto de

trabajo. Desde este punto de vista, la política

del mercado de trabajo no debería dirigirse a

la igualación de las tasas de participación (es

decir, de actividad) de los discapacitados y de

los no discapacitados, ya que la participación

(y el «pleno empleo») de los discapacitados

será necesariamente menor que la de los no

discapacitados por la existencia de ese tipo de

obstáculos absolutos.

Ahora bien, esta perspectiva es fundamentalmente

estática. En otras palabras, sólo es

válida si se considera que la tecnología está

dada. Si se adopta una perspectiva dinámica,

los avances tecnológicos pueden aplicarse a la

adaptación de las características de los puestos

de trabajo a las personas discapacitadas.

Desde un punto de vista dinámico, las barreras

para el acceso a muchos puestos pueden

cambiarse y la falta «natural» de participación

de los discapacitados no será tan grande

como se deduce de la perspectiva estática descrita

antes. De hecho, la participación de los

discapacitados debería entenderse en un contexto

más amplio porque depende de la tecnología

y de sus costes, aparte de las variables

usuales consideradas para la población total

(salarios, horas de trabajo, condiciones de

trabajo, prestaciones, etc.).

Las comparaciones que se presentan más

adelante se basan en este segundo tipo de

argumentos. Por tanto, no se estimará la participación

de las personas discapacitadas con

respecto a su tasa «natural» de participación

(esto es, la tasa de participación más alta

posible considerando la tecnología actual

como dada). Se comparará la participación de

las personas discapacitadas con respecto a la

participación de las personas no discapacitadas,

considerando que pueden diseñarse instrumentos

tecnológicos para superar cualquier

deficiencia16. Por tanto, va a compararse

directamente la situación en el mercado de

trabajo de los discapacitados y de los no discapacitados.

Se trata de una postura extrema

pero consideramos que, por un lado, es más

favorable para la integración de los discapacitados

y que, por otro lado, otorga a la política

del mercado de trabajo una nueva dimensión

muy importante para este colectivo (el desarrollo

de instrumentos tecnológicos a bajo

coste para mejorar la adaptación de casi

todos los discapacitados a casi todos los puestos

de trabajo).

Siguiendo este enfoque, vamos a comparar

la participación y el desempleo de los discapacitados

y de los no discapacitados. Se utilizan

para ello las definiciones de la Organización

Internacional del Trabajo que han sido

aplicadas por Eurostat al PHOGUE. El Cuadro

7 presenta tanto las tasas de actividad

como las tasas de paro de las poblaciones de

discapacitados y de no discapacitados, así

como el cociente entre las tasas (de actividad

o de paro) de ambos colectivos.

Puede comprobarse que las tasas de actividad

son menores entre la población discapacitada

que entre la población no discapacitada

en todos los países. La media del cociente de

las tasas de actividad de la población discapacitada

y de la población no discapacitada se

sitúa en 0'6. Esto quiere decir que la tasa de

actividad de los discapacitados viene a ser un

60 por ciento la tasa de actividad de los no

discapacitados.

Sorprendentemente, las tasas de paro no

son superiores en el primer colectivo comparado

con el segundo en todos los casos: las

excepciones son tres países del sur de la

Unión Europea (Italia, Grecia y España) a los

que se añade Finlandia. En este caso, la

media del cociente de las tasas de paro está

INFORMES Y ESTUDIOS

114 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

16 Otro tema distinto será si el coste de dicha adaptación

es en el presente demasiado elevado o no. Pero

es evidente que un cambio tecnológico puede hacer

que ciertas técnicas de adaptación se vuelvan muy baratas.

Lo que se afirma en el texto es que el estudio de

por qué se utiliza un determinado tipo de ayudas técnicas

y no otro es un problema diferente que debe ser

analizado de forma separada.

en 1'6 (la elevada desviación típica se debe al

caso particular de Luxemburgo). Así pues, la

tasa de paro de los discapacitados viene a ser

un 160 por ciento la tasa de actividad de los

no discapacitados. Para chequear la robustez

de este resultado, se repitió la estimación de

las tasas para los países disponibles en 1999

y para España y Grecia no se mantiene como

puede verse en el cuadro (algo que también

sucede con los datos de 1998 para España,

que no se muestran en el cuadro).

La presencia de países con tasas de paro de

la población discapacitada menor que las de

la población no discapacitada arroja dudas

acerca de los argumentos más simples que

hablan de discriminación en el mercado de

trabajo (aunque, al mismo tiempo, en estos

países los discapacitados sufren tasas de actividad

más bajas). La relación de las personas

discapacitadas con el mercado de trabajo puede

ser más compleja de lo que los expertos, los

políticos y las organizaciones de discapacitados

suelen creer.

MIGUEL ÁNGEL MALO

115 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

Fuente: PHOGUE 1996 (extraído de Malo y García Serrano, 2001), excepto Italia, Grecia y España 1999 que proceden

del PHOGUE 1999.

CUADRO 7. TASAS DE ACTIVIDAD Y DE PARO DE LAS POBLACIONES

DISCAPACITADA Y NO DISCAPACITADA POR PAÍS. PHOGUE (1996)

A pesar de lo dicho, los datos de estos países

deben considerarse con cautela. El caso de

España es un buen ejemplo: de la reciente

Encuesta de Discapacidades realizada en

1999 se deduce que la tasa de paro de los discapacitados

se encuentra por encima (es más

del doble) de la tasa de paro de la población

total. El diseño y la muestra del PHOGUE,

que no fue preparado de forma explícita para

ofrecer una visión exacta de la discapacidad,

podría estar detrás de este resultado inesperado.

De cualquier modo, dado que esas tasas

de paro de los discapacitados por debajo de la

población no discapacitada se dan en países

con aspectos sociales y económicos comunes,

debería hacernos pensar que probablemente

estén reflejando algo más que una ilusión

estadística.

El Cuadro 8 contiene las correlaciones

entre las respectivas tasas de actividad y de

paro. La correlación de la tasa de actividad

con la tasa de paro de cada población es muy

similar (-0'41 y -0'42 para los discapacitados y

los no discapacitados, respectivamente). El

signo negativo de la correlación muestra que

altas tasas de actividad se encuentran relacionadas

con bajas tasas de paro (y lo contrario)

en el caso de ambos colectivos. Estos

resultados apuntan a que el proceso de acceso

a un empleo después de convertirse en miembro

de la población activa es muy similar en

las poblaciones de discapacitados y de no discapacitados.

De igual forma, las tasas de actividad

de discapacitados y no discapacitados

(0'78) y las tasas de paro de discapacitados y

no discapacitados (0'69) se encuentra muy

correlacionadas.

Descendiendo al caso español, la EDDES-

1999 puede ser muy útil ya que contiene un

bloque de preguntas sobre participación en el

mercado de trabajo. Los resultados publicados

sobre estas preguntas todavía son pocos

pero nos permiten una primera aproximación.

Gracias a esos primeros datos publicados

se ha elaborado el Cuadro 9, donde se

recogen las tasas de paro, actividad y ocupación

para los discapacitados y para la población

en general (esto últimos datos están

tomados de la Encuesta de Población Activa17

para 1999).

Se aprecia en este cuadro que hay más desempleo

entre los discapacitados, algo que es

más acusado entre los varones (casi dos veces

más entre los varones discapacitados que

entre los no discapacitados). La tasa de actividad

es sensiblemente menor (cerca de la

mitad) entre los discapacitados, con muy poca

diferencia entre varones y mujeres. Las tasas

de ocupación muestran una información muy

similar a las de las tasas de actividad, aunque

la ocupación es incluso algo menor entre los

discapacitados sin casi diferencias relativas

entre varones y mujeres. Así pues, parece que

en agregado y en términos relativos ambos

sexos experimentan una situación muy parecida

entre los discapacitados y entre los no dis-

INFORMES Y ESTUDIOS

116 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

CUADRO 8. COEFICIENTE DE CORRELACIÓN DE PEARSON ENTRE

DIFERENTES TASAS

Fuente: PHOGUE 1996 (extraído de Malo y García Serrano, 2001).

17 Datos extraídos del Anuario de Estadísticas Laborales

de 1999, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

capacitados, pero con menores niveles de participación

y ocupación. En cuanto al desempleo

afecta más a la población discapacitada,

especialmente a los varones en términos relativos;

pero en términos relativos exclusivamente,

ya que la tasa de paro de las discapacitadas

alcanza el 32,7 por cien mientras que la

de los varones queda en el 21,9 por cien.

La información sobre actividad es semejante

a la del PHOGUE que se ha ofrecido

antes, pero es notoriamente diferente la referida

al desempleo. Recuérdese que en el

PHOGUE la tasa de paro entre los discapacitados

era inferior a la de la población en general,

mientras que la EDDES-1999 muestra

que la tasa de paro es superior entre los discapacitados

(en general y por género) que

entre la población en general. Puesto que la

EDDES-1999 ha sido elaborada específicamente

para tener una imagen fiel de la población

discapacitada y que el tamaño muestral

para calcular la tasa de paro de los discapacitados

en el PHOGUE es pequeño (y por tanto

aquejado de un elevado error muestral), debe

otorgarse mayor credibilidad al dato de la

EDDES-1999. También hay que resaltar que

los datos del PHOGUE de 1999 están más

próximos a la EDDES-1999 por lo que tampoco

puede descartarse que parte de las diferencias

estén causadas por la distinta situación

en el mercado de trabajo en 1996 y 1999.

4. POLÍTICAS DE EMPLEO HACIA LAS

PERSONAS CON DISCAPACIDAD

Para entender en qué medida la información

expuesta hasta aquí puede ser útil para

la política de empleo, es conveniente revisar

la evolución histórica reciente de la misma.

MIGUEL ÁNGEL MALO

117 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

CUADRO 9. TASAS DE PARO, ACTIVIDAD Y OCUPACIÓN PARA DISCAPACITADOS

Y NO DISCAPACITADOS (AÑO 1999)

Fuente: EDDES-1999, EPA-1999 y elaboración propia.

Como el resto de participantes (efectivos o

potenciales) en el mercado de trabajo, los discapacitados

pueden verse afectados por dos

tipos de políticas de mercado de trabajo: las

pasivas y las activas. Las pasivas se refieren

al sostenimiento de rentas y consisten en

transferencias de ingresos desde el sector

público hacia los individuos. Las activas centran

sus esfuerzos directamente en la colocación

del individuo en un puesto de trabajo,

bien aumentando su cualificación (mediante

la formación) bien facilitando su acceso a un

puesto de trabajo (por ejemplo, facilitándole

información barata y rápida sobre vacantes

existentes en las empresas adecuadas a sus

características).

La LISMI de 1982 al reconstruir y dar coherencia

a las diferentes prestaciones económicas

existentes puede considerarse como una

racionalización de las políticas pasivas dirigidas

hacia los discapacitados. Las pensiones de

invalidez permanente (en sus diferentes tipos

descritos en el Anexo 2) representarían la

mayor parte del gasto dedicado a políticas

pasivas relacionadas con la discapacidad

(Collado y Villagómez, 1999), sin que se pueda

olvidar la importancia de las pensiones no contributivas

no tanto por su cuantía total como

por su papel en atender a personas en situaciones

de pobreza o cercanas a la misma.

Las políticas activas están a cargo sobre

todo del INEM y del IMSERSO. Aquí debemos

incluir los incentivos financieros existentes

para la contratación de discapacitados, la

contratación en los Centros Especiales de

Empleo y los servicios de intermediación.

Collado y Villagómez (1999) presentan una

descripción con cierto detalle de estas acciones.

Habría que destacar también que en los

servicios de intermediación están desempeñando

un papel muy activo e innovador las

propias organizaciones de discapacitados

(destaca en especial Fundosa Social Consulting,

del grupo ONCE).

La Unión Europea está tratando de impulsar

una estrategia general de la política de

empleo que prime las políticas activas frente

a las pasivas, en general y también en el

ámbito de los discapacitados. Pero este desplazamiento

no sólo obedece a un impulso

desde las instituciones europeas sino que responde

a un proceso de desarrollo que tiene en

España uno de sus más claros ejemplos, tal y

como puede comprobarse examinando la evolución

reciente de dicha política.

4.1. Evolución reciente de la política

de empleo de los discapacitados en

España18

Uno de los aspectos más importantes de la

extensión del Estado de Bienestar en España

en la década de los ochenta fue la puesta en

marcha de una política «integrada» hacia los

discapacitados. La LISMI (Ley de Integración

Social del Minusválido) de 1982 trató de

unificar la dispersa normativa sobre transferencias

de renta y subsidios, así como proporcionar

una estructura coherente para la política

de empleo hacia los discapacitados en dos

vertientes: el empleo protegido (en Centros

Ocupacionales y en Centros Especiales de

Empleo) y el empleo en empresas normales.

La LISMI permitió el desarrollo de la protección

social como base esencial del apoyo

para la integración social de los discapacitados.

Sin embargo, la integración social a través

de la participación en el mercado de trabajo

también formaba parte de sus objetivos

iniciales y los resultados no han estado a la

altura del relativo éxito de la protección

social. El Real Decreto 1451 (de 11 de mayo de

1983) puso en marcha algunas de las medidas

propuestas para la integración en el mercado

de trabajo: una cuota del 2 por ciento para los

trabajadores discapacitados en empresas privadas

con más de 50 trabajadores; ayudas

para las empresas que contrataran a discapa-

INFORMES Y ESTUDIOS

118 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

18 Para un repaso jurídico de estas políticas de empleo

véase Esteban (1999).

citados con contratos permanentes a tiempo

completo; una reducción en las cotizaciones

sociales de las empresas en relación con sus

trabajadores discapacitados; apoyo financiero

para las cooperativas de trabajadores discapacitados;

e incentivos fiscales adicionales

para los incrementos anuales del número de

trabajadores discapacitados contratados19.

En 1985, dos reales decretos (de desarrollo

de la LISMI) regularon los Centros Especiales

de Empleo (CEE) y los Centros Ocupacionales

(CO). Los CEE fueron concebidos como un

paso previo para el mercado de trabajo normal,

mientras que los CO tenían una función

más dirigida hacia la rehabilitación que

hacia una verdadera formación útil para un

puesto de trabajo20.

Aunque este tipo de medidas fueron un

avance respecto de la situación previa, la percepción

generalizada (plasmada en CES,

1995) es que el éxito de la LISMI radicó en

proporcionar una política coherente de transferencias

suficientes, pero relegando otros

aspectos clave de la integración social, sobre

todo la participación en el mercado de trabajo.

Al respecto, habría que resaltar que una

comisión parlamentaria de 1992 (creada para

una evaluación general de la LISMI) subrayó

que era necesario comenzar con una nueva

fase en las políticas hacia el grupo de los discapacitados.

Unos años más tarde el Consejo Económico

y Social marcó «oficialmente» (con su informe

de 1995) un punto de inflexión. Los temas

discutidos en el informe no eran una novedad

para las organizaciones de discapacitados ni

para los miembros de la Administración que

se encargaban de la gestión de las políticas ni

para los expertos en temas de discapacidad.

Pero el informe con su carácter sistemático y

su énfasis en el empleo ayudó a confirmar que

la LISMI se encontraba agotada en lo referido

al empleo y que era necesario promover un

nuevo tipo de política de empleo para conseguir

avanzar en la integración social de los

discapacitados. El debate público generado

por la falta de acuerdo de los representantes

de los empresarios con las conclusiones del

informe le dio inesperadamente un mayor

impacto social, llevando a sindicatos y organizaciones

de discapacitados a reforzar su

apoyo al diagnóstico de dicho informe21.

Es en este contexto en el que debe interpretarse

la «nueva» política de empleo para

los discapacitados, que ha tenido los siguientes

momentos relevantes: el Plan de Acción

para los Discapacitados de 1996; las medidas

del Plan Plurianual de Empleo; el Plan de

Medidas Urgentes de 1997; y las medidas

incluidas en los sucesivos Planes Nacionales

de Acción para el Empleo desde 1998.

Las propuestas de la comisión parlamentaria

de 1992 fueron recogidas en el Plan de

febrero de 1996. Se concibió como un plan de

conjunto, un marco para dar coherencia a

las medidas promovidas desde diferentes

niveles de la Administración Pública a fin de

promover (explícitamente) las políticas activas.

El Plan se estructuró en cinco partes,

siendo la cuarta la dedicada a la participación

y a la integración en la actividad económica.

Dicho capítulo cuarto incluía tres programas:

recuperación profesional; colocación

e integración laboral; y protección económica

y social.

En el Plan Plurianual, la sección II.5, detallaba

las medidas en relación con la integración

laboral de los discapacitados:

MIGUEL ÁNGEL MALO

119 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

19 En CES (1995) se ofrece información sobre estas

medidas y puede apreciarse que, aunque las fuentes de

información son muy fragmentarias y dispersas, el

impacto relativo sobre el empleo total de los discapacitados

fue pequeño.

20 Los problemas y reformas de los Centros Especiales

de Empleo se presentan con detalle en un anexo.

21 El argumento del grupo de los empresarios para

no apoyar las conclusiones se basaba en que las medidas

propuestas incrementaban los costes laborales, lo cual

en realidad perjudicaría el empleo de las personas discapacitadas.

? Incentivos para la contratación de discapacitados:

contratos de formación y

aprendizaje; contratos permanentes y

temporales.

? Medidas propuestas por las organizaciones

de discapacitados: participación

institucional creciente de las organizaciones;

renovación del registro de desempleados

del INEM; promoción de

servicios de intermediación laboral

especializados; y dar cobertura legal al

empleo con apoyo.

? Medidas derivadas de la LISMI: análisis

del empleo y del desempleo de los

discapacitados; servicios de intermediación;

rehabilitación; mejora de los

CEE; integración de la ayuda financiera

e incentivos fiscales en los CEE y en

las empresas normales; sustitución de

políticas pasivas por activas.

El Plan de Medidas Urgentes22 de 1997

puede ser considerado la culminación de este

proceso de creación de una nueva política de

empleo y se produjo gracias a un acuerdo del

CERMI y el Ministerio de Trabajo y Asuntos

Sociales. Estaba centrado en cuatro áreas:

participación institucional; servicios de intermediación

en el mercado de trabajo; formación

profesional y contratación e integración

laboral.

Por lo que se refiere a los Planes Nacionales

de Acción para el Empleo preparados por

España desde 1998 aparecen una serie de

medidas relacionadas con los discapacitados

(como grupo en situación de desventaja en el

mercado de trabajo): aumento del empleo del

colectivo, incidiendo especialmente en jóvenes

y mujeres; y la creación de puestos de trabajo

adaptados. En el Plan de 1999 (que se

realizó en un contexto general de favorecimiento

de las políticas activas de empleo) se

proponía introducir una ley para la integración

social y laboral de colectivos en riesgo de

exclusión. La puesta en marcha en 2001 de

los Planes por la Inclusión Social también

contempla este tipo de objetivos en relación

con las personas discapacitadas, debido a su

riesgo de exclusión al presentar un severo

déficit de integración laboral.

En cualquier caso, debe resaltarse que el

cambio de orientación descrito no significa

necesariamente una mayor cantidad de políticas,

sino la puesta en marcha de nuevas

políticas. Con otras palabras: no se intenta

que sea «más de lo mismo», sino una política

diferente. La característica que se desea que

tenga tal política es la activación de los individuos

y la activación de las políticas. En

cuanto a los individuos la activación se refiere

a incentivar la entrada en el mercado de

trabajo. En cuanto a las políticas, se refiere a

la normalización del empleo de los discapacitados

dentro de la política general de empleo

y al intento de no crear empresas u organizaciones

aisladas del mercado para dar un

empleo a las personas discapacitadas. Una de

las vías por las que conviene activar la política

de empleo es la da evitar la trampa de la

prestación. En muchas ocasiones se ha destacado

que las prestaciones económicas relacionadas

con la discapacidad desincentivan la

aceptación de un trabajo. Esto se produce

porque si un discapacitado recibe una oferta

de trabajo que puede desempeñar y está

cobrando una prestación (es decir, es beneficiario

de una política pasiva), sólo puede

aceptar el trabajo renunciando a la prestación.

Pero si posteriormente el discapacitado

pierde el trabajo, no suele existir el derecho

de volver a reclamar la prestación. Además,

incluso teniendo la posibilidad legal de volver

a solicitar la prestación podría ocurrir que

tuviera problemas para volver a ser beneficiario

de la prestación porque habría demostrado

que es capaz para trabajar. Por tanto,

los incentivos que proporciona la forma en

que suelen estar reguladas las prestaciones

son los contrarios a los de la activación, ya

que desaniman la aceptación de ofertas de

INFORMES Y ESTUDIOS

120 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

22 Se puede consultar en IMSERSO (1998).

trabajo y fomentan la permanencia en las

políticas pasivas23. Por tanto, no se puede

pensar en la activación promoviendo meramente

nuevas acciones (aunque puedan ser

muy útiles y eficaces, como en el caso del

empleo con apoyo24) sino que el objetivo de la

activación debería llevar a repensar toda la

estructura de las políticas de empleo (las activas,

las pasivas y la relación entre ambas).

Los datos ofrecidos en secciones anteriores

resaltan precisamente la necesidad de este

tipo de política que promueva la actividad.

Pero los datos también nos han mostrado la

existencia de dos grupos bien distintos de discapacitados:

unos próximos a la edad de jubilación

y otros mucho más jóvenes. Las políticas

de activación deberían ir dirigidas al

segundo colectivo, mientras que para los primeros

debería diseñarse una política que fuera

coherente con las políticas existentes de

jubilación, teniendo en cuenta su eventual

conexión con los grandes ajustes de plantilla

y el uso de las prestaciones por discapacidad

para salir de la población activa como si de

una jubilación se tratase.

Finalmente, en cuanto a la aplicación de

las políticas, hay que resaltar que en España

la evaluación de programas y de políticas

dirigidas hacia los discapacitados es una de

las lagunas más graves a las que hemos de

enfrentarnos. Las administraciones públicas

MIGUEL ÁNGEL MALO

121 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

23 En España, se han introducido cambios en la línea

de evitar la trampa de la prestación. En 1996 se introdujo

una enmienda a la Ley de Seguridad Social para

incentivar la aceptación de ofertas de trabajo, ya que

permite la recuperación de la pensión no contributiva

cuando el discapacitado ha perdido el trabajo cuya

aceptación era incompatible con dicha pensión. Dado

el corto espacio de tiempo, es un tema pendiente de

investigación el impacto de este tipo de medida.

24 El empleo con apoyo es una forma de fomento de

la participación laboral de los discapacitados que se ha

ido expandiendo en España durante los últimos, en parte

gracias a los proyectos financiados por el programa

HORIZON y al impulso de las organizaciones de discapacitados.

Una puesta al día del empleo con apoyo en

España se puede encontrar en Verdugo et al. (1998) y

Verdugo y Jordán de Urríes (2001).

GRÁFICO 1. DISTRIBUCIÓN DE LAS PERSONAS CON DISCAPACIDADES

POR GRUPOS DE EDAD

y las organizaciones de discapacitados deberían

ir volviéndose conscientes que una evaluación

no es una mera colección de tablas

sobre gastos y participantes, sino un análisis

sistemático sobre el aumento producido en

las perspectivas de empleo de las personas

que participan en los programas (y eso supone

seguir a los individuos después de finalizar

el programa, por ejemplo, mediante

encuestas) y también tener información clara

sobre el proceso de selección de los participantes

en las acciones y programas, ya que en

muchas ocasiones el éxito de los participantes

a la hora de encontrar un empleo no obedece

tanto a las bondades del programa sino a

que el proceso de selección dio entrada a personas

especialmente motivadas para integrarse

en el mercado de trabajo.

5. CONCLUSIONES

La estructura común creada desde la

Comisión Europea para fomentar las políticas

de empleo descansa en el principio, entre

otros, de la reducción de la discriminación

existente en el mercado de trabajo contra los

colectivos en desventaja. Este es el marco en

el que debe entenderse el impulso actual dado

a las políticas de empleo dirigidas hacia las

personas con discapacidad. Ahora bien, no

debe olvidarse que este cambio no se produce

a instancias únicamente de las instituciones

europeas, sino que responde también a un

cambio de sensibilidad entre los propios discapacitados

y sus organizaciones. Ese cambio

consiste en entender que la integración social

plena sólo puede conseguirse a través de la

integración laboral de los discapacitados y

una integración en el mercado de trabajo normal.

Esto supone un cambio de rumbo respecto

del pasado, ya que solían primarse las políticas

asistenciales y de mantenimiento de

ingresos.

El caso español es tal vez una de las mejores

ilustraciones de este proceso, al tiempo

que muestra de forma mucho más clara el

papel desempeñado por las organizaciones de

discapacitados en el cambio de concepción de

las políticas de empleo hacia los discapacitados.

No obstante, para diseñar una política

coherente que satisfaga este ambicioso objetivo

necesitamos realizar nuevos análisis sobre

la participación laboral de los discapacitados

que incidan precisamente en el estudio de los

mecanismos del mercado de trabajo y sus instituciones.

Por eso, el análisis económico (sin

despreciar otras aproximaciones) puede proporcionar

información muy relevante para el

diseño de tal política. En concreto, el análisis

económico del mercado de trabajo puede ser

fructífero para delimitar el tamaño del colectivo

beneficiario (en torno al 5 por cien de la

población) y los problemas laborales más

relevantes del mismo. Así hemos detectado

que parece ser la inactividad, la falta de participación,

el problema más grande del colectivo,

que está sensiblemente más envejecido

que el conjunto de la población en edad de trabajar

y en el que predominan de forma muy

contundente los niveles de estudios más

bajos. También hemos visto que el mercado

de trabajo de los discapacitados parece reflejar

el de la población en general, pero a una

escala «más reducida», lo cual refuerza la

tesis de que el principal problema es el de la

inactividad, aunque no debe olvidarse que

hay más desempleo en este grupo de la población.

Con todo, queda mucho por hacer y mucho

por conocer. La encuesta EDDES-1999 se

constituirá en una herramienta imprescindible

para conocer las cuestiones fundamentales

que deben informar el diseño de las políticas

españolas de empleo hacia los discapacitados

en el futuro inmediato. Sólo con microdatos

de calidad pueden realizarse análisis

económicos que sirvan para establecer las

líneas generales de la política de empleo

hacia las personas con discapacidad. La mejora

del diseño y de la puesta en marcha de las

políticas de empleo hacia las personas con

discapacidad pasa necesariamente por una

INFORMES Y ESTUDIOS

122 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

mejora sustancial de la información estadística

disponible sobre su participación en el

mercado de trabajo y sus problemas de acceso

al mismo, así como por la realización de más

y mejores evaluaciones de las políticas de

empleo hacia este colectivo.

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MIGUEL ÁNGEL MALO

123 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

INFORMES Y ESTUDIOS

124 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

ANEXO 1: LAS ACTIVIDADES QUE DETERMINAN LA DISCAPACIDAD EN LA

ENCUESTA SOBRE DISCAPACIDADES, DEFICIENCIAS Y ESTADO DE SALUD DE 1999

Las actividades (para personas con 6 y más años) a las que hace mención la definición de discapacidad

de esta encuesta son las siguientes:

? Ver, que incluye las discapacidades para recibir cualquier imagen, para tareas visuales

de conjunto y para tareas visuales de detalle.

? Oír, que incluye las discapacidades para recibir cualquier sonido, para audición de sonidos

fuertes y para escuchar el habla.

? Comunicarse, la cual agrupa a las personas con dificultades graves o importantes para

formular y entender mensajes verbales y no verbales.

? Aprender (en el sentido de adquirir conocimientos a través de instrucciones o de la propia

experiencia), aplicar conocimientos y entender y ejecutar órdenes y tareas.

? Desplazarse, que se refiere a: cambios y mantenimiento de las diversas posiciones del

cuerpo; levantarse, acostarse, permanecer de pie o sentado; y desplazarse dentro del

hogar.

? Utilizar brazos y manos, que incluye: trasladar o transportar objetos no muy pesados;

utilizar utensilios y herramientas; y manipular objetos con manos y dedos.

? Desplazarse fuera del hogar: deambular sin medio de transporte; desplazarse en transportes

públicos; y conducir vehículo propio.

? Cuidarse de sí mismo, que incluye: asearse solo (lavarse y cuidarse de su aspecto); control

de las necesidades y utilizar solo el servicio; vestirse, desvestirse y arreglarse; y

comer y beber.

? Realizar las tareas del hogar, que agrupa: cuidarse de las compras y del control de los

suministros y servicios; cuidarse de las comidas; cuidarse de la limpieza y el planchado

de la ropa; cuidarse de la limpieza y mantenimiento de la casa; cuidarse del bienestar de

los demás miembros de la familia

? Relación con otras personas, que se refiere a personas con graves o importantes dificultades

en las interacciones personales, bien en la familia o fuera de ella (separando las

relaciones de amistad de las que hacen referencia a compañeros, jefes o subordinados).

Para los menores de 6 años se usa una clasificación distinta y que no hace mención de la discapacidad

sino de la limitación, porque existen problemas para detectar las discapacidades

propiamente dichas en esas edades.

Esta información se ha extraído de la Metodología de la Encuesta sobre Discapacidades,

Deficiencias y Estado de Salud de 1999, documento accesible en la página web del Instituto

Nacional de Estadística: http://www.ine.es.

MIGUEL ÁNGEL MALO

125 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

ANEXO 2. PENSIONES RELACIONADAS CON LA DISCAPACIDAD EN LOS

REGISTROS DE LA SEGURIDAD SOCIAL

Hay tres grupos:

? Pensiones no contributivas.

? Pensiones de la LISMI (Ley de Integración Social del Minusválido)

El primer grupo comprende pensiones recibidas por trabajadores que, tras un tratamiento

médico, sufren limitaciones permanentes y objetivas que disminuyen su capacidad para trabajar.

Desde noviembre de 1997 estas pensiones pueden ser percibidas únicamente por menores

de 65 años. Por encima de dicha edad se pasa a percibir la pensión de jubilación. Existen

cuatro tipos de invalidez permanente: parcial, total, absoluta y gran invalidez. La clasificación

depende del grado de discapacidad evaluado por un equipo médico de expertos. Sólo las

categorías de invalidez permanente absoluta y gran invalidez son legalmente incompatibles

con tener un empleo. La invalidez permanente total se refiere a una incapacidad para desempeñar

la ocupación actual del trabajador, pero no excluye la posibilidad de trabajar en

otras ocupaciones. Por tanto, esta pensión es compatible con la percepción de salarios. La

invalidez permanente parcial se refiere a limitaciones que afectan al desempeño óptimo del

puesto de trabajo pero afecta a otros puestos. En este caso, la pensión trata de ser sólo un complemento

de ingresos, ya que el equipo médico evalúa que el individuo sólo está parcialmente

afectado en su capacidad para trabajar.

Las pensiones no contributivas son percibidas por personas que no contribuyeron la cantidad

mínima necesaria para percibir un pensión contributiva. Uno de los tipos de pensión no

contributiva es la de invalidez. Los requisitos para ser beneficiario de una pensión no contributiva

de invalidez son:

? Tener entre 18 y 65 años.

? Ser residente en España.

? Estar afectado por un grado de discapacidad igual o superior al 65 por ciento (porcentaje

evaluado por los equipos médicos expertos de la Administración).

? Tener unos ingresos totales inferiores a los de la pensión.

Así pues, la pensión no contributiva de invalidez está sujeta a la demostración del estado de

necesidad (es una pensión means-tested)

Las pensiones de la LISMI son pensiones complementarias creadas por dicha ley en 1982.

Estas pensiones tenían como finalidad atender las necesidades especiales del colectivo tales

como rehabilitación, apoyo de una tercera persona, costes de transporte, etc. Estas pensiones

son compatibles con un empleo y debe demostrarse su necesidad (son means-tested): sólo los

individuos con ingresos totales por debajo del 70 por ciento del salario mínimo puede solicitar

este tipo de pensiones. En diciembre de 1990, la normativa legal de las pensiones LISMI fue

alterada de forma sustancial y muchos de sus beneficiarios fueron transferidos a la pensión

no contributiva de invalidez. Sin embargo, otras personas permanecieron en el antiguo sistema

porque habrían perdido parte de sus ingresos si se les hubiera pasado a la mencionada

pensión. Es este grupo el que aparece hoy en día en las estadísticas que aparecen en las publicaciones

del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales.

Un trabajo actualizado donde se expone la normativa sobre la incapacidad permanente es

Roqueta (2000).

INFORMES Y ESTUDIOS

126 REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO Y ASUNTOS SOCIALES 46

RESUMEN: En este artículo, se realiza una revisión de los principales aspectos relacionados con la participación

de las personas con discapacidad en el mercado de trabajo español. Se repasan las

definiciones estadísticas de discapacidad, mostrando que el tamaño del colectivo en edad de

trabajar está en torno al 5 por cien de la población. Se presenta información sobre el grado de

participación laboral de este grupo, con lo que se aprecia que está afectado más por un problema

de actividad que de desempleo. Finalmente, se revisan las políticas de mercado de trabajo

que se han venido implementando en los últimos 20 años, destacando el reciente impulso dado

a estas políticas tratando de promover la actividad de las personas con discapacidad como

principal medio de integración social.

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