La persona y el principio de esperanza en la encrucijada del nihilismo de hoy

AutorSalomé Parra Rodrigo
Páginas443-457

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Salomé Parra Rodrigo

Doctoranda UNED

Salorodrigo@yahoo.es

Resumen: Esta reflexión nos sitúa ante la cuestión ¿qué significa vivir en la esperanza para el sujeto moderno en medio de uno de los acontecimientos que más está afectando a nuestra forma de vivir como es el nihilismo? Queremos plantear cómo desde una situación social donde la oscuridad del nihilismo deja a la persona sin referentes de sentido y sin identidad se puede resurgir hacia la búsqueda del ser y de la creación de nuevos imaginarios sociales que vienen a construir de nuevo un sujeto que a partir de su cuerpo subjetivo y su conciencia anticipadora utópica está llamado a transformar la sociedad y orientarla hacia nuevos referentes de sentido y de futuro.

Palabras clave: Sujeto moderno, nihilismo, cuerpo, esperanza, anticipación.

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Sigue faltando lo importante y no cesa por eso de introducirse el sueño en los espacios vacíos

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(Bloch. E)

1. Introduccion

Una de las cuestiones más importantes del derecho y del cuidado de la sociedad es qué sujetos somos. Desde un ámbito más filosófico en el que estoy haciendo una tesis quiero aden-trarme en la problemática de qué sujetos está creando la modernidad. Este sujeto se puede abrir desde dos ámbitos desde el crear esperanza ante la falta de referencias y desde el pluralismo moral y este sujeto se va a crear a partir de la conciencia del cuerpo.

En esta reflexión fundamentalmente quiero adentrarme en la pregunta sobre qué significa vivir en la esperanza para el hombre y la mujer de hoy, para el sujeto moderno. El enfoque que voy a dar a la esperanza está orientado hacia un querer situarla en un «aquí» inmanente que nos lleva hacia «lo más adentro» de lo que podemos llamar la existencia o la vida misma 1. Es decir, fundamentar la esperanza en medio de lo que acontece desde un movimiento procesual hacia lo posible. Como dice el autor que con más conciencia ha escrito sobre la esperanza, Ernst Bloch, «no habría posibilidad de reelaborar una cosa según el deseo si el mundo fuera cerrado, lleno de hechos fijos e, incluso, consumados. En lugar de ello hay sim-

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plemente procesos, es decir, relaciones dinámicas, en las que lo que ha llegado a ser no se ha impuesto totalmente» 2.

La esperanza que surge de lo inmanente nos adentra en la estructura interna de uno de los acontecimientos más esenciales que atraviesan y determinan nuestro «modo de ser» mayo-ritariamente en la actualidad: el nihilismo. Nos detenemos ante él desde la clave de las pérdidas que ha padecido el sujeto como es su falta de arraigo, vinculación e identidad. Desde esta clave vamos a escuchar lo perdido, la nada como condición de posibilidad para poder ir hacia la recreación de nuevos fundamentos de comprensión del sujeto y de la realidad y desde aquí poder recrear la realidad ontológica de la esperanza.

Esta esperanza para nosotros va desde el no-ser a la escucha de la llamada a ser en su posibilidad, siguiendo la tesis de Michel Henry 3, que comprende el sujeto como un cuerpo subjetivo trascendente, que vive afectado y en espera hacia lo que tiene que ser, es decir lo que podríamos denominar también un «ser utópico» 4 que en su conciencia anticipa lo que se espera, a través de intervenciones simbólicas en la realidad, que se materializan por medio de su trabajo en obra gestadoras de una nueva humanidad.

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2. Rasgos configuradores de la persona desde el nihilismo
2.1. El trance existencial de la nada al ser

Las sociedades actuales caracterizadas por el nihilismo nos llevan a los espacios vacíos que la modernidad ha creado. Como apuntaba Bloch, «sigue faltando lo importante, y no cesa por eso de introducirse el sueño en los espacios vacíos» 5 , espacios vacíos que la realidad del nihilismo lleva en el interior de su misma constitución y están llamados a ser recreados en esperanza. Así el nihilismo se ha definido por algunos autores como el lugar «donde no sólo el pensamiento, sino también el actuar del hombre está guiado por la convicción nihilista de que las cosas son nada, en el sentido de que pueden ser ex -traídas de la nada y remitidas a la nada, o sea, fabricadas y destruidas (en la nada), según su propio antojo» 6 . Y es que realmente estamos en una sociedad donde la crisis de sentido, la desvalorización de los valores y la pérdida del centro expresan rasgos configuradores de nuestro tiempo. El nihilismo nos hace conscientes de que el sujeto moderno se ha quedado sin raíces, desorientado en medio del desencanto de la vida y ello nos adentra en la cuestión de cómo dar sentido al «mero hecho de existir». Porque en esta «época nihilista» 7 estamos ante el no ser que envuelve la existencia y el no ser que anida en la raíz de la persona, o como dice Heidegger cuando define el nihilismo desde su concepto más literal «se trata en todo caso de la nada y por lo tanto, de una manera especial, del ente en su no ser 8.

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Nos podemos preguntar si la «época nihilista» como realidad histórica está siendo la visibilización, la corporalización de un fondo real que tiene lo existencial, el sujeto, la sociedad y que el proceso histórico por el que ha ido discurriendo la humanidad ha provocado la emergencia de ese fondo que anida en la realidad no visible, sumergida de todo lo existencial viviente. Es decir, «un dejarse ver «en la desnudez de su manifestación» 9. Así, atestiguan las palabras de Heidegger cuando dice, «la nada no es el concepto contrario a lo ente, sino que pertenece originariamente al propio ser» 10, de ahí que el nihilismo está trayendo a la sociedad la negatividad, la destrucción, el «no» de la realidad, su lado oscuro y a la persona la desorientación, deshumanización y alienación existencial.

Desde aquí, el nihilismo puede suponer eso que se llama «tocar fondo» donde estamos ante el límite de la muerte o de la vida. Este límite que como tal es angustia y afectación abre paso a la esperanza. Así lo pone de manifiesto Heidegger cuando dice, «sólo en la clara noche de la nada de la angustia surge por fin la originaria apertura de lo ente como tal: que es ente y no nada» 11. Decimos entonces que la nada, el nihilismo, llevado a su conciencia, a su luz interna es lugar de lanzamiento hacia el ser y su posibilidad creadora, hacia un futuro de esperanza. Así pues «el mero hecho de existir» parte de esa travesía existencial que da el paso del no-ser al ser. Es la batalla de la existencia y no la podemos olvidar y menos obviar.

2.2. El Nihilismo como desvinculación y desarraigo

Dentro de la pregunta que orienta el hilo conductor de nuestra reflexión sobre la esperanza en el sujeto moderno, nos

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centramos en otro de los rasgos trasversales de la modernidad y del nihilismo como es la autonomía del sujeto unida a la desvinculación y el desarraigo existencial.

Nos preguntamos por qué la autonomía del sujeto, el proceso de creación del yo y su subjetividad, cuyos pilares fueron plantados con el ego cogito de Descartes 12, han venido sostenidos desde la comprensión de un sujeto que se desvincula, es decir, deja de vivirse afectado, deja de vivir «se» en conexión afectiva a través de «sus» sentimientos y emociones, con todo aquello de lo que venía viviendo como pertenencia y arraigo: cosmos, naturaleza, sociedad, religión, es decir con todo aquello que supone una interacción con la alteridad, con lo «otro de sí mismo», que venía a configurar su marco referencial de vida y desde aquí la comprensión de sí mismo en medio o junto a la realidad de las cosas y del mundo en su acontecer y desarrollo. Unir desvinculación a autonomía podemos decir que puede ser uno de los caminos que ha conducido a la historia de la modernidad al nihilismo y por ello a una despersonalización del sujeto.

Así lo ha visto Taylor cuando trae el yo desvinculado, «impermeabilizado», en el que se ha convertido el yo de la modernidad, «el yo delimitado, impermeabilizado: las cosas que están más allá no necesitan llegar a mí. (…) El yo impermeabilizado trae la desvinculación con las cosas, desde su vivencia de autonomía. (…) Y la desvinculación es a todo nuestro entorno, natural y social» 13. Esto nos muestra la pérdida de significación, por lo tanto, una pérdida de sentido y de valor.

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Dejar lo externo a nosotros sin significado es ser conducidos hacia el vacío y la nada. Podemos decir que damos significado a aquello que nos importa, que nuestro mundo de interés está estrechamente vinculado a nuestro campo...

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