El perfil del emprendedor. Construcci

AutorRodríguez López, Roberto
CargoMONOGR

[en] The profile of the entrepreneur. Cultural construction of post-Fordist labor subjectivity

Sumario: 1. Introducción. 2. Transformaciones en el Estado social y el modelo productivo: hacia la producción de un nuevo sujeto laboral. 3. Psicologización y literatura de autoayuda. 4. Metodología. 5. Resultados: el perfil del emprendedor. 5.1. El emprendedor es ... Original. 5.2. El emprendedor es ... Proactivo y arriesgado. 5.3. El emprendedor es ... Resiliente. 5.4. El emprendedor es ... Un gestor de tiempos y energías. 5.5. El emprendedor es ... Libre. 5.6. El emprendedor es ... Social y buen comunicador. 5.7. El emprendedor es. Un creador de imágenes. 6. Análisis y conclusiones. 7. Bibliografía.

  1. Introducción

    Durante los últimos años asistimos a una creciente proliferación de discursos tendentes a la promoción y difusión de la figura del emprendedor, indiscutidamente asociada a valores positivos y universalmente deseables. Desde diversos ámbitos y a distintos niveles (institucional, mediático, científico.) el fomento del emprendimiento es señalado como la mejor (e incluso única) respuesta frente a la así llamada crisis económica. Por ello, en el presente artículo situaremos al emprendedor como referencial del ethos sobre el que se configura la prescripción normativa de un nuevo sujeto laboral, o dicho de manera sencilla, como el "buen trabajador" funcional a un nuevo modelo productivo y a un nuevo orden social. Entendemos que los discursos articulados en torno a la noción de emprendimiento no sólo tratan de promover un determinado modelo empresarial, sino, más ampliamente, una nueva ética susceptible de ser adoptada por todo individuo, también por el conjunto de trabajadores, independientemente de su posición respecto al mercado de trabajo. En consecuencia, indagar en las bases normativas de estos discursos puede aportar algunas claves acerca de los fundamentos sobre los que se estaría construyendo un nuevo modelo de cohesión social. En síntesis, nuestra pretensión es la de señalar un proceso de reorganización ideológica que necesariamente acompaña a las transformaciones profundas del capitalismo a nivel global, entendiendo que la aparición de nuevos modelos hegemónicos de "pensar" el trabajo y el empleo conlleva nuevos requerimientos hacia el trabajador y empleado inscrito en esos modelos, esto es, la producción política de nuevos sujetos laborales.

    Con tal objetivo, realizaremos en primer lugar un breve recorrido teórico por algunas novedades ideológicas operadas en el mundo del trabajo y el empleo que son coherentes con la progresiva construcción normativa de un nuevo sujeto laboral. En un contexto postfordista, la reorientación de las políticas públicas y los nuevos modelos de gestión empresarial plantean nuevas exigencias al individuo, en tanto empleado y trabajador, que se traducen en la representación de un sujeto autorresponsable de su situación social y autónomo en su desempeño laboral. A partir de estas cuestiones, esbozaremos la emergencia de un nuevo paradigma laboral que tendría vocación hegemónica y que sitúa al emprendedor como su figura emblemática. Esta construcción normativa de subjetividades emprendedoras no tendría lugar únicamente desde el Estado o la empresa, sino a su vez desde todo un amplio terreno socio-cultural caracterizado por un creciente proceso de psicologización. Directamente relacionado con ello, dirigiremos nuestra atención al auge de la literatura de autoayuda como fenómeno cultural que representa un dispositivo tecnológico crucial a la hora de suministrar técnicas de (auto) transformación de las mentalidades y las disposiciones prácticas.

    A continuación, analizaremos más en profundidad una selección de manuales dirigidos a emprendedores, que si bien se presentan bajo el propósito explícito de guiar y orientar profesionalmente a un potencial autoempleado o empresario, también pueden ser considerados como una apelación al emprendimiento en tanto principio normativo dirigido al conjunto de la sociedad. Por ello, leeremos estos manuales al modo de libros de autoayuda, esto es, como códigos de conducta orientados a prescribir un "buen" sujeto. A partir de su análisis, trataremos de inferir una serie de rasgos que nos permitan trazar un perfil de lo que definiremos como "sujeto emprendedor": un modelo normativo que remite a un determinado esquema de personalidad en el que se delimitan ciertos marcos legítimos de acción. Ello nos va a permitir apuntar algunas de las implicaciones prácticas que podría tener la potencial generalización y aceptación de un modelo de sujeto laboral como el descrito si se aplicase al conjunto de los trabajadores, es decir, qué tipo de prácticas laborales y políticas públicas serían potencialmente justificables y coherentes con dicho modelo.

  2. Transformaciones en el Estado social y el modelo productivo: hacia la producción de un nuevo sujeto laboral

    Durante las últimas décadas ha sido una tendencia general el debilitamiento de la norma social de empleo típicamente fordista (Castel, 1997) que, resumidamente, aspiraba y posibilitaba en buena medida la consecución de un empleo estable, a tiempo completo y asociado a ciertas garantías sociales (Miguélez y Prieto, 2009). Más recientemente, las políticas públicas de empleo han ido resituando su preocupación central en la necesidad de posibilitar el acceso a "un empleo" (y no necesariamente a un "buen empleo"), estableciéndose la medición de su éxito en base a criterios cuantitativos (Prieto, 2007). Tal resignificación del empleo convive con un auge de relatos economicistas en el discurso público (Gil Calvo, 2016) en los que se subordina el ámbito laboral al impacto de la globalización económica y las nuevas tecnologías (Alonso, 1999). Según su lógica, el advenimiento de una "nueva economía" que socializa los riesgos (Beck, 1998) y generaliza la incertidumbre (Bauman, 2011) exigiría nuevas formas de competitividad empresarial. Esta naturalización de la realidad económica hace posible que determinadas "reformas" del sistema de protección sean presentadas como inevitables y necesarias, al tiempo que definidas como "apolíticas" (Serrano y Martín, 2012).

    En este contexto puede entenderse la actual extensión de marcos de intervención pública orientados al paradigma de la activación, a partir del cual se plantea la necesidad de capacitar a los individuos para participar en el mercado laboral "por sí mismos", penalizando la pasividad como patología moral y problematizando la dependencia del Estado social, al tiempo que se obvia la dependencia vulnerabilizadora del mercado (Crespo y Serrano, 2016; Serrano y Martín, 2012). En síntesis, las políticas públicas estarían trasladando su juicio moral desde el mercado hacia el individuo, al que se hace responsable de su participación o no en el mercado laboral, entendida ésta como deber moral y prerrequisito de ciudadanía (Serrano y Martín, 2012). El problema del desempleo se reconfigura entonces como un problema de "desempleabilidad", mientras que el objetivo de las políticas de empleo se torna no tanto la creación de empleo como el estímulo de la competencia social en un contexto de empleo escaso (Briales, 2017). El (des)empleado es interpelado a establecer una estrategia competitiva que le permita presentar cualidades únicas o al menos escasas en el mercado laboral. Así, al mismo tiempo que se exigiría de los individuos su adaptabilidad a unas condiciones de empleo que le vienen invariablemente impuestas, le correspondería a su vez a cada uno de ellos la necesidad de "fabricar" su propio empleo a partir de su capacidad de agencia.

    Si la reorientación de las políticas públicas contribuye a construir (y al mismo tiempo es consecuencia de) nuevos modos de representar el empleo y al empleado, las recientes transformaciones en el plano productivo implican a su vez una reconceptualización del trabajo y una nueva idealización del sujeto en tanto trabajador. La emergencia y expansión de la producción ligera como paradigma organizativo hegemónico (Lahera, 2005) se sustenta en un cuestionamiento de los principios taylofordistas de producción que va desplazando el imaginario de organización ideal hacia un modelo que podemos denominar empresa-red. Si la empresa es representada bajo la metáfora de la red, el proyecto se sitúa como el elemento estructurador y organizador de la producción, en torno al cual se vincularían o conectarían eventuales equipos de trabajo (Boltanski y Chiapello, 2002).

    De modo esquemático, podemos señalar algunas de las implicaciones prácticas, todas ellas interrelacionadas, que se siguen de la aplicación de tal modelo paradigmático a la hora de idealizar y desarrollar la producción. Así, puede decirse que favorece el desarrollo de formas cooperativas de trabajo, más centradas en la ética del trabajo en equipo y en un tipo de autoridad basado en el poder personal más que posicional (Serrano, Martín y Crespo, 2013). Dicho poder se torna difuso a partir de la "incorporación" de agentes externos a la organización como el cliente o el mercado, cuya capacidad para determinar los ritmos y tiempos de la producción somete el desempeño laboral a una triangulación del poder (Serrano, Martín y Crespo, 2013). Ello supone una cierta transformación de la actividad de trabajo en relación de servicio (Dubar, 2002), así como la reorientación de los mecanismos de control organizacional hacia el auto-disciplinamiento del trabajador (Revilla y Tovar, 2011). Esta serie de cambios conlleva requerimientos concretos para el trabajador prototípico de la empresa-red. Entre ellos la exigencia de habilidades que no son únicamente técnicas sino de tipo relacional y emocional, vinculadas incluso con las cualidades personales más íntimas (Illouz, 2007). De igual modo, las habilidades de respuesta inmediata resultarán cada vez más valiosas frente a los saberes acumulados por la experiencia en el largo plazo (Bauman, 2011). En consecuencia, frente al concepto de cualificación...

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