El papel de los macro-objetivos y los micro-incentivos en la política europea de I+D

AutorC. W. Wessner y S. J. Shivakumar
CargoNational Research Council

Introducción

Este artículo examina el tema de la fijación de objetivos y la creación de incentivos para el gasto en I+D desde dos perspectivas. Primero, examinamos algunas de las hipótesis estándar sobre innovación y comportamiento del mercado. Segundo, ya que se cita explícitamente como término de comparación, examinamos la experiencia reciente de EE.UU., para ver si hay o no lecciones políticas que puedan aplicarse a Europa. En general, sugerimos que estas consideraciones revelan que, basándose en la experiencia norteamericana, es muy importante que los objetivos numéricos vayan acompañados por políticas y acciones centradas en los incentivos y en las instituciones intermediarias concebidas para facilitar la innovación.

El objetivo europeo del 3 % en I+D

Los indicadores comparativos más recientes, publicados por la Comisión Europea, señalan que el gasto público y privado en Europa (en valores medios) es inferior al de Estados Unidos y Japón.3 Mientras que, según datos recientes, los gobiernos de EE.UU. y Japón dedican a I+D un 4,20 y un 3,86 por ciento de sus presupuestos, respectivamente, esta cifra es, en Europa, del 1,99 por ciento.4 El esfuerzo relativo que realiza la industria para financiar la I+D en la UE es también inferior al de EE.UU. y Japón. La I+D financiada por la industria, en porcentaje de la producción industrial, fue del 2,49 % en Japón y del 2,08 % en EE.UU., según los últimos datos. La cifra comparable en la UE fue del 1,42 %, aunque hay considerables variaciones entre los países miembros de la UE.5 Algunos países europeos, como Suecia, dedican ya un porcentaje elevado del PIB a I+D.6 El objetivo del tres por ciento refleja, sin embargo, el deseo de los políticos europeos de estimular a los estados miembros a que logren una posición competitiva en los mercados mundiales de la tecnología de la información y de la biotecnología, equiparando sus niveles de inversión en I+D con los de EE.UU. y Japón.

Los indicadores comparativos más recientes señalan que el gasto público y privado en Europa es inferior al de Estados Unidos y Japón

Aumentar el gasto global en investigación de la Unión Europea es un desafío ambicioso, al que hay que hacer frente a través de los esfuerzos de los ministerios nacionales de investigación y otros organismos gubernamentales responsables de la política fiscal e industrial en los países miembros. Los directivos de estas organizaciones están exhortando al sector privado para que asuma las dos terceras partes de estas inversiones. El objetivo que persigue esta política es generar en Europa una economía más basada en el conocimiento y mejorar, por tanto, la competitividad internacional de Europa.

Una fuerte competencia mundial entre economías basadas en el conocimiento (con Europa como actor revigorizado) puede introducir en el mercado productos nuevos e innovadores, capaces de mejorar el bienestar en todo el mundo. Es, pues, un objetivo laudable. Pero, aun cuando los ministros de ciencia de los países de la Unión Europea reflexionen sobre cómo responder al objetivo del tres por ciento, es importante preguntarse hasta qué punto la fijación de objetivos ambiciosos debe ir acompañada por los incentivos económicos y las innovaciones institucionales necesarios para que Europa pueda alcanzar el objetivo más amplio de mejorar su competitividad. En pocas palabras: ¿cuáles son las perspectivas de la meta del tres por ciento en I+D?

Una fuerte competencia mundial entre economías basadas en el conocimiento puede introducir en el mercado productos nuevos e innovadores, capaces de mejorar el bienestar en todo el mundo

La competitividad de una región depende de muchos factores. Estados Unidos puede tener (o no) inputs relativamente elevados en la I+D, pero ello hay que situarlo en el contexto de otra serie de factores importantes. EE.UU. se beneficia también de unos mercados de capitales amplios y profundos, de una mano de obra móvil, de leyes laborales más flexibles y de una cultura empresarial que asume riesgos, apoyada por un marco legal y unos valores culturales firmemente arraigados. Desde los años 80, EE.UU. viene desarrollando también lo que podría llamarse una serie de experimentos políticos, destinados a favorecer el flujo de conocimientos e ideas prometedoras desde la Universidad al mercado, proceso que ha supuesto una considerable evolución de las universidades estadounidenses. Asimismo se han iniciado en EE.UU. algunas colaboraciones entre el sector público y el privado que, aunque todavía son limitadas en alcance y financiación (especialmente en relación con la economía norteamericana en su conjunto), pueden tener, sin embargo, un importante efecto de demostración de los beneficios de las inversiones públicas y privadas en investigación. En los últimos veinte años, se observa un creciente reconocimiento de la importancia de las pequeñas empresas, como medio para llevar nuevos productos al mercado, y también una mayor comprensión del proceso de innovación en su conjunto.

Desde los años 80, EE.UU. viene desarrollando políticas destinadas a favorecer el flujo de conocimientos e ideas prometedoras desde la Universidad al mercado

Modelos de innovación subyacentes

Un modelo lineal de innovación comenzaría por la investigación básica que suministra un flujo continuo de nuevas ideas. Entre éstas, las que parecen técnica y económicamente factibles se convierten en innovaciones. Tales innovaciones, desarrolladas después por las empresas (posiblemente con el apoyo político adecuado) se convierten en productos comercializables que engendran crecimiento. Este modelo lineal de innovación se muestra esquemáticamente en la figura 1.

El modelo lineal de innovación asume que ésta es un proceso de una sola dirección, que comienza con la investigación básica, la cual suministra un flujo continuo de nuevas ideas; algunas de estas ideas se convierten después en productos comercializables

Figura 1. El modelo lineal de innovación

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El modelo lineal crea la impresión de que una mayor inversión pública y privada en investigación se traducirá en una mayor comercialización, fortaleciendo, a su vez, la competitividad en los mercados mundiales. Este sencillo modelo es útil en el discurso general y elegante en su exposición, pero es fácil olvidar que subestima mucho las complejas interacciones que realmente tienen lugar en el proceso de innovación.7 En el mundo real, la distinción entre investigación básica e investigación aplicada rara vez es clara, y a menudo depende simplemente de las intenciones del investigador. Muchos descubrimientos contienen un factor de casualidad, y se aprende mucho mediante el sistema de ensayo y error. Muchas buenas ideas no consiguen llegar al mercado. El proceso desde el descubrimiento a la innovación y la comercialización abarca retos consecutivos e indicaciones del mercado que, a menudo, no son claras o incluso no existen.8

Un modelo con retroalimentación

Una representación más compleja del proceso de innovación incluye ciclos de retroalimentación, a través de los cuales tiene lugar el aprendizaje. Estos ciclos, representados en la figura 2, sugieren que los avances tecnológicos pueden preceder a la investigación básica o derivarse de ella.9

Figura 2. Modelo de innovación con ciclos de retroalimentación

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Una representación más compleja del proceso de innovación incluye ciclos de retroalimentación, a través de los cuales tiene lugar el aprendizaje. Estos ciclos sugieren que los avances tecnológicos pueden preceder a la investigación básica o derivarse de ella

Una implicación importante de esta representación más compleja del proceso de innovación es que los factores clave a menudo se presentan espontáneamente en los polos locales de innovación. El conocimiento no se genera únicamente a través de esfuerzos explícitos de investigación básica y aplicada, sino también de forma iterativa, mediante procesos de evaluación y retroalimentación. Esto significa que asignar más fondos en un extremo del sistema (por ejemplo, aumentando la financiación de la investigación) no se traducirá necesariamente en más innovación (como resultado) en el otro extremo. Se necesita una política más amplia y más integrada para tener en cuenta los diferentes polos de actividad y la necesidad de incentivos adecuados en cada fase de un sistema de innovación. Es importante reconocer y desarrollar políticas adecuadas en cada etapa, para contribuir a garantizar que un mayor gasto en I+D conducirá a los resultados deseados.

Micro-incentivos y macro-resultados

Es importante no confundir la realidad del mercado con los modelos del mercado. En la realidad, un mercado no es un conjunto de ecuaciones que se equilibran, sino un nexo de intercambio, en el que los participantes responden a los incentivos. El buen funcionamiento de un 'mercado' de la I+D dependerá de las reglas (explícitas e implícitas) y circunstancias que gobiernen las motivaciones para innovar.10 En el proceso de innovación, tales nexos de intercambio aparecen en los distintos nodos de los ciclos de retroalimentación, como se representa en la figura 2.

El buen funcionamiento de un mercado determinado depende también de la naturaleza del producto en cuestión. Los productos del conocimiento son propensos a producir 'derivados', lo que significa que la tecnología genera beneficios más allá de los que pueden ser captados por la empresa innovadora. Como consecuencia, las empresas son, con frecuencia, reacias a asumir inversiones en I+D, en productos muy basados en el conocimiento, a sus propias expensas y a su propio riesgo. Cuando muchas o todas las empresas perciben desincentivos similares, la innovación resultante (aun cuando sea socialmente valiosa) puede traducirse en una producción insuficiente.11

El mundo real, donde prevalecen un conocimiento y una comunicación imperfectos, está poblado por individuos y empresas que responden a incentivos específicos en tiempo y lugar.12 En estas circunstancias, cambiar las reglas existentes (por ejemplo, las que regulan la propiedad de las innovaciones en las universidades) puede contribuir a crear incentivos a nivel micro que se conjuguen con objetivos políticos más amplios. Estas innovaciones institucionales pueden ayudar a cambiar los incentivos y, por tanto, la propensión de las empresas a invertir en investigación innovadora, como ha ocurrido con el programa IMEC en Flandes. Una cuestión clave, por tanto, es qué nuevos incentivos, nuevas instituciones o simplemente nuevas oportunidades, se necesitan para impulsar a las empresas (que están orientadas hacia el beneficio) a aumentar los fondos que dedican a la I+D.

Las innovaciones institucionales pueden ayudar a cambiar los incentivos y, por tanto, la propensión de las empresas a invertir en investigación innovadora, como ha ocurrido con el programa IMEC en Flandes

Lecciones derivadas de la experiencia política en Estados Unidos

Asignaciones para I+D en Estados Unidos

En la Conclusión de la Presidencia de Barcelona se citan como ejemplo niveles relativamente altos de inversión global en I+D en Estados Unidos. Sin embargo, los valores medios pueden enmascarar grandes desequilibrios de distribución, con serias consecuencias sobre la inversión en innovación. Consideremos, por ejemplo, que, aunque una parte importante del esfuerzo de I+D de Estados Unidos se dedica a la defensa, la época de la aparición rápida de productos derivados, en la medida en que existió, ha pasado hace tiempo. La producción especializada y los requisitos de confidencialidad de los proyectos de defensa, y la más rápida evolución de las tecnologías comerciales han socavado esta percepción, ampliamente aceptada.13 Además, las cifras de I+D de defensa parecen impresionantes, pero una parte importante de lo que se llama I+D para defensa en EE.UU., es simplemente desarrollo de productos.14

Las cifras del gasto en I+D en Estados Unidos pueden aparecer aumentadas por la inclusión de gastos de investigación para la defensa que, a menudo, son solamente para desarrollo de productos

Además, aunque las cifras globales de I+D parecen sólidas, la distribución de la I+D norteamericana ha sido fuente de discusión, presentando lo que algunos consideran tendencias anti-intuitivas. Una buena parte del crecimiento de la productividad y de las inversiones industriales en EE.UU. se centra en las tecnologías de la información. Las ganancias procedentes de esta inversión son importantes y están cada vez mejor documentadas.15 No obstante, los gastos norteamericanos en I+D han disminuido realmente en las disciplinas esenciales para mantener un progreso a largo plazo de las tecnologías basadas en las TIC.16

Aunque las ganancias procedentes de la inversión en tecnologías basadas en las TIC son importantes en EE.UU., el gasto en I+D en las disciplinas que sirven de apoyo a estos sectores ha disminuido en realidad

Donde Estados Unidos ha aumentado sustancialmente la financiación es en el área de la biomedicina. Esto refleja tanto las nuevas prioridades nacionales como la percepción de oportunidades prometedoras. Este aumento ha ido acompañado, sin embargo, por una reducción de los fondos federales, en términos reales, para la investigación y la formación en física, química e ingeniería. Irónicamente, como concluía recientemente un importante estudio académico, para que EE.UU. obtenga los beneficios de sus inversiones, especialmente en biomedicina, se necesitan también inversiones complementarias en aquellas disciplinas en las que se apoya un progreso continuado de las tecnologías de la información, especialmente porque estas dos tecnologías de punta son cada vez más interdependientes e interrelacionadas.17

En resumen, el esfuerzo en I+D en Estados Unidos no es tan grande como puede parecer, una vez que se tiene en cuenta la naturaleza de los gastos del Departamento de Defensa, y la distribución de este esfuerzo está sometida a discusión, en particular porque se gasta poco en las disciplinas relacionadas con las TI, que son la fuente de una parte importante del crecimiento de EE.UU. y de la competitividad de sus empresas.

Pese a las dudas sobre la asignación de las inversiones de I+D en Estados Unidos, este país presenta altas tasas de innovación y una tasa elevada de formación de nuevas empresas basadas en la tecnología. Como hemos indicado antes, esto se debe, en parte, a que EE.UU. adoptó una serie de medidas políticas en los 80, para favorecer el crecimiento de las empresas pequeñas y para facilitar la comercialización de la investigación financiada con fondos federales, innovaciones políticas impulsadas, en gran parte, por el pobre comportamiento de la economía en los años 70 y 80.18

Financiación en las primeras etapas

En el periodo posterior a la Guerra Fría, la evolución de la economía norteamericana continúa fuertemente marcada por la interacción entre la investigación financiada por el gobierno y los empresarios innovadores. La investigación financiada por el gobierno (en contraposición a los productos comerciales) en áreas como la microelectrónica, la robótica, la biotecnología, el genoma humano, y en el desarrollo de ARPANET (el predecesor de la actual Internet) ha creado las bases de una nueva economía.19 En esta nueva economía, los empresarios y los investigadores individuales desempeñan a menudo el papel de líderes en el desarrollo de nuevos enfoques y nuevas empresas para explotar estas inversiones en investigación.20 Las pequeñas empresas crean puestos de trabajo y contribuyen al crecimiento, a través de su capacidad para centrarse en las nuevas tecnologías.21

En el periodo posterior a la Guerra Fría, la evolución de la economía norteamericana continúa fuertemente marcada por la interacción entre la investigación financiada por el gobierno y los empresarios innovadores

Los estudios sobre financiación en las primeras etapas, en EE.UU., muestran que los fondos no se distribuyen uniformemente en el curso del proceso de innovación.22 De hecho, a pesar de la presencia de redes 'ángeles' bien desarrolladas, y de mercados de capital-riesgo relativamente amplios en Estados Unidos, las nuevas pequeñas empresas innovadoras se enfrentan, a menudo, con dificultades para obtener financiación 'en las primeras etapas'.23 En muchos casos, los empresarios con ideas innovadoras pueden carecer de recursos financieros para emprender la I+D necesaria para comercializar sus innovaciones, mientras que los inversores con fondos disponibles pueden no estar informados de tales oportunidades.24 Análogamente, los fondos para I+D en Europa probablemente no están uniformemente distribuidos en las diversas etapas de la innovación.

La experiencia norteamericana en la asignación de fondos para I+D y el análisis de la financiación de las primeras etapas permiten sacar la consecuencia de que un mayor éxito en la promoción de la economía del conocimiento exige prestar atención no sólo al nivel global de inversión, sino también a cómo se distribuye a lo largo del proceso de innovación.25

Experimentos políticos en materia de colaboración

Durante los años 70 y 80, Estados Unidos presentó un crecimiento económico bajo, con respecto a lo que fue la norma en la posguerra, acompañado por una pérdida de cuota de mercado mundial, especialmente a favor de los países competidores de Asia Oriental. Se perdió el liderazgo tecnológico en industrias clave en EE.UU., como la del acero, automóviles, electrónica de consumo y semiconductores.26 Estos acontecimientos desencadenaron una serie de medidas políticas.

Un elemento importante de la respuesta política de EE.UU. a las tasas relativamente bajas de crecimiento económico en los años 70 y 80 tomó la forma de una avalancha de leyes destinadas a modificar las reglas que gobiernan los incentivos presentes en diversas etapas del proceso de innovación

Un elemento importante de la respuesta política de EE.UU. a las tasas relativamente bajas de crecimiento económico en los años 70 y 80 tomó la forma de una avalancha de leyes destinadas a modificar las reglas que gobiernan los incentivos presentes en diversas etapas del proceso de innovación (véase el cuadro 1). Entre ellas, la ley Bayh-Dole de 1980, sobre Patentes de las Universidades y las Pequeñas Empresas permitió que quienes reciben subvenciones o contratos del gobierno mantengan la titularidad de los inventos financiados con fondos federales e impulsó a las universidades a conceder licencias sobre sus inventos a la industria. El número y alcance de estas medidas es impresionante, como se ve en la lista del cuadro 1.

Cuadro 1. Principales leyes federales relacionadas con programas de cooperación tecnológica27

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Además de la ley Bayh-Dole, que sirvió para galvanizar a las universidades como centros de investigación comercialmente relevantes, un elemento clave de esta política general consiste en desarrollar las colaboraciones entre el sector público y el privado. Estas colaboraciones, en sus diversas formas, se consideran como un medio para favorecer la participación en I+D cooperativa en la industria, las universidades y los laboratorios del gobierno, con el fin de acelerar el desarrollo de nuevas tecnologías, al tiempo que se evitan los programas abiertos de los años 70. En su momento, estas colaboraciones se consideraron como experimentos y, como en todos los experimentos, hubo éxitos y también fracasos.28 Basándose en esta experiencia, un reciente estudio de las colaboraciones entre el sector público y el privado, realizado por la National Academy of Sciences, concluyó que aquéllas que tuvieron éxito, aunque diversas en su estructura, mecanismo y objetivos, comparten ciertas características29, a saber: la necesidad de que la iniciativa y el liderazgo correspondan a la industria; que ésta comparta los costes; que la financiación pública sea limitada en tiempo y cuantía; objetivos claros; y un sistema de retroalimentación que permita evaluar periódicamente los logros.

Las colaboraciones, en sus diversas formas, se consideran como un medio para favorecer la participación en I+D cooperativa en la industria, las universidades y los laboratorios del gobierno, a fin de acelerar el desarrollo de nuevas tecnologías

Dos ejemplos destacados de esta colaboración 'genérica' gobierno-industria son el Programa de Investigación para la Innovación en las Pequeñas Empresas (SBIR) y el Programa de Tecnología Avanzada (ATP). La Ley de Desarrollo de la Innovación en las Pequeñas Empresas de 1982 creó el programa SBIR dentro de los principales organismos federales, a fin de incrementar los fondos gubernamentales destinados a la investigación y su comercialización en las pequeñas empresas. Este programa está concebido para ayudar a las pequeñas empresas a que lleven sus ideas innovadoras al mercado, proporcionándoles pequeñas ayudas, muy competitivas, en las fases preliminares del ciclo de desarrollo empresarial, fases en las que los inversores privados suelen considerar demasiado arriesgado prestar su apoyo.

La ley Bayh-Dole y el cambio de cultura que indujo en las universidades se combina eficazmente con el programa SBIR. Las pequeñas subvenciones SBIR fomentan la innovación por parte de empresas pequeñas que tienen objetivos muy concretos y, al mismo tiempo, tienen un efecto de respaldo, de cara al capital privado. El programa ATP, que comenzó en 1988, otorga grandes subvenciones a empresas pequeñas y también fomenta la colaboración entre empresas grandes y pequeñas en productos que tengan amplias aplicaciones. Su objetivo es estimular el desarrollo, mediante empresas individuales o acciones conjuntas, de tecnologías de alto riesgo, potencialmente muy rentables, con beneficios para toda la economía.

Las iniciativas legislativas para fortalecer la competitividad en EE.UU. abordan diversos puntos en el proceso de innovación. Constituyen un esfuerzo para fomentar la innovación a través de empresas pequeñas, ágiles, con objetivos muy concretos, a veces en colaboración con grandes empresas, proporcionando pequeñas subvenciones durante un plazo limitado

Estas iniciativas legislativas son notables porque abordan diversos puntos en el proceso de innovación. Constituyen un esfuerzo para fomentar la innovación a través de empresas pequeñas, ágiles, con objetivos muy concretos, a veces en colaboración con grandes empresas, proporcionando pequeñas subvenciones durante un plazo limitado. Reuniendo a las universidades y a las empresas o, en el caso del SBIR, proporcionando ayudas que incentiven a investigadores concretos, estimulan la investigación y favorecen la innovación en tareas nacionales, en materia de salud, medio ambiente o seguridad nacional. Centrándose en los incentivos que proporcionan a los participantes, constituyen un enfoque más integrado que el 'sistema fijo' representado por el objetivo del tres por ciento en I+D. Además, como experimento político en marcha, el funcionamiento de estas iniciativas está cada vez más sometido a revisión periódica, proporcionando la oportunidad de aprendizaje y retroalimentación, tanto entre los participantes como al nivel político del sistema de innovación estadounidense.30

Conclusiones

El objetivo del tres por ciento se centra en el gasto agregado en I+D y el crecimiento económico. La relación es importante, en tanto en cuanto subraya de importancia del crecimiento basado en la ciencia para Europa. Pero no se pone en duda que la calidad de la investigación europea, por ejemplo en sectores de punta como la biotecnología, sea ya de nivel mundial. El problema tiene más que ver con la capacidad de la región para capitalizar su investigación. Muchos países europeos se enfrentan al problema de cómo capitalizar sus inversiones en I+D existentes. El reto consiste en trasladar las ideas desde la Universidad a las empresas, las cuales pueden desarrollar innovaciones que se conviertan en productos prometedores. Esto supone políticas y programas para salvar las lagunas importantes en la financiación de la innovación (que se conocen en EE.UU. como 'el valle de la muerte'), lagunas que muchas nuevas ideas y muchas nuevas empresas no consiguen salvar. Centrarse en un único input en un proceso complejo de innovación puede no ser suficiente, si no va acompañado por el apoyo a la comercialización de los resultados de la investigación.

¿Qué significa esto en términos políticos?

Además de las cifras agregadas de la I+D, también es importante considerar la distribución y la eficacia de los gastos en I+D. Para lograr un mayor crecimiento, hay que tener en cuenta los incentivos subyacentes que regulan cada sistema nacional de innovación. Centrarse en los incentivos adecuados (y revisar los desincentivos) mejorará el rendimiento de la investigación europea existente.

Más allá de los mecanismos de input, es necesario poner énfasis en los medios para trasladar las ideas desde el laboratorio al mercado. Presionar a las empresas para que destinen más fondos a I+D debe ir acompañado por una reconsideración de los incentivos correspondientes. Averiguar cuáles son las necesidades de las empresas y proporcionarles incentivos positivos puede favorecer una mayor financiación de la I+D.

Unas políticas eficaces pueden combatir los obstáculos a la innovación (por ejemplo, los que suponen las prácticas tradicionales de las universidades o los obstáculos a la aparición de nuevas instituciones), proporcionando incentivos positivos a los investigadores y a las empresas para estimular la comercialización. Es poco probable que aparezcan productos y procesos socialmente deseables sin los incentivos adecuados. En Estados Unidos, la legislación, como la ley Bayh-Dole, se ha centrado en cambiar los incentivos y, de este modo, ha ampliado la misión de muchas universidades estadounidenses y reforzado la rentabilidad de las inversiones en I+D del país. Pequeñas subvenciones, como las otorgadas por el programa SBIR (Investigación para la Innovación en las Empresas Pequeñas) pueden favorecer la comercialización de nuevos productos basados en la ciencia. Por su parte, el Programa de Tecnología Avanzada combina las potencialidades de las universidades, las pequeñas empresas y las empresas grandes para acelerar la comercialización de las nuevas ideas.

Las colaboraciones entre el sector público y el privado constituyen un medio eficaz para reunir a las universidades, las empresas y los organismos oficiales, a fin de trasladar las nuevas ideas al mercado, con la realidad actual de la participación y la contribución del sector privado. Su énfasis fuertemente tecnológico, combinado con su financiación y duración limitadas, hace que estas estructuras ad hoc sean instrumentos eficaces para dirigir la innovación. Colaboraciones más amplias con plazos más largos pueden ser eficaces para abordar la investigación que tenga importancia a largo plazo para la industria.

Estas sugerencias, en su conjunto, pueden tener un impacto positivo importante. Pero, en último término, no hay un modelo predefinido para el crecimiento basado en la innovación, ni un camino predeterminado. Existen directrices que señalan principios y direcciones; pero no son recetas fijas: cada país tiene que seguir su propio camino, basándose en su cultura y en sus instituciones, así como en sus capacidades, experiencia, prioridades y metas. Seguir el camino de la innovación a menudo exige un cambio de perspectiva, pero también promete ser un viaje lleno de recompensas.

Palabras clave

financiación de la I+D, innovación, políticas complementarias, micro-incentivos

Notas y Referencias

  1. Véase Consejo Europeo, Conclusiones de la Presidencia. Barcelona, 15 y 16 de marzo 2002. SN 100/1/02 REV 1, pág. 20.

  2. Ibid.

  3. Véase Comisión Europea, Towards a European Research Area, Key Figures 2001, Special Edition, Indicators for Benchmarking of National Research Policies. Luxemburgo: Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades Europeas, 2001.

  4. Ibid., pág. 24, basado en los datos de 2000 para Japón y de 1999 para EE.UU. y la Unión Europea. La cifra de la UE no incluye a Luxemburgo.

  5. Ibid., pág. 21, basado en los datos de 1998 para Japón y de 1999 para EE.UU. y la Unión Europea. La cifra de la Unión Europea no incluye a Luxemburgo. El gasto en I+D financiado por la industria refleja su esfuerzo para crear nuevo conocimiento y para explotar las bases de conocimiento existentes. Estos recursos financieros se dirigen a las necesidades de la industria y tienden a concentrarse en investigación aplicada y de desarrollo, más ligada al mercado que la investigación pública. Además de los fondos públicos para I+D, la I+D financiada por la industria proporciona la base de la competitividad industrial futura.

  6. A pesar de este elevado porcentaje, la capacidad de la economía sueca para generar nuevas empresas, internacionalmente competitivas, es causa de preocupación.

  7. Cualquier modelo refleja sólo una fracción pequeña de la realidad. Los modelos son instrumentos útiles para ilustrar los aspectos de la vida real relevantes para la resolución de un problema, pero es importante no confundir esta representación con la realidad.

  8. Para una excelente discusión de los retos subsiguientes, véase L.M. Branscomb, K.P. Morse y M.J. Roberts, 2000, Managing Technical Risk: Understanding Private Sector Decision Making on Early Stage Technolgy-based Projects. NIST GCR 00787, abril.

  9. El modelo con retroalimentación representado en la figura 2 fue desarrollado por nuestro colega Adam K. Korobow, miembro del National Research Council.

  10. Por ejemplo, un factor clave que conforma los incentivos de mercado son las normas sobre propiedad intelectual y su cumplimiento. Las percepciones sociales de la riqueza son también factores de motivación importantes. En las sociedades con 'ethos' igualitario, se considera desfavorablemente la excesiva acumulación de riqueza. En otras, la riqueza se puede asociar con ganancias ilícitas.

  11. Para una descripción de estos problemas, véase National Research Council, The Drama of Commons, E. Ostrom, T. Dietz, N. Dolsak, P. Stern, Susan Stonich y E. Weber, eds. Washington, D.C.: National Academy Press, 2002.

  12. Para una perspectiva de los incentivos en múltiples contextos, véase D. Campbell, Incentives: Motivation and the Economics of Information. Cambridge: Cambridge University Press, 1995.

  13. John Alic et. al., en Beyond Spinoff: Military and Civilian Technologies in a Changing World, documentan este fenómeno en 1992. Boston: Harvard University Press.

  14. Véase National Research Council: Allocating Federal Funds for Science and Technology. Washington, D.C. National Academy Press, 1995.

  15. Véase Dale W. Jorgenson y Kevin J. Stiroh: 'Raising the Speed Limit: U.S. Growth in the Information Age', en National Research Council, Measuring and Sustaining the New Economy. Informe de un Seminario. D. Jorgenson y C. Wessner, eds. Washington, D.C., National Academy Press, 2002. La rúbrica '6.3' del presupuesto del Departamento de Defensa está más centrada en desarrollo de productos que en investigación.

  16. Véase National Research Council, Capitalizing on New Needs and New Opportunities in Biotechnology and Information Technology, C. Wessner, ed., Washington, D.C., National Academy Press, 2002; y Stephen A. Merrill y Michael McGeary, 'Who¿s Balancing the Federal Research Portfolio and How?, Science, 272, 942-944, 1999.

  17. Desde 1993 a 1999, la investigación estadounidense disminuyó, en términos reales, en química, física, ingeniería mecánica e ingeniería eléctrica. Véase National Research Council, Capitalizing on New Needs and New Opportunities in Biotechnology and Information Technology, op.cit., pág. 53.

  18. Véase National Research Council, The Advanced Technology Program: Assessing Outcomes, C. Wessner, ed., Washington, D.C., National Academy Press, 2001.

  19. Véase National Research Council, Funding a Revolution: Government Support for Computing Research. Washington, D.C., National Academy Press, 1999.

  20. Véase D. Audretsch y R. Thurik, Innovation, Industry, Evolution and Employment. Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1999.

  21. Véase Peter Cahill, 'Fast-Track: Is It Speeding Commercialization of Department of Defense Small Business Innovation and Research Projects?', en National Research Council, The Small Business Research Innovation Program: An Assessment of the Department of Defense Fast Track Iniciative, Charles Wessner, ed., Washington, D.C., National Academy Press, 2000.

  22. Véase L. Branscomb y J. Morse, M. Roberts, eds. Investing in Innovation: Creating a Research and Innovation Policy. Cambridge, MA: MIT Press, 1998. Véase también P. Gompers y J. Lerner, The Venture Capital Cycle, Cambridge, MA: The MIT Press, 2000.

  23. Para una discusión de las lagunas de financiación, véase Branscomb, L.M., K.P. Morse y M.J. Roberts, 2000, Managing Technical Risk: Understanding Private Sector Decision Making on Early Stage Technology-based Projects. Op.cit. Además de estas lagunas en la diponibilidad de fondos, otras condiciones del mercado pueden afectar también a dicha disponibilidad. Por ejemplo, el mercado puede verse limitado al gobierno como principal consumidor. En otros casos, los mercados de capitales privados pueden presentar tendencias de grupo, con lo que los sectores que están menos de moda encontrarán dificultades para obtener financiación.

  24. Estas asimetrías en la innovación, entre el empresario y el inversor potencial, son un grave problema en el proceso de innovación. Véase National Research Council, Government-Industry Partnerships for the Development of New Technologies-The Summary Report, Charles W. Wessner, ed., Washington, D.C., National Academy Press, 2002.

  25. Véase Jeffrey Sohl, 'The Early-Stage Equity Market in the U.S.A.', Venture Capital, 1(2), 101-20, 1999.

  26. Las causas del deficiente comportamiento económico de Norteamérica no se han analizado aún suficientemente, pero proliferan las graves señales de alerta sobre el declive económico de EE.UU. y la desindustrialización de sectores clave. En algunos casos, puede haberse sobreestimado el grado de declive en los años 80 y primeros 90 y, en otros, la acción conjunta de los sectores público y privado ha tenido éxito. Véase National Research Council, U.S. Industry in 2000, Washington, D.C., National Academy Press, 2000.

  27. Tomado, con modificaciones del National Research Council, de Cristopher Coburn y Dan Berglund, Partnerships: A Compendium of State and Federal Cooperative Technology Programs, Columbus, OH: Battelle Press, 1995, pág. 485.

  28. Véase John Horrigan, 'Cooperating Competitors: A Comparison of MCC and SEMATECH', Monografía, Washington, D.C., National Research Council, 1999.

  29. National Research Council, Government-Industry Partnerships for the Development of New Tchnology Summary Report (próxima publicación).

  30. Para una revisión exhaustiva del programa ATP, véase National Research Council, The Advanced Technology Program: Assessing Outcomes, Charles W. Wessner, ed., Washington, D.C., National Academy Press, 2001. Además, como se ha indicado, en la sección 108 del H.R. 5667, The Small Business Reauthorization Act of 2000, el Congreso de EE.UU. ordenó que el National Research Council realizase un estudio de los Programas de Investigación para la Innovación en las Pequeñas Empresas en el National Institute of Health, el Departamento de Defensa, la National Aeronautics and Space Administration, la National Science Foundation y el Departamento de Energía. Este estudio está actualmente en curso.

Sobre los autores

El Dr. Charles Wessner es el director del Programa de Tecnología e Innovación de las National Academies, con el Board on Science, Technology and Economic Policy. Es una autoridad reconocida en EE.UU. en materia de colaboración entre el sector público y el privado y recientemente ha completado un estudio en diez volúmenes sobre los programas de innovación, como el ATP y el SBIR, los consorcios como SEMATECH y los parques de C y T. Antes de incorporarse a las Academias, el Dr. Wessner trabajó en la Secretaría del Tesoro de EE.UU. y en la OCDE, y dirigió la Oficina de Política Tecnológica Internacional en la Administración de Tecnología del Departamento de Comercio de EE.UU.

El Dr. Sujai Shivakumar es miembro profesional del Board on Science, Technology and Economic Policy de las National Academies. Anteriormente trabajó en el proyecto de Política Pública de Indiana, y también sobre temas de desarrollo internacional.

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