Pandemia y 'guerra bacteriológica (I)

AutorManuel Cobo del Rosal
Páginas81-83

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Antes de nada debo manifestar, y ya lo he hecho en otras ocasiones y hoy lo hago especialmente el verdadero pasmo que me produjo ver en directo como los miembros del Congreso de los Diputados de las Cortes españolas mayoritariamente, se pusieron de pié y levantaron la sesión con una cerrada ovación por parte de los pertenecientes al entonces partido mayoritario, en concreto el PP, por aprobarse la entrada en guerra de España contra Irak. Nunca en mi vida había visto cosa igual, de semejante euforia por entrar en una guerra de agresión contra un país que ni había hecho nada a España ni a los españoles.

No se hizo entonces una rechifla, ni abucheos, ni vocerío, ni protestas por parte de los abundantes parlamentarios del grupo minoritario entonces el PSOE, sino que se fue disolviendo y despejando el hemiciclo, y aquí no ha pasado nada. Y sí pasó, pasó algo horrible. Como horrible es aplaudir la matanza masiva que era claro se avecinaba de iraquíes, sobre todo, musulmanes, árabes que, sometidos a una dictadura cruel y miserable, por Sadam Hussein, no tenían más pecado, que haber nacido en aquél país. Ni que decir tiene que el cruel atentado de Atocha está en estrecha relación de causa a efecto con la antecedente actuación del Parlamento y del Gobierno español. Hoy ya ni los más cínicos defensores de la derecha, lo discuten a pesar de la fallida maniobra de distracción de que había sido una

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actuación terrorista etarra, propiciada por algún infame y hediondo vendedor con cierto éxito de falsedades y calumnias cuanto mayores, para él más enriquecedoras y jugosas. Por supuesto, ni ese individuo se ha excusado, ni tampoco el partido promotor de tamaña ferocidad bélica tampoco, ni menos el inefable y ahora acicalado Presidente entonces del Gobierno, con su palurda y grotesca foto en las Azores, menos todavía. Cómo se va a excusar con el partido que, personalmente, le ha sacado impensables beneficios a la planificación del asesinato en masa. Sólo una mueca, rústica y siniestra, como sonrisa desde la bella isla portuguesa. No creo que esto tenga que ver nada con que el Sr. Blair, ahora arrepentido, se haya convertido al catolicismo, cuya primera autoridad espiritual, como debe ser, siempre se mostró radicalmente contraria a la carnicería vil, planificada desde los centros de poder que fue ratificada por la pareja de botarates, como simple operación de imagen, en unión de su leader intelectual, por llamarlo de algún modo.

Veo cierta...

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