Los Países Bajos: una república nobiliaria (siglos XIV al XVII)

AutorRogelio Pérez Bustamante
Páginas461-506

A José Antonio Escudero, cuya extraordinaria vocación de historiador europeo nos marcó un nuevo e inevitable desafío científico y vital.

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Para el estudio de la nobleza española y la gobernación del imperio adquiere singular interés considerar la formación y el papel que la nobleza de los Países Bajos representa a lo largo de la historia medieval y moderna. La nobleza de los Países Bajos tiene especial importancia por cuanto la Casa de Borgoña se incorporó a los Habsburgo y los Habsburgo a su vez fueron los titulares del llamado Imperio Español, entre cuyos Estados se enumeran los antiguos territorios de los Países Bajos, cuya gobernación venía viendo realizada en buen medida por los linajes autóctonos que conformaron la nobleza de los Países Bajos.

Aunque la nobleza de los Países Bajos, salvo en aquellos territorios, no ocupará una posición de privilegio en el gobierno del Imperio Español, siendo tan sólo su papel importante en los reinados de Felipe I, del Emperador Carlos V y de Felipe II, a través de algunos de sus más significados representantes, sin embargo, merece una consideración especial tanto desde el punto de vista de la articulación de la nobleza como elite del poder en los diversos territorios de los Países Bajos cuanto por el peso específico que realizan en el juego de las instituciones territoriales y en la propio dominio de los Habsburgo, así como en la construcción independiente de las Provincias Unidas.

Por todo ello y tomando como punto de partida algunas referencias históricas realizamos el presente informe a modo de estudio histórico documentado como un elemento más para los estudios sobre la nobleza, la administración y el poder político que a lo largo de estos años hemos realizado y de los que des-Page 462tacamos fundamentalmente mi obra El Gobierno y la Administración Territorial de Castilla 1230-1474, editado hace ahora 30 años (Madrid, 1976), el estudio sobre la «Administración Central Castellana», publicado en el Anuario de Historia del Derecho; mi obra titulada El Gobierno del Imperio Español Madrid, 2002, y la reciente publicación Les élites de pouvoir; haute noblesse y gouvernement des territoires en France 1515-1715, publicada en su AHDE, 2004, a la que se agrega ahora el presente estudio Los Países Bajos: una Republica nobiliaria1.

1. Países bajos, un territorio definido por su configuración en el tiempo y en el espacio

La configuración política de los Países Bajos, desde las postreras fases de la Edad Media, obedece a una doble naturaleza, territorial y política, que determina una concepción y un ejercicio del poder sumamente distintivos, una concepción y un ejercicio del poder que constituyen el substrato del proceso histórico que conduce a la creación de la primera república de la Europa Moderna, pero también una república de carácter oligárquico: las Provincias Unidas.

En el ámbito territorial, los dominios neerlandeses no constituyen una realidad unitaria, no lo son culturalmente, pues integran ámbitos lingüísticos diversos, flamenco-neerlandés, francófono, frisón y alemán. Pero, sobre todo, no lo son política e institucionalmente.

La configuración de los territorios de los Países Bajos obedece a un proceso varias veces secular2. La Borgoña quedaría atribuida tras el Tratado de Verdun a Lothario, quedando una parte que va a ser llamada la Borgoña franca bajo el dominio de Carlos el Calvo. Esta Borgoña franca mantendría su autonomía constituida como una marca y posteriormente convertida en Ducado que pasaría a los Capetos bajo cuya dinastía se prolonga hasta la muerte de Eudes IV. En la Corona de Francia permaneció para pasar luego al rey Juan II de Francia, segundo esposo de Juana de Borgoña, quien el 6 de septiembre de 1363 tomaba posesión del territorio en virtud de su condición de feudo vacante, invistiendo en él a su hijo Felipe de Valois -el Atrevido-, quien ya poseía en feudo la alta Borgoña por concesión del emperador Carlos IV.

Conviene recordar que aquella concesión se realizaba en apanaje y por tanto que a falta de heredero varón volvería a la corona real de Francia. Los «apanajes» habían tenido su origen en un testamento de Luis VIII de Francia realizado en 1225, quien había dotado a los tres hermanos menores de su here-Page 463dero, el futuro San Luis, con algunos de los territorios adquiridos después de Felipe Augusto, y esta referencia a la condición de apanaje de Borgoña es esencial para comprender como la muerte de Carlos el Temerario -Nancy, 1477- Borgoña volverá al Rey de Francia.

En el ámbito neerlandés, y sobre todo en Flandes, Brabante y Holanda, el «Renacimiento» comercial y mercantil de los siglos xi y xii había impulsado el desarrollo de prósperas urbes, como Amsterdam, Brujas, Amberes, Gante, Bruselas, Lovaina o Ypres. Sin embargo, su posición institucional era diversa. Los territorios del Norte estaban vinculados al Imperio, mientras los del Sur eran, nominalmente, feudos franceses.

Cada uno de estos territorios experimenta, desde los últimos años del siglo xiii, una consolidación política ajustada a su ímpetu mercantil. El duque Juan I de Brabante, después de su victoria en Worrigen, se apodera de Limburgo y, sobre todo, del eje comercial Colonia-Brujas (1288). La nominal dependencia del condado de Flandes de Francia se resquebraja tras la batalla de las «Espuelas de Oro» (1302). Felipe de Valois -I de Borgoña-, llamado el Atrevido -le Hardi-, 1363-1404, casa el 19 de junio de 1369 con Margarita de Flandes hija y heredera de Luis III de Male y de Margarita de Brabante heredera del territorio de Flandes, que constituira el núcleo fundamental del nuevo reino -Condados de Flandes, Borgoña, Nevers, Artois y Rethel.

A la muerte de Luis III de Male, ocurrida en Saint Omer el 30 de enero de 1384, Felipe de Borgoña se convirtió en el titular de una fabulosa herencia: Flandes, Artois, Nevers, Rethel, el Franco Condado, la tierra de Champagne, y los señoríos de Salinas, Malinas y Amberes, y su segundo hijo Antonio será elegido heredero por Wenceslao de Luxemburgo y por Juana de Brabante recibiendo en 1406 los Ducados de Brabante, Limburgo, Luxemburgo, Lothier, el señorío de Amberes y el Marquesado del Santo Imperio. Felipe I de Borgoña adquiere por compra en 1390 el territorio de Charolais.

A lo largo del siglo xiv se consolida la personalidad institucional de estos territorios. Holanda y Brabante desarrollan sus propios órganos representativos, unos órganos que obtienen el adecuado reconocimiento a su capacidad de interlocución política en los decenios centrales de ese mismo siglo. Hacia 1350 se celebra la primera sesión de una asamblea de los poderes urbanos y nobiliarios de Holanda, la Dagvaart y, sobre todo, en 1356 el Duque Wenceslao de Brabante acepta la Joyeuse Entrée, que sanciona un auténtico pacto constitucional entre el soberano del territorio y sus órganos de representación, los Estados Provinciales, que deberán ser consultados en los más esenciales asuntos, como el establecimiento de obligaciones fiscales o el sostenimiento militar del territorio.

De esta forma, cuando en 1384 el Duque de Borgoña contrae matrimonio con la condesa heredera de Flandes, a cuyo dominio pertenecían ya Artois y Malinas, la ya detectable tendencia a la afirmación política de los territorios neerlandeses adquiere una nueva naturaleza. La Casa de Borgoña aspira a instrumentar en su propio beneficio la crisis de Francia, y de la Casa de Valois, inmersa en su conflicto con Inglaterra, y del Imperio, y de la Casa de Baviera,Page 464 para levantar un nuevo eje político transversal desde Borgoña a las costas del Canal.

El viejo Duque de Borgoña morirá el 27 de abril de 1404, sucediéndole Juan de Nevers (1406-1419), llamado Juan sin Miedo, quien incorpora en 1406 a sus Estados de las dos Borgoñas, Flandes y el Artois los Estados de Brabante y Limburgo. A su muerte, sucedida en 1419, accede al Ducado de Borgoña Felipe el Bueno (1419-1467), quien habría de lograr la constitución de un gran Estado completado por la compra de Namur realizada en 1420 y consolidada en 1429 por la posesión de los Condados de Holanda y Zelanda, la obtención del señorío de Frisia y en 1430 la posesión del Ducado de Brabante.

A lo largo del siglo xv la gran construcción política de la casa de Borgoña se hace visible en el espacio. Brabante y Limburgo (1430); Holanda, Zelanda, Hainaut y Frisia Occidental (1433), y Luxemburgo (1451), son los jalones esenciales de un proceso que convierte a Felipe «el Bueno» en el árbitro de Europa. Cuando el 10 de enero de 1430 crea la Orden del Toisón de Oro se titula: «Felipe, por la gracia de Dios, Duque de Borgoña, de Lotharingia de Brabante, de Limburgo, Conde de Flandes, de Artois, de Borgoña, Conde Palatino de Henao, de Holanda, de Zelanda, de Namur, Marqués del Santo...

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